Con diadema de esmeraldas
te acercaste a seducirme
sentada junto a mi cama,
solicitando mi mano,
acariciando mi cara.
Largas noches en mi lecho
abrazaste mis dolencias,
sentí tu calor de hielo,
besé tus labios de nácar
y vi tus ojos de fuego.
Me hiciste sentir dichoso
en brazos de una quimera,
narcosis resplandeciente
que no la obtiene cualquiera.
En pasiones desbocadas
noche a noche te entregaste
tejiendo tela de araña
hasta que me enamoraste.
Vuelves a tender tu mano
jurándome amor eterno,
me pides que te acompañe
más allá del universo,
pero hoy, no traes diadema,
tu aliento no huele a enebro,
has engañado a mi alma,
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