"Ver con los ojos cerrados" 20
Pasaron las fiestas y después de reyes,
todo volvió a la monotonía habitual.
Lourdes
y Samuel a sus clases, Manuel un par de días y los fines de semana al comedor y
Verónica a tomar café y echar la partida al parchís algún día que otro.
Esa tarde parecía que los astros se
habían aliado en su contra; Verónica salió de casa y justo cuando estaba
llegando al bar, un coche pasó a toda velocidad y al pisar con sus ruedas un
charco le puso perdida la falda. Respiró
hondo, se la sacudió con la mano y pensó:
.-no merece la pena, que todo lo malo sea esto.
Entro al bar y pidió su café antes de
sentarse junto a sus compañeras.
Verónica.- pues ya estamos aquí de nuevo ¿Qué tal las
fiestas?
Pilar.- lo siento Verónica, es una pena, pero aquí
estamos para lo que necesites
Verónica.- perdona, pero no te entiendo
Pilar.- Ya me dijo Virginia que le comentó Lourdes que no
había podido ir a comer las uvas a la plaza porque cenasteis todos en el
comedor social
Verónica.- me parece que te estás metiendo en un charco y
vas a tener que salir a nado
Pilar.- y yo qué culpa tengo que a tu marido lo hayan
puesto en el mostrador de recepción y salga antes del trabajo para ir al
comedor muchos días; o eso dicen
Verónica respiro profundo .- “tranquila, no merece la pena, tranquila”. Con los ojos cerrados intentaba controlar su respiración, para no
montar un escándalo en el bar.
Pilar.- no entiendo porqué nos ocultas las cosas, somos
amigas.
Entonces Verónica se puso de pie y ajustó
las manos a sus caderas poniendo los brazos en jarra, como forma de evitar la
intención de darle un guantazo.
Verónica.- pues sí, claro que sí, esa noche estuvimos
cenando en el comedor con cantidad de gente súper agradable, después estuvimos
allí cantando y riéndonos hasta las tres y luego nos fuimos a casa a
descansar. Lo que sí me tienes que perdonar tú a mí, es
que se me olivó decirte que si querías venir con nosotros.
-Las partidas de alrededor quedaron paradas;
en ese momento enmudeció hasta el televisor-.
Pilar.- ¿por qué iba yo a querer ir?
Verónica.- porque claro, yo cené con mi marido, con mis
hijos y con amigos; y claro tú, como tu hija cenaba en casa de tu ex, pues sola
en casa, que pena
Pilar.- pues yo estuve en un cotillón y me lo pasé genial
Verónica.- a claro, se me olvidaba que la mejor manera de
pasar el mal trago es zorreando, pero es que yo eso no lo necesito
--
Se levantó espantada haciendo “fú” como el gato--
Pilar.- me voy, no quiero estar cerca de gente que se
rodea de muertos de hambre, que todo se pega
--Un puñetazo, sonó sobre la mesa haciendo
saltar las tazas.
Verónica.- Cuidado con la boca, que aquí hay mucho muerto de
hambre de verdad, y yo no digo nada
Raquel.- tranquila Verónica, venga, que no merece la pena
Verónica.- es que ya le vale, no la aguanto más
Angustias.- no te enfades, pero si algún día te hace falta
algo, sabes que nos tienes aquí
Verónica.- tú tranquila, que si algo me hiciera falta, sé a
qué puerta llamar
Raquel.- ¿pero eso que le han dicho a Pilar es verdad?
Verónica.- mira Raquel, vamos a dejarlo, como solo estamos
tres, jugamos cada una a sus uñas
Angustias que conocía demasiado bien
de que tela estaba hecho cada vestido, se puso a colocar el tablero y las
fichas en sus respectivas casillas de salida.
Para qué dar más vueltas al tema.
Nada más terminar la partida, aunque
había ganado, Verónica se levantó y pagó los cuatro cafés; no tenía la culpa el
camarero que la otra se hubiese ido escopetada y sin pagar
Raquel.- pero no pagues tú, que he perdido yo
Angustias.- le sobra más el dinero a ella que a ti
Raquel.- como me dices eso
Angustias.- calla, mañana será otro día
Al salir, no hizo falta decir
palabra. Angustias miró fijamente a
Verónica con un gesto cómplice que las dos entendieron. Demasiadas veces en el
pasado se habían echado una mano por distintos motivos y nadie se había
enterado; sabían que entre ellas no hacían falta explicaciones, solo estirar el
brazo y ahí estaría siempre una mano tendida esperando.
