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viernes, 24 de febrero de 2023

Gorras en el armario 016

 

 

   El sábado por la mañana tempranito, despertaban para ir a desayunar al bar de Raúl.   Nada más entrar sonó un golpe seco, era Raúl poniendo las llaves del coche sobre la barra.

Raúl.- ¿qué os apetece a estas horas?

Laura.- a mí, volverme a casa

Jaime.- pues yo ya no tengo sueño

Ernesto.- ni ella tampoco, ponme un café con leche

Jaime.- yo un colacao y unos churros

Laura.- pues no sé, a ver si me voy a marear y voy a echar hasta los hígados.     Mejor no tomo nada

Jaime.- entonces yo, no sé qué hacer

Raúl.- tú desayuna

    -Jaime pasó detrás de la barra y Raúl se agachó para ver que le quería decir-

Jaime.- no te das cuenta

Raúl.- de qué

Jaime.- que se te ha olvidado que practicase

      -Raúl saltó de carcajadas y se fue hasta la cafetera-

Raúl.- oye Ernesto ¿tú te acuerdas como se conduce?

Ernesto.- a mí me dijeron que todo pà lante

Raúl.- si no estás seguro os llevo yo

Ernesto.- lo único que puede pasar es que te quedes sin coche

-Jaime asombrado los miraba a los dos-

Raúl.- pues vete preparando los cuartos para uno nuevo Ernesto.- y si no que conduzca Laura

Laura.- pues mira sí y así no me mareo;  ponme una taza de chocolate

Jaime.- ¿pero va a conducir mamá?

Laura.- oye mocoso, que yo también tengo carnet

Raúl.- y es la que mejor conduce de los cuatro

     ¿Os acordáis aquel verano que fuimos de vacaciones?

Jaime.- ¿os fuisteis de vacaciones?

Ernesto.- todavía no habías nacido tú

Raúl.- te lo cuento;  tu padre tenía un “Seat ochocientos cincuenta”  que consumía más aceite que gasolina

Ernesto.- que exagerado

Laura.- di que sí hijo que es verdad

Raúl.- pues ese verano decidimos ir hasta el estrecho de Gibraltar.  El asiento del conductor estaba tan usado que los muelles se clavaban en el culo.   Cada poco hacíamos una parada para turnarnos conduciendo y así repartir el sufrimiento.

Jaime.- y mamá ¿era la que mejor conducía?

Laura.-  porque tu padre es muy brusco y a Raúl le gusta pisarle mucho, así que las mejores, las conductoras

Raúl.- pero que pisarle mucho,  pero si por mucho que acelerases aquello era una tortuga

Laura.- di que cuando lo cogía él, salía una tufarrasca por el tubo de escape de andar quemando aceite.

Raúl.- pero eso no era culpa mía, era del coche que ya  estaba mal el pobre

Ernesto.- tan mal no estaba

Laura.- Calla, que llegamos aquí de nuevo de milagro y a los dos días ya lo dejaste en el desguace

Ernesto.- por culpa de tanto cambiar de manos

Laura.- pues haber conducido tú solo.    Señor, que viaje más largo

Raúl.- venga que se os hace tarde

Laura.- habrá que ir, que remedio

Jaime.- ¿yo me puedo sentar adelante con mamá?

Raúl.- no, los peques tienen que ir atrás

  Jaime durante el viaje miraba a los lados de la carretera, le habían dicho que por aquella zona había ciervos y que muchas veces se veían.  A veces detenía la mirada en los ojos de su madre reflejados en el espejo retrovisor y sentía un gran orgullo de lo bien que conducía.

    Llegaron al pueblo, al pasar por la plaza había varias señoras saliendo de la tienda.

Jaime.- pita mamá, pita.    Que vean que conduces

      Laura pitó un par de veces, paró junto a ellas y bajó la ventanilla

Señora.- pero si es Laurita

Laura.- no estará comprando mi madre

Señora.- no hija, estará en casa

Laura.- pues vamos a casa a ver si la vemos

Señora.-  ¿os vais a quedar el fin de semana?

