Después de unas horas de viaje, desde la
carretera vieron un sitio perfecto donde acampar con su caravana. Una vez nivelada se disponían a pasar un
largo puente fin de semana junto a la
orilla de aquel lago.
El clima llevadero a la solana de finales de verano,
les permitía disfrutar de una mañana de pesca. Oyeron que algo se movía entre
los matorrales, eran unos niños agazapados que los miraban, el se incorporó con
la única intención de saludarlos, echaron
a correr como alma que lleva el diablo.
Tras la comida una
corta siesta a la sombra de los chopos, para más tarde deleitarse del paisaje
en un largo paseo hasta la puesta de sol.
El sitio era una
ensoñación para pasar el fin de semana. El entorno era espectacular, el agua
clara dejaba ver las piedras del fondo hasta donde ya no alcanza la vista. Resultaba muy extraño que en un sitio tan idílico,
a un kilometro escaso de un pueblo, junto al cual pasaba una carretera con bastante
tráfico y varios restaurantes no estuviese más concurrido.
Después de una cena
fría a base de embutidos y ensalada, se recostaron en las hamacas plegables
observando el cielo, hablando de sus ilusiones, proyectos y deseos por cumplir.
Allá a las dos una
suave brisa empezaba a recorrer la orilla del lago, era la hora de irse a
dormir y descansar unas horas para levantarse pronto y aprovechar las horas de
sol al máximo.
La brisa poco a
poco fue in crescendo, tanto que tuvieron que salir a recoger el toldo y las tumbonas
por temor a que terminasen en medio del lago.
De pronto el aire paro, no se movían ni las hojas, la tranquilidad era
excesiva. Ella se asomó un momento a la
ventana y creyó ver algo o alguien que se movía, una silueta parecía salir del
agua en dirección a unos arbustos al tiempo que un escalofrío recorría de
arriba abajo toda su espalda, tampoco le dio demasiada importancia, se abrazó a
su marido y quedo dormida.
Ya con la luz del alba,
el se levanto en silencio para ver si el airón de la noche había causado algún
desperfecto y al tiempo examinar un poco los alrededores.
A unos cien, o ciento cincuenta metros entre maleza y
ramas caídas, le pareció ver algo raro, se acerco para ver que podía ser y
efectivamente, allí se encontraba una destartalada y corroída auto caravana
abandonada hacia tiempo, tanto por su estado como por las plantas y maraña que habían crecido y acumulado a su alrededor que casi la cubrían por completo.
Prepararon el desayuno y luego se
entretuvieron un rato buscando piedras planas para lanzarlas contra la
superficie del agua a ver quién era capaz de lograr más saltos con ellas.
Debido a la proximidad
del pueblo, fueron andando para comprar algunos alimentos para su
estancia. Según llegaron allí estaban
los niños jugando, nada más percatarse de su presencia se pusieron de nuevo a
correr. Las mujeres que estaban
barriendo sus puertas, se metían en casa a su paso con la cabeza baja, sin
mirarlos.
Por fin un cartel:
supermercado; al entrar el recibimiento fue un buenos días
frio y distante. Se dirigieron hacia las
estanterías a coger lo que necesitaban.
En una de ellas había una antigua lata de cacao de aquellas cuadradas de
chapa, ella la cogió y la metió en el carrito, estaría caducada pero lo más
importante era la lata que le traía recuerdos de su niñez.
A la hora de pagar
solo unas escuetas y necesarias frases por parte de la señora: .-son ciento
veintitrés con cincuenta, la lata se la regalo ya tenía ganas de perderla de
vista.
Que desagradable
era todo el mundo, no les extrañaba que allí no acampase nadie. Al salir vieron que al fondo había otro
cartel: bar; pero decidieron ni
acercarse, ya se harían ellos el café un su infernillo sin tener que ver malas
caras.
Siempre que
abandonaban la caravana, tenían la manía de poner a su alrededor unos cuantos
cachos de sedal para saber si alguien se había aproximado a merodear por allí,
cosa normal que los niños se acercasen a asomarse por las ventanas. Ningún hilo parecía estar descolocado. Entraron
a colocar la compra dejando la caja de cacao en la mesita de la entrada, reían
esperando ver la sorpresa de lo que dentro encontrarían, seguro un mazacote
duro e indisoluble solo apto para comida que echar en cachitos a los peces.
Un viento
acelerado y ruidoso pasó junto a la puerta unos segundos, el tiempo suficiente
para desplazar bruscamente la lata a unos metros de donde se encontraba.
