Cuando llegó a casa, dejó el paquete en
la habitación antes de ir a la cocina a ver que estaban haciendo de cena. Olía
muy rico, seguro que estaba cocinando Andrea, que tenía una mano especial. Cuando cocinaban Chus o ella, era noche de
tortilla francesa o embutido; sus conocimientos culinarios no daban para más.
Estaba nerviosa; algo le decía que en aquella
caja encontraría una sorpresa agradable, por lo que nada más cenar dijo que
estaba muy cansada y se iba a dormir.
Chus.- donde andarías anoche de pingo, que estás cansada
Andrea.- mira que es mala, sale todos los miércoles y
nunca cuenta nada
Chus.- tendrá algún amor escondido
Soledad.- sí, sí, qué más quisiera yo
Andrea.- oye y no suelta prenda la tía
Soledad.- ya os he dicho mil veces que me voy a pasear yo
sola y que ese momento es solo mío
Andrea.- anda, mala amiga, que esta noche dejas también
sola a Chus viendo la tele
Soledad.- pues quédate tú con ella
Andrea.- ya me quedé anoche y no se puede ver nada con
ella; entre los llantos y que no calla, ver una película con esta es un suplicio
Chus.- tranquilas, que al pan vendréis
Soledad.- vale, me voy un rato a mi cuarto mientras recoges
y salgo a ver una peli contigo
Andrea.- que maja es la Sole. Esta noche masaje
Chus.- cállate envidiosa
Andrea.- yo me voy a dormir, a mí no me pilláis entre
vuestras manos, que parecéis pulpos
Andrea se fue a su cuarto a dormir, era
la que más madrugaba y Chus se puso a recoger la cocina y fregar todo. Desde luego que Andrea cocinaba muy bien,
pero manchaba un montón de cacharros para cuatro mangadas que hacía, por lo que
estaba el fregadero lleno.
Soledad ya en su habitación, abrió el
paquete que le tenía intrigada. Dentro
una nota y varias prendas de cuero.
Abajo había unas cajas más pequeñas.
Dentro de ellas un casco y unas botas. Sobre la cama, una cazadora, unos
pantalones y unos guantes, por lo que se dispuso a leer la nota.
Que sorpresa, era un regalo de Roberto;
pegada con celofán, iba una llave con la que arrancar la moto que estaba en una
plaza de garaje cerrada cerca de su casa, para que en sus encuentros, nadie la
pudiese reconocer.
En un momento, ella en su mente se imaginó
como hacerlo. Bajaría a la plaza de
garaje, allí se cambiaría de ropa y saldría con la moto, llegaría luego al
garaje del apartamento y subiría en el ascensor. Luego a las tres horas el camino inverso.
Chus.- vas a salir de una vez o te has dormido
Soledad.- ya voy, estaba colocando unas cosas
Chus.- vamos tardona, que como me hagas entrar a
buscarte…
Soledad.- que ya
voy, vete escogiendo la peli
Una noche como tantas otras de masaje,
película y al final quedarse dormidas en el sofá.
Por la mañana, aprovechó que Andrea y
Chus ya se habían ido al trabajo, para bajar al garaje que estaba justo a dos
portales y dejar allí el traje, las botas y el casco.
La plaza era amplia (como para un coche
grande) allí pondría en la pared un perchero y un armario pequeño. La moto era preciosa, tal vez demasiado
grande para ella, pero en un par de noches ya la tendría dominada. Ahora
tenía que irse a trabajar; iba más contenta que unas castañuelas canturreando
acera adelante. Con aquella moto y la
vestimenta, solo le faltaba pedirle un arma al tal “Agustín” y ser una agente
secreta de esas que salen en las películas.
Ese viernes el primero que llegó por
sorpresa fue el “barbas”. Ya lo
consideraban un cliente más y Luisa siempre le vacilaba con ponerle un café con
tres estrellas; Él se reía y le seguía el juego, además se encontraba allí muy
a gusto y siempre pedía un par de consumiciones antes de marchar.
A media tarde llegaba el “gafitas”. Luisa aprovechaba ese momento para meterse a
la cocina para dejarlos solos a los dos.
Este era más sosainas, tomaba lo que pidiera ese día, hablaban un rato y
se marchaba.
