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martes, 5 de enero de 2016

Valdeluna cap.- 11





              Se aproximaba la hora del nacimiento del nuevo vecino de Valdeluna.
      Bernardo tenía claro que si era varón, le pondría por nombre Gorgonio, como gratitud a aquel del que tantas veces había renegado que fuera esposo de su madre en la infancia y a quien tanto le debía en la vida.
  Por su parte, Zoila, quería que fuese niña y así llamarla Celsa, como su madre.
      Tanto Gorgonio como Celsa, agradecían la intención, pero intentaban convencerlos de que depusiesen de su empeño.    Mejor,  un nombre corto,  pero bonito,  ellos dos apostaban por Flora, porque seguro que era niña.

   Tarsicio, ya llevaba varios días pendiente del esperado acontecimiento, en cualquier momento irían a avisarlo.  Se retrasaba demasiado, no era buena señal, por lo que estaba decidido a provocar el nacimiento de la criatura si pasaba de esa noche.
       En noche de luna llena, cielo raso y bajo una helada negruzca que daba aún más brillo si cabe a las estrellas, nació, (no sin dificultad) una niña sonrosada y hermosa con 12 libras de peso.
   En la puerta de la casa, cubiertos con pesadas mantas, esperaban expectantes todos los vecinos para recibir la buena nueva.  Bernardo salió con ella y  la alzó con sus brazos al hermoso cielo, provocando una leve lluvia de estrellas el desgarrador y embravecido llanto.
    El silencio como admiración y los ojos como platos, se tornaron en carcajadas,  cuando primavera,  abriéndose paso llagó al lado de su hermano para ver a su sobrinita de cerca.  .- vaya bicho, como un  ternero de grande.
Bernardo.- toma Primavera, cógela entre tus brazos y llévasela a Zoila
Primavera.- y si la caigo
Bernardo.- bien se yo que no la vas a caer
           Las mujeres preparaban en la cocina un chocolate calientito para obsequiar a los agregados, que parecían no tener prisa por marchar.
Liberto y Gorgonio, en un asiento improvisado con una tabla y unos adobes, miran inmóviles a Zoila derrotada por el esfuerzo y a la criatura que ha dejado de berrear junto al pecho de su madre.

        El tiempo pasa que vuela.   Cada día amanece antes y tarda más en llegar la noche.  Las bandadas de pájaros vuelven a surcar los cielos y con el lento pero incesante deshielo de las cumbres, el agua que nutre al arroyuelo, ruje con fuerza en su caida libre desde las rocas,  dando forma a una cascada inmensa,  donde el arco iris parece perpetuo.

Aproniana y Genaro van dando un paseo.  Hablan sobre los niños y sus habilidades manuales.    Genaro cree que Hipólito sería un buen pescador, es muy rápido, seguro en sus movimientos y no le tiembla el pulso.  Aproniana, asiente con la cabeza a las explicaciones del que mejor los conoce.
  
   Al acercarse a la casa de Andrea, ven que la puerta del cobertizo de madera, está abierta.

Aproniana.- ¿hay alguien aquí?
Primavera.- ¡ay! Que pasa
Genaro.- nada, nada, que pasábamos por aquí y hemos pasado a ver que tienes entre manos
Primavera.- pues… sí, precisamente estoy terminando un dibujo muy especial.
Aproniana.- ¿nos lo enseñas?
Primavera.- a usted sí, bueno y a él también
         Sus pupilas dilatadas, intentaban vislumbrar aquel jeroglífico.  Como flotando, se encontraba un cuadrado, en su interior,  dos grandes ojos,  uno se encontraba en el ángulo superior izquierdo y el otro, al opuesto,(inferior derecho) separados por una hermosa sonrisa, en diagonal y casi centrada.
    En el centro del dibujo, un par de robustos muslos de ave, sin plumas y unidos por su parte más estrecha.
   Debajo, una gran trenza rematada en su parte inferior por un gran lazo, tenía la forma de la aleta caudal de un pez y bajo ella, aquello que debían ser los pies, habían sido sustituidos por unas preciosas alas extendidas.

Primavera.- se han quedado pasmados, ¿pero no lo ven?
Aproniana.- yo, así, a primera vista,  veo un  bebé.  Pero muy raro
Genaro.- sí, bueno, podría ser un bebé
Primavera.- pues claro, es mi sobrina Flora
Aproniana.- ¿esto es Flora?
Primavera.- claro. 
Genaro.- tranquila, no se preocupe que enseguida nos lo aclara
Primavera.-  la explicación es sencilla.
              Su inteligencia es especial, no comprensible por cualquiera, cuadrada como estas tablillas y mis dibujos.
      Su mirada expectante y en contraposición, refleja en sus ojos el odio y el amor,  el agua y el fuego, la mentira y la verdad, la noche y el día.
       Los labios son el centro de la naturaleza, su sonrisa un universo donde se expresa la gratitud de su alegría a aquellos que le muestran su comprensión ilimitada.
         Sus brazos son fuertes como las patas de un águila, pero están desnudas, sin protección, sin garras con que defenderse.
           Sus largas piernas trenzadas, representan eso, su dificultad de movimiento, como un árbol con las raíces hundidas en la tierra, la dependencia de sus cuidadores.   Y….  la aleta, junto con las alas, inventan la referencia a su libertad. En sus fantasías, flotará en los cielos azules como un pájaro y remontará las corrientes más bravas como un pez.

Genaro y Aproniana, quedaron mudos, nunca podrían haber imaginado aquella definición tan perfecta. Una nube ocultó la luz del sol para apagar el brillo de sus ojos y la pequeña Primavera, pensó que mejor debía  haberse quedado callada.

Aproniana.- ¿te importaría regalármelo?
Primavera.- no sé, es que era para mi hermano
Aproniana.- esta tabla, será nuestro secreto.  La pondré junto a mi cama para cada mañana al levantarme poder recordar tus palabras y así ofrecer lo mejor de mí vida a cada persona, animal o planta de este valle
Genaro.-  ¿tú quieres mucho a tu familia?
Primavera.- ¡claro!
Genaro.- entonces… haz caso a nuestra anciana, que esto sea un secreto por siempre, si viesen esta tablilla, si se la explicases, no la querrían entender e invadirías de tristeza sus días. Cuando los años pasen y ella lo crea conveniente, en persona, en tu nombre, se la dará a tu hermano Bernardo y a Zoila para que la tengan.
    Entre tanto creo que es mejor así

       Primavera, accedió siguiendo el sabio consejo de los mayores…    .- que así sea.



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