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martes, 21 de enero de 2025

El lago

 

   Sus sonidos, sus silencios,

alegrías convertidas

en recuerdos de otros tiempos,

soledades dedicadas

como canciones al viento.

     Refugio tras bambalinas

al final de la función,

cuando las luces se apagan

y el escenario desnudo

se esconde tras el telón.

      Cuando la voz ya no canta

y el público se ha marchado,

cuando los aplausos son

un retumbar del pasado.

  Están desiertas las plazas

que me vieron sonreír,

oculto tras la careta

que se ajusta a tu fingir.

  Fuente que lanza sus aguas

envueltas en colorines

que ofrecen felicidad.

     Melodía que generan

sus gotas chapoteando,

percusionando la edad.

       Los años siguen pasando.

Pero mi entrañable amigo,

el lago de mis anhelos,

el de las noches calladas,

siempre esperándome está.






domingo, 19 de enero de 2025

Tres estrellas - Cap.-04

 

 

        Mientras Luisa preparaba la comida para las dos como de costumbre, ella cogió la llave pegada detrás de la máquina, antes de ponerse a vestir la mesa con su mantel, platos, cubiertos y vasos.   Después de la hora del café y con todo ya recogido le dijo a Luisa que se iba a dar una vuelta como casi todas las tardes.

Luisa.- sal y despéjate un poco, a ver si te da el aire que hoy tienes una cara que das lastima

Soledad.- que estoy bien

Luisa.- pues esta mañana me has dado un susto que pa’qué

Soledad.- no te preocupes, si estuviese mal te lo decía

Luisa.- anda, tira y pasea un rato, que te vendrá bien

     Fue directa hasta las taquillas, buscó el número correspondiente y la abrió sin esperar a nada.  Había una nota sin sobre ni nada.

      Cada día entendía menos de que iba todo aquello, ahora le decía que debía de acercarse lo más posible al novio de Andrea y que intentase enterarse del sitio donde acudía ciertos fines de semana a reuniones clandestinas, pero sin levantar ninguna sospecha y que el resultado, lo dejase en una nota en una taquilla y la llave en el sitio de siempre; cuando fuera a dejar la próxima llave, aprovecharía para recogerla.

 

      Le tocaría darle un poco de cuerda al imbécil ese, pero como se le ocurriese hacerle una mínima insinuación pasada de tono, se iba a tragar los dientes.    De todas formas era difícil el verlo, a no ser que se quedase algún otro día a comer con ellas. Cosa que no era muy habitual.

      El sábado como de costumbre salieron hasta las tres. Una vez pasada cierta hora, solo quedaban borrachos y gente con ganas de bronca.   Ellas preferían pasar de esas movidas raras.

     Una vez acostadas, Soledad se levantó y esperó en silencio en el sofá; no tardaría mucho en llegar Antón.   Cuando oyó la cerradura de la puerta se puso en pie.

Soledad.- ven un momento Antón

Antón.- ¿me estabas esperando?

Soledad.- he pensado en echarte una mano en eso que dijiste, pero a mí hay cosas que no me van, ya te lo advierto

Antón.- ¿a qué te refieres?

Soledad.- a lo que insinuaste la otra noche, tengo otro tipo de gustos

Antón.- lo siento, tú te lo pierdes

Soledad.- a que te echa una mano tu madre

Antón.- que era broma

Soledad.- pues a bromear a otro sitio

Antón.- tranquila, ya me dijo Andrea que Chus y tú; bueno eso

   --Cada cual que pensase lo que quisiera, en esa ocasión, hasta le había venido bien--.

Soledad.- bueno ahora a dormir, a ver si se va a despertar Andrea y va a pensar lo que no es

Antón.- ya hablaremos

Soledad.- hasta otro día

Antón.- ¡ah! y muchas gracias, de verdad

 

        Al día siguiente qué casualidad, Antón no se levantó hasta la hora de comer. 

 Por un momento, el surrealismo se instalaba en aquella mesa.   Antón clavaba los ojos en lo que dejaban entrever los botones desabrochados del pijama de Soledad; esta, en vez de taparse, dejaba caer algo al suelo para curvar un poco más su cuerpo.

   Chus, jugueteaba como siempre haciendo picardías; le gustaba apretar con su mano el muslo de Andrea para picarla, mientras Soledad levantaba la mirada acompañada de una sonrisa que  gritaba:   Las verás, las verás, pero no las catarás.

