"Ver con los ojos cerrados" 23
En este mundo hay contratos ocultos y sin
corazón que solo atienden a cuestiones económicas. El no
avisar a los afectados de sus intenciones es debido a la maraña empresarial
donde están implicadas comisiones y mordidas que siempre enriquecen a los
mismos.
A la hora del café de media mañana, siempre
hay empleados que comentan curiosidades, chismes, dimes y diretes de lo que se
tramita en la oscuridad de los cajones de algún despacho.
Esa mañana, a Mariano (padre de Antonio) le
llamó mucho la atención una conversación de la mesa de al lado. Él, nunca prestaba el más mínimo interés a
los chismorreos del ayuntamiento, donde trabajaba hace muchos años y sabía que
nada era verdad o mentira, hasta ser aprobado en pleno, pero ese día le resultó
extraño el que hablasen en voz tan baja (todo lo que oían esos dos, se podía
considerar un secreto a voces)
Tras escuchar lo que decían y quedarse
con algunos detalles concretos llamó a Roberto para que lo esperase cuando
saliese del comedor. Tenía que hablar
con él de algo importante.
Mariano.- tengo que hablar contigo, pero en un sitio
discreto donde nadie nos pueda oír
Roberto.- pues que mejor sitio que nuestra cocina, los
pucheros no cuentan nada a nadie
--entraron y Roberto cerró con llave por
dentro—
Roberto.- muy grave es la cosa
Mariano.- mucho, demasiado gordo como para sacarlo a la luz
Roberto.- ¿pero me afecta a mí? No me asustes
Mariano.- nos afecta a todos nosotros y a mucha más gente
Roberto.- ¡joder! Habla ya
Mariano.- esta mañana he oído una conversación sobre los
nuevos planes de urbanismo; quieren
construir el nuevo parking aquí mismo, en el parque de san Cipriano
Roberto.- vaya follón, pero si es muy pequeño
Mariano.- ese es el problema. La empresa está tramitando la compra de este
colegio, que tiene muchísimo terreno más todo el patio trasero con la intención
de hacer un gran parking subterráneo de dos o tres plantas, con entrada desde
el parque, y encima un gran centro comercial
Roberto.- pero esto es del ministerio de cultura desde que
lo dejaron los curas
Mariano.- me da, que ya está hecha o a punto de hacerse la
compra por parte de la empresa que gestiona la zona azul, por que los planos ya deben de estar en el
ayuntamiento, pero lo tienen con un secretismo total
Roberto.- pues es muy gorda, y donde encontramos otro sitio
Mariano.- no lo sé, pero en cuanto lo tengan todo atado,
salta la liebre
Roberto.- ¿y si destapamos sus intenciones?
Mariano.- te va a dar igual; hay muchas manos con carne
entre las uñas y a la gente de la calle, no le preocupa que muchas personas se
queden sin tener donde ir a comer, eso no le importa a nadie. Yo solo quiero que estés avisado porque no
va a tardar mucho y cualquier día te encuentras con la sorpresa.
Roberto no podía dar crédito a lo que le
estaba contando.
Esos años de trabajo se quedaban en nada; con
lo que les había costado conseguir el equipamiento de la cocina y convencer a los
comerciantes de que donasen los productos que estaban a punto de caducar para
que pudieran ser aprovechados con un buen fin.
No se podía quedar cruzado de brazos,
pero tampoco podía cargar con esa pena a nadie. La mañana siguiente, todos notaron algo
demasiado raro en el rostro y comportamiento de Roberto. No protestaba por nada a la hora de cocinar,
con su mano agarraba de vez en cuando el cazo, pero ni daba vueltas a la sopa.
--A las dos y diez llegó Manuel –
Nada más entrar se respiraba algo extraño
en el ambiente.
No pudo por menos que fijarse en las
caras de los que estaban comiendo. Comían como sin ganas dando un sorbo que otro
a la sopa y esperando a que les retirasen el plato, a ver si con el segundo
había un poco más de suerte.
--Manuel
se acercó a un señor sentado en la esquina de la mesa—
Manuel.- qué pasa hoy amigo
Señor.- nada, si nos pudiese traer un poquito de sal
Manuel cogió una cuchara del carro de los
cubiertos y probó aquella sopa. No
solamente estaba sosa, no sabía a nada, era agua caliente con chachos de
verdura sin cocer.
Manuel.-
qué ha pasado hoy Roberto ¿estás bien?
--Roberto
ni contestó, siguió dando vueltas a unos filetes que ya estaban medio quemados—
Manuel.- déjame un sitio, que ya
me encargo yo de esto
Ellos y ellas permanecían callados, pálidos,
mirándolo sin moverse del sitio, no sabían qué hacer, aquello no había ocurrido
nunca.
