La montura de pasta, con lentes ahumadas
disimula la mirada de un apócope rostro,
la boca cerrada, aprieta sus dientes,
garganta que en su gesto,
se atiborra de impotencia.
En su mano, un pañuelo ya empapado
por fluidos nasales, que emana sin cesar,
su mente, atenazada por la tristeza
hace palpitar sus sienes, provocando,
un zumbido constante en sus oídos,
en su espalda, resuena la palma de una mano
que la lleva acompañando ya días.
La multitud hace que su soledad se incremente,
el arrastrar de los zapatos silencia el murmullo,
las maderas lloran, y ella,
solo ella puede sentir su crujir.
Hija del mundo rural
de huerto y de dictadura,
mujer de palo de escoba,
de estropajo y de cocina,
madre de criar a pecho,
de desvelos con dulzura,
viuda de mono de obra,
de fútbol y de cantina.
La vida te dejo sola,
la alcoba fría,
te espera al caer la tarde,
siempre tus sueños,
se limitaron, al que hacer del día siguiente,
en realidad, nada cambia,
la vida sigue, pero…
…. ¿y tu vida?
Joooo, Carlos, que me haces llorar, amigo mío.
ResponderEliminarEntrañable poema.
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