Andrea.- coño Chus, para ya, que sabes que no me gusta

Chus.- pero si es una broma

Soledad.- dame un besito cariño, que esta Andreita es más arisca

Andrea.- ya está la celosa

Soledad.- yo celosa de qué, ven dame un beso tú también

Andrea.- anda, aparta, que te estás volviendo igual de pesada que ella

Chus.- si en el fondo le gusta, pero es una reprimida

Antón.- joder que comida me vais a dar hoy

Andrea.- tú mejor cállate, y deja de mirarle las tetas a Sole

Chus.- lo siento majo, pero para ti no hay nada

Soledad.- miauuuu

Antón.- de mí, ir pasando, que yo quiero comer tranquilo

Chus.- anda Andrea, dale un besico a tu novio

Soledad.- si no se lo das tú, se lo doy yo

Andrea.- os estáis poniendo muy tontas y me voy a enfadar     

Antón.- venga, ya vale con la broma, que la conozco y al final se enfada

Andrea.- tú y yo, ya hablaremos

 

      Después de comer, Andrea se fue a acompañar a Antón hasta la estación de tren, debía de estar en casa al día siguiente, para cumplir con su trabajo toda la semana y esperar al sábado para volver.

  Esa tarde, con las persianas bajadas, en el sofá viendo la tele, Soledad pudo presentir que Chus, estaba confundiendo sus intenciones.  Para ella no era más que un juego y no estaba en su ánimo el dar falsas esperanzas, que pudieran hacer daño a alguien.

Soledad.- oye Chus, no quiero que te moleste lo que te voy a decir, pero me dijiste que las mujeres te daban miedo y tienes razón;   todo lo que sea pasar de un juego, puede ser peligroso.  Yo lo último que quiero son malos rollos entre nosotras y para eso lo mejor es tener las cosas claras.

Chus.- ya lo sé, perdona si tal vez…

Soledad.- que no, que no pasa nada, pero quiero que tengamos las cosas claras

Chus.- que me gusta darte masajes y besuquearte, pues sí, pero sé dónde está el límite

Soledad.- vamos, que a mí también me gusta que lo hagas, pero hasta ahí  

Chus.- y si algún día nos pasamos, pues tampoco se va a caer el cielo por eso

Soledad.- pero intenta no pasarte

Chus.- si algún día ocurre algo será porque te pases tú

      --Soledad la abrazó y le dio un beso--

Soledad.- pero si es que eres un sol de mujer.  Si no me gustasen los hombres…

Chus.- anda tonta, abrázame fuerte que me gusta

       Allí se quedaron toda la tarde viendo una película de esas que le gustaban a Chus, hartándose las dos a llorar cada vez que había una escena ñoña.

    ---Al atardecer llegó Andrea.

Andrea.- anda qué, habéis echado bien la tarde, ni la mesa habéis recogido

Soledad.- aquí, tan a gusto, ahora la recojo, siéntate si quieres

Andrea.- bien os habrá sudado la fandanga, bien

Chus.- hala… ya soltó la coz, mira que eres burra

     ---Mientras Soledad recogía la mesa.

Andrea.- estoy enfadada, hoy os habéis pasado ¡las dos!

Soledad.- ¿y yo que he hecho?

Andrea.- calla mala pécora, que se te han visto al agacharte hasta las entrañas

Soledad.- bueno perdona, que no volverá a pasar

Andrea.- dice Antón que como os aguanto

Chus.- pues porque nos quieres, por qué va a ser

Soledad.- ya está recogido, ves como no se tarda nada

Andrea.- ¿os apetece salir un rato o vemos una peli aquí las tres?

Chus.- una peli

Soledad.- no sé, yo ya estoy harta de llorar

Andrea.- a no, si ponemos una peli la escojo yo

Soledad.- entonces peli, voy a la cocina a por unos frutos secos y unas copas de vino

Chus.- tú Andrea en medio

Andrea.- no que me magreáis entre las dos

Soledad.- te prometo que yo no

Chus.- y yo tampoco

Andrea.- bueno, dejaros ya de bromas hoy

     A Andrea le gustaban las películas de guerra, así que eligieron una de la segunda guerra mundial.   Daba igual, viesen lo que viesen, Chus siempre; fuera por una cosa o por otra, tenía que soltar la ración de lágrimas correspondiente.




viernes, 17 de enero de 2025

Me duelo

 

Me duelo en el inicio

de este pensamiento inacabado.

 

Me duelo en cada pisada

que deja huella en la nieve.

 

Me duelo en los momentos

carentes de tiempo .

