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lunes, 16 de diciembre de 2024

El resurgir - Cap.- 23

 

"Ver con los ojos cerrados" 23

 

 

         En este mundo hay contratos ocultos y sin corazón que solo atienden a cuestiones económicas.     El no avisar a los afectados de sus intenciones es debido a la maraña empresarial donde están implicadas comisiones y mordidas que siempre enriquecen a los mismos.

    A la hora del café de media mañana, siempre hay empleados que comentan curiosidades, chismes, dimes y diretes de lo que se tramita en la oscuridad de los cajones de algún despacho.

    Esa mañana, a Mariano (padre de Antonio) le llamó mucho la atención una conversación de la mesa de al lado.   Él, nunca prestaba el más mínimo interés a los chismorreos del ayuntamiento, donde trabajaba hace muchos años y sabía que nada era verdad o mentira, hasta ser aprobado en pleno, pero ese día le resultó extraño el que hablasen en voz tan baja (todo lo que oían esos dos, se podía considerar un secreto a voces)

      Tras escuchar lo que decían y quedarse con algunos detalles concretos llamó a Roberto para que lo esperase cuando saliese del comedor.  Tenía que hablar con él de algo importante.

 

Mariano.- tengo que hablar contigo, pero en un sitio discreto donde nadie nos pueda oír

Roberto.- pues que mejor sitio que nuestra cocina, los pucheros no cuentan nada a nadie

       --entraron y Roberto cerró con llave por dentro—

Roberto.- muy grave es la cosa

Mariano.- mucho, demasiado gordo como para sacarlo a la luz

Roberto.- ¿pero me afecta a mí? No me asustes

Mariano.- nos afecta a todos nosotros y a mucha más gente

Roberto.- ¡joder! Habla ya

Mariano.- esta mañana he oído una conversación sobre los nuevos planes de urbanismo;  quieren construir el nuevo parking aquí mismo, en el parque de san Cipriano

Roberto.- vaya follón, pero si es muy pequeño

Mariano.- ese es el problema.   La empresa está tramitando la compra de este colegio, que tiene muchísimo terreno más todo el patio trasero con la intención de hacer un gran parking subterráneo de dos o tres plantas, con entrada desde el parque, y encima un gran centro comercial

Roberto.- pero esto es del ministerio de cultura desde que lo dejaron los curas  

Mariano.- me da, que ya está hecha o a punto de hacerse la compra por parte de la empresa que gestiona la zona azul,  por que los planos ya deben de estar en el ayuntamiento, pero lo tienen con un secretismo total

Roberto.- pues es muy gorda, y donde encontramos otro sitio

Mariano.- no lo sé, pero en cuanto lo tengan todo atado, salta la liebre

Roberto.- ¿y si destapamos sus intenciones?

Mariano.- te va a dar igual; hay muchas manos con carne entre las uñas y a la gente de la calle, no le preocupa que muchas personas se queden sin tener donde ir a comer, eso no le importa a nadie.   Yo solo quiero que estés avisado porque no va a tardar mucho y cualquier día te encuentras con la sorpresa.

 

      Roberto no podía dar crédito a lo que le estaba contando.

          Esos años de trabajo se quedaban en nada; con lo que les había costado conseguir el equipamiento de la cocina y convencer a los comerciantes de que donasen los productos que estaban a punto de caducar para que pudieran ser aprovechados con un buen fin.

       No se podía quedar cruzado de brazos, pero tampoco podía cargar con esa pena a nadie.   La mañana siguiente, todos notaron algo demasiado raro en el rostro y comportamiento de Roberto.  No protestaba por nada a la hora de cocinar, con su mano agarraba de vez en cuando el cazo, pero ni daba vueltas a la sopa.

       --A las dos y diez llegó Manuel –

      Nada más entrar se respiraba algo extraño en el ambiente.

       No pudo por menos que fijarse en las caras de los que estaban comiendo.   Comían como sin ganas dando un sorbo que otro a la sopa y esperando a que les retirasen el plato, a ver si con el segundo había un poco más de suerte.

     --Manuel se acercó a un señor sentado en la esquina de la mesa—

Manuel.- qué pasa hoy amigo

Señor.- nada, si nos pudiese traer un poquito de sal

      Manuel cogió una cuchara del carro de los cubiertos y probó aquella sopa.  No solamente estaba sosa, no sabía a nada, era agua caliente con chachos de verdura sin cocer.

 Manuel.- qué ha pasado hoy Roberto ¿estás bien?

       --Roberto ni contestó, siguió dando vueltas a unos filetes que ya estaban medio quemados—

Manuel.- déjame un sitio, que ya me encargo yo de esto

     Ellos y ellas permanecían callados, pálidos, mirándolo sin moverse del sitio, no sabían qué hacer, aquello no había ocurrido nunca.

Manuel.- Vamos chavales, retirando esos platos y tú Gervasio trae unos cartones de huevos

              Los filetes iban saliendo al comedor lo mejor posible, dentro de lo que Manuel daba de sí como aprendiz de cocina. Tomás les iba poniendo el punto de sal Y Paco, apoyado en una muleta y con la espumadera en la otra mano intentaba hacer unos huevos fritos  sin demasiadas expectativas.

