Aquella mañana por sorpresa
Claudio se presentó en la tienda donde trabajaba Ernesto
Ernesto.- ¿cómo tú por aquí?
¿Vienes a comprar algo?
Claudio.- no necesito ropa nueva
por ahora, ¿tienes un momento? Te traigo una cosa
Ernesto.- pues claro. ¡Oye! -Al otro dependiente-
.- que salgo un momento a
tomar un café al bar de la esquina. Si vienen clientes me avisas y si pregunta don
Ramón por mí le dices que es un momento, que es algo importante
-pidieron unos cafés y se sentaron en una
mesa para estar más tranquilos-
Claudio.- vengo del hospital,
estuve hablando con Ester y ya tenía la carta preparada, así que le he pedido
permiso para traértela yo en mano
Ernesto.- ¿la cita?
Claudio.- sí para la semana que
viene
Ernesto.- ¿y después?
Claudio.- pues según me ha dicho, unas pruebas para que sean recientes y a
empezar con el tratamiento
Ernesto.- no sé si tengo más ganas
de que empiece o más miedo
Claudio.- miedo de qué. No
podéis estar en mejores manos
Ernesto.- bien sabías tú lo que nos
iba a decir el doctor Batista
Claudio.- ni lo conozco, ni me
apetece conocerlo, pero si os hubiese dicho lo contrario os estaría mintiendo.
Si no fuera porque a su mujer
no hay quien la saque de aquí el doctor Hernández estaría en el mejor hospital
del mundo hace tiempo. Pero quien manda,
manda
Ernesto.- es que los chiquillos
están mejor en una ciudad pequeña
Claudio.- no, no tiene hijos, pero
no creo que tarden, se rumorea que ya andan con ganas. Ella también está de médico en el hospital y
ya sabes, como los dos trabajan pues van dejándolo pasar
Ernesto.- y ella entonces ¿qué es?
Claudio.- está en psiquiatría, yo le tengo mucho
aprecio, es buenísima. Da conferencias por todo el país
Ernesto.- que suerte que no quieran
irse
Claudio.- pues sí, porque en estas
ciudades pequeñas, el que es bueno dura dos días
Ernesto.- pues esta tarde nos vemos,
que me reclaman
Claudio.- a trabajar
-Vuelve a la tienda y
tras despachar a un cliente se pone a colocar unas camisas que has quedado
sobre el mostrador-.
-El jefe se asoma por la ventana de la oficina para llamarlo- .- Ernesto, ven un momento
Ernesto.- es que tuve que salir un
momento, me venían a dar una carta para la cita del chaval
Ramón.- ¿tú conoces a ese señor?
Ernesto.- sí claro, es el celador
que había en urgencias cuando llevamos a Jaime y desde entonces hemos hecho una
buena amistad
Ramón.- pues mira que me extraña
y al mismo tiempo me alegra; hace que no sale de entre sus cuatro paredes una
eternidad. Eran una familia muy
agradable pero desde que su hijo murió en un accidente ya no lograron levantar
cabeza y los dos años se suicidó su
mujer y ya se enclaustró en casa y solo sale para ir a trabajar.
Me alegro que tenga un amigo, todos los
vecinos pensamos que cualquier día sigue los pasos de su mujer y se tira por el
balcón.
Ernesto.- no sabía nada, ¿entonces
es vecino suyo?
Ramón.- sí vive en el piso de
arriba, pero vamos como si no viviera nadie. No
le digas nada, pero si algún día lo veis más decaído, invitarlo a salir a cualquier
sitio; es un buen hombre, aunque muchos lo vean como
un salvaje, porque no da ni los buenos días cuando te lo cruzas en el portal.
Ernesto.- pues con nosotros, desde
aquel primer día que nos conocimos le falta tiempo para lo que necesitemos
Ramón.- ya hablaremos otro día
que entran clientes
Ernesto.- gracias D. Ramón.
Ernesto no diría ni una palabra a nadie a no
ser que fuera necesario; si él se decidía a contarlo algún día, sería él, quién
lo compartiría con quién él quisiera.
Al llegar a casa de nuevo el miedo y la
esperanza volvían a rebullir en el pecho de los tres.
Laura.- pues esto ya está a punto
¿qué tal te parece?
Jaime.- pues... no sé
Ernesto.- no eres el único
Jaime.- tengo ganas de empezar de
una vez, pero…
Laura.- ahora a comer y esta
tarde hay que celebrarlo.
Seguro que hoy hay poca gente y
así cenamos los seis juntos.
Ernesto.- sí, los seis
Jaime.- ¿es normal que me de
miedo?
Laura.- a mí también me lo da y a
papá, lo que no sería normal sería que no lo tuviésemos
Ernesto.- pero juntos vamos a
vencer.
No hay que avergonzarse del miedo; el que no tiene miedo se confía y
quién se confía es presa fácil de su enemigo
Jaime.- eso no lo entiendo
Laura.- pues que el que se cree
muy fuerte, puede ser derrotado por el más débil, porque el que se sabe débil y
tiene miedo pone todo de su parte para ganar.