 

Me duelo en cada verso

disonante por pereza.

 

Me duelo con el gesto

que oculta el llanto.

 

Me duelo con los sinsentidos

ausentes de sentimientos.

 

Me duelo en la soledad

acompañada de olor a lluvia.

 

Me duelo en el dolor

que ya ni siquiera duele.




miércoles, 15 de enero de 2025

Tres estrellas - Cap.-03

 



     Esa noche ya con el pijama puesto, nada más cenar dijo que se iba a su habitación. El sobre parecía quemarle en el bolso, pero por otra parte, no le apetecía nada que aquello cambiase.

Andrea.- ¿te pasa algo? Te veo como rara

Soledad.- no, que hoy estoy cansada, he tenido un día…

Chus.- anda porfi, quédate un poco a ver la tele aquí y te doy un masaje

Soledad.- no se

Andrea.- mira que eres pesada, pues si está cansada

Chus.- es que tú eres una aburrida, te sientas y te duermes

Soledad.- vale, pero solo un ratito, no pongas una de esas películas ñoñas que luego quieres ver hasta el final;  que aparte de ser un rollo, encima te hartas de llorar

Chus.- no, hoy ponemos una serie y así vemos los capítulos que queramos

Andrea.- pues ir al sofá, que ya recojo yo todo antes de irme a la cama

Chus.- túmbate que te voy a dar un masaje que te voy a dejar nueva

Andrea.- mira que eres sobona, mucho te gusta andar metiendo mano

Soledad.- pero da los masajes muy bien

Chus.- ves lista; ahora cuando vengas me traes la crema

Andrea.- hacer lo que queráis, tú igual que ella, el caso es que te magree

Chus.- oye maja que yo no la magreo

Andrea.- que me olvides, a mi no me gusta y punto

Soledad.- pero no seas tan arisca, ven que te damos un masaje entre las dos

Andrea.- dejarme en paz, que a mí el pescado no me gusta; me voy a dormir

Chus.- hasta mañana

Soledad.- luego paso a darte un besito

Andrea.- vete a la mierda guapa

Soledad.- hasta mañana reina

 

        Tras un par de capítulos de una serie policiaca y bien embadurnada de crema en cada rincón de su cuerpo, se quedaron las dos dormidas en el sofá.  A las seis cuando se levantó Andrea y ver que la televisión seguía encendida, se acercó hasta el salón.  Se limitó a taparlas con una manta, apagar la tele y se fue a trabajar.

      

       --La alarma del reloj comenzó a sonar—

Chus.- vamos que ya es hora

Soledad.- me voy a la cama

Chus.- despierta ceporra, que es hora de levantarse

Soledad.- no me jodas, que hemos dormido aquí

Chus.- pues parece ser que sí

Soledad.- bueno, pues habrá que ir a trabajar

  

  Una ducha mañanera y a vestirse.   Sentía curiosidad por ver lo que había en el sobre, pero se le hacía la hora y no quería llegar tarde.  Un vistazo rápido y luego ya al medio día lo miraría con tranquilidad.

    No estaba mal la cosa; una cartilla de un banco y una nota que no parecía ser demasiado extensa.

   Para que esperar a la hora de comer,  allá a las doce, se fue al servicio para quitarse la incertidumbre de encima.   La libreta bancaria estaba a su nombre y en ella constaban dos ingresos de mil quinientos euros.  Se dispuso a leer la nota, no sin antes guardar la libreta en el bolsillo lateral de su bolso.   No entendía nada, aquellas letras solo eran para decirle que en esa cartilla se le iría ingresando dinero, para que tuviese unos ahorros cuando acabase su misión. (Pero qué misión; servir tras una barra vino y cafés)  Le indicaba que se comunicaría con ella del mismo modo, poniendo una llave con un imán en la parte trasera de la máquina de tabaco siempre a primeros de mes. Que siguiese como hasta ahora, lo estaba haciendo muy bien y que no abandonase la ciudad bajo ningún concepto.

   Pues vaya, y ella que se imaginaba que le iban a encomendar algo importante como infiltrarse en una banda de narcotraficantes o algo así. Claro que es ese barrio, aparte de cuatro porreros de mariguana, poco más había.

