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lunes, 20 de febrero de 2023

Gorras en el armario 014

 


    Aquella mañana por sorpresa Claudio se presentó en la tienda donde trabajaba Ernesto

 

Ernesto.- ¿cómo tú por aquí? ¿Vienes a comprar algo?

Claudio.- no necesito ropa nueva por ahora, ¿tienes un momento? Te traigo una cosa

Ernesto.- pues claro.  ¡Oye! -Al otro dependiente-

      .- que salgo un momento a tomar un café al bar de la esquina.      Si vienen clientes me avisas y si pregunta don Ramón por mí le dices que es un momento, que es algo importante

        -pidieron unos cafés y se sentaron en una mesa para estar más tranquilos-

 

Claudio.- vengo del hospital, estuve hablando con Ester y ya tenía la carta preparada, así que le he pedido permiso para traértela yo en mano

Ernesto.- ¿la cita?

Claudio.- sí para la semana que viene

Ernesto.- ¿y después?

Claudio.- pues según me ha dicho,  unas pruebas para que sean recientes y a empezar con el tratamiento

Ernesto.- no sé si tengo más ganas de que empiece o más miedo

Claudio.- miedo de qué.     No podéis estar en mejores manos

Ernesto.- bien sabías tú lo que nos iba a decir el doctor Batista

Claudio.- ni lo conozco, ni me apetece conocerlo, pero si os hubiese dicho lo contrario os estaría mintiendo.

   Si no fuera porque a su mujer no hay quien la saque de aquí el doctor Hernández estaría en el mejor hospital del mundo hace tiempo.  Pero quien manda, manda

Ernesto.- es que los chiquillos están mejor en una ciudad pequeña

Claudio.- no, no tiene hijos, pero no creo que tarden, se rumorea que ya andan con ganas.   Ella también está de médico en el hospital y ya sabes, como los dos trabajan pues van dejándolo pasar

Ernesto.- y ella entonces ¿qué es?

Claudio.-  está en psiquiatría, yo le tengo mucho aprecio, es buenísima.    Da conferencias por todo el país

Ernesto.- que suerte que no quieran irse

Claudio.- pues sí, porque en estas ciudades pequeñas, el que es bueno dura dos días

Ernesto.- pues esta tarde nos vemos, que me reclaman
Claudio.- a trabajar

 

        -Vuelve a la tienda y tras despachar a un cliente se pone a colocar unas camisas que has quedado sobre el mostrador-.

-El jefe se asoma por la ventana de la oficina para llamarlo-        .- Ernesto, ven un momento

Ernesto.- es que tuve que salir un momento, me venían a dar una carta para la cita del chaval

Ramón.- ¿tú conoces a ese señor?

Ernesto.- sí claro, es el celador que había en urgencias cuando llevamos a Jaime y desde entonces hemos hecho una buena amistad

Ramón.- pues mira que me extraña y al mismo tiempo me alegra; hace que no sale de entre sus cuatro paredes una eternidad.     Eran una familia muy agradable pero desde que su hijo murió en un accidente ya no lograron levantar cabeza y  los dos años se suicidó su mujer y ya se enclaustró en casa y solo sale para ir a trabajar.

             Me alegro que tenga un amigo, todos los vecinos pensamos que cualquier día sigue los pasos de su mujer y se tira por el balcón.

Ernesto.- no sabía nada, ¿entonces es vecino suyo?

Ramón.- sí vive en el piso de arriba, pero vamos como si no viviera nadie.      No le digas nada, pero si algún día lo veis más decaído, invitarlo a salir a cualquier sitio;   es un buen hombre, aunque muchos lo vean como un salvaje, porque no da ni los buenos días cuando te lo cruzas en el portal.

Ernesto.- pues con nosotros, desde aquel primer día que nos conocimos le falta tiempo para lo que necesitemos

Ramón.- ya hablaremos otro día que entran clientes

Ernesto.- gracias D. Ramón.

 

         Ernesto no diría ni una palabra a nadie a no ser que fuera necesario; si él se decidía a contarlo algún día, sería él, quién lo compartiría con quién él quisiera.

 

              Al llegar a casa de nuevo el miedo y la esperanza volvían a rebullir en el pecho de los tres.

Laura.- pues esto ya está a punto ¿qué tal te parece?

Jaime.- pues... no sé

Ernesto.- no eres el único

Jaime.- tengo ganas de empezar de una vez, pero…

Laura.- ahora a comer y esta tarde hay que celebrarlo.

  Seguro que hoy hay poca gente y así cenamos los seis juntos. 

Ernesto.- sí, los seis

Jaime.- ¿es normal que me de miedo?

Laura.- a mí también me lo da y a papá, lo que no sería normal sería que no lo tuviésemos

Ernesto.- pero juntos vamos a vencer.

   No hay que avergonzarse  del miedo; el que no tiene miedo se confía y quién se confía es presa fácil de su enemigo

Jaime.- eso no lo entiendo

Laura.- pues que el que se cree muy fuerte, puede ser derrotado por el más débil, porque el que se sabe débil y tiene miedo pone todo de su parte para ganar.

