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jueves, 23 de enero de 2025

Batallas

 

    A lo largo de la vida, he librado muchas batallas.

 Muchas las perdí, alguna gané y varias sigo librándolas día a día.

 

      Nací desnudo, sin dientes, como cada hijo de vecino.

   Mi primera lección, lo primero que me enseñaron fue ponerme a llorar.

     La primera batalla fue aprender a sonreír y sobrevivir intentando borrar de la inexperta mente aquella primera y traumática lección.    Pero lo bien aprendido jamás se olvida y el llanto, me ha acompañado toda la vida.

     Las partidas del lenguaje que comenzaron con unos simples balbuceos fueron siendo ganadas para dar inicio a los primeros pasos.     Otra partida que lograr superar con las cartas a favor, camino de la independencia poco entendida.

     El juego para ganar a la ignorancia, en aquel colegio, frente aquellos libros de los que me aburrí demasiado pronto, batalla primordial perdida, y desde entonces ella me acompaña allá donde voy, recordándome a diario que solo yo tengo la culpa de llevarla en mi mochila.

 

     Batallas varias contra los miedos, las cuales se decía que debía afrontar con valentía;   era mentira, la única manera de vencerlos es conociéndolos e incluso llegar a admiradlos por sus virtudes, solo sabiendo su fortaleza se pueden averiguar sus puntos débiles; no para saber donde atacarlos en caso de necesidad, si no para adormecerlos un poco en momentos críticos después de estudiar el cuándo, por qué y cómo surgieron.

     

     Las batallas más largas, esas que por muchas veces que las pierdas o las creas ganadas, se revelan y siempre se repiten.    Las incesantes envestidas de los complejos que se siguen retroalimentando de ese temor a ti mismo, incomprensible, pero al que nunca llegas a dominar.

 

 Guerrillas en el amor, tantas jugadas y tantas perdidas, unas con coraza y otras a pecho descubierto, apuestas bajo la luna donde se juegan amores, que se deshacen como escarcha con los primeros rayos del sol.

(Incauto es el sentimiento del que sueña con un beso).

 

      En el momento más álgido y eufórico se lucha contra la hipocresía, la vanidad y el egocentrismo de los demás, sin mirarnos a nosotros mismos.

    Pidiendo solidaridad y empatía en cada frase, en cada verso, sin ni siquiera haber acudido al diccionario para analizar su significado.

 

   A cierta edad, solo nos queda el luchar por  imposibles, dar consejos para que los que vienen detrás no cometan los errores cometidos, pero que tontería, cada ser debe seguir su curso.

    Seguiremos viendo pasar el tiempo intentando ahora tropezar en alguna cosa para evitar la monotonía y así seguir pensando que mientras queden piedras en el camino, es que seguimos dando pasos aunque sean pocos, cortos y torpes.

 

    De nuestra última batalla, no merece mucho la pena preocuparse.  Esa está perdida de antemano.  Un rival demasiado desconocido por el miedo a conocerlo; ya ves como para hacerle frente.   Batalla en la que al final, por muchas que hayamos ganado, solo discurriremos sobre los hombros de la amistad y el amor, mientras el resto se entretendrán recogiendo las monedas, logros y miserias que hayamos guardado por el camino.


     Mientras tanto seguiremos batallando, pensando que esto que hacemos dejará al menos una simple reflexión, tal vez un pequeño recuerdo en aquel que un día llegue a encontrar casualmente nuestros papelorios y se digne a leerlos.


 

C.a.r.l. (España)




3 comentarios:

  1. Cuántas verdades en cada párrafo, me gusta mucho. Gracias por compartir esta pensada!!

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  2. Que bueno, que cierto y que real.

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  3. ¡Qué razón tienes! Y qué obstinados a veces seguimos batallando por causas perdidas antes de empezar la batalla. Muy bueno Carlos

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