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domingo, 8 de julio de 2018

De cuando en cuando





De cuando en cuando, pero solo de cuando en cuando, se monta en el columpio volador que sube y baja, da vueltas y vueltas, hasta llegar a marearse para después tumbarse en la hierba boca arriba, sentir el sudor frío de su piel palidecida, entreabriendo sus parpados mojados esperando que las copas de los verdes árboles, dejasen de moverse en círculos sobre su cabeza.
            Su respiración agitada,  se entrecorta por ataques de risa sin fundamentos.    Se quita los zapatos, abre sus piernas, pone los brazos en cruz para percibir el máximo frescor al tiempo que gira a cámara lenta su cuello a un lado y otro aireando su nuca.
                  En el parque inexistente, el columpio ficticio es como un rotor que impulsa sus ilusionantes alas hacia un nuevo día.    Un día distinto a los demás.   Solo uno cada cierto tiempo.
       Sí, cada cierto tiempo, es necesario poner en punto de positividad el cúmulo de desmanes que rodean su existencia.      Olvidarse de la verticalidad de los edificios y la horizontalidad de las calles,   para resbalarse por los oblicuos toboganes de lo absurdo.       Unos instantes en que el corazón pueda latir de forma distinta, exento de preocupaciones materiales, donde las arritmias oscilen a su libre albedrío, entre carcajada y carcajada.
               En soledad, abrazado a sí mismo, mordiendo su labio inferior cono gesto de ilusión, aspirando con fuerza el aroma de la vida.
            ¿Porqué no hacer esto todos los días?
                Pero no, uno es imbécil y solo lo hace de…
      … cuando en cuando.




Imagen firmada de la red

1 comentario:

  1. Si cada día dedicáramos un momento para nuestro exclusivo y único momento de bienestar, la batería anímica estaría siempre cargada positivamente. Me encantó tu escrito. Un beso Carlos...gracias amigo. America Santiago.

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