Lastima que la fantasía, sea solo eso.... fantasía.
y que detrás de cada sueño, siempre exista un despertar.
y que detrás de cada sueño, siempre exista un despertar.
Sentado, con su frente apoyada en su mano, el codo en la mesa y en ella un folio en blanco, el principiante en el arte de la escritura, dormitaba su aburrimiento.
Comenzó a escribir
una frase. Palabras hilvanadas de
cualquier manera, con el fin de dar pie a alguna idea sugerente. La falta de emotividad, es mala campañilla
con la que reclamar la presencia de las musas.
Una, dos, tres
frases sin sentido. El lapicero,
bostezando, plasmó sobre ellas unos trazos cargados de apatía.
Sus pupilas se deslizaban entre la niebla y
las pestañas, luchaban contra la gravedad.
El lápiz se
desprendía de sus dedos y su respiración comenzaba a entonar melodías
angelicales, dejando volar sus pasos a
los mundos de la inconsciencia.
Una niña corría a su lado intentando
avisarle con voz sorprendida:
.- papá,
papá, mira, el lapicero se mueve solo. Se mueve solo.
Aquellas líneas desordenadas, se convirtieron
en una linda mariposa y al escapar por la ventana, sus alas se llenaron de
color.
La
mariposa voló alto, hasta meterse en la cabaña del árbol. La niña corrió tras ella sobre el césped del
jardín, se encaramó escala arriba y entró en la cabaña.
La brisa provocada por las alas, daban
movimiento a una cuartilla de papel de celofán. Junto a ella bailaban las pinturas de
colores y al momento, ¡Chas! Gran cantidad de teclas negras y blancas, caían
sobre la mesa y revoloteando se iban colocando en orden y alineadas entre
sí. La mariposa empujó la espalda
de la chiquilla.
.- ay,
déjame
.- pon los dedos en las teclas y ellas los
guiarán por el camino correcto
.- ¿quién
habla? ¿quién eres?
.- soy yo, tras quien corriste hasta aquí
.- me
gustabas. Pero ahora me da miedo
.- ¿miedo? ¿de qué?
.- no
sé. Nunca había oído hablar a una
mariposa
.- Ah, claro… es que yo no soy una
mariposa normal, yo soy la musa
.- ¿La qué?
.- vamos, acerca las manos al teclado.
La niña estiró sus brazos
temblorosos. Un cosquilleo que nacía en
la nuca, se deslizó por sus hombros hasta la punta de los dedos y las teclas al
ver que sus manos se acercaban comenzaron a moverse alegremente.
.- venga, sin miedo, pon tus dedos sobre ellas.
Están esperando.
Al roce de sus yemas, algo parecía
empujar en la uña del dedo índice hacia abajo.
Se produjo un sonido de color celestial y
el resto de dedos comenzaron a moverse automáticamente.
A cada tecla pulsada, con cada sonido, un
pétalo de flor entraba por la ventana y el aire se llenaba de dulces aromas que
al ser aspirados, envolvían el cuerpo de la niña en una burbuja que levitaba
libremente al compás de la tierna melodía.
El padre despertó. El lapicero estaba
caído en el suelo. El folio totalmente en blanco y la silla que siempre estaba
a su lado vacía. No podía ser. Su
niña, ¿dónde estaba su niña?
¿Estaría soñando? Frotó sus ojos con fuerza y se pellizcó para
comprobar que no era un sueño. Se puso
en pie, pero donde mirar. Como usar la
lógica en algo tan ilógico.
Busco por toda la casa, bajo las camas,
en los armarios, detrás del televisor, incluso llegó a quitar la tapa, para
mirar dentro del piano.
Los nervios atenazaban sus músculos, el
corazón se le salía del pecho, la respiración se hacía más pesada. Tenía que oxigenar su cerebro e intentar
entender o al menos intentarlo.
Salió al jardín e hincó las rodillas en la
hierba alzando la mirada al cielo. Sus pupilas
quedaron clavadas en la cabaña del árbol.
Era imposible, pero… todo era
imposible.
Algo desconocido, la falta de cordura
le incitó a subir. Allí estaba su niña,
dormida sobre aquella hamaca atada a las vigas del techo hace tantos años y jamás
utilizada.
Se abalanzó sobre ella, la abrazó y lloro
hasta la extenuación. Luego la cogió
en sus brazos y como pudo, bajo de nuevo la escalinata. (Su niña seguía dormida, con la
cabecita apoyada en su hombro, el pecho contra su pecho y las piernas colgando).
Aflojó
las rótulas y dejó caer su cuerpo boca arriba en el césped, sirviendo de
colchón al aura de aquella ninfa.
La tarde caía, al ocultarse el sol,
comenzaba a hacer fresquito. Dejó un
momento tumbada a la niña en el suelo para incorporarse y jugando como siempre,
la cogió y zarandeó para llevarla de vuelta a su silla.
Con ella allí sentada, la casa volvía a
iluminarse con su gran sonrisa. La experiencia más hermosa jamás vivida,
debería quedar como un secreto.
Nadie jamás creería lo sucedido.
En
los ratos libres, día tras día, noche tras noche, juntos estaban frente al
ordenador o en el piano, inventando fábulas melodiosas que trasmitiesen
felicidad. Pero a papá, le faltaban
las fuerzas. La fiera garra de la
vida, incrementaba su peso con un nuevo zarpazo en cada amanecer. Aquellos poemas y sus melodías, abrazaban los
tonos grises y ella, no sabía cómo solucionarlo.
Había pasado tanto tiempo, que el polvo
había tupido los colores de aquella grácil mariposa. La musa se había cansado de esperar y las
alas negras sobrevolaban cada palabra, cada nota, cada sentir.
El padre, miraba el pentagrama, sin
saber que poner en él. Tras mirar a su
niña, volteó la cara, para no mostrar sus sollozantes ojos. Callado, Inmerso en la miseria de la desolación, la luz de la esperanza se perdía en el
horizonte y la parca, abrazaba su alma soñadora, sumiéndola en la profundidad
del caos.
Aquél cuerpecito inmóvil, el de ella,
desde su silla, fue estirando los brazos hasta llegar al teclado. Sus dedos comenzaron a moverse y de las
teclas, brotaron de nuevo pétalos de mil colores. La dulce melodía lo envolvió haciéndole volar
a través de los tiempos y el arco iris de la felicidad, volvió a travesar su
pecho.
Volvió de nuevo la cara. Una gran sonrisa
ocupaba todo el rostro de su niña y sobre su pecho, con forma de grandes alas
de mariposa, un papel pautado donde habitaba una melodía.
Las notas más bellas
jamás escritas.
Triste, Carlos, mucho, pero hermosísimo!!
ResponderEliminarLo hermoso de la fantasía no tiene límites de expresión, aunque pienso que tu niña es real, y es ella la mariposa que te hizo sonreír y soñar. Hermosa amigo tu quimera.
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