Manuel.- un filete, un huevo en cada plato y para fuera.   Oye Gervasio, hoy fruta como para una boda, que al menos coman algo decente

      Roberto se había sentado en un rincón y Julia, a su lado permanecía callada, cogiendo sus manos y acariciándolas con cariño.

     --por fin se termino aquella hora tan desagradable—

Manuel.- perdonar chicos, hoy ni se come, ni se recoge, ni se friega.

Paco.- vamos a ver si quiere hablarnos Roberto

Manuel.- dejarlo solo, ya hablo yo luego con él. S in saber que le pasa puedo comprender como se siente y cualquier cosa que le digamos le va a dar igual.

        Se marcharon a casa sin decir ni adiós, desconsolados por la impotencia de no poder hacer nada.  Entraron en sus casas como almas en pena y contaron lo que había  sucedido a sus familiares.   Al momento, Mariano se levanto de la silla y gritó en el pasillo: ¡ahora vuelvo!

       En cinco minutos a paso rápido se presentó en el comedor; la puerta estaba abierta, entró hasta la cocina; allí encontró a Manuel y Roberto sentados frente a frente, sin decirse ni palabra, esperando nada, uno del otro.

    --Mariano cogió una caja y se sentó junto a ellos—

Mariano.- perdonar pero se lo tenía que contar y ahora veo que te toca saberlo a ti Manuel

      Le dijo absolutamente todo, según se lo había relatado a Roberto la tarde anterior.

Manuel.- tranquilo, hay tiempo, una orden de desahucio podemos hacer que tarde bastante en resolverse ¿tenéis papeles como que esto está cedido para comedor social?

Roberto.- sí, los tengo yo firmados por representantes del ministerio y otros de la caja de ahorros como que nos donaban el equipamiento de la cocina

Manuel.- ¿ponía algún tiempo límite o alguna clausula de alquiler o venta?

Roberto.- sí

Mariano.- me cago en la….

Roberto.- está firmado, creo que por diez años 

Mariano.- menos mal 

Manuel.- pues entonces tranquilo, pero mañana me traes los papeles que quiero yo echarles un vistazo   

         --los tres respiraron por fin—

Roberto.- joder, ni cuenta que me daba, estaba acojonado

Mariano.- vamos a tomar algo para celebrarlo

Roberto.- pues está todo esto, como para dejarlo así

Manuel.- vamos y luego venimos.  Entre los tres lo dejamos organizado en un momento

Mariano.- aunque nos dé la hora de irnos a la cama da igual

      --Dicho y hecho, allá a las siete se acordaban de llamar a sus respectivas mujeres para decir que todo estaba bien, que no se preocupasen por la tardanza—

  Ya de vuelta a las cocinas, manos a la obra.

Mariano.- ¿por dónde empezamos?

Roberto.- lo primero recoger lo del comedor; Manuel, échale un vistazo al almacén a ver como está, que si no mañana Gervasio se me sube a las barbas

Manuel.- no está mal, pero se lo dejo todo colocado que yo se que estas cajas si no están en su sitio lo encienden

   --No habían terminado de ponerse a fregar cuando llegó Verónica—

Verónica.- quitar de ahí, tú Mariano vete secando, y tú que sabes dónde van las cosas, vas colocando en el estante correspondiente

Roberto.- a sus órdenes

Verónica.- y el manazas de mi marido dónde anda

Mariano.- ahí está, colocando el almacén

Verónica.- pues ahí está bien, que nos quedamos sin platos en un momento

Manuel.- oye, que te he oído

--Gracias a la ayuda de Verónica, terminaron en un santiamén sin ninguna avería o desperfecto que reseñar-

Verónica.- bueno, yo creo que me deberíais invitar al menos a un vinito antes de la cena y de paso me contáis que coño ha pasado

Mariano.- bien ganado te lo tienes, pero a mí me tenéis que disculpar, tengo que ir a casa a decirle a Antonio que esté tranquilo, decírselo por teléfono no le va a valer, ha llegado muy tristón

Roberto.- ostias, tiene razón, en cuanto que nos tomemos el vino voy de casa en casa a darles un abrazo

Verónica.- ¿cómo que cuando terminemos el vino? Vamos ahora, y luego ya veremos lo que hacemos, que los míos no se asustan si llegamos tarde.

     Primero fueron a casa de Mariano y a ellos se juntaron su mujer y su hijo para hacer el recorrido.  Lo mismo pasó en cada una de las casas; en tropa iban recorriendo las calles hasta llegar a la casa de Manuel y Verónica donde los esperaban para cenar, pero todos fueron a tomar algo juntos.
       Los chavales respiraban con alivio al ver de nuevo a Roberto tal y como era día a día.   El susto se les iba escapando del cuerpo con cada broma, con cada gesto que les provocaba una sonrisa.

 

     La cena de ese día fueron las tapas que habían sobrado de la tarde y alguna que otra ración en un bar del barrio que ya estaba a punto de cerrar.  Al dueño no le importó cerrar un poco más tarde, el día había estado flojo, y entre pitos y flautas le arreglaron la caja.

 


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