Manuel.- Vamos chavales, retirando
esos platos y tú Gervasio trae unos cartones de huevos
Los
filetes iban saliendo al comedor lo mejor posible, dentro de lo que Manuel daba
de sí como aprendiz de cocina. Tomás les iba poniendo el punto de sal Y Paco,
apoyado en una muleta y con la espumadera en la otra mano intentaba hacer unos
huevos fritos sin demasiadas expectativas.
Manuel.- un filete, un huevo en
cada plato y para fuera. Oye Gervasio,
hoy fruta como para una boda, que al menos coman algo decente
Roberto se había sentado en un rincón y Julia,
a su lado permanecía callada, cogiendo sus manos y acariciándolas con cariño.
--por fin se termino aquella hora tan
desagradable—
Manuel.- perdonar chicos, hoy ni
se come, ni se recoge, ni se friega.
Paco.- vamos a ver si quiere
hablarnos Roberto
Manuel.- dejarlo solo, ya hablo yo
luego con él. S in saber que le pasa puedo comprender como se siente y
cualquier cosa que le digamos le va a dar igual.
Se
marcharon a casa sin decir ni adiós, desconsolados por la impotencia de no
poder hacer nada. Entraron en sus casas
como almas en pena y contaron lo que había
sucedido a sus familiares. Al
momento, Mariano se levanto de la silla y gritó en el pasillo: ¡ahora vuelvo!
En
cinco minutos a paso rápido se presentó en el comedor; la puerta estaba abierta,
entró hasta la cocina; allí encontró a Manuel y Roberto sentados frente a
frente, sin decirse ni palabra, esperando nada, uno del otro.
--Mariano cogió una caja y se sentó junto a
ellos—
Mariano.- perdonar pero se lo tenía
que contar y ahora veo que te toca saberlo a ti Manuel
Le dijo
absolutamente todo, según se lo había relatado a Roberto la tarde anterior.
Manuel.- tranquilo, hay tiempo,
una orden de desahucio podemos hacer que tarde bastante en resolverse ¿tenéis
papeles como que esto está cedido para comedor social?
Roberto.- sí, los tengo yo firmados
por representantes del ministerio y otros de la caja de ahorros como que nos
donaban el equipamiento de la cocina
Manuel.- ¿ponía algún tiempo
límite o alguna clausula de alquiler o venta?
Roberto.- sí
Mariano.- me cago en la….
Roberto.- está firmado, creo que
por diez años
Mariano.- menos mal
Manuel.- pues entonces tranquilo,
pero mañana me traes los papeles que quiero yo echarles un vistazo
--los tres respiraron por fin—
Roberto.- joder, ni cuenta que me
daba, estaba acojonado
Mariano.- vamos a tomar algo para
celebrarlo
Roberto.- pues está todo esto, como
para dejarlo así
Manuel.- vamos y luego venimos. Entre los tres lo dejamos organizado en un
momento
Mariano.- aunque nos dé la hora de
irnos a la cama da igual
--Dicho y hecho, allá a las siete se acordaban
de llamar a sus respectivas mujeres para decir que todo estaba bien, que no se
preocupasen por la tardanza—
Ya de vuelta
a las cocinas, manos a la obra.
Mariano.- ¿por dónde empezamos?
Roberto.- lo primero recoger lo del
comedor; Manuel, échale un vistazo al almacén a ver como está, que si no mañana
Gervasio se me sube a las barbas
Manuel.- no está mal, pero se lo
dejo todo colocado que yo se que estas cajas si no están en su sitio lo
encienden
--No habían terminado de ponerse a fregar
cuando llegó Verónica—
Verónica.- quitar de ahí, tú Mariano
vete secando, y tú que sabes dónde van las cosas, vas colocando en el estante
correspondiente
Roberto.- a sus órdenes
Verónica.- y el manazas de mi marido
dónde anda
Mariano.- ahí está, colocando el
almacén
Verónica.- pues ahí está bien, que
nos quedamos sin platos en un momento
Manuel.- oye, que te he oído
--Gracias
a la ayuda de Verónica, terminaron en un santiamén sin ninguna avería o
desperfecto que reseñar-
Verónica.- bueno, yo creo que me
deberíais invitar al menos a un vinito antes de la cena y de paso me contáis que
coño ha pasado
Mariano.- bien ganado te lo tienes,
pero a mí me tenéis que disculpar, tengo que ir a casa a decirle a Antonio que
esté tranquilo, decírselo por teléfono no le va a valer, ha llegado muy tristón
Roberto.- ostias, tiene razón, en
cuanto que nos tomemos el vino voy de casa en casa a darles un abrazo
Verónica.- ¿cómo que cuando
terminemos el vino? Vamos ahora, y luego ya veremos lo que hacemos, que los
míos no se asustan si llegamos tarde.
La cena de ese día fueron las tapas que habían sobrado de la tarde y alguna que otra ración en un bar del barrio que ya estaba a punto de cerrar. Al dueño no le importó cerrar un poco más tarde, el día había estado flojo, y entre pitos y flautas le arreglaron la caja.
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