El sábado por la mañana
tempranito, despertaban para ir a desayunar al bar de Raúl. Nada
más entrar sonó un golpe seco, era Raúl poniendo las llaves del coche sobre la
barra.
Raúl.- ¿qué os apetece a estas
horas?
Laura.- a mí, volverme a casa
Jaime.- pues yo ya no tengo sueño
Ernesto.- ni ella tampoco, ponme un
café con leche
Jaime.- yo un colacao y unos
churros
Laura.- pues no sé, a ver si me
voy a marear y voy a echar hasta los hígados.
Mejor no tomo nada
Jaime.- entonces yo, no sé qué
hacer
Raúl.- tú desayuna
-Jaime pasó detrás de la
barra y Raúl se agachó para ver que le quería decir-
Jaime.- no te das cuenta
Raúl.- de qué
Jaime.- que se te ha olvidado que
practicase
-Raúl saltó de carcajadas y
se fue hasta la cafetera-
Raúl.- oye Ernesto ¿tú te
acuerdas como se conduce?
Ernesto.- a mí me dijeron que todo
pà lante
Raúl.- si no estás seguro os
llevo yo
Ernesto.- lo único que puede pasar
es que te quedes sin coche
-Jaime asombrado los miraba a los dos-
Raúl.- pues vete preparando los cuartos
para uno nuevo Ernesto.- y si
no que conduzca Laura
Laura.- pues mira sí y así no me
mareo; ponme una taza de chocolate
Jaime.- ¿pero va a conducir mamá?
Laura.- oye mocoso, que yo
también tengo carnet
Raúl.- y es la que mejor conduce
de los cuatro
¿Os acordáis aquel verano
que fuimos de vacaciones?
Jaime.- ¿os fuisteis de
vacaciones?
Ernesto.- todavía no habías nacido
tú
Raúl.- te lo cuento; tu padre tenía un “Seat ochocientos cincuenta”
que consumía más aceite que gasolina
Ernesto.- que exagerado
Laura.- di que sí hijo que es
verdad
Raúl.- pues ese verano decidimos
ir hasta el estrecho de Gibraltar. El
asiento del conductor estaba tan usado que los muelles se clavaban en el
culo. Cada poco hacíamos una parada
para turnarnos conduciendo y así repartir el sufrimiento.
Jaime.- y mamá ¿era la que mejor
conducía?
Laura.- porque tu padre es muy brusco y a Raúl le
gusta pisarle mucho, así que las mejores, las conductoras
Raúl.- pero que pisarle
mucho, pero si por mucho que acelerases aquello
era una tortuga
Laura.- di que cuando lo cogía
él, salía una tufarrasca por el tubo de escape de andar quemando aceite.
Raúl.- pero eso no era culpa
mía, era del coche que ya estaba mal el
pobre
Ernesto.- tan mal no estaba
Laura.- Calla, que llegamos aquí
de nuevo de milagro y a los dos días ya lo dejaste en el desguace
Ernesto.- por culpa de tanto
cambiar de manos
Laura.- pues haber conducido tú
solo. Señor, que viaje más largo
Raúl.- venga que se os hace
tarde
Laura.- habrá que ir, que remedio
Jaime.- ¿yo me puedo sentar
adelante con mamá?
Raúl.- no, los peques tienen que
ir atrás
Jaime durante el viaje miraba a los lados de
la carretera, le habían dicho que por aquella zona había ciervos y que muchas
veces se veían. A veces detenía la mirada
en los ojos de su madre reflejados en el espejo retrovisor y sentía un gran
orgullo de lo bien que conducía.
Llegaron al pueblo, al pasar
por la plaza había varias señoras saliendo de la tienda.
Jaime.- pita mamá, pita. Que vean que conduces
Laura pitó un par de veces,
paró junto a ellas y bajó la ventanilla
Señora.- pero si es Laurita
Laura.- no estará comprando mi
madre
Señora.- no hija, estará en casa
Laura.- pues vamos a casa a ver
si la vemos
Señora.- ¿os vais a quedar el fin de semana?
