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lunes, 9 de diciembre de 2024

El resurgir - Cap.- 20

 

"Ver con los ojos cerrados" 20

 

 

     Pasaron las fiestas y después de reyes, todo volvió a la monotonía habitual.

      Lourdes y Samuel a sus clases, Manuel un par de días y los fines de semana al comedor y Verónica a tomar café y echar la partida al parchís algún día que otro.

        Esa tarde parecía que los astros se habían aliado en su contra; Verónica salió de casa y justo cuando estaba llegando al bar, un coche pasó a toda velocidad y al pisar con sus ruedas un charco le puso perdida la falda.  Respiró hondo, se la sacudió con la mano y pensó:    .-no merece la pena, que todo lo malo sea esto.

         Entro al bar y pidió su café antes de sentarse junto a sus compañeras.

Verónica.- pues ya estamos aquí de nuevo ¿Qué tal las fiestas?

Pilar.- lo siento Verónica, es una pena, pero aquí estamos para lo que necesites

Verónica.- perdona, pero no te entiendo

Pilar.- Ya me dijo Virginia que le comentó Lourdes que no había podido ir a comer las uvas a la plaza porque cenasteis todos en el comedor social

Verónica.- me parece que te estás metiendo en un charco y vas a tener que salir a nado

Pilar.- y yo qué culpa tengo que a tu marido lo hayan puesto en el mostrador de recepción y salga antes del trabajo para ir al comedor muchos días; o eso dicen

      Verónica respiro profundo     .- “tranquila, no merece la pena, tranquila”.   Con los ojos cerrados  intentaba controlar su respiración, para no montar un escándalo en el bar.  

Pilar.- no entiendo porqué nos ocultas las cosas, somos amigas.

    Entonces Verónica se puso de pie y ajustó las manos a sus caderas poniendo los brazos en jarra, como forma de evitar la intención de darle un guantazo.

Verónica.- pues sí, claro que sí, esa noche estuvimos cenando en el comedor con cantidad de gente súper agradable, después estuvimos allí cantando y riéndonos hasta las tres y luego nos fuimos a casa a descansar.   Lo que sí me tienes que perdonar tú a mí, es que se me olivó decirte que si querías venir con nosotros.

  -Las partidas de alrededor quedaron paradas; en ese momento enmudeció hasta el televisor-.

Pilar.- ¿por qué iba yo a querer ir?

Verónica.- porque claro, yo cené con mi marido, con mis hijos y con amigos; y claro tú, como tu hija cenaba en casa de tu ex, pues sola en casa, que pena

Pilar.- pues yo estuve en un cotillón y me lo pasé genial

Verónica.- a claro, se me olvidaba que la mejor manera de pasar el mal trago es zorreando, pero es que yo eso no lo necesito

     -- Se levantó espantada haciendo “fú” como el gato--

Pilar.- me voy, no quiero estar cerca de gente que se rodea de muertos de hambre, que todo se pega

     --Un puñetazo, sonó sobre la mesa haciendo saltar las tazas.

Verónica.- Cuidado con la boca, que aquí hay mucho muerto de hambre de verdad, y yo no digo nada

Raquel.- tranquila Verónica, venga, que no merece la pena

Verónica.- es que ya le vale, no la aguanto más

Angustias.- no te enfades, pero si algún día te hace falta algo, sabes que nos tienes aquí

Verónica.- tú tranquila, que si algo me hiciera falta, sé a qué puerta llamar

Raquel.- ¿pero eso que le han dicho a Pilar es verdad?

Verónica.- mira Raquel, vamos a dejarlo, como solo estamos tres, jugamos cada una a sus uñas

          Angustias que conocía demasiado bien de que tela estaba hecho cada vestido, se puso a colocar el tablero y las fichas en sus respectivas casillas de salida.   Para qué dar más vueltas al tema.

 

      Nada más terminar la partida, aunque había ganado, Verónica se levantó y pagó los cuatro cafés; no tenía la culpa el camarero que la otra se hubiese ido escopetada y sin pagar

Raquel.- pero no pagues tú, que he perdido yo

Angustias.- le sobra más el dinero a ella que a ti

Raquel.- como me dices eso

Angustias.- calla, mañana será otro día

       Al salir, no hizo falta decir palabra.   Angustias miró fijamente a Verónica con un gesto cómplice que las dos entendieron. Demasiadas veces en el pasado se habían echado una mano por distintos motivos y nadie se había enterado; sabían que entre ellas no hacían falta explicaciones, solo estirar el brazo y ahí estaría siempre una mano tendida esperando.

