Laura esa tarde vuelve a pasar por la
oficina, nada le apetece hacer en otro sitio. Le vendrá bien distraerse un
poco. A partir de las cuatro no suele
haber nadie y casi siempre quedan cosas que hacer. Carpetas
sobre las mesas que no se colocan en su sitio por desidia.
Jaime sale del colegio .- que extraño, mamá no está apoyada en
el árbol, ¿Dónde se habrá metido?, lo mejor será ir hasta el bar a ver si saben
algo.
Jaime.- ¿sabes por qué no está mi
mamá esperándome?
Raúl.- me parece que iba a la
oficina y seguro se habrá entretenido, quédate aquí conmigo hasta que aparezca.
Jaime.- ¿puedo ir un rato a jugar
con mis amigas?
Raúl.- pero solo un poco, dentro
de media hora aquí, que tienes que hacer los deberes
Patricia.- he oído tu voz desde dentro, pasa ¿te apetece ayudarme a limpiar pescado?
Jaime.- qué asco, mejor me voy un
poco al parque
Raúl.- pero mira que eres
Patricia.- deja, que vaya a jugar
Ya
ha anochecido. Dando un paseo, pasan
frente a la oficina D. Matías (el jefe de ella) acompañado por su esposa Irene.
Les extraña que haya luz en las ventanas y suben a ver quién hay.
Matías.- pero ¿qué haces aquí a
estas horas?
Laura.- si es tardísimo, se me ha ido el santo al
cielo
Irene.- donde tendrás la cabeza
Laura.- pues estaba pensando en
que tengo que hablar con usted
Matías.- y no puede esperar a
mañana
Laura.- contra antes mejor
Irene.- me estás preocupando
Laura.- voy a dejar el trabajo,
mi hijo va a necesitar todo el tiempo y cuidados del mundo y yo no doy para
todo
Irene.- cuando nació, nos pediste
estar a media jornada y nos pareció bien, pero dejarlo del todo, yo no lo haría
y más ahora que ya está crecidito
Laura.- Jaime está enfermo y no
es una cosa de cuatro días
Matías.- y porqué no lo has dicho
antes; ¿es que no tienes confianza con nosotros
después de tantos años?
Laura.- ni yo me lo quería creer,
pero ya está confirmado
Irene.- pero que tiene
Laura.- leucemia y el tratamiento
será largo
Matías.- bueno pues me tocará
despedirte, para que al menos tengas alguna ayuda y lo del finiquito llegamos a
un acuerdo
Irene.- ¡tú estás tonto! Aquí no
se despide a nadie.
Tú, encárgate de tu hijo el
tiempo que necesites.
Sé de sobra que con unas
horas que pases por aquí a la semana, te ganas más tu sueldo que todo el resto
de empleadas, así que no te preocupes de nada, ahora el dinero también os
vendrá bien y yo vendré de vez en cuando a echar una mano en lo que tú no
puedas estar.
Laura.- pero yo no sé cuanto
podre venir ni cómo me las arreglaré
Irene.- ¿te he dicho yo que
tengas alguna obligación de cumplir algún horario o venir algún tiempo a la
semana?
Tú pasa por aquí cuando
puedas, a la hora que quieras que para eso tienes las llaves o cuando estés
estresada y necesites un rato de tranquilidad o volver a la rutina
Laura.- pero…
Irene.- no hay peros. Es que
él, ya no se acuerda cuando empezamos aquí los tres juntos, no había para más,
él en el despacho, claro, tú y yo con los cuatro primeros casos, preparando
todo el papeleo no teniendo ni idea de por donde andábamos. Cuantos días hasta las diez de la noche
dejándonos la vista en aquellos folios, los que no sabíamos ni como ordenar.
Laura.- es verdad, después de colocados, volvíamos a revisarlos por si estaban mal y D.
Matías nos reñía
Irene.- entonces éramos dos
jóvenes secretarias que no pintábamos nada, pero… ahora yo soy su mujer y tú la persona que más
ha trabajado en esta empresa
Matías.- pues ya está dicho, el
que no pinta nada ahora soy yo
Irene.- que sabrás tú de lo que
se trabaja fuera de ese lujoso despacho y tú Laura ya te estás marchando, que
estará Jaime preocupado sin saber dónde estás.
Laura salió de allí más
tranquila, el sueldecillo les hacía más falta que nunca y bien sabía ella donde
se encontraba a Jaime, seguro que en la cocina de Patri embadurnado en harina.
