En la cama tumbadito
junto al pequeño
angelito
que custodiaba
su almohada,
descansaba dormidito
un niño rubio
y chiquito
en esa noche
estrellada.
A través de la ventana,
acaricia sus
mejillas
la blanca luz de
una dama.
Y una estrella que engalana,
la mueca de su
sonrisa
le canta una
suave nana.
Pinceles de mil colores,
llenan sus
sueños de flores
que perfuman
su alegría.
Y unos pájaros cantores,
arpegiando sus
acordes
componen la melodía.
La noche ofrece frescura.
La brisa roza sus manos.
Con los ojos cerraditos,
surcan sus
alas los cielos.
Arco iris los caminos,
por los que
anda en sus sueños.
Siempre con sus pies descalzos.
Los pies…
Que no tienen dueño.
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