Laura.- no creo, mañana tenemos una comida muy importante en la ciudad

Señora.- que pena, mañana viene mi Pili y seguro le gustaría verte

Laura.- dele recuerdos

       -Subió la ventanilla y se puso de nuevo en marcha-

Laura.- su Pili, cojones, que para los dos días que quise quedar con ella siempre tenía alguna escusa 

Jaime.- ¿dónde vamos a comer mañana?

Laura.- a casa del tío Roque

Jaime.- ¿dónde?

Ernesto.- a ningún sitio, son cosas de tu madre

 

          Paran en la puerta de casa, enseguida al oír el ruido de un coche, sale Carmen.    Se queda parada al ver que dentro de él están ellos y que viene conduciendo su hija.

- El primero que se baja es Jaime-

 

Jaime.- hola abuela

Carmen.- ¿cómo por aquí?

Laura.- qué ¿no le vas a dar un beso a tu nieto?

Carmen.- Estaba esperando a que bajaseis

Ernesto.- dale un beso a tu abuela

          -La abuela entra directa a la cocina-

Carmen.- pasar que llamo al abuelo  ¡Pedro, que está aquí la Laurita!

Laura.- ¿cómo está padre?

Carmen.- todo el día quejándose de las piernas, a mí también me duelen cosas y no me quejo tanto

Jaime.- hola abuelo

Pedro.- ven a darme un abrazo pequeño; jolín cómo has crecido, ya eres un hombrecito

Carmen.- cómo no sabía nada, no sé qué hacer ahora de comida

Ernesto.- con unos huevos fritos estamos arreglados

Carmen.- habrá que preparar la habitación de arriba

Laura.- no andes preparando que nos vamos después de comer

Pedro.- ¿y cómo tan pronto?

Jaime.- mañana tienen una comida importante

Carmen.- y tú ¿sigues en esa tiendezucha vendiendo camisas?

Ernesto.- pues sí muy a gusto con el jefe y el compañero, que son muy buena gente

Laura.-  imaginamos que tú hijo sigue en la fábrica más importante de Alemania y gana mucho, por eso lleva a su niña a colegio de pago, o al menos eso dice

Carmen.- pues si le va bien, para algo le dimos estudios

Pedro.- Jaime, vamos al corral a ver si hay huevos en el gallinero, que aquí estamos de más

Jaime.- ¿y podemos ver los conejos?

Pedro.- pues claro;  y la burra, que aunque está vieja aún vive

 En la cocina-comedor, quedan Laura y Carmen tirándose dardos, mientras Ernesto sale a la calle a tomar el aire.

Pedro.- mira cuantos huevos, hemos tenido suerte

Jaime.- abuelo, ¿Puedo montar luego en la burra?

Pedro.- claro, pero solo por el corral.  Oye ¿y qué comida es esa tan importante?

Jaime.- con un señor, es cosa de mi madre, será alguien que tenga que ver con la oficina.      Ella allí lleva muchos años y es la que más sabe

Pedro.- pues claro que sí,  siempre fue la más lista de la familia

Jaime.- y la que mejor conduce

Pedro.- yo nunca la he visto conducir

Jaime.- ven, vamos a hacer una cosa

Pedro.- ¿y montar en la burra?

Jaime.- eso da igual

    -entraron los dos en la casa de la mano; el abuelo dejó el cestillo con los huevos encima de la mesa; allí seguían las dos cara a cara soltando culebras por la boca.

Jaime.- mamá ¿harías una cosa por mí?

Laura.- lo que tú quieras cariño, ya lo sabes

Carmen.- así lo tienes de mal criado

Jaime.- ¡calla abuela!    Mamá, es que quiero que montes a abuelo en el coche y que demos una vuelta al pueblo, yo voy detrás

Laura.- ¿pero quiere el abuelo?