Por la ventana
pudieron observar que los niños estaban de nuevo tras los arbustos, sin ninguna
explicación aparente de pronto salieron de nuevo corriendo, atemorizados iban
gritando: .-está ahí.
Salieron a ver qué
pasaba, una niña de trenzas rubias había recogido la caja y la estaba posando sobre
la mesita, solo los miró, se alejó
orilla adelante con tranquilidad y sin mediar palabra.
.-Qué guapa es, que
cara más dulce, parece triste pero su mirada parecía alegrarse con nuestra
presencia.
Era temprano para
comer, se acercaron a ver la caravana que él había encontrado a primera hora.
Los cristales de metacrilato eran tan opacaos que no permitían ver nada de su
interior, la puerta estaba carrada, era una pena que alguien hubiese abandonado
aquella bonita casita en aquel lugar.
Cuando
regresaron, alguien había estado allí, había cogido un vaso, el cartón de leche
y una cuchara para hacerse un cacao con el contenido de la caja, allí había
dejado el vaso manchado sobre la mesa junto a la bolsa recién abierta, por su
contenido parecía no haber pasado los años, permanecía en perfecto estado.
¿Quién habría sido? ¿Tal vez la niña de las tranzas? No les importó lo más mínimo, sus corazones
se llenaron de ternura imaginando a aquella chiquilla con el vaso entre sus manitas
y berretes de chocolate cubriendo el
labio superior. .-Hagámonos uno
nosotros. Tenía un sabor excelente, a
cada sorbo cerraban los ojos y a su mente venían recuerdos de la niñez, de su
casa, sus hermanos, la mirada de su madre con una sonrisa de felicidad al ver
como los pequeños se relamían los labios al terminar. Cada uno comentaba sus recuerdos, eran tan
parecidos, la sensación de aquel sabor no se olvidaba fácilmente, aunque ya
hubiesen pasado tantos años.
A media tarde les
pareció ver a un matrimonio paseando cerca de la auto caravana abandonada. El
suelo comenzó a temblar. Las copas de los arboles parecían querer enredarse
unas contra otras, pero no había viento. El agua calmada del lago empezó a
formar un bravío oleaje.
Estaban tranquilos,
como si no ocurriera nada. Algo los indujo a volver la mirada hacia el otro
lado, allí estaba la niña mirándolos, sin decir nada. Muy lentamente ella se levantó, entró dentro y
preparó un gran vaso de cacao para ofrecérselo a aquella preciosidad.
.- ¿no tenéis
miedo? (Mientras con la mirada agradecía aquella deliciosa merienda).
.- ¿miedo? ¿De
qué?
.- de mí
.-de un ángel no
se debe tener miedo
.- ¿y por qué dices
que soy un ángel?
.-solo un ángel
puede ser tan hermoso como tu
.-gracias señora, ¿y
sus niños?
.- no tenemos
niños, no podemos. Ven siéntate con
nosotros.
.- ¿y nunca vas a
poder tener niños?
.-nunca, mi
marido y yo lo hemos intentado todo, pero el resultado siempre ha sido negativo
.- pues.... a mí no
me importaría ser vuestra hija
.-pero tú ya tienes
unos padres, y seguro que te quieren mucho
.-si, pero me
gustaría marcharme de aquí, aquí nadie nos quiere
.-es que esta
gente es muy rara, peor para ellos
.-perdonar,
yo me llamo Héctor, mi mujer Ángela, ¿y tú?
.- yo soy Clara
.-pues bien
Clara, te hago un trato. Esta noche os invitamos a cenar a ti y a tus
padres, así seguimos hablando, que está anocheciendo y se van a preocupar si no
estás en casa
.-no se
.-díselo, nos
apetece conocerlos
.-vale, pero no tengáis
miedo
.-uuhhhh, que
miedo, ja, ja, ja, ¿miedo de qué?
.-Que niña
más guapa y educada, ojalá pudiéramos tener una nosotros
.-ya, pero no
podemos
.- ¿y si
adoptamos de una vez?
.-tranquilo Héctor,
disfrutemos de estos momentos de tranquilidad
.-tienes
razón, perdona ¿pero?
.- vamos,
cobardica el ultimo que se quite la ropa y se meta al lago
.-vale, pero
que sepas que estás loca
.-si ya lo sé,
pero te gusta
Se quitaron la ropa
empujándose entre sí, y corrieron al agua, desnudos cogidos de la mano.
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