 

           En la cena a Verónica los gatos le aruñaban en el estómago, no se podía callar lo que había pasado por la tarde.

Manuel.- pero que te pasa que parece que tienes el baile san Vito

Verónica.- pues mira, os lo voy a contar

       Empezó a contar todo con pelos y señales.   A Lourdes le iba cambiando la cara por momentos intentando recordar cuando había dicho ella, dónde habían cenado.

Manuel.- para, que esta se está poniendo mala

Lourdes.- es que no sé si he dicho en algún momento donde hemos cenado

Manuel.- es que eso da igual, no tienes por qué ocultarlo, ni que hubiésemos hecho algo malo

Lourdes.- pero como dijiste que no dijéramos nada

Manuel.- es culpa mía, pero quería que conocieseis a estas personas sin influencias de fuera

Samuel.- más quisieran mis amigos tener amigos como estos

Verónica.- ¿qué tal con Carolina?

Manuel.- ¿con Carolina?

Samuel.- estuve con ella la otra tarde en su casa, bueno en su garaje

Lourdes.- ¿qué sales, con Carolina? Que guay

Manuel.- para, para, explícame eso

Samuel.- nada, que fui a ver los cuadros que pinta, que pasada, tiene un dibujo de la cara de su padre, colgado en la pared que parece que se va a salir del papel

       Entonces Manuel, les contó lo de aquella Nochevieja, cuando ella quedó en silla de ruedas

Lourdes.- ostia tú, y yo quejándome de esta vida

Verónica.- por eso ella no quiso salir de fiesta la otra noche

Samuel.- a mí me lo contó, pero me dijo que había que tirar para adelante y no había otro remedio y yo le confié el secreto del chal

Manuel.- ¿qué secreto?

Verónica.- es que papá tampoco sabe nada

Manuel.- ah, que fuiste tú la de los regalos

Verónica.- pues claro, me ayudó a envolverlos Samuel y luego se los lleve a Roberto, para que los escondiese en el almacén

Lourdes.- que regalos, ¿los que dijiste que no sabías quien los había llevado?

Manuel.- bueno, pues seguiremos pensando que al final existe papá Noel

Lourdes.- entonces te gusta Carolina

Samuel.- ¿Qué dices? Estás tonta; estamos a gusto juntos, es súper divertida y tenemos muchas cosas en común

Manuel.- Cuidado, no me gustaría que os hicieseis daño

Samuel.- que no, si a ella le gusta un chico que estudió con ella

Verónica.- bueno, pero que las cosas estén claras

Lourdes.- mirar que cara se le pone de cordero degollado

Samuel.- vale ya de bobadas, que no me hace gracia

Verónica.- anda tonto, no te pongas colorado

Samuel.- a lo que estábamos al principio, pero al final le diste una “guantá” o no a esa imbécil

Verónica.- no se la di, pero se fue caliente

          Verónica les dijo, todo lo que Pilar le había dicho, todo lo que ella luego le respondió, y como salió escapada como zorra por rastrojo.

Lourdes.- como algún día me diga algo Virginia o alguna de estas, me voy a soltar la melena y van a llevar estopa

 Samuel.- tampoco te ensañes con ella, al fin y al cabo, tú tienes una familia que ahora es mucho más grande que antes, otras no tienen esa suerte

Manuel.- mirar, si algo he aprendido en estos meses, es que la vida cada día está esperando para darte una bofetada, pero que muchas veces, somos solo nosotros, los que le ponemos la mejilla delante y los momentos de felicidad hay que atraparlos al instante porque son irrepetibles, no merece la pena perder un minuto en ciertas cosas.

Lourdes.- tienes razón, pero perdemos tanto tiempo al cabo del día, que perder un rato soltando por la boca todo lo que llevas dentro, “buff”, te ofrece una de esas relajaciones, que parece que has ido al Spa.

Samuel.- mira que eres bruta

Lourdes.- y si encima te quedas con pelo entre los dedos, eso ya es la plenitud

Verónica.- Para, para, que me das miedo

Manuel.- ¿pero serías capaz? En serio

Lourdes.- no sé, pero por si acaso que no me pille con el día atravesado

Samuel.- es que le tiene muchas ganas

Manuel.- de verdad, no te pongas a su nivel, ella lo está pasando mal y si puedes ayúdala; si no quieres ayudarla, pues nada, siempre se dijo: A palabras necias, oídos sordos.

Lourdes.- pues vas a tener razón, eso sí, que no me toque mucho las narices

 

          -- No pudieron por menos que echarse a reír--.

 


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