Párroco.- vamos primavera que nos
dan las uvas
Primavera.- ya estoy. Estaba pensando
Párroco.- muy guapa. Vamos
a repicar
Por una estrecha escalera de piedra, subieron
al campanario. Claudio cogió las
cuerdas que sujetaban los badajos y comenzó a moverlas marcando el ritmo con
sus codos y muñecas.
Párroco.- ¿lo quieres intentar tú?
Primavera.- hágalo usted otra vez,
pero más lento
Párroco.- lo intentaré, pero lento
me es más difícil
Claudio, fue explicándole los
toques que daba en cada campana
Primavera.- a ver déjeme
Párroco.- lo haces muy bien
Primavera.- pero al final me confundo
siempre.
Párroco.- a mi me enseñó un
sacristán que ya murió, y seguro que ni él, se ha dado cuenta
Primavera.- es divertido
Párroco.- ya está, ahora vamos a la
sacristía y allí dentro esperamos al personal.
Mientras esperaban, primavera lo cosía a
preguntas sobre quienes eran esas personas que había puestas en las paredes,
cuál era su trabajo y porqué vestía distinto a los demás. Pero no se atrevió a
preguntar por el señor del altar (el clavado a los maderos)
Claudio se asomaba de vez en cuando por la
rendija de la puerta. Una vez parecían
estar todos, salió y serio se puso delante del altar.
Párroco.- Ssss, silencio, como bien
sabéis dentro de unos días, entramos en la primavera, pues bien, este año ha
venido adelantada, así se llama la pequeña, para la que os he solicitado ropa.
El
desparpajo de la jovencita, se vio amedrentado por la cantidad de pupilas expectantes
y los cuchicheos.
Más
bien parecía fuera, una atracción de circo, que una simple niña.
Párroco.- por favor… esta, es primavera. Solo dios sabe de dónde
viene y cuál será su destino. Solo él,
sabe el porqué ha llegado y con qué misión nos la ha traído. Demos gracias al
señor nuestro dios por habernos escogido
Todos.- te damos gracias señor
Párroco.- mientras se encuentre entre nosotros, en este
tiempo, necesitará alojamiento; una
habitación, ropa y un plato en la mesa.
Nuestra comprensión, ayuda para
integrarse en esta sociedad desconocida para ella.
Tendrá que ir a la escuela,
para adquirir conocimientos y yo me encargaré de que conozca y venere a Jesucristo
nuestro señor. Ahora me gustaría saber que familia se presta
voluntaria para acogerla en su casa, pues sabéis que la mía solo dispone de una
alcoba.
Las cabezas se inclinaron, el
silencio se hizo presente, los hombres cruzaron sus brazos y las mujeres
pusieron su mano en la boca, provocando una estúpida tos.
Párroco.- parece ser que la caridad
cristiana, esa que yo creía haber explicado bien, no se conoce en este lugar.
Tal vez si os hubiera dicho que es fuerte, que
no es necesario que vaya a la escuela, que un montón de paja le sirve como
colchón y que podíais contar con ella para hacer las labores domesticas. Alguna mano, tal vez más de una, se hubiera
levantado.
Está bien. Don
Felipe, usted no solo le dará clases en la escuela, también la proveerá de
lápices y cuadernos en los que hacer sus deberes. Virgilio;
coja usted el cestillo de las limosnas y pásese banco por banco, hasta
que haya suficiente para comprarle algo de ropa y unos zapatos nuevos, la que
lleva puesta ahora es prestada.
Señora Angustias, siempre
exaltando la labor solidaria de la asociación que usted preside. Pues bien, ustedes se encargarán de
conseguir una cama, colchón, mantas, para ponerlas en el comedor de mi humilde
casa. Por supuesto, en ella dormiré yo, pues mi
cuarto y cama ya están ocupados.
Pondré un cesto en el
soportal de la iglesia y espero que todos los días en él se vea su generosidad
en forma de alimentos, algo con lo que hacer un guiso que poder llevarnos a la boca.
Ahora como siempre digo,
podéis ir en paz, tened por seguro que yo y mi conciencia así nos vamos, en
paz.
Llegaron a casa, se sentaron
en el pequeño comedor y apoyando los codos sobre la mesa, volvieron sus rostros
mirando a la ventana. Los dos sentían
una vergüenza ajena que no les permitía ni abrir la boca.
Claudio,
pensó en cómo romper aquel hielo que les abrasaba por dentro.
Párroco.- ¿estás bien?
Primavera.- no
Párroco.- yo tampoco
Primavera.- creo que lo mejor, es que
me vaya, hasta el negro camino que me ha traído hasta aquí, trató mejor mis
pisabas.
Párroco.- no, no sé porque dios, te
habrá puesto en mi camino, pero no
pienso renunciar a este ofrecimiento que me hace. Solo un ángel, puede poseer la pureza que
se alberga en tu interior.
Primavera.- yo no quiero quitarle su
cama, una manta en el suelo, es suficiente para mí. Padre,
si no le molesta pasaré aquí la noche y al amanecer, como todos los días saldrá
el sol y yo, pues me despediré de usted
Párroco.- no creas que mi vida ha
sido un camino recto. Decidí coger el sendero de la luz y paso a paso lo he ido
convirtiendo en desoladoras tinieblas. En ti, he visto de nuevo la claridad. Te ruego
permitas, que purgue mis pecados practicando lo que siempre debí hacer y nunca obré
Primavera.- no lo entiendo
Párroco.- lo sé, con el tiempo me
entenderás, pero dame un poco de tiempo
Llamaron a la puerta. Unas cuantas caras de quijada dislocada, dejaban
apoyado en la pared, un somier con patas, un colchón y unas mantas.
Párroco.- échame una mano Primavera,
hay que sacar la mesa y las sillas al pasillo para poder acomodar bien la cama
junto a la pared
Primavera.- entonces ¿esta es mi
cama?
Párroco.- no esta es la mía. Tú eres una señorita y tienes que tener
intimidad. Además, a mí me gusta ver
por la noche un rato la televisión
Primavera.- ¿Qué dice que ve por la
noche?
Párroco.- ay mi niña.... Cuantas cosas tenemos que
aprender los dos.
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