Laura.- no creo, mañana tenemos
una comida muy importante en la ciudad
Señora.- que pena, mañana viene mi
Pili y seguro le gustaría verte
Laura.- dele recuerdos
-Subió la ventanilla y se
puso de nuevo en marcha-
Laura.- su Pili, cojones, que para
los dos días que quise quedar con ella siempre tenía alguna escusa
Jaime.- ¿dónde vamos a comer
mañana?
Laura.- a casa del tío Roque
Jaime.- ¿dónde?
Ernesto.- a ningún sitio, son cosas
de tu madre
Paran en la puerta de
casa, enseguida al oír el ruido de un coche, sale Carmen. Se queda parada al ver que dentro de él
están ellos y que viene conduciendo su hija.
- El primero que se baja es Jaime-
Jaime.- hola abuela
Carmen.- ¿cómo por aquí?
Laura.- qué ¿no le vas a dar un
beso a tu nieto?
Carmen.- Estaba esperando a que
bajaseis
Ernesto.- dale un beso a tu abuela
-La abuela entra
directa a la cocina-
Carmen.- pasar que llamo al
abuelo ¡Pedro, que está aquí la Laurita!
Laura.- ¿cómo está padre?
Carmen.- todo el día quejándose de
las piernas, a mí también me duelen cosas y no me quejo tanto
Jaime.- hola abuelo
Pedro.- ven a darme un abrazo
pequeño; jolín cómo has crecido, ya eres un hombrecito
Carmen.- cómo no sabía nada, no sé
qué hacer ahora de comida
Ernesto.- con unos huevos fritos
estamos arreglados
Carmen.- habrá que preparar la
habitación de arriba
Laura.- no andes preparando que
nos vamos después de comer
Pedro.- ¿y cómo tan pronto?
Jaime.- mañana tienen una comida
importante
Carmen.- y tú ¿sigues en esa tiendezucha
vendiendo camisas?
Ernesto.- pues sí muy a gusto con
el jefe y el compañero, que son muy buena gente
Laura.- imaginamos que tú hijo sigue en la fábrica
más importante de Alemania y gana mucho, por eso lleva a su niña a colegio de
pago, o al menos eso dice
Carmen.- pues si le va bien, para
algo le dimos estudios
Pedro.- Jaime, vamos al corral a
ver si hay huevos en el gallinero, que aquí estamos de más
Jaime.- ¿y podemos ver los
conejos?
Pedro.- pues claro; y la burra, que aunque está vieja aún vive
En la cocina-comedor, quedan
Laura y Carmen tirándose dardos, mientras Ernesto sale a la calle a tomar el
aire.
Pedro.- mira cuantos huevos,
hemos tenido suerte
Jaime.- abuelo, ¿Puedo montar
luego en la burra?
Pedro.- claro, pero solo por el
corral. Oye ¿y qué comida es esa tan
importante?
Jaime.- con un señor, es cosa de
mi madre, será alguien que tenga que ver con la oficina. Ella allí lleva muchos años y es la que
más sabe
Pedro.- pues claro que sí, siempre fue la más lista de la familia
Jaime.- y la que mejor conduce
Pedro.- yo nunca la he visto
conducir
Jaime.- ven, vamos a hacer una
cosa
Pedro.- ¿y montar en la burra?
Jaime.- eso da igual
-entraron los dos en la casa
de la mano; el abuelo dejó el cestillo con los huevos encima de la mesa; allí
seguían las dos cara a cara soltando culebras por la boca.
Jaime.- mamá ¿harías una cosa por
mí?
Laura.- lo que tú quieras cariño,
ya lo sabes
Carmen.- así lo tienes de mal
criado
Jaime.- ¡calla abuela! Mamá,
es que quiero que montes a abuelo en el coche y que demos una vuelta al pueblo,
yo voy detrás
Laura.- ¿pero quiere el abuelo?
