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martes, 22 de octubre de 2013

Fuliginosa silueta

 
       Dejemos en paz a los que ya no están aunque siempre los recordemos y contemos un capítulo de una historia que me contó hace años alguien que aún debe seguir por aquí dando guerra.
 
    Las circunstancias de la vía, hicieron que el coche se saliese de la calzada.  Llovía torrencialmente, se aproximaba una curva justo en un cambio de rasante. El que la puerta se abriera al impactar y la ausencia del uso del cinturón, hizo que el ocupante saliese catapultado del habitáculo, rodando por el firme hasta la verde cuneta, donde una valla de alambrera metálica lo esperaba para detener su carrera hacia el abismo.
       La lluvia cayendo sobre su piel desnuda le hacía quedar inmóvil, asustado sabiendo que su ropa estaba destrozada por el roce contra el asfalto.   Una cascada de imágenes impactantes vino a su mente llenándolo de terror, mientras su voz agrietada intentaba gritar.-auxilio.   Los parpados se fueron cerrando en su empapado rostro y la consciencia se diluyó en el aire.
    Le pareció notar que alguien lo cubría con una manta, una sensación tan tenue que habría pasado inadvertida de no ser su último recuerdo.
    El teléfono sonó en casa de sus padres.  La suerte estaba echada. Las posibilidades eran ninguna y en cualquier caso si el resultado era positivo, sería peor que el propio problema.
    La obligación era intentarlo. Que incongruencia, reconstruir lo dañado y coserlo con el único fin de enterrarlo de una pieza.
     Ajeno a lo que ocurría, sumido en un coma profundo e irreversible, se dedicaba a pasear por la UVI de aquel hospital.  Había distintas siluetas, no siempre las mismas, excepto una, que siempre en la oscuridad esperaba paciente a que a alguien le llegase la hora de acompañarlo. Aquel que lo acompañaba, jamás regresaba.  Otros con más suerte, regresaban a su cuerpo y dejaban de deambular por aquel largo pasillo.
    Su cuerpo dormido, rodeado de cables, tubos, sueros y aparatos, se iba debilitando día a día, haciendo que la esperanza se fuese difuminando en los suyos.
     A cierta hora, de la jornada veintiuno, aquella sombra se volvió luminosa.-Ven.    Él no sentía temor en acercarse, era como si estuviese esperando su llamada. La luz se convirtió en él mismo y le pidió que lo acompañase cogiéndole la mano.
     En una fracción de segundo, le dio tiempo a pensar en su familia y su sufrimiento, en su novia a la que tanto quería, en su profesión, por la que lo había dado y dejado todo. Nada de eso importaba, su relajación era extrema, su sensación de paz era tal que nada podía ser tan importante como para perderla.
     En la ladera de un cerro pedregoso con el suelo lleno de aliagas rebosantes de flores amarillas, caminaban juntos hacia su cima sin mediar palabra.
   Algo que parecía insignificante comparándolo con el resto, le hizo detener su caminar.  Tenía algo que resolver, algo que pondría en cuestión la palabra de su padre, alteraría el modo en que él quería ser recordado y los objetos que querría que su familia conservase de él.
     Podía acuñar la palabra fin o seguir escribiendo su historia.  Podía sugerir un epitafio o comenzar un nuevo capítulo que modificase el desenlace.
    Ese día, abrió un instante los ojos e hizo fuerza par que en sus pulmones entrase de nuevo una bocanada de aire fresco.
   A partir de entonces, se dedicó a succionar toda la energía posible a todos aquellos que se acercaban para cuidarlo o de visita, intentando coger sus manos para tener contacto físico.
     Tras varias recaídas, poco a poco se fue sintiendo más aferrado a la vida. Pasados los cuarenta días, miró al lado de su cama, por fin la sombra había desaparecido.  Había pasado todo ese tiempo sin dolor, sin una percepción fiel de la realidad que le rodeaba. Las cicatrices del cuerpo estaban curadas, las mentales estaban a punto de empezar a iniciarse y las del alma, creaban un envoltorio de tranquilidad que le aseguraba el despegue hacia un nuevo y fructífero viaje.
    Pensaba: A partir de ahora, cambiaré esto y lo otro, seré así o asá.  Pero nada cambió, siguió siendo él, el mismo ser lleno de defectos y escaso en virtudes, rebosante de sueños y falto de realidades, siguió dando su apoyo a todos sin esperar nada a cambio, prestándole importancia a nada para estar a gusto con todo.
     Junto a su cabecera, su padre.  Cuantas cosas que contar y cuantas que callar, cuantas interioridades que ambos con el tiempo conocerían a través de terceras personas.  Los dos sin saberlo con sus decisiones, habían conseguido burlarse del destino.
      Me imagino que hoy en día, en sus sueños aún sigue viendo como esa fuliginosa silueta se aleja de su lado, para buscar en otro lugar quien quiera acompañarle.
    La próxima vez que le invite a acompañarlo, ¿cuál será su reacción?, nadie lo sabe. Seguro que prefiere pensar que aceptará su invitación sin miedo, sin nada pendiente y esta vez se irá hablando con él, caminando cerro arriba, dándole las gracias por ciertas cosas y reprochándole otras, que estos nuevos capítulos le han brindado.

 

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