Pedro.- pues claro que quiero

      Carmen se quedó en casa rezongando, a ella nadie la había invitado   (aunque no pensara ir)    mientas Ernesto quedaba muy tranquilo sentado en la puerta.

Jaime.- ¿a qué conduce bien?

Pedro.- pero que muy bien

Laura.- gracias padre, ya era hora que hiciese una cosa bien para vosotros

Pedro.- ¿pero eres tonta? Que ciega estás;   siempre has sido mi niña, pero te escapaste enseguida

Laura.- no me hagas hablar

Pedro.- te importa que vayamos por el camino hasta el huerto

Jaime.- vamos mamá

Laura.- bueno vamos

Pedro.-  ¡para aquí!     Vamos a bajar un momento

        -Los tres se bajaron del coche y se sentaron en una piedra-

Pedro.- ¿te acuerdas de este sitio?

Laura.- sí

        -Jaime callado los miraba a los dos –

Pedro.- aquí fue nuestra despedida, me dijiste que no me querías ver más en la vida porque te dije que antes de casarte tenías que acabar la carrera y sigo pensando lo mismo

Laura.- lo siento padre, pero no me ha ido mal

Pedro.- y yo que me alegro de que estés con Ernesto y tengáis a este hijo tan bueno

Jaime.- ¿y por qué no os perdonáis ya después de tanto tiempo?

-los tres se fundieron en un abrazo sincero-

Jaime.- ahora es el momento de contarle porqué hemos venido

Laura.- padre; Jaime tiene un tipo de cáncer que se llama leucemia lo tiene en la sangre. El martes empezamos con el tratamiento y Ernesto insistió en que debíamos venir a decíroslo.     Si hubiera sido por mí,    no sé,     yo soy más cabezona.       Pues ya lo sabes

-el abuelo se abrazó llorando a Jaime-

Jaime.- pero no llores, si no pasa nada.     El doctor Jesús es muy bueno y dice que poco a poco vamos a ganar

Pedro.- pues claro que vamos a ganar  ¿y tu madre sabe algo?

Laura.-  No.   Se lo iba a decir pero no me merece la pena

Pedro.- parece mentira que hayas salido a ella;    lleváis llenas de rencor toda la vida y los de al lado padeciendo vuestras disputas.

Laura.- ¿me vas a comparar con ella?

Pedro.- ¡SÍ!     Soy el que más os conozco a las dos y si no estuviese Jaime delante te iba a decir cuatro cosas

Jaime.- a ver si ahora que lo habíais arreglado os vais a volver a enfadar

Pedro.- no mi niño, como me voy a enfadar con ella si es mi niña.   Y déjalo cabezona, que ya se lo diré yo

Laura.- vamos para casa que estarán pensando que nos ha pasado algo

Pedro.- ven siéntate aquí sobre mis piernas Jaime

Jaime.- no sé

Pedro.- ¡que vengas!      Que estamos a cinco minutos de casa, no va a pasar nada

Laura.- monta en las piernas del abuelo

      Cuando llegaron la mesa estaba puesta con los platos sobre ella.  De comida: huevos fritos, morro de abuela y aburrimiento de marido.

 

       Comieron y de regreso a casa, pero antes de montar en el coche Jaime y el abuelo fueron de nuevo al corral.

Pedro.- lo que menos vale, puede ser lo de mayor valor

-         sacó una piedrecita de su bolsillo, redondeada y suave, de tanto sobarla con sus ásperos dedos-

Pedro.- esta piedra la cogí en el río cuando era pequeño, ahora es tuya y cuando te sientas desfallecer apriétala fuerte en tu mano y acuérdate de tu abuelo.

  Recuerda que estoy aquí y sigo esperando a que vuelvas a visitarme.     Este, será nuestro secreto.

 

 


 

 

 

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