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miércoles, 6 de enero de 2016

Valdeluna cap.- 12




             Nazario, recorría las calles gritando;
.- Madres e hijos, todos a la plaza
Virtudes.-   ¿Que pasará ahora para tanto alboroto?
Restituta.- Bueno, pues habrá que ir.
  Una vez en la plaza, Nazario enfurecido, esperaba subido en una piedra, para que todos escuchasen lo que tenía que decir y comprobasen su monumental enfado.
     Pidió silencio y comenzó a hablar con voz desafiante.
.- esta mañana, cuando he llegado al huerto, a la orilla del camino, estaba mi azadón. Sí mi azadón pero roto, algún mal nacido, debe haber estado jugando con él.
   Ese astil, no era un simple palo, lo había hecho con estas manos, estaba suavizado por los callos de mis dedos y enjugado por el sudor de mis entrañas.
  Nadie, nadie ha osado nunca a tocarlo, nadie nunca, había deshonrado de esta manera las herramientas de trabajo, herramientas que son como un alargamiento de nuestros miembros, herramientas que estos niños parecen no entender que nos dan de comer.
Aporniana.- bueno, que parece que los niños hayan matado a alguien
Nazario.- prefería yo, haber perdido una mano, con la otra aún podría levantar el azadón y hacer justicia
Aproniana.- venga baja de ahí que te va a dar algo, que solo es un astil
Nazario.- no solo era un astil, era el astil de mi azadón
Aproniana.- coño que me vas a hacer hablar mal,  bajas o te bajo yo de un varazo
(Una vez abajo, obedeciendo la orden de la matriarca)
Nazario.- pues esto a alguien le va a costar un disgusto
Aproniana.- que te calles ya, que me estas levantado dolor de cabeza con tanto grito inútil
Nazario.- pues algo habrá que hacer
Aproniana.- que te calles o te cerceno el gaznate con mis manos.  
           Este medio día, espero al responsable en mi casa. Espero que a nadie se le ocurra avizorar en los aledaños si veo a alguien acechando mi puerta, se le van a quitar las ganas de husmear lo que no le importa.
    Ahora cada uno a lo que tenga que hacer.
Nazario.- y yo hoy con que cavo el huerto 
Aproniana.- que pesado. Hala majo pues hoy no cavas, aprovecha la mañana y haces otro astil y lo suavizas y lo sudas y haces lo que te dé la gana, cómo si te lo quier… me voy a callar porque…

        Aproniana, se sentó en la cocina, de vez en cuando asomaba su mirada disimuladamente por el ventanuco para ver si se acercaba alguien o algún/a entrometido/a merodeaba por allí.
 Cuando los rayos del sol proporcionaban la verticalidad a las sombras, un mozalbete, entro por aquella puerta sin ni si quiera llamar por miedo a ser visto.
Aproniana.- pasa, pasa, estoy aquí en la cocina, aunque antes de entrar se llama a las puertas.
Hipólito.- perdone señora Aproniana
Aporniana.- mira por donde, hace nada, me hablaba el maestro de ti
Hipólito.- fui yo, pero fue sin querer
Aproniana.- sin querer, ven aquí, acércate que te voy a dar yo queriendo
Hipólito.- ay, ay, ay,
Aproniana.- pero calla, si aún no te he tocado
Hipolito.- ya, pero…
Aproniana.- me has caído bien, muchacho previsor
    Ahora siéntate y cuéntame lo que pasó.
Hipólito.- pues verá usted, bajamos ayer por la tarde casi todos, cuatro niños y tres niñas
Aproniana.- ¿casi todos?
Hipólito.- bueno siete, el caso es que nuestra intención era la de pasar un rato junto al arroyo y si eso y tal, darnos un baño
Aproniana.- ¿Un baño? ¿Con las chicas?
Hipólito.- no, solo si eso y tal, pero a la que íbamos.
Aproniana.- sí, sigue que va a ser mejor
Hipólito.- resulta que el agua estaba un poco fría y allí estaba el huerto, sin nadie y el sitio donde Nazario planta los tomates a medio cavar
Aproniana.- qué casualidad, pero sigue
Hipólito.- con el fin de ayudar y que se llevase una sorpresa esta mañana, no la del mango, otra
Aproniana.- ya me lo imagino
Hipólito.- el caso es que nos íbamos turnando con el azadón, para terminarle los surcos que le quedaban. Oiga y las chicas también cavaron
Aproniana.- claro ¿y por qué no?
Hipólito.- bueno sí, pero menos profundo.  El caso es que cuando ya estábamos a punto de terminar, yo derrochaba la poca fuerza que me quedaba y en ese momento, ¡ZÁS! y eso es todo
Aproniana.- ¿Cómo que zás y eso es todo?
Hipólito.- verá quiero decir que una piedra se interpuso entre el azadón y el suco y el mango hizo ¡ZÁS! Y no lo supimos arreglar, pero que conste que lo intentamos atar con un cordel, pero nada
Aproniana.- o sea, que tú fuiste el que rompió el mango del azadón
Hipólito.- bueno… yo o la piedra, eso no se sabe
Aproniana.- y ahora ¿qué le digo yo a Nazario?
Hipólito.- hombre pues yo preferiría que no le dijese nada
Aporniana.- pero, te tendré que poner un castigo
Hipólito.- lo que quiera, pero no le diga que he sido yo
Aproniana.- no se lo voy a decir yo, se lo vas a contar tú
Hipólito.- que no, que no, que me desuella vivo
Aproniana.-  a él y a todo el pueblo.   Mañana de mañana en la plaza, subido a la piedra, para que se te vea y oiga claro y alto
Hipólito.- ¿pero usted lo ha pensado?  Mejor piénselo de nuevo y póngame otro castigo menos espectacular
Aproniana.- hazme caso. Tú premio por querer ayudar será su castigo por ver solo el desastre en tu intento de colaborar.

   A la mañana siguiente, todo quedó claro. Tras contar lo sucedido, Aproniana ejerciendo su matriarcado tomó la palabra.
   .- dejemos a los niños, que sean niños y los mayores empecemos a demostrar la sensatez que pretendemos que ellos tengan.
   La pena es que estas manos, no sepan descavar lo cavado. Trabajo y sudor que por cierto,  estos niños te han ahorrado.





4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. La naturaleza es sabia. aprendamos de nuestros ancianos, donde reside el mayor grado de experiencia.

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  2. Otro día para recordar en Valdeluna, muy bien contada la historia.

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    1. un orgullo contar entre mis lectores con gente sana como tú.

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