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viernes, 31 de enero de 2025

Excéntricos


 

         En un manicomio ingresaron a tres artistas a causa de su chifladura.

 Les aplicaron un tratamiento para borrarles todo lo que antes habían conocido y los indujeron a expresar toda la verdad de lo que pensaban durante las 24 horas.

       En su cuarto le dejaron a cada uno algo con lo que expresarse a forma de diario;  objetos que nada tenían que ver con lo vivido anteriormente, para poder evitar así cualquier resquicio o neurona distraída del exterior:   Un cuaderno junto a un bolígrafo, un blog de dibujo con una caja de pinturas de colores y un papel pautado sobre las teclas de un organillo.

   Todos días a media mañana y después a  la noche antes de que se acostasen, el director pasaba a visitarlos y así apreciar el progreso de expresión en cada descripción de sus actos, pensamientos y sueños.

Al principio tan solo encontraba: cuatro letras, dos trazos descolocados y unas notas sin armonía alguna. 

         Poco a poco su habilidad en la escritura, dibujo y musicalidad, fue dando forma a sus pensamientos cada vez más explícitos.  La lokura se iba plasmando día a día con claridad, mostrando no solo lo que pensaban, sino también sus inquietudes más enrevesadas, añoranzas y sueños irrefrenables de vuelos por el infinito.

La irrefrenable inducción a decir la verdad era más fuerte que su deseo de ocultar los sentimientos que albergaba su mente, y así es como fueron pasando de ser lokos a convertirse en genios.

      El escritor un día, comenzó a escribir con metáforas que irónicamente describían un cuadro o una melodía, formando un arco iris con sus lágrimas y fríos unicornios hundidos en el fango emulando su sonrisa.

    El dibujante, giró hacia las representaciones abstractas donde los colores y líneas reflejaban puertas de acceso imposibles de abrir a cualquier mortal que no tuviera la cordura iluminada por la ignorancia que abraza la falta de años o el desvarío de la ancianidad.

     Pero el músico, seguía expresando con claridad cada sentimiento, cada matiz de sus sueños.  Fue cambiando de compas, de clave, introduciendo alteraciones propias e impropias, incluso disonancias;  no lograba disimular su “yo”  profundo.     Hasta que un día, cuando su digitación alcanzaba el virtuosismo, comenzó por fin a interpretar una partitura con fusas y semifusas en puntos concretos.
      Sin ocultar su verdad, todos verían mover sus dedos como pasos en la carrera, pero nadie en su sano juicio sería capar de apreciar las huellas superficiales que en cada pulsación dejaba por el camino.

 

Cada cual que piense lo que quiera.

No tenía otra cosa que hacer.

C.a.r.l. (España)

 


2 comentarios:

  1. Pues muy bien cada artista con su batuta y personalidad

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  2. De todas las bellas artes, a mí, sin duda, la música me ha parecido siempre la hermana más perfecta, la más delicada y hermosa. La más capaz de expresar el interior de uno mismo sin posibilidad de ocultamiento.

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