El día en
que vi tus ojos, juré que serias mía.
Tiré camino
derecho en busca de aquella meta
que me
hiciera merecer a la mujer que quería.
Para
alcanzarte una estrella a lo más alto subí.
La envolví
en paño de seda, le hice un lazo carmesí
y cuando
llegué a ofrecerla ni te acordabas de mí.
Le ofrecí mi
vida al diablo para poderte tener.
Luché contra
tempestades,
hasta que
cruel desengaño, te hizo en mis brazos caer.
Al ver que
no eras feliz, que no era tu amor soñado
te dejé en
manos de Dios.
Y volví
hablar con el diablo, para pedir que encontrases
lo que no
hubo entre los dos.
Inmerso en
mi soledad, tu Dios se acerca a juzgarme.
Para
cobrarme la deuda, el diablo viene a buscarme.
He de dar
cuenta a los dos ahora en mi lecho de muerte.
A nadie
importa mi alma, mi gran pecado… Quererte.
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