 

Luisa.- de qué te vienes riendo

Soledad.- que creo que soy tonta

Luisa.- pues vaya, ya era hora de que te dieses cuenta

Soledad.- que te lo digo en serio

Luisa.- ya, ya, si se nota

  

      Llegó el fin de semana que daría un nuevo vuelco a su vida. Andrea se había ido a ver a su familia, así que Chus y ella fueron solas a cenar y luego a la discoteca. Allí se estuvieron riendo de todo aquel que se les acercaba; cuando se creían que ya las tenían en el bote, ellas se daban un morreo, dando a entender que habían pinchado en hueso.     Roberto desde la barra las vigilaba, riéndose de lo malas que podían llegar a ser.  Copa tras copa, allá a las tres ya se encontraban algo perjudicadas y la prudencia les aconsejaba que mejor irse para casa antes de cometer alguna tontería.  Mejor llamar a un taxi, que ir dando tumbos o agarrándose a las farolas por la calle.

   Al llegar a casa su cuerpo no daba para más, así que directas a la cama.  Chus no se permitió ni el lujo de desnudarse, cayó sobre la cama como una piedra de mármol.

   A soledad se le movía toda la habitación. Se levanto a lavarse la cara y se quedó en el sofá sentada a ver si era capaz de mantener en su sitio los muebles que la rodeaban dando vueltas.     Por fin, pudo quedarse dormida.

    

        Entre sueños sintió como alguien la abrazaba y la apoyaba sobre su pecho.  Unos labios rozaban los suyos, era algo agradable a lo que no prestar atención, seguro que era Chus, que estaba mimosa a cuenta de la borrachera.

     Cuando la luz empezaba a entrar por la ventana, se llevó una gran sorpresa: Allí, abrazado a ella, mirándola, estaba Antón el novio de Andrea.  Volvió a cerrar los ojos, aquello no podía ser.  Los volvió a abrir. 

Soledad.- se puede saber que haces

Antón.- nada, pensando una cosa

Soledad.- ¿y para pensar me tienes que abrazar?

Antón.- y porqué no

Soledad.- creo que te estás pasando y no sabes a lo que estás jugando

Antón.- te tengo que proponer algo

Soledad.- mira, quien me de masajes ya tengo y  para un achuchón me sobran

Antón.- no me refería a eso

Soledad.- que me da igual, haz el favor de soltarme y olvidemos que esto ha pasado

Antón.- vamos a la habitación, no sea que se levante Chus

        Antón se puso de pie y le tendió la mano para que se levantase. Soledad no estaba segura de lo que hacer,  era una decisión con sensaciones enfrentadas.

Soledad.- mira, pensándolo bien, no me merece la pena

Antón.- lo que te voy a proponer, no se lo digas a nadie, ni si siquiera a estas dos

Soledad.- no me propongas nada, que te va a dar igual

Antón.- al menos escúchame.   Estoy buscando una persona, que haga de correo entre unos compañeros a los que no se les puede ver juntos

Soledad.- ahora sí que me he perdido

Antón.- simplemente piénsalo, alguien iría al bar y te diría algo, al rato llegaría otra persona, y con una frase acordada, tú se lo repetirías sin más

Soledad.- esto me suena a ilegal

Antón.- pues sí, pero nunca nadie sabría nada de tu participación

Soledad.- ¿y yo que saco de eso?

Antón.- podríamos vernos a solas en otro sitio, sin que nadie se enterase y… bueno ya sabes

Soledad.- mira, sal por la puerta e imaginemos que hoy no has venido por aquí

Antón.- bueno, tú piénsatelo

            Soledad no se lo podía creer, el novio de su amiga era un cerdo; le daba igual a lo que se dedicase, incluso le habría ayudado, aunque solo fuera por tener algo de actividad, pero esa chulería machista.  Pero que se había creído, ella no necesitaba a ningún tiparraco para darse un revolcón.

     Mejor olvidarlo, le hacía sentir incomoda el pensar que por un  momento había estado a punto de coger su mano e ir a la habitación; Habría sido un gran error que por suerte no se había producido.

 

      A mediados de mes volvió de nuevo el señor enigmático por el bar a dejar otra llave tras la máquina.

    .- qué coño, pinta este por aquí ahora (pensó Soledad)

Luisa.- Sole despierta, que te duermes

Soledad.- ya van esas tostadas

Luisa.- qué te ha pasado, por un momento pensé que te estabas mareando

Soledad.- y  por qué

Luisa.- te has quedado pálida como la cera ¿estás bien? Ni que hubieras visto un fantasma

Soledad.- nada, no pasa nada, ha sido un lapsus

Luisa.- si te encuentras mal, siéntate un rato que yo me las apaño sola

Soledad.- tranquila, vamos, que a estos los aviamos en un momento

 

      Esperaría hasta la tarde para salir a dar un paseo y pasar a recoger el nuevo mensaje.   Dijo que pasaría a primeros, así que esto debía de ser importante, o tal vez no, esto cada día era más raro.

