A lo largo de la vida, he librado muchas
batallas.
Muchas las perdí, alguna gané y varias sigo
librándolas día a día.
Nací
desnudo, sin dientes, como cada hijo de vecino.
Mi
primera lección, lo primero que me enseñaron fue ponerme a llorar.
La primera batalla fue aprender a sonreír
y sobrevivir intentando borrar de la inexperta mente aquella primera y
traumática lección. Pero lo bien aprendido jamás se olvida y el
llanto, me ha acompañado toda la vida.
Las partidas del lenguaje que comenzaron
con unos simples balbuceos fueron siendo ganadas para dar inicio a los primeros
pasos. Otra partida que lograr
superar con las cartas a favor, camino de la independencia poco entendida.
El juego para ganar a la ignorancia, en
aquel colegio, frente aquellos libros de los que me aburrí demasiado pronto,
batalla primordial perdida, y desde entonces ella me acompaña allá donde voy, recordándome
a diario que solo yo tengo la culpa de llevarla en mi mochila.
Batallas varias contra los miedos, las
cuales se decía que debía afrontar con valentía; era
mentira, la única manera de vencerlos es conociéndolos e incluso llegar a admiradlos
por sus virtudes, solo sabiendo su fortaleza se pueden averiguar sus puntos
débiles; no para saber donde atacarlos en caso de necesidad, si no para
adormecerlos un poco en momentos críticos después de estudiar el cuándo, por
qué y cómo surgieron.
Las batallas más largas, esas que por
muchas veces que las pierdas o las creas ganadas, se revelan y siempre se
repiten. Las incesantes envestidas de los complejos que
se siguen retroalimentando de ese temor a ti
mismo, incomprensible, pero al que nunca llegas a dominar.
Guerrillas en el amor, tantas jugadas y tantas
perdidas, unas con coraza y otras a pecho descubierto, apuestas bajo la luna
donde se juegan amores, que se deshacen como escarcha con los primeros rayos
del sol.
(Incauto es el
sentimiento del que sueña con un beso).
En el
momento más álgido y eufórico se lucha contra la hipocresía, la vanidad y el
egocentrismo de los demás, sin mirarnos a nosotros mismos.
Pidiendo solidaridad y empatía en cada
frase, en cada verso, sin ni siquiera haber acudido al diccionario para analizar
su significado.
A cierta edad, solo nos queda el luchar por imposibles, dar consejos para que los que
vienen detrás no cometan los errores cometidos, pero que tontería, cada ser
debe seguir su curso.
Seguiremos viendo pasar el tiempo
intentando ahora tropezar en alguna cosa para evitar la monotonía y así seguir
pensando que mientras queden piedras en el camino, es que seguimos dando pasos
aunque sean pocos, cortos y torpes.
De nuestra última batalla, no merece mucho
la pena preocuparse. Esa está perdida de
antemano. Un rival demasiado desconocido
por el miedo a conocerlo; ya ves como para hacerle frente. Batalla en la que al final, por muchas que hayamos
ganado, solo discurriremos sobre los hombros de la amistad y el amor, mientras
el resto se entretendrán recogiendo las monedas, logros y miserias que hayamos guardado por
el camino.
C.a.r.l. (España)
Cuántas verdades en cada párrafo, me gusta mucho. Gracias por compartir esta pensada!!
ResponderEliminarQue bueno, que cierto y que real.
ResponderEliminar¡Qué razón tienes! Y qué obstinados a veces seguimos batallando por causas perdidas antes de empezar la batalla. Muy bueno Carlos
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