"Ver con los ojos cerrados" 28
Fue pasando el tiempo, “las cosas de
palacio van despacio”; Mientras se
aportaban materiales, y poco a poco aquello iba cogiendo forma, en otro local
cercano (también propiedad de don Andrés) se almacenaban los alimentos y cada
día, por allí pasaban con sus bolsas algunos de los habituales a recoger cuatro
cosas que cocinar en su casa y aplacar el estomago de los suyos.
Muchos de ellos, los que anteriormente
habían hecho trabajos de albañilería, pintura o algo necesario en la mano de
obra, se acercan a ayudar cada vez que son requeridos; aquellos que no tienen
otras habilidades, preguntan que hacer cada día, aunque sea para cargar sacos o
sacar escombros.
El antiguo colegio, ya derruido, espera
las suculentas subvenciones con que cubrir los presupuestos engordados. Una forma de pagar los muchos favores
percibidos, con regalos y sobres que siempre son la llave de todas las puertas.
Mientras tanto, en eso tiempo han
cambiado muchas cosas.
Carolina, animada por sus compañeros, decidió exponer
sus cuadros por primera vez en una galería y tuvo bastante éxito.
Samuel ya se había decidió y le
había pedido salir con ella “a lo que por supuesto dijo que sí” y en el garaje,
seguía haciendo garabatos en los folios, con la única pretensión de estar el
máximo tiempo posible a su lado, mientras ella preparaba una nueva colección de
paisajes.
Julia y Lourdes junto a sus compañeras, realizaban
algunas audiciones en pequeños locales algún que otro fin de semana. Los conciertos en acústico, tenían una
acogida especial por el público.
Gervasio, llevaba trabajando unos
meses en un laboratorio farmacéutico a media jornada, pero sabía que pronto lo
harían fijo a jornada completa.
Paco, tras sacarse el carnet de
conducir, se compró una pequeña furgoneta y ahora hace el reparto en una tienda
de repuestos del automóvil.
Tomás, por fin terminó a E.S.O. Ahora está en la oficina de don Andrés y eso
de tramitar expedientes se le da muy bien.
Aparte de que su trato al público
es excelente
Antonio está súper contento; salieron
las oposiciones y las aprobó. Cada día imparte clases de interpretación a esos
niños especiales como él y dentro de unos meses harán su primera aparición en
público, acudiendo como invitados a un certamen de teatro que reúne a colegios
a nivel nacional.
Nerea como siempre, protestando
por todo y estudiando en el centro de la UNED. Ya solo le queda un año para terminar la
carrera de humanidades.
Roberto sigue al frente de ese
proyecto, como siempre buscando cualquier ayuda hasta debajo de las piedras.
Se aproxima el día de la inauguración,
todos ellos (incluso los que ya no podrán continuar a diario por cuestiones de
trabajo) estarán allí, al pie del cañón.
Han
pedido una semana de vacaciones para encarrilar a los recién llegados para
cubrir el puesto que dejan vacante. Los
fines de semana, se irán turnando para que los nuevos tengan días libres. Roberto sabe que puede contar con ellos
cuando sea necesario, aunque sea a costa de gastar días de vacaciones.
El local, ha quedado genial, al final
consiguieron hasta una cocina nueva equipada con grandes frigoríficos,
friegaplatos industriales y cocina de placas de inducción. Todo es de acero inoxidable, da pena hasta
quitarle los plásticos de protección. La mesa del comedor, decidieron que sigua
siendo la misma, con sus bancos de madera que conservan el tiempo pasado,
dormitando la larga espera tapados con unos viejos trozos de tela.
Al
lado del nuevo piano eléctrico (Regalo de Natalia). Han puesto unos pequeños altavoces junto a
una mesa de mezclas, donde enchufar algunos micrófonos para eventos casuales.
--Para ese día especial han ido
atesorando lo mejor de cada uno--
Verónica
que ya ha publicado su primer poemario en solitario, no dejará que salga a la
calle hasta que sea allí presentado; al tiempo que Lucía dará a conocer las últimas letras de canciones compuestas y
musicalizadas por Julia, en la voz
de Lourdes, temas que formarán parte
del primer álbum que lanzarán al mercado.
De la pared colgará un gran cuadro pintado por Carolina en que están todos ellos representados, y algunos dibujos
de Samuel, decorarán una de las paredes, rememorando
aquella antigua cocina, el inolvidable comedor y la fachada ya inexistente del
colegio que les dio cobijo durante tanto tiempo.
Ahora se apuntan los estamentos locales
para figurar como colaboradores en el precioso cartel que se ha diseñado para exhibir
a un lado de la puerta de entrada.
El mayor secreto está encima, en el
sitio de honor cubierto con una lona.
Unas letras que se iluminarían por la noche
para que se vean con toda claridad desde el fondo de la calle. Don Andrés
tendrá el honor de retirar la lona para al descubrirlas todos pueda leer:
Comedor
social ARTURO ORTEGA. Para que nadie
olvide el nombre de ese gran cocinero que les ha dejado hace un par de meses,
no sin antes enseñarle a Roberto
esos conocimientos que aún lograba recordar.
Y se preguntarán… ¿y Manuel?
Manuel sigue igual, ayudando como
siempre a todo el que necesita ser asesorado en la oficina; los fines de semana
y algún día suelto entre semana echando una mano en el almacén y todas las
tardes sin falta, al atardecer, solo o acompañado, sentado en ese banco del
parque, el banco de pensar, y ver con los ojos cerrados.
FIN
Carlos
Torrijos
C.a.r.l.
(España)
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