 


domingo, 12 de enero de 2025

Tres estrellas - Cap.-02

 

 

     En el bar, en casa, iban pasando los días.   Los fines de semana cerraban el bar al público, de todas formas no había demasiado movimiento y el sábado por la tarde, aprovechaban las dos mano a mano, para hacer una limpieza a fondo.

  Luego Soledad se iba a cambiarse de ropa a casa; junto con Andrea y Chus, cenaba algo en cualquier sitio y se iban las tres de discoteca hasta las tantas (cosa normal en gente de su edad).

Soledad.- dijiste que hoy venía tu novio

Andrea.- sí, llegó sobre esta tarde las cinco

Soledad.- ¿y luego viene por aquí?

Chus.-  Antón siempre esta liado con reuniones

Andrea.- luego a las cuatro o así suele llegar a casa

Soledad.- vale, vale

Andrea.- pero mañana seguro que come con nosotras

Chus.- verás que es muy majo, pero muy vergonzoso

Andrea.- es muy suyo

Chus.- y feo con ganas

Andrea.- ¡como que feo!

Chus.- ja, ja, como sabía yo que saltaba     

Soledad.- mira que eres mala

 

   Soledad, llevada un rato viendo apoyado en la esquina de la barra de la discoteca a un cliente del bar ya entrado en canas, estaba solo y mirando hacia la pista como si estuviese buscando algo.

Soledad.- señor Roberto, como usted por aquí

Roberto.- pues ya ves Sole, matando el aburrimiento

Soledad.- y su señora

Roberto.- a esa le gusta más el bingo que a los chivos la leche y a mí me aburre  

Soledad.- venga si quiere con nosotras

Roberto.- no, no, estoy bien aquí, yo soy demasiado mayor y vosotras tendréis que encontrar novio

Soledad.- no tengo yo otra cosa que hacer

Roberto.- tira, que te están esperando, yo todos los miércoles y sábados, aquí estoy hasta que cierran, ya sabes, para lo que necesites

Soledad.- pues mire, lo mismo me paso por aquí algún miércoles

            --Así quedó la cosa, sin más--.

 

    Roberto era un señor muy apuesto y agradable; llamaba la atención porque siempre iba como un pincel, y en sus ojos no se veía la típica mirada babosa de otros que iban por el bar. Tenía pinta de ser culto y una persona con la que poder entablar cualquier conversación.   Así que bueno, al miércoles siguiente, cuando salió del trabajo, cenó algo por ahí y pasó por la discoteca a estar un rato charlando con el señor Roberto.

Soledad.- he venido a verle, como le dije

Roberto.- pues te lo agradezco, la verdad es que ya me aburre siempre lo mismo

Soledad.- además los días de diario hay poca gente, se le debe de hacer larga la noche

Roberto.- pero no me llames de usted, que bastante mayor soy ya

Soledad.- hay una cosa que me tiene con la intriga
Roberto.- pues tú dirás

Soledad.- usted, bueno tú, ¿en que trabajas?

Roberto.- nada, tú te lanzas sin anestesia

Soledad.- no, verá, es que es extraño, siempre lleva chofer y un acompañante que parece un armario

Roberto.- son cosas del ministerio, pero no tiene importancia

Soledad.- no serás ministro, yo es que soy muy despistada

Roberto.- no maja, ahora soy un funcionario cualquiera, que dentro de unos meses se jubila y a pasar de tanta tontería

Soledad.- pero no es muy joven para jubilarse

Roberto.- privilegios del escalafón

Soledad.- pues mira, mejor, que eso tiene que ser una incomodidad

Roberto.- y que lo digas, mi mujer está harta de no poder ir a ningún sitio solos

Soledad.- y para ellos, vaya rollo, ahora les toca esperar aparcados en la puerta

Roberto.-  no, se los ha llevado mi mujer.  Que la escolten a ella, y al paso que jueguen unos cartones

Soledad.- ¿pero ella también está en el ministerio?

Roberto.- que va, pero que yo tampoco estoy en ningún ministerio; que son los del ministerio los que nos imponen los escoltas dependiendo del nivel que se marca en cada momento, pero es una tontería, ya ves aquí, si en esta ciudad somos cuatro gatos y nos conocemos todos

       Cambiaron de conversación, con una copa entre las manos.   Semana tras semana aquello se convirtió en algo habitual; otra forma de vida nueva que guardar en secreto, para evitar malas interpretaciones de aquellas citas nocturnas, que podían incomodar a su esposa.

