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miércoles, 22 de enero de 2025

Tres estrellas - Cap.-05

 


  El martes por la tarde, una chica con el pelo corto y rojizo, se sentaba en una mesa a estudiar en el ordenador, mientras se tomaba un refresco.

Pelirroja.- ¿podrías venir un momento?

Soledad.- dime, que te apetece

Pelirroja.- ¿me podías dar la contraseña del wifi?

Soledad.- es sencilla: “LuisaBar”,  la ele y la be, en mayúsculas

Pelirroja.- la nuestra también es sencilla: “tres estrellas”

Soledad.- ¿perdona?

Pelirroja.- me envía Antón, ya sabes “tres, estrellas”

      --La chica se acabó el refresco, recogió el portátil y se fue.

         Las tardes siguientes, soledad estaba pendiente de todo aquel que entraba y no era habitual, pero nada.    El viernes al medio día entro uno con pinta de borrachín, un chaval jovencito y gafitas.

Soledad.- qué, vienes ya contento antes de ir a comer

Gafitas.- mañana en la catedral

Soledad.- ¿como dices?

Gafitas.- ponme un vino con tres, tres estrellas

         Soledad, ni cuenta que se daba de la contraseña

Gafitas.- tres estrellas y pon el vino que tú quieras

Soledad.- vale, perdona,   ya entiendo

      --Él se tomó el vino, pagó y se fue, mientras Soledad, seguía atendiendo al resto de clientes

Luisa.- anda que el chaval ese venía bueno

Soledad.- ese no se ha acostado todavía desde anoche

Luisa.- si alguno vieras que se te pone pesado, me lo pasas a mí, que yo lo enderezo en un momento

Soledad.- no, si no ha sido grosero, ni nada

     --A la tarde otra vez, la pelirroja se presentaba allí con el ordenador.

Soledad.- ¿por aquí otra vez a estudiar?

Pelirroja.- ponme un refresco

       Soledad le acercó el refresco hasta la mesa.

Pelirroja.- ¿y donde debo ir?

Soledad.- no, si aquí se está muy bien

Pelirroja.- tres estrellas (moviendo los labios sin sonido)

Soledad.- ah, eso, en la catedral.

      --A las dos horas, la misma canción.  Un hombre de mediana edad y barba se acercaba a la barra.

Luisa.- buenas tardes, ¿que desea?

Barbas.- un café de tres estrellas

Luisa.- pues me parece que de ese no tengo, pero le puedo poner un descafeinado

Barbas.- está bien, ponga un descafeinado

   --Luisa entro a la cocina riéndose

Luisa.- desde luego Sole, cada día la gente está más tonta; viene el tío ese que hay en la barra y me pide un café de tres estrellas.  Mira al final le puse un descafeinado

Soledad.- ¿quién dices que es?

Luisa.- ese de las barbas

    --Soledad, salió un momento a la barra.

Soledad.- buenas tardes, mañana en la catedral, ¿desea algo más?

Barbas.- ¿Cómo dice?

Soledad.- que no tenemos café “tres estrellas” mira a ver en la catedral

Barbas.- póngame una copa de coñac y me cobra

   --Soledad volvió a la cocina

Luisa.- a que te ha pedido un coñac de tres estrellas

Soledad.- solución, le he puesto el que me ha dado la gana

Luisa.- para otra vez le pones el más caro

    Si estaban quedando para mañana, ya no podía faltar mucha gente por venir, de todos modos estaría atenta, si alguien más le pedía algo con tres estrellas a Luisa, lo mismo se pensaba que era vacile  y se armaba gorda.

    Ya estaban a punto de cerrar cuando entró por la puerta Antón.

Luisa.- nos tocó el tardón

Soledad.- pues tiene toda la pinta

Luisa.- le voy a servir, pero como tarde más de un cuarto de hora, lo pongo de patitas en la calle

Soledad.- deja, deja, que voy yo

Antón.- me pone un café

Soledad.- ya estamos cerrando pero se lo pondré, lo quiere de tres estrellas o descafeinado

     --Luisa, se echó a reír desde la puerta de la cocina

Antón.- el que tenga más a mano

Soledad.- mañana cerramos, pero puede ir a ver la catedral

Antón.- pues es buena idea

Soledad.- le pido que no tarde mucho, que estábamos ya cerrando

Antón.- cóbrese y perdone, Ya sé de un sitio agradable donde volver

      Rápidamente se tomó el café y se despidió con gesto afable.

Luisa.- eso está bien, le vacilas y encima haces un nuevo cliente

Soledad.- cada día la gente es más rara

Luisa.- pues vamos, que hoy es viernes y es el día de salir a dar una vuelta con las amigas

Soledad.- ¿os juntáis muchas?

Luisa.- cuatro solteronas, una cena, unos cartones de bingo, una copa y a la cama, que estos cuerpos ya no están para muchos trotes

Soledad.- pero si estás echa una moza

Luisa.- ya, ya, y por muchos años

 

          Mientras cenaban las tres como cada noche, alguien abrió la puerta de casa.

Chus.- quién anda ahí

Antón.- soy yo

Andrea.- cómo tú por aquí

Antón.- nada, que he pensado en pasar la noche del viernes con mi chica

Chus.- que romántico

Andrea.- Qué ¿tienes reunión?

Antón.- no, es mañana, pero parece que te molesta que venga un día antes

Soledad.- que no le molesta, es que no te esperaba

Chus.- pero si queréis salir, salís vosotros solos que dos días a la semana va a ser mucho gasto

Antón.- si no os pensábamos llevar de carabinas

Soledad.- anda qué, ten amigos para esto

Andrea.- ¿quieres cenar algo?

Chus.- no, si encima habrá que darle de cenar y todo

Antón.- ya voy yo a la cocina y me hago algo

Chus.- vaya chollo, cocina y todo, y luego te quejas

 

        El sábado por la mañana Soledad fue hasta la terminal a dejar la primera nota, en ella le ponía que ese día se juntarían en la catedral, pero claro ella dejaría la llave ya el lunes y de que viniese a recogerla y luego viese la nota, a buenas horas.

     Por la noche lo de cualquier sábado y ya en casa, se volvió a quedar en el sofá esperando hasta que llegó Antón.

Soledad.- calla, habla bajito que se acaban de acostar

Antón.- muchas gracias por lo de hoy

Soledad.- entonces que sois los cuatro

Antón.- normalmente sí, ya los conoces para siempre

Soledad.- pero en que andas metido, para tanto secretismo

Antón.- es mejor que no sepas nada, ahora me tocará venir los viernes, que vosotras cerráis el sábado

Soledad.- o sea, que cada vez quedáis en un sitio

Antón.- cada semana lo vamos cambiando

Soledad.- pues dime un sitio y yo te lo dejo apuntado y lo recoges el sábado cuando llegues

Antón.- ¿no quieres que venga los viernes?

Soledad.- a mí me da lo mismo.  Como si quieres quedarte toda la semana

Antón.- pues sí, es buena idea, ya pensaremos un sitio

Soledad.- ¿y antes como lo hacíais?

Antón.- mejor que no preguntes, contra más sepas, más te puedes complicar la vida y no es mi intención.

  

      Se fueron a dormir y a descansar.  A primera hora de la mañana del domingo como era lo más habitual, Antón salía dirección a la estación del tren para volverse a su casa.

      Antes de salir de casa, entró con cuidado en la habitación de Soledad y le dejó una nota metida en una zapatilla, para que la viera nada más levantarse, al ponérselas para no andar descalza.

 

 

   


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