Cuando llegó al bar se
sorprendió. Jaime haciendo los deberes en una mesa sin
protestar.
Laura.- hola familia, ya estoy
aquí ¿y cómo estás tú ahí sentado?
Jaime.- hola mamá, Patri está
limpiando pescado
Laura.- ya me parecía a mí raro
Jaime.- ¿dónde has estado?
Laura.- en la oficina haciendo
unas cosas
Raúl.- ha sido mencionarle el pescado
y ya no ha querido entrar. Fue a jugar
un poco y luego se sentó a hacer los deberes
-Patri, salió de la cocina
al oír su voz-
Laura.- ¿ya terminaste de limpiar
el pescado?
Patricia.- que pescado ni que ocho
cuartos, era para que se fuese a jugar tranquilo
Laura.- mira que eres
Patricia.- y tú; vaya
horitas de llegar
Laura.- ahora en cuando llegue
Ernesto, os tengo que contar una cosa
Patricia.- cuenta, cuenta
Raúl.- no seas cotilla, cuando
llegue Ernesto y así nos enteramos todos
Jaime.- ¿me lo cuentas a mí?
Laura.- pues claro, pero mejor a
todos juntos cuando llegue papá
Patricia.- y si eso preparamos algo
y cenamos aquí los cinco
Jaime.- vale yo os ayudo
Laura.- no, tú a terminar los
deberes
Jaime.- pero yo solo…
Patricia.- ahora que no hay gente
que te ayude Raúl, que sacaba muy buenas notas en el colegio. Mira,
hizo la carrera del galgo, ja, ja, ja,
Jaime.- que es eso
Raúl.- nada tonterías de estas, vamos a ver si
aún me acuerdo de algo de lo que estudié, pero hace ya mucho
Por fin llegó
Ernesto, en la barra solo los cuatro clientes de todas las tardes después del
trabajo antes de irse a cenar. El
tiempo desapacible no invitaba a nadie a sentarse en la terraza aunque siempre
la montaba por si le daba por aparecer algún rayo de sol.
Raúl.- Jaime ¿me ayudas a
recoger la terraza?
Jaime.- vale
-Mientras colocaban las
sillas en un montón-
Raúl.- tú no digas nada, pero en
cuanto se vayan estos preparamos la mesa, cerramos la trapa y cenamos.
A ver que nos tiene que contar
tu madre
Jaime.- tiene que ser bueno,
porque tenía cara de contenta
Raúl.- mira qué no querernos
contar nada, ni una pista
Jaime.- seguro que a Patri ya se lo ha dicho, menudas
cotillas
Raúl.- seguro que sí y ahora
entre tú y yo ¿Qué tal estás? ¿Te encuentras bien?
Jaime.- la verdad es que… Pero no le digas nada a mis padres
Raúl.- que tú y yo somos amigos,
esto es un secreto entre los dos
Jaime.- pues mira, estoy cagado
de miedo. Unos niños, de la consulta
cuando vamos, me han dicho que cada poco tienen que ir y que les pinchan para
ponerle la medicación esa, la quimio, y que es como si les pegasen una paliza y
lo más seguro es que se me caiga el pelo y que esté muy cansado
Raúl.- pero tú eres muy fuerte y
lo del pelo es una tontería
Jaime.- ya, pero en la escuela se
van a reír de mí.
Si antes tenía pocos amigos,
ahora menos
Raúl.- pero yo voy a seguir
siendo tu amigo, luego seguro que tienes muchos más. Yo de
pequeño tampoco tenía muchos amigos, pero lo importante es que los que tenía
eran de verdad
-Los cuatro clientes ya se iban para casa-
.- hasta
mañana currantes
.- a
pasar buena noche
Ernesto.- termináis o qué
Jaime.- ni una palabra ¡eh!
Raúl.- cremallera
Jaime.- ya vamos que quedan un
par de sillas
Raúl.- y ahora los tres a poner
la mesa
Ernesto.- nos vamos a tener que
venir a vivir aquí, comida, cena, solo falta dormir
Raúl.- ¡a ver cocina! Que estoy cerrando
Patricia.- ¡pues vete poniendo la
mesa! A ver si haces algo de provecho
Ernesto.- que genio tiene la amiga
Raúl.- y a estas alturas ya no
cambia.
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