Jaime.- y yo en este caso, quién soy: el fuerte o el débil

Ernesto.- pues no sé, yo creo que eres el más valiente; pero es mejor pensar que eres el débil, para no confiarse

Laura.- lo que está claro es que eres el que al final, va a ganar.

 

        Por la tarde, nada más salir del cole y después de correr un par de vueltas alrededor del parque junto a Adry e Inma,   (parece que a su abuela ya se le pasó la tontería) Laura y Jaime se van al bar ayudar a Patri con la cena.

            Quieren sacar unos platos con mucha variedad y tiene que estar a punto cuando lleguen papá y Claudio, para poder cenar con tranquilidad antes de que este, se tenga que ir al hospital.

     Raúl va engalanando una mesa larga y enseñando a Jaime cómo se ponen las cosas correctamente.

Raúl.- ¿estás contento?

Jaime.- sí, porque el doctor Jesús es muy bueno

Raúl.- es el mejor y lo más importante es que es más simpático

Jaime.- el otro era un borde, menos mal que por fin nos libramos de él

Raúl.- ¿ese tenedor?

Jaime.- a sí, perdón, el tenedor a la izquierda

Raúl.- hay que tener cuidado, que no digan que hemos puesto mal la mesa

Jaime.- tú luego, por si acaso la revisas

Raúl.-  sigue, que lo estás haciendo muy bien

Jaime.- oye y tú te fías

Raúl.- claro, si eres muy listo y lo haces cómo yo te voy diciendo

Jaime.- no, de esto no te digo; que si te fías de que mi padre conduzca el coche

Raúl.- y por qué no me iba a fiar

Jaime.- yo no lo he visto conducir nunca

Raúl.- pero él sabe de sobra

Jaime.- yo es que creo que…

Raúl.- a ver, que te ronda por la cabeza

Jaime.- pues que por si acaso… vamos por seguridad;

          Un día nos podíamos dar una vuelta por la ciudad a ver si controla

Raúl.- ¿pero no te fías de él?

Jaime.- no es eso, si yo sí me fío, pero el coche es tuyo

Raúl.- ya se lo diré yo

Jaime.- pero no le digas que te he dicho yo nada

Raúl.- venga ahora las copas la grande para el agua y la pequeña para el vino, las traes de una en una con mucho cuidado no se rompan

Jaime.- ¿y las más altas?

Raúl.- esas las dejamos ahí hasta el final para que no nos estorben, son las del champán y ya verás,  he traído una botella especial para niños.

 

      -empiezan a salir los platos fríos de la cocina-

Patricia.- pero quién ha puesto esta mesa tan bonita

Raúl.- la ha puesto Jaime

Patricia.- mira Laura, que bien ordenado todo

Jaime.- me ha ido diciendo Raúl dónde iba cada cosa

Laura.- pero que hijo más listo tengo, ven que te como

Jaime.- ¡mamá! Que no seas pe…  Que te quiero mucho mamá

Raúl.- dejar al muchacho de tanto beso

Patricia.- anda ven aquí, que te beso a ti, envidioso

 

                 -Llega Claudio vestido para un acontecimiento importante;   lleva puesto un traje y corbata, algo que no salía del armario hace años-

Laura.- ¿pero dónde vas tan elegante?

Claudio.-  he traído una bandeja de pasteles y un par de botellas de vino de reserva que ya son demasiado viejas

Laura.- pero,   para qué traes nada

Patricia.- y nosotros con estas pintas, que vergüenza

Raúl.- a mi no me andes mirando, que el traje de la boda ya no me abrocha

Claudio.- ¿y cómo la mesa puesta tan pronto?

Laura.- para que cenes tranquilo

Claudio.- Pasé por la tienda para decirle a Ernesto que hoy es mi día libre

Laura.- ¿y por qué no me ha dicho nada? Este hombre

Claudio.- ¿Por qué todavía no ha llegado?

Laura.- pues ya podía haber llamado por teléfono

Patricia.- ¡AH! pues tengo una idea

Raúl.- déjate de ideas que nos conocemos

Patricia.- la cena ya está hecha, así que en cuanto llegue Ernesto, todos a casa a ponernos de gala para cenar

Claudio.- muy buena idea

Raúl.- tú te podías callar, no ves que estás más guapo callado

Claudio.- vamos, ponme una caña gruñón

Raúl.- póntela tú, pero cuidado no te manches la corbata

Claudio.- pues me la pongo yo

Raúl.- deja, a ver si te vas a manchar de verdad y me llevo yo la bronca

 

       -Cuando llegó Ernesto, todos a casa a vestirse para la ocasión.  Claudio quedó tranquilo acabándose la cerveza-

 

        Engalanados como para una boda de alto copete, se sentaron a la mesa.

    La cena deliciosa y la sobremesa larga, muy larga entre chistes, historias, brindis y muchas risas.

 

 


 

2 comentarios:

  1. sigo leyendo la trama.. es un tema muy interesante , pero me gusta como le encaras.. abrazo de luz

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