En el trayecto
hasta su domicilio, durante todo el viaje de regreso a su vida cotidiana la
conversación tenía una sola protagonista: Clara. Esa niña tan dulce que les había dejado
cautivos en tan pocas horas y les había devuelto la ilusión de volver a
intentar el ser padres, aunque ninguno lo quisiera mencionar por el miedo a hacer frente a las
frustraciones que las experiencias
anteriores habían dejado.
Como cada vez que
volvían de acampada, dejaban en el garaje la caravana desenganchada y subían a
casa a sentarse en el sofá, frente al televisor para ver las fotos que habían
hecho, haciendo una selección para guardar en el ordenador las más interesantes
y evitando duplicidades.
Lo más importante
se les había pasado por alto, sus mentes intentaban recordar si habían hecho en
algún momento alguna foto a Clara o se les había olvidado, no podía ser,
ninguno se había acordado de coger la cámara abstraídos por estar con ella.
En la cama seguían
dándole vueltas a lo mismo, boca arriba sin dormir intentaban recrear la imagen
de esa niña en su mente, en voz alta iban reseñando detalles concretos para
hacer una proyección que poder recordar con fiabilidad el tiempo que fuera
preciso.
El cansancio los
fue sumiendo en un plácido sueño, perturbado bruscamente por un pitido molesto,
otra vez el despertador les comunicaba que era hora de levantarse para ir al
trabajo.
Ángela, debía ir a
abrir una pequeña tienda de calzado infantil, que regentaba desde que se jubiló
su anterior propietaria, para la que estuvo trabajando desde los quince años,
era como su segunda madre ya que vivió en su casa hasta que se casó.
Héctor, tenía turno
de tarde en la cadena de montaje de la
fábrica, era el horario que más le gustaba por la libertad que tenía y
así aparte de hacer las faenas de casa, podía echar una mano con la
contabilidad y los papeleos de la tienda cada trimestre a la hora de presentar
la facturación en hacienda.
.- ¿qué tal el
fin de semana?
.-bien y ¿tú, Julia que haces por aquí?
.-nada que he
pensado que lo mismo te dormías y como tengo llave, me dicho: pues abro yo
.-tú lo que pasa es que tienes gusanillo de estar detrás del
mostrador
.-es que esto de
estar jubilada, como que me hace vieja
.-pero si estás muy bien
.-pues eso digo
yo, pero como que me falta algo
.- abre tú y vete encendiendo luces, que me voy a tomar un
café
.-mejor vamos las
dos, te invito y me cuentas
.-venimos las dos, y al final abrimos tarde
.-que no, si es
un momento.
Mientras Ángela y
Julia charlaban sobre la acampada y disfrutaban de un cremoso café, sentadas en una mesa del bar de la esquina. Héctor, se dedicaba a recoger el interior de
la caravana y dejarlo limpio y listo para una próxima ocasión.
Tenía una cesta a
sus pies donde poner la comida, para evitar que se echase a perder y atraer
insectos no deseados, lo no perecedero, (sal, azúcar, arroz, hierbas
aromáticas) lo guardaba en una caja hermética de plástico para evitar que se
humedeciese. Cuando cogió en sus manos
la bolsa de cacao, la cerró con todo el cariño, poniéndole como cierre una
pinza dorada, brillante como el pelo de Clara y guindándola de nuevo en su caja
de chapa, a la que puso alrededor una goma para evitar que se abriese en
cualquier otro viaje por esos caminos de dios.
.-pues si lo llego
a saber, me hubiera ido con vosotros
.-imagínate, todo un lago para nosotros solos
.-qué gozada,
aunque pensándolo bien, yo os habría estorbado
.-estás tonta, ¿pero cuando has estorbado tú?
.-me imagino
que.....
.-ya estamos, siempre pensando en lo mismo
.-solo pienso en
lo mismo que tú
.-anda, vamos abrir que se nos hace la hora de comer y
estamos cascando
.-que exagerada
eres
Al llegar a la
tienda, dentro el teléfono sonaba sin cesar.
.-ya voy, ya voy, no cuelgues que ya estoy entrando. Diga
.- ¿donde
andas?
.-aquí con Julia
.-no, si
entre tú y Julia y Julia y tú, vaya dos
.- ¿qué querías?
.-encima te
pones chulita
.-que no tonto
.-ya está
recogida la caravana, ¿qué te apetece de comer? que voy a bajar al súper
.- ¿pues de comer?
.-dile que haga
macarrones y voy a comer con vosotros
.-dice Julia que macarrones
.-ya la he
oído, yo hago la comida, pero a ella le toca fregar
.- ¿ya sabes no?
.-a mi no se me
caen los anillos
.-adiós, que entra gente
.-adiós
Fueron pasando los
días, las semanas, los recuerdos se iban
desvaneciendo al tiempo que ciertas cosas pasaban inadvertidas dentro de
la monotonía diaria.
Hasta que un día,
a media mañana, volvió a sonar el teléfono de la tienda.
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