La flor y la abeja coqueteaban en libertad. Amarillos, verdes, rojos y
negros, se fundían en caricias.
El aleteo inesperado hacía palpitar
la pasión de los estambres derrochando la suavidad del deseo.
Un colibrí merodeaba por los alrededores luciendo su esplendor
pretendiendo imponer su belleza.
Los pétalos de aquella bella flor
se plegaron de pronto encerrando en su interior a la abeja. Esta, muy asustada intentó escapar, pero el
susurro del amor paseó por sus alas y abdomen musitando….
… yo, solo seré tuya.
Ojos de gata
Jejeje, muy original y fresco, Carlos.
ResponderEliminarDe vez en cuando, de cuando en vez. hay que abrazar las cosas bellas.
EliminarUna pasión inusitada, íntima, entre la flor y la abeja. Muy linda fantasía poética. Me gustó. Gracias Carlos...un beso amigo. America Santiago.
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