Se aproximaba la
hora del nacimiento del nuevo vecino de Valdeluna.
Bernardo tenía claro que si era varón, le
pondría por nombre Gorgonio, como gratitud a aquel del que tantas veces había
renegado que fuera esposo de su madre en la infancia y a quien tanto le debía
en la vida.
Por su parte, Zoila, quería que
fuese niña y así llamarla Celsa, como su madre.
Tanto Gorgonio como Celsa,
agradecían la intención, pero intentaban convencerlos de que depusiesen de su
empeño. Mejor, un nombre corto, pero bonito, ellos dos apostaban por Flora, porque seguro
que era niña.
Tarsicio, ya llevaba varios
días pendiente del esperado acontecimiento, en cualquier momento irían a
avisarlo. Se retrasaba demasiado, no era
buena señal, por lo que estaba decidido a provocar el nacimiento de la criatura
si pasaba de esa noche.
En noche de luna llena, cielo
raso y bajo una helada negruzca que daba aún más brillo si cabe a las
estrellas, nació, (no sin dificultad) una niña sonrosada y hermosa con 12 libras de peso.
En la puerta de la casa,
cubiertos con pesadas mantas, esperaban expectantes todos los vecinos para
recibir la buena nueva. Bernardo salió
con ella y la alzó con sus brazos al
hermoso cielo, provocando una leve lluvia de estrellas el desgarrador y
embravecido llanