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lunes, 7 de octubre de 2013

Trenzas doradas capitulillo 3

 
     En el trayecto hasta su domicilio, durante todo el viaje de regreso a su vida cotidiana la conversación tenía una sola protagonista: Clara.  Esa niña tan dulce que les había dejado cautivos en tan pocas horas y les había devuelto la ilusión de volver a intentar el ser padres, aunque ninguno lo quisiera  mencionar por el miedo a hacer frente a las frustraciones  que las experiencias anteriores habían dejado.
     Como cada vez que volvían de acampada, dejaban en el garaje la caravana desenganchada y subían a casa a sentarse en el sofá, frente al televisor para ver las fotos que habían hecho, haciendo una selección para guardar en el ordenador las más interesantes y evitando duplicidades.
    Lo más importante se les había pasado por alto, sus mentes intentaban recordar si habían hecho en algún momento alguna foto a Clara o se les había olvidado, no podía ser, ninguno se había acordado de coger la cámara abstraídos por estar con ella.
   En la cama seguían dándole vueltas a lo mismo, boca arriba sin dormir intentaban recrear la imagen de esa niña en su mente, en voz alta iban reseñando detalles concretos para hacer una proyección que poder recordar con fiabilidad el tiempo que fuera preciso.  
   El cansancio los fue sumiendo en un plácido sueño, perturbado bruscamente por un pitido molesto, otra vez el despertador les comunicaba que era hora de levantarse para ir al trabajo.
   Ángela, debía ir a abrir una pequeña tienda de calzado infantil, que regentaba desde que se jubiló su anterior propietaria, para la que estuvo trabajando desde los quince años, era como su segunda madre ya que vivió en su casa hasta que se casó.
   Héctor, tenía turno de tarde en la cadena de montaje de la  fábrica, era el horario que más le gustaba por la libertad que tenía y así aparte de hacer las faenas de casa, podía echar una mano con la contabilidad y los papeleos de la tienda cada trimestre a la hora de presentar la facturación en hacienda.
     .- ¿qué tal el fin de semana?
.-bien y ¿tú, Julia que haces por aquí?
     .-nada que he pensado que lo mismo te dormías y como tengo llave, me dicho: pues abro yo
.-tú lo que pasa es que tienes gusanillo de estar detrás del mostrador
     .-es que esto de estar jubilada, como que me hace vieja
.-pero si estás muy bien
     .-pues eso digo yo, pero como que me falta algo
.- abre tú y vete encendiendo luces, que me voy a tomar un café
     .-mejor vamos las dos, te invito y me cuentas
.-venimos las dos, y al final abrimos tarde
     .-que no, si es un momento.
   Mientras Ángela y Julia charlaban sobre la acampada y disfrutaban de un cremoso café,  sentadas en una mesa del bar de la esquina.  Héctor, se dedicaba a recoger el interior de la caravana y dejarlo limpio y listo para una próxima ocasión.
    Tenía una cesta a sus pies donde poner la comida, para evitar que se echase a perder y atraer insectos no deseados, lo no perecedero, (sal, azúcar, arroz, hierbas aromáticas) lo guardaba en una caja hermética de plástico para evitar que se humedeciese.  Cuando cogió en sus manos la bolsa de cacao, la cerró con todo el cariño, poniéndole como cierre una pinza dorada, brillante como el pelo de Clara y guindándola de nuevo en su caja de chapa, a la que puso alrededor una goma para evitar que se abriese en cualquier otro viaje por esos caminos de dios.
    .-pues si lo llego a saber, me hubiera ido con vosotros
.-imagínate, todo un lago para nosotros solos
    .-qué gozada, aunque pensándolo bien, yo os habría estorbado
.-estás tonta, ¿pero cuando has estorbado tú?
     .-me imagino que.....
.-ya estamos, siempre pensando en lo mismo
    .-solo pienso en lo mismo que tú
.-anda, vamos abrir que se nos hace la hora de comer y estamos cascando
    .-que exagerada eres
            Al llegar a la tienda, dentro el teléfono sonaba sin cesar.
.-ya voy, ya voy, no cuelgues que ya estoy entrando.   Diga
         .- ¿donde andas?
.-aquí con Julia
         .-no, si entre tú y Julia y Julia y tú, vaya dos
.- ¿qué querías?
         .-encima te pones chulita
.-que no tonto
          .-ya está recogida la caravana, ¿qué te apetece de comer? que voy a bajar al súper
.- ¿pues de comer?
     .-dile que haga macarrones y voy a comer con vosotros
.-dice Julia que macarrones
          .-ya la he oído, yo hago la comida, pero a ella le toca fregar
.- ¿ya sabes no?
    .-a mi no se me caen los anillos
.-adiós, que entra gente
         .-adiós
    Fueron pasando los días, las semanas, los recuerdos se iban  desvaneciendo al tiempo que ciertas cosas pasaban inadvertidas dentro de la monotonía diaria.
    Hasta que un día, a media mañana, volvió a sonar el teléfono de la tienda.

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