Los días seguían pasando; el
colegio, el trabajo, el pasar cada tarde por el bar antes de ir para casa; la rutina de siempre a la que ahora se había
acoplado Claudio todas las tardes y desde allí ya se iba al hospital.
-Ese día Ernesto parecía intranquilo-
Laura.- puedes parar ya de mover
el pie, que parece que tienes el baile de San Vito
Claudio.- está nervioso hoy, ¿No os
han dado aún cita?
Ernesto.- no, no es nada
Claudio.- mañana hablo yo con Ester
a ver cómo van las cosas
Ernesto.- que no, que no es eso
Laura.- pues que te pasa
Ernesto.- nada, que estoy nervioso,
pero no tengo un porqué
Claudio.- a veces el cuerpo es como
una olla exprés, por tanta presión, cuando menos te lo esperas se pone la
válvula a dar vueltas
Laura.- claro y si no da vueltas
estalla, no te digo
Claudio.- pues mejor que de vueltas
de vez en cuando
Jaime.- mamá, puedo pedirle a
Raúl un algo, que ya he terminado la coca
Laura.- vale, pero para después
de cenar
Claudio.- ¿os apetece otra ronda?
Que hoy es pronto
Laura.- bueno, pero no pidas
nada de tapa para mí
Ernesto.- ni para mí, que luego no
ceno
Claudio.- pues si que estáis hoy
raros
Laura.- y tú, que ya vendrás
cenado
Claudio.- yo luego a media noche me
como un bocadillo de algo
Laura.- ¿Pero a esas horas hay
bocadillos?
Claudio.- no, que va; cuando llego paso por la cafetería y me lo
hacen, llevo muchos años haciendo lo mismo
Ya es hora de irse a casa,
cenar y acostar al pequeño.
Esa noche Ernesto tiene
una conversación pendiente con Laura, que hace tiempo le araña en las tripas.
Laura.- vamos a la cama que
mañana hay que madrugar
Ernesto.- ven, siéntate un momento
que quiero hablar contigo
Laura.- ¿pasa algo? Si ya te veía
yo raro
Ernesto.- no pasa nada, pero
siéntate
Laura.- no me asustes
Ernesto.- que no es nada grave
Laura.- y no lo podemos hablar en
la cama
Ernesto.- ¡coño que te sientes! Que
tengo que hablar contigo
Laura.- pues me siento
Ernesto.- ¿Cuándo has pensado que
vallamos al pueblo a decírselo a tus padres?
Laura.- no sé, ya sabes que no
nos llevamos bien, cuando les dije que dejaba de estudiar y que nos casábamos
ya dejaron muy claro que yo pasaba solo a ser un cero a la izquierda
Ernesto.- de eso hace ya mucho
tiempo y una vez al año vamos a verlos y no pasa nada
Laura.- pero si están deseando de
que desaparezcamos, para una puta noche que dormimos allí al año y se pasan el
día hablando de su hijo el que está en Alemania y lo que lo echan de menos,
pues que se lo metan por donde les coja
y a nuestro hijo ni lo miran, ni un puñetero detalle. A ver ¿le han
hecho alguna vez un regalo para reyes o para su cumpleaños? ¡Nunca!
Ernesto.- pero son sus abuelos y lo
deberían saber
Laura.- ¿para qué? Tú no tienes
padres ni hermanos, pero yo es como si no los tuviera
Ernesto.- podemos hacer un poco la
vista gorda e ir un día, vamos en el autobús de la mañana y después de comer
nos cogemos el de la tarde otra vez
Laura.- si es que sé que se va a
liar. Cómo le dé a mi madre por decir pobrecito o
le dé por soltar una lágrima de cocodrilo, la monto, ya te aviso
Ernesto.- muy bien y si no es así ¿entonces?
Laura.- entonces no vuelvo a
mirarlos a la cara ni en su lecho de muerte
Ernesto.- ves como no puede ser
contigo
Laura.- pues por eso, lo mejor no
ir
Ernesto.- vamos a dormir y piénsalo
Laura.- claro, ahora vamos a
dormir, ahora con el jaleo en el cuerpo.
Si sabes que hablar de ellos me
pone enferma ¿para qué dices nada?
