Allí bajo los cascotes derrumbados, una solitaria
garganta, solicitaba auxilio a gritos.
En el exterior el bullicio de
sirenas, los motores que sobrevolaban la ciudad y las interminables
detonaciones, impedían oír la
desgarradora voz.
Sus piernas atrapadas por una viga de
cemento, le imposibilitaban aproximarse a la pequeña abertura por la que
entraba un hilo de luz.
El polvo en el aire, acompañaba a su ya agónica
respiración.
Los mudos pensamientos de años, no podían
quedar silenciados por más tiempo.
Demasiado tarde para él.
En una pared, que junto a su cuerpo reposaba dejaría
manuscritas con un afilado vástago de hierro sus últimas palabras…
.…NO A LA GUERRA.
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