Adoquines arrancados
de aquella la vieja calle
con los que la masa un día
doblegara los escudos,
ahora dan cuerpo al mortero
que encofrado con los huesos
de los que allí trabajaron
conforman sus gruesos muros,
Han tenido
descendencia
muchos de los que lucharon
que obligados a marchar
al otro lado quedaron.
Por el color de su
piel
se sintieron rechazados,
en una tierra proscritos
y en otra los marginados.
Líneas tatuaron
el suelo,
valla de alambre de espino,
puertas con rejas de acero
ponen coto a los caminos.
Descendencia que
ahora vuelve
se agolpa en nuestras fronteras
lo mismo que sus abuelos
huyen de la tiranía
que los tiene esclavizados,
vidas que penden de un hilo
el que sujeta el gatillo
apostado en los tejados.
Después de una travesía
de penurias, hambre y sed,
el que logra tocar playa
y no quedó en alta mar,
el que salta la alambrada
y aquí consigue llegar,
encerrado tras los muros
que sus raíces alzaron
lloran su nuevo destino
pidiendo ser liberados.
Aquel que ha
tenido suerte
y no ha sido deportado
siempre será señalado
por el peso de una losa,
la palabra…. Refugiado.
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