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martes, 27 de junio de 2017

Camaradas "07"





         Aquellos hombres pasaban los días perreando.   Su principal ocupación era la botella y los juegos de naipes. Cada uno tenía cogida su medida y en un momento dado ponía la botella bajo la mesa y no volvía a cogerla.  Sobre el tapete de fieltro verde, simplemente garbanzos, que al final de la partida volvían al tarro de la cocina.      Que gente tan extraña, por sus pintas, cualquiera pensaría que el Bahamas era un nido de serpientes donde el brillo de los cuchillos imperaría sobre todas las cosas. Todo lo contrario cada uno hacía lo que quería, pero siempre por el beneficio común.
   Samuel se veía con fuerzas para empezar a ayudar en cualquier tarea que no requiriese mucho esfuerzo.
.- ¿a qué puedo ayudar?
    .- ¿Qué te apetece hacer?
.- no sé
    .- pues cuando sepas lo que quieres hacer, hazlo
.- ¿así de sencillo?
     .- claro mira, a mi ahora me apetece estar sentado,  y sin embargo Guzmán ha decidido ponerse a limpiar los camarotes. No tiene por qué esperar a que a mí me apetezca, ni se va a preocupar de quien ocupa ese camastro, solo echa un vistazo, si está sucio lo limpia y si está limpio, pasa al siguiente, hasta que decida que le apetece parar y para.
.- entonces ¿nadie organiza el trabajo?
     .- cada uno sabe en qué sitio y labor es más necesario y ya somos lo suficiente mayorcitos como para dejarnos mandar.   Piensa cuáles son tus cualidades y ponlas al servicio de todos, en caso de que necesites ayuda o tengas alguna sugerencia, dilo abiertamente, nunca faltará quien esté dispuesto.
       Al atardecer como siempre, los motores dejaban de sonar.   Abbud y Tayyeb, siempre metidos en la sala de maquinas, se ponían en la proa y se echaban uno al otro agua por encima con un cubo de cinc. Ellos  dos nunca bajaban a los camarotes, en un rincón, dentro de un macuto tenían guardadas unas telas  que sujetaban a unos postes  a modo de hamaca y allí pasaban la noche bajo las estrellas. Tenían una particularidad curiosa, dormían con los ojos semi-abiertos, incluso si les podía ver sus pupilas moviéndose, observando todo lo que se movía a su alrededor.
         Esa noche, en sueños a Samuel volvieron a asaltarlo las gaviotas. Se despertó temblando, su cuerpo empapado en un sudor frío. El terror a cerrar de nuevo los ojos, le hizo salir a tomar el aire. Apoyado en la barandilla clavó su mirada en el agua, disfrutando de sus reflejos. Formas ondulantes le hacían imaginar que escuchaba melodías suaves, sonar de caracolas acompañadas de cantos de sirenas y el romper de las gotas de lluvia sobre la mar.
Pero no estaba lloviendo. Ese murmullo era producido por cantidad de peces que se acercaban para alimentarse de las especies de plantas que habitaban pegadas en el casco de Bahamas.
  Embelesado con aquel espectáculo, sus parpados fueron cayendo y de rodillas, apoyado en sus antebrazos, olvidó el miedo a las gaviotas y fue atrapado por el sueño hasta la salida del sol.





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