Jaime.- y yo en este caso, quién
soy: el fuerte o el débil
Ernesto.- pues no sé, yo creo que
eres el más valiente; pero es mejor pensar que eres el débil, para no confiarse
Laura.- lo que está claro es que
eres el que al final, va a ganar.
Por la tarde, nada más
salir del cole y después de correr un par de vueltas alrededor del parque junto
a Adry e Inma, (parece que a su abuela ya se le pasó la
tontería) Laura y Jaime se van al bar ayudar a Patri con la cena.
Quieren sacar unos platos con mucha variedad y
tiene que estar a punto cuando lleguen papá y Claudio, para poder cenar con
tranquilidad antes de que este, se tenga que ir al hospital.
Raúl va engalanando una mesa
larga y enseñando a Jaime cómo se ponen las cosas correctamente.
Raúl.- ¿estás contento?
Jaime.- sí, porque el doctor
Jesús es muy bueno
Raúl.- es el mejor y lo más
importante es que es más simpático
Jaime.- el otro era un borde,
menos mal que por fin nos libramos de él
Raúl.- ¿ese tenedor?
Jaime.- a sí, perdón, el tenedor
a la izquierda
Raúl.- hay que tener cuidado,
que no digan que hemos puesto mal la mesa
Jaime.- tú luego, por si acaso la
revisas
Raúl.- sigue, que lo estás haciendo muy bien
Jaime.- oye y tú te fías
Raúl.- claro, si eres muy listo
y lo haces cómo yo te voy diciendo
Jaime.- no, de esto no te digo;
que si te fías de que mi padre conduzca el coche
Raúl.- y por qué no me iba a
fiar
Jaime.- yo no lo he visto conducir
nunca
Raúl.- pero él sabe de sobra
Jaime.- yo es que creo que…
Raúl.- a ver, que te ronda por
la cabeza
Jaime.- pues que por si acaso…
vamos por seguridad;
Un día nos podíamos dar una vuelta por
la ciudad a ver si controla
Raúl.- ¿pero no te fías de él?
Jaime.- no es eso, si yo sí me
fío, pero el coche es tuyo
Raúl.- ya se lo diré yo
Jaime.- pero no le digas que te
he dicho yo nada
Raúl.- venga ahora las copas la
grande para el agua y la pequeña para el vino, las traes de una en una con mucho
cuidado no se rompan
Jaime.- ¿y las más altas?
Raúl.- esas las dejamos ahí
hasta el final para que no nos estorben, son las del champán y ya verás, he traído una botella especial para niños.
-empiezan a salir los
platos fríos de la cocina-
Patricia.- pero quién ha puesto esta
mesa tan bonita
Raúl.- la ha puesto Jaime
Patricia.- mira Laura, que bien
ordenado todo
Jaime.- me ha ido diciendo Raúl
dónde iba cada cosa
Laura.- pero que hijo más listo
tengo, ven que te como
Jaime.- ¡mamá! Que no seas
pe… Que te quiero mucho mamá
Raúl.- dejar al muchacho de
tanto beso
Patricia.- anda ven aquí, que te
beso a ti, envidioso
-Llega Claudio vestido para un acontecimiento
importante; lleva puesto un traje y corbata, algo que no
salía del armario hace años-
Laura.- ¿pero dónde vas tan
elegante?
Claudio.- he traído una bandeja de pasteles y un par de
botellas de vino de reserva que ya son demasiado viejas
Laura.- pero, para qué traes nada
Patricia.- y nosotros con estas
pintas, que vergüenza
Raúl.- a mi no me andes mirando,
que el traje de la boda ya no me abrocha
Claudio.- ¿y cómo la mesa puesta
tan pronto?
Laura.- para que cenes tranquilo
Claudio.- Pasé por la tienda para
decirle a Ernesto que hoy es mi día libre
Laura.- ¿y por qué no me ha dicho
nada? Este hombre
Claudio.- ¿Por qué todavía no ha
llegado?
Laura.- pues ya podía haber
llamado por teléfono
Patricia.- ¡AH! pues tengo una idea
Raúl.- déjate de ideas que nos
conocemos
Patricia.- la cena ya está hecha,
así que en cuanto llegue Ernesto, todos a casa a ponernos de gala para cenar
Claudio.- muy buena idea
Raúl.- tú te podías callar, no
ves que estás más guapo callado
Claudio.- vamos, ponme una caña
gruñón
Raúl.- póntela tú, pero cuidado
no te manches la corbata
Claudio.- pues me la pongo yo
Raúl.- deja, a ver si te vas a
manchar de verdad y me llevo yo la bronca
-Cuando llegó Ernesto, todos a casa a
vestirse para la ocasión. Claudio quedó
tranquilo acabándose la cerveza-
Engalanados como para una
boda de alto copete, se sentaron a la mesa.
La cena deliciosa y la
sobremesa larga, muy larga entre chistes, historias, brindis y muchas risas.
sigo leyendo la trama.. es un tema muy interesante , pero me gusta como le encaras.. abrazo de luz
ResponderEliminarAnte todo con respeto.
EliminarGracias compy.