   

     El resto de la semana la rutina se había instalado en sus quehaceres cotidianos, pasando los días sin pena ni gloria, pero muy a gusto con las nuevas personas con las que compartía su tiempo.    Cada cierto tiempo una llamada de teléfono a sus padres para que supieran que estaba bien.  Por las noticias se enteraba de donde había tropas españolas y ellos en la televisión se entretenían mirando con detalle cuando veían las noticias, intentando ver a su hija entre los voluntarios.

 

   Habían pasado dos meses y todo seguía sin novedad, no entendía que hacía allí, pero bueno, en parte mejor, le gustaba esa forma de vivir, que nunca había imaginado para ella.

 

      A primeros de mes, una mañana, cuando más jaleo tenían con los desayunos, vio entrar al señor misterioso (su superior) al bar. Este se acercó a la máquina de tabaco y metió la mano en su parte trasera.    Antes de que le diera tiempo a salir de la barra, ya había desaparecido.

    Esperó a que se pasase el follón;  una vez terminaban con los cafés y las tostadas, ella recogía las mesas y Luisa se iba al servicio.  Ese momento lo aprovechó para mirar detrás de la máquina de tabaco.

    Allí había dejado un pequeño imán con una llave que tenía aspecto de ser de una taquilla o un candado.   Por las letras que llevaba troqueladas junto al número treinta, parecía ser de la terminal de autobuses.

     Después de comer y pasada la hora del café, tenía la costumbre de salir a dar una vuelta por la zona para despejarse y estirar un poco las piernas  (aunque estuviese siempre de pie, no era lo mismo y le venía muy bien un paseo con tranquilidad).

     Se acercó hasta la terminal; miró a un lado y otro, para ver si estaba por allí ese señor o si alguien la observaba demasiado.  Luego bajo las escaleras hasta cerca de los andenes y se dirigió a la zona de taquillas, buscó la marcada con el numero treinta para probar si esa llave la abría, no sin antes girar varias veces la cabeza para fijarse de que nadie estaba cerca.

    Efectivamente, dentro un sobre; lo cogió y volvió a intentar cerrar la taquilla.  Para volverla a cerrar y quedarse con la llave, debía de meter otra moneda, así que la dejó abierta, para que fuera utilizada por otra persona.

  Guardó el sobre en su bolso; no lo abriría hasta llegar a casa, y ya a solas en su cuarto, poder ver lo que contenía antes de dormir.

      

       Era una situación incómoda, con lo tranquila que había pasado ella esas semanas, y de nuevo tenía que aparecer ese tipo a tocar los pies.   Era algo previsible e inevitable, antes o después, tenía que saber de él y del porqué o para qué, estaba en ese nuevo lugar.

Luisa.- ¿te encuentras bien?

Soledad.- sí, por qué

Luisa.- te veo rara ¿estás nerviosa por algo?

Soledad.- no, debe de ser que lo mismo, está a punto de bajarme 

Luisa.- esto de ser mujer es una jodienda, di que yo ya, me olvidé hace tiempo de esa mandanga 

Soledad.- vamos, preparando que vienen los cagaprisas estos

Luisa.- siempre vienen que parece que pierden el tren y luego están aquí dos horas

Soledad.- bueno pero hacen gasto, siempre son cuatro o cinco rondas

Luisa.- es que si no, ya les había yo puesto las pilas

Soledad.- venga, que voy a hacer unas rabas y hoy los invitamos a una tapita para acompañar el vino

Luisa.- me parece bien, haz bastantes y las repartimos entre todos los clientes que vengan esta tarde.

     Mientras Luisa ponía los vinos de la barra y las diferentes consumiciones de las mesas, Soledad en la cocina distraía su mente calentando la freidora y rebuscando una bolsa de rabas que estuviese abierta en el congelador, que a saber donde la habría metido Luisa; seguro que abajo del todo. Esta mujer colocando era un desastre.

    Llegaban como cada tarde Roberto y su señora a ocupar la mesa de al lado de la ventana y enfrente siempre aparcado el coche con el chofer y el guardaespaldas.  Ella como de costumbre con un trato cordial hacia ellos al servirles y el usted por delante; la relación camarera / cliente, no tenía nada que ver con sus encuentros. Además eso, le daba una emoción especial a esas noches de miércoles, de las que solo ellos sabían.