Ernesto.- porque sí, porque hay que
hacerlo; que te crees, que a mí me apetece verles la
cara, pero las cosas están como están y punto
Laura.- pues tú, organízalo como
quieras, pero si hay que pasar allí más de tres horas yo no voy, te coges tú
solo a Jaime y arreando
Ernesto.- mira que te llegas a
poner modorra
Laura.- piensa lo que quieras,
vete a dormir que yo me voy a tomar un colacao con galletas a ver si me pongo
como una foca y así que digan que estoy gorda con razón
Ernesto.- pero desde cuando estás
tú gorda, quien te ha dicho eso
Laura.- ella, cada vez que hemos
ido. .- “hija estás muy gorda” “mira
la mujer de tu hermano que delgadita está”
Estoy de mis padres, mi hermano y su mujer hasta el…..
Ernesto.- que tienes razón, pero
son así.
Al día siguiente a la
hora de comer de vuelta a casa Ernesto para a tomarse un vino por el bar.
Cosa
poco habitual, pero bueno un vino no viene mal por si al llegar sigue la fiera
de uñas.
Raúl.- Qué ¿se te paso ya el
telele?
Ernesto.- si es que le he dicho a
Laura que vallamos al pueblo a decirles a sus padres lo de la enfermedad de
Jaime y casi me come
Raúl.- en parte es normal, yo no
me quiero meter en nada, pero yo, ya te digo que no iba
Ernesto.- y que crees, que me
apetece a mí, pero son sus abuelos
Raúl.- vamos hacer una cosa, a
ver qué te parece:
Tú déjame que yo hable con
Patri una cosa (que no va a decir que no) y esta tarde te digo
Ernesto.- no me prepares ninguna
Raúl.- pareces tonto ¿no te fías
de mí?
Ernesto.- tú sabrás, me voy a comer
a ver cuando llegue que me encuentro en casa
Raúl.- pues a Laura y a Jaime,
como todos los días
Ernesto.- como todos los días… o no
Raúl.- anda tira que se te va a enfriar
la comida
Cuando llega por la
tarde al bar Ernesto, allí están esperando Laura y Jaime sentados en la mesa de
siempre
Al momento sale Patri de la
cocina y se sienta con ellos y en un segundo allí está Raúl con dos cañas, dos
verdejo y una cola. Deja las
consumiciones sobre la mesa y se sienta también a la mesa.
Laura.- ¿pasa algo?
Ernesto.- no, pero va a pasar
Patricia.- que exagerado eres
Raúl.- hemos estado hablando
Parti y yo.
Hemos pensado que como
Ernesto tiene carnet y para que no se le olvide conducir, el sábado o el
domingo por la mañana os cogéis nuestro coche y os vais al pueblo
Laura.- pero mira que eres
parlanchín
Ernesto.- que yo no sabía nada
Patricia.- es lo mejor, ir tenéis
que ir tarde o temprano, pues cuanto antes mejor
Raúl.- así os volvéis cuando
queráis sin tener que esperar a ver si hay autobús o aguantar hasta el día
siguiente
Laura.- no está mal la idea, pero
coger vuestro coche
Patricia.- ¿cómo nuestro coche? Es
vuestro, a nadie le interesa a nombre de quién está
Raúl.- perdonar, pero me
gustaría ver la cara que ponen
Patricia.- cuando lleguéis paráis en
la puerta. “ZAS” en todo el hocico, que
los conozco de hace mucho tiempo
Laura.- recuerdas cuando de
pequeñas corríamos calle arriba desde la plaza porque llegábamos tarde
Patricia.- que padres más soberbios
nos tocaron, pero mira
Raúl.- eran otros tiempos
Patricia.- qué coño otros tiempos,
que vivían amargados y solo estaban bien si amargaban a los demás; mira los míos que Dios los tenga en la
gloria, pero vamos, que no sé yo si les habrán abierto la puerta.
Raúl.- que burra eres
Patricia.- la verdad, el día que
dije que me iba lo único que echaron de menos fueron mis manos a la hora de
fregar, lavar y echarle al ganao. Anda y que les den.
Coño que vinieron a nuestra boda y nos
regalaron un gato de porcelana, no me jodas
Raúl.- es verdad y cada vez que
lo veías en el pasillo le dabas con el pie hasta que se por fin cayó de lado y
se le partió la cabeza
-Jaime que estaba tan callado escuchando esas historias-
Jaime.- ¿y rompiste el gato?
Patricia.- y mucho que tardé; qué la culpa no la tenía el pobre gato
Entre historias
de aquellos años en el pueblo y carcajadas pasaron la tarde.
Con buen humor se pasan mejor los malos
tragos.
Sigo leyendo esta historia .. tan sensible que me conmueve mucho por su temàtica y porque creo que es importante visibilizar esta enfermedad en los niños/as de gran incidencia en el mundo y fundamentalmente en Amèrica Latina .. Gracias
ResponderEliminarEspero sea de tu agrado su lectura
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