Las
piernas colgaban bailando. Sentado en el
borde del tejado, con las manos apoyadas en el viejo canalón que a punto estaba
de ser reemplazado, estaba aquel hombre,
a 30 metros del suelo y a un solo paso del cielo. Echó su cuerpo hacia atrás, dejando apoyar su
espalda en las tejas. Por un momento
prefirió pensar que su destino era el infinito algodonado y no la acera de
cemento que junto al asfalto lo esperaba.
Suavemente fue dejando escurrir
su cuerpo. El canalón cedió avivando la velocidad y justo cuando el vacio era su dueño, algo lo detuvo
bruscamente.
Su
chaqueta, fue a enganchase en el único saliente de hierro que no estaba
carcomido por el oxido, quedando colgado por las axilas. ¡Ven! – gritó el abismo y él contesto -
.- Voy.... . Alzó sus brazos que se
escaparon de las mangas y una brisa lo acompañó.
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