Llega la confirmación de
la cita privada, en unos días cogerán el tren tempano para estar allí con
tiempo.
A Jaime no le hace mucha
gracia lo de la consulta, pero está ilusionado por ver la gran ciudad llena de
coches y edificios altos.
Su padre le ha prometido que van a montar en
el metro, un tren que va bajo tierra por túneles y que van a ir a un parque muy
grande donde hay muchos patos y ocas y pavos reales.
La madre quiere pasar por una de esas
grandes y lujosas tiendas del centro, solo para mirar y ver esas cosas tan
caras que nunca podrá tener.
A la llegada a
la estación, lo primero preguntar dónde está la boca de metro más cercana; hasta la tarde no es la cita.
La estación llena de gente
igual que las calles; los tres siempre de la mano sin soltarse, aquello es un
caos.
Todas las aceras llenas,
escaparates donde mirar cosas, la calzada llena de coches y autobuses casi
rozándose entre sí y al fondo un cartel sobre unas escaleras que bajan al
subsuelo de la ciudad.
Prisas, empujones, peldaños y
peldaños hacia abajo con largos pasillos que parecen no tener fin.
Siguiendo los carteles llegan
por fin a la línea uno, que los llevará al centro para ver lo más visto por
todos.
Los vagones parecen latas de sardinas y
huele fatal; gente que baja y sube en cada parada.
Por fin llegan a su
destino, están deseando salir de aquel sitio.
Cuando por fin logran ver de
nuevo la luz del sol, aquello es un hervidero de personas, más aún que
antes. Allí en la esquina hay un bar,
esperaran a que el semáforo se ponga en verde para cruzar rápido, a ver si
puede ser que haya una mesa donde sentarse y tomar algo.
Ernesto.- esto está lleno
Laura.- vamos a otro a ver
Jaime.- allí hay otro más grande
Ernesto.- pues vamos a ver si hay
más suerte
Una mesa libre, por
fin descansar un poco los pies.
-
Los camareros hablan a voces como si estuviesen en un mercado:
.-dos con leche y dos de churros
.- marchando mesa tres
.- ¿Qué pasa con esos chocolates?
.- ya van, puestos al fondo
Ernesto.-vaya escándalo
Laura.- yo aquí no aguanto, a ver
si nos atienden rápido
Camarero.- Buenos días, ¿que desean?
Ernesto.- tres con leche y unos
churros
Camarero.- ¡tres con leche y tres de
churros ya!
Laura.- vamos, como para pedir
algo sin que se entere nadie
Jaime.- a mí esto ya no me gusta,
si es que huele mal en todos los sitios
Ernesto.- luego en el parque ya
verás que bien se está
Laura.- si mejor después de
desayunar nos vamos al parque
Ernesto.- pero no querías ir a ver tiendas
Laura.- yo creo que mejor me las
imagino
Jaime.- sí, mejor mamá
Ernesto.- pero mira que sois
aburridos, yo de joven viví aquí unos meses y tampoco es para tanto
Laura.- pues esto para ti. Que era muy bonito, no sé donde verás tú lo
bonito
-Nada más llegar el camarero
con los desayunos, Laura coge el monedero y los paga para no tener que esperar
luego-
Ernesto.- ha cambiado mucho, el
parque queda lejos, pero eso seguro que sigue igual.
Laura.- cogemos un taxi, ya de
perdidos al río, yo no aguanto más los pies por estas calles que no puedes ir
tranquila ni un minuto, que agobio de gente
Ernesto.- aquí todo el mundo tiene
prisa para ir de un sitio a otro
Jaime.- ¿en esos edificios tan
altos que se ven allí vive gente?
Ernesto.- pues claro
Jaime.- jolín, pues el que viva
en el último se va a cansar de subir escaleras
Ernesto.- no porque hay ascensores,
te metes como en una caja, se cierran las puertas y te lleva al piso que
quieras
Jaime.- ¿encerrados en una caja?
Laura.- en los pisos que han hecho
nuevos por detrás del colegio, también han puesto ascensores, un día vamos y
montamos en uno para que veas que no pasa nada
Jaime.- sí, son también altos,
tienen nueve balcones
Ernesto.- pues ese tiene
veinticinco pisos de alto
Cogieron un taxi para ir
hasta el parque, los coches parecía que se iban a rozar entre sí, la calle era
tan larga que no se veía el final, cada poco un semáforo donde parar y volver a
arrancar a toda prisa.
Por fin, llegaron al parque, era inmenso, a un lado de
la calle edificios y al otro, una reja de hierro que no terminaba nunca. El taxista paró frente a una puerta y allí
se bajaron.
Era un sito enorme,
preguntarían para ver por dónde podían ir a ver los animales y volverían a preguntar para salir de allí.
Lo primero a comer al
primer sitio que pillasen, luego otro taxi hasta la dirección indicada y allí
en la puerta, pues a esperar a que fuera la hora de ver al doctor.
Dos horas dando vueltas por la
calle si alejarse mucho hasta que el reloj marcaba las cinco menos cuarto.
Ernesto.- yo creo que ya podríamos
subir
Laura.- sí, vamos ya
Ernesto.- mira Jaime, tienen
ascensor, vamos a subir en él, veras que bien se va
Jaime.- pero si es en el primero
Laura.- no tendrás miedo
Jaime.- no, pero para un piso me
parece una tontería
Ernesto.- venga, que subimos hasta
el último y volvemos a bajar
Jaime.- mejor solo hasta el
primero
Laura.- cagón.
-Bueno no fue mal la experiencia-
Ernesto.- ves ya estamos
Jaime.- ¿podíamos subir al último
y bajar?
Laura.- mira aquí también llega
hasta el nueve, dale tú al botón
-Ya tenía algo emocionante
que contar a sus amigas-
Llamaron al timbre y salió a
abrir una señora muy seria.
Ernesto.- buenas tardes, teníamos
cita con el doctor Batista a las cinco
Señora.- siéntense aquí que ahora
les recibe
-a esperar, por lo menos
estaban sentados-
Laura.- que tía más seca
Ernesto.- calla, que te va a oír
Jaime.- luego cuando salgamos,
¿montamos otra vez?
Laura.- claro y volvemos a subir
al último y bajamos
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