cuerpo virginal brindado
ciego de
amor y deseo,
pensando
poner las rejas
y poder
hacerlo preso.
Alaridos pasionales
placeres
falsos, fingidos,
que
salían de su boca
con
susurros y gemidos.
En la cárcel de ficciones
ese
pajarillo entró,
se dejó
cortar las plumas
y en la
palma de su amada
alpiste y
mijo comió.
Las lenguas del vecindario
dejan injurias
flotando,
de amores
que de mañana
entran en
su dormitorio
cuando el
está trabajando.
A las
preguntas absurdas
el
silencio es otorgado,
los que
entraban a escondidas
a otra
cama se han mudado,
los años
tienen su precio
y otro
más joven llegado.
Las plumas ya le crecieron
la
puertita tiene abierta
pero no
quiere marchar.
De la gruta de la vida
rompiendo
el llanto salió,
el
obsequio más hermoso
que nadie
le regalo.
Las dudas se disiparon
las
mentiras, no son nada,
el
siempre será cautivo
de
aquella jaula dorada.
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