En la cena a Verónica los gatos le
aruñaban en el estómago, no se podía callar lo que había pasado por la tarde.
Manuel.- pero que te pasa que parece que tienes el baile
san Vito
Verónica.- pues mira, os lo voy a contar
Empezó a contar todo con pelos y
señales. A Lourdes le iba cambiando la
cara por momentos intentando recordar cuando había dicho ella, dónde habían
cenado.
Manuel.- para, que esta se está poniendo mala
Lourdes.- es que no sé si he dicho en algún momento donde
hemos cenado
Manuel.- es que eso da igual, no tienes por qué ocultarlo,
ni que hubiésemos hecho algo malo
Lourdes.- pero como dijiste que no dijéramos nada
Manuel.- es culpa mía, pero quería que conocieseis a estas
personas sin influencias de fuera
Samuel.- más quisieran mis amigos tener amigos como estos
Verónica.- ¿qué tal con Carolina?
Manuel.- ¿con Carolina?
Samuel.- estuve con ella la otra tarde en su casa, bueno
en su garaje
Lourdes.- ¿qué sales, con Carolina? Que guay
Manuel.- para, para, explícame eso
Samuel.- nada, que fui a ver los cuadros que pinta, que
pasada, tiene un dibujo de la cara de su padre, colgado en la pared que parece
que se va a salir del papel
Entonces Manuel, les contó lo de aquella
Nochevieja, cuando ella quedó en silla de ruedas
Lourdes.- ostia tú, y yo quejándome de esta vida
Verónica.- por eso ella no quiso salir de fiesta la otra
noche
Samuel.- a mí me lo contó, pero me dijo que había que
tirar para adelante y no había otro remedio y yo le confié el secreto del chal
Manuel.- ¿qué secreto?
Verónica.- es que papá tampoco sabe nada
Manuel.- ah, que fuiste tú la de los regalos
Verónica.- pues claro, me ayudó a envolverlos Samuel y luego
se los lleve a Roberto, para que los escondiese en el almacén
Lourdes.- que regalos, ¿los que dijiste que no sabías quien
los había llevado?
Manuel.- bueno, pues seguiremos pensando que al final
existe papá Noel
Lourdes.- entonces te gusta Carolina
Samuel.- ¿Qué dices? Estás tonta; estamos a gusto juntos,
es súper divertida y tenemos muchas cosas en común
Manuel.- Cuidado, no me gustaría que os hicieseis daño
Samuel.- que no, si a ella le gusta un chico que estudió
con ella
Verónica.- bueno, pero que las cosas estén claras
Lourdes.- mirar que cara se le pone de cordero degollado
Samuel.- vale ya de bobadas, que no me hace gracia
Verónica.- anda tonto, no te pongas colorado
Samuel.- a lo que estábamos al principio, pero al final le
diste una “guantá” o no a esa imbécil
Verónica.- no se la di, pero se fue caliente
Verónica les dijo, todo lo que Pilar
le había dicho, todo lo que ella luego le respondió, y como salió escapada como
zorra por rastrojo.
Lourdes.- como algún día me diga algo Virginia o alguna de
estas, me voy a soltar la melena y van a llevar estopa
Samuel.-
tampoco te ensañes con ella, al fin y al cabo, tú tienes una familia que ahora
es mucho más grande que antes, otras no tienen esa suerte
Manuel.- mirar, si algo he aprendido en estos meses, es
que la vida cada día está esperando para darte una bofetada, pero que muchas
veces, somos solo nosotros, los que le ponemos la mejilla delante y los
momentos de felicidad hay que atraparlos al instante porque son irrepetibles,
no merece la pena perder un minuto en ciertas cosas.
Lourdes.- tienes razón, pero perdemos tanto tiempo al cabo
del día, que perder un rato soltando por la boca todo lo que llevas dentro,
“buff”, te ofrece una de esas relajaciones, que parece que has ido al Spa.
Samuel.- mira que eres bruta
Lourdes.- y si encima te quedas con pelo entre los dedos,
eso ya es la plenitud
Verónica.- Para, para, que me das miedo
Manuel.- ¿pero serías capaz? En serio
Lourdes.- no sé, pero por si acaso que no me pille con el
día atravesado
Samuel.- es que le tiene muchas ganas
Manuel.- de verdad, no te pongas a su nivel, ella lo está
pasando mal y si puedes ayúdala; si no quieres ayudarla, pues nada, siempre se
dijo: A palabras necias, oídos sordos.
Lourdes.- pues vas a tener razón, eso sí, que no me toque
mucho las narices
-- No pudieron por menos que echarse
a reír--.
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