Pedro.- pues claro que quiero
Carmen se quedó en casa
rezongando, a ella nadie la había invitado
(aunque no pensara ir) mientas
Ernesto quedaba muy tranquilo sentado en la puerta.
Jaime.- ¿a qué conduce bien?
Pedro.- pero que muy bien
Laura.- gracias padre, ya era
hora que hiciese una cosa bien para vosotros
Pedro.- ¿pero eres tonta? Que
ciega estás; siempre has sido mi niña, pero te escapaste
enseguida
Laura.- no me hagas hablar
Pedro.- te importa que vayamos
por el camino hasta el huerto
Jaime.- vamos mamá
Laura.- bueno vamos
Pedro.- ¡para aquí!
Vamos a bajar un momento
-Los tres se bajaron del
coche y se sentaron en una piedra-
Pedro.- ¿te acuerdas de este
sitio?
Laura.- sí
-Jaime callado los miraba
a los dos –
Pedro.- aquí fue nuestra
despedida, me dijiste que no me querías ver más en la vida porque te dije que
antes de casarte tenías que acabar la carrera y sigo pensando lo mismo
Laura.- lo siento padre, pero no
me ha ido mal
Pedro.- y yo que me alegro de que
estés con Ernesto y tengáis a este hijo tan bueno
Jaime.- ¿y por qué no os
perdonáis ya después de tanto tiempo?
-los tres se fundieron en un abrazo sincero-
Jaime.- ahora es el momento de
contarle porqué hemos venido
Laura.- padre; Jaime tiene un
tipo de cáncer que se llama leucemia lo tiene en la sangre. El martes empezamos
con el tratamiento y Ernesto insistió en que debíamos venir a decíroslo. Si hubiera sido por mí, no sé, yo soy más cabezona. Pues ya lo sabes
-el abuelo se abrazó llorando a Jaime-
Jaime.- pero no llores, si no
pasa nada. El doctor Jesús es muy
bueno y dice que poco a poco vamos a ganar
Pedro.- pues claro que vamos a
ganar ¿y tu madre sabe algo?
Laura.- No. Se
lo iba a decir pero no me merece la pena
Pedro.- parece mentira que hayas
salido a ella; lleváis llenas de rencor toda la vida y los de
al lado padeciendo vuestras disputas.
Laura.- ¿me vas a comparar con
ella?
Pedro.- ¡SÍ! Soy el que más os conozco a las dos y si no
estuviese Jaime delante te iba a decir cuatro cosas
Jaime.- a ver si ahora que lo
habíais arreglado os vais a volver a enfadar
Pedro.- no mi niño, como me voy a
enfadar con ella si es mi niña. Y
déjalo cabezona, que ya se lo diré yo
Laura.- vamos para casa que
estarán pensando que nos ha pasado algo
Pedro.- ven siéntate aquí sobre
mis piernas Jaime
Jaime.- no sé
Pedro.- ¡que vengas! Que estamos a cinco minutos de casa, no
va a pasar nada
Laura.- monta en las piernas del
abuelo
Cuando llegaron la mesa estaba puesta con
los platos sobre ella. De comida: huevos
fritos, morro de abuela y aburrimiento de marido.
Comieron y de regreso a
casa, pero antes de montar en el coche Jaime y el abuelo fueron de nuevo al
corral.
Pedro.- lo que menos vale, puede
ser lo de mayor valor
-
sacó una piedrecita de su bolsillo, redondeada y suave, de tanto
sobarla con sus ásperos dedos-
Pedro.- esta piedra la cogí en el
río cuando era pequeño, ahora es tuya y cuando te sientas desfallecer apriétala
fuerte en tu mano y acuérdate de tu abuelo.
Recuerda que estoy aquí y sigo
esperando a que vuelvas a visitarme. Este, será nuestro secreto.
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