Luisa.-
¿ya marchó?
Soledad.- sí, hace un momento
Luisa.- mira que es soso, con lo majo que es
Soledad.- cada uno es como es
Luisa.- pues dile tú algo
Soledad.- bueno sí, pues solo faltaría eso
Luisa.- que es muy majo y te mira con ojitos
Soledad.- que tenga cuidado no le ponga uno morado
Luisa.- con ese genio, no te casamos
Soledad.- ja, ja, ja, ahora es tarde señora
Luisa.- pues sí, una pena
Llegaban los de todos los días a ocupar la
barra, el par de matrimonios en sus respectivas mesas de cada tarde, los
jóvenes que se les notaba que hasta el lunes, no volvían al trabajo, preparando
para el fin de semana algún viaje a cualquier sitio donde hubiera fiesta.
Luisa.- que envidia, yo me pasé tantos años sin cerrar ni
un día, que nunca fui a ningún sitio
Joven.- pues vente este fin de semana, que vamos a un
concierto
Luisa.- bueno sí, mira a ver si te quieres llevar a esta,
que yo ya estoy para conciertos
Joven.- esta pasa de nosotros, anímate y te vienes tú,
que te cuidamos
Luisa.- hay que limpiar
Soledad.- vamos valiente, que yo me encargo de hacer todo
Luisa.- anda, anda, por qué no vas tú
Soledad.- a mí no me han invitado
Joven.- date por invitada ahora mismo
Soledad.- sí, ahora que te ha dado calabazas la jefa, me
invitas a mí
Joven.- mira que eres arisca Sole
Soledad.- yo no soy segundo plato de nadie
Luisa.- es arisca y tonta, ya ves, segundo plato
Joven.- nada que ya se ve, que ni la una, ni la otra
El grupo de los vinos marchó y al rato los
matrimonios, pero los jóvenes no parecían tener prisa ese día.
Luisa.- vamos que hay que cenar
Joven.- pon otras cañas
Luisa.- que no, que tengo que ir a cenar
Soledad.- una ronda de cubatas y me quedo yo a cerrar un
poco más tarde
Joven.- ¿cubatas antes de cenar?
Luisa.- pues desfilando, que me esperan para salir
Joven.- para otro día, te cojo la palabra Sole
Soledad.- de acuerdo, cuando queráis, pero ahora, cada
mochuelo a su olivo
Cuando cerraron, Soledad llamó a las
compañeras para decirles que iba a cenar con Luisa y que cuando acabasen la
cena se iba para casa, que Luisa luego, se iba al bingo con las amigas y a ella
no le gustaba eso.
No podía contener las ansias de enfundarse
en aquel traje y sentir la moto entre sus piernas. En el garaje se enfundó el pantalón, las
botas, la cazadora y los guantes; arrancó la moto y antes de salir por la
puerta se puso el casco.
Allí dentro, se sentía una mujer nueva, dio
un par de acelerones y se sintió poderosa al tiempo que le vibraba todo el
cuerpo. Solo un par de vueltas a la manzana para
dominar el embrague y encaminarse a la carretera, para sentir la velocidad en
su cara con la visera del casco levantada.
Cuando llegó a casa estaban las dos en el
sofá esperando.
Chus.- que tal la cena
Soledad.- bien, un poco aburrida
Andrea.- ven que acabamos de poner la peli
Soledad.- voy a prepararme un vaso de leche con galletas
Chus.- ¿pero no has cenado?
Soledad.- sí pero poco, eso del tartar y esas cosas no me gustan mucho
Andrea.- a mí las cosas crudas, tampoco me hacen mucho
tilín
Chus.- han quedado un par de montaditos de jamón y queso
y seguro que aún no están muy fríos
Andrea.- pues están buenísimos
Soledad.- pues mira, sí que me apetecen
Andrea.- tráetelos aquí y trae de paso algo de picotear,
unas copas y coges la botella de diamante que hay en la nevera
Chus.- buena idea
seguiremos leyendo la consecutividad de cada capitulo y su aprendizaje
ResponderEliminarDiálogo ágil y trama bien compuesta. Seguiremos sus andanzas. Un abrazo, maese.
ResponderEliminarLa Sole , que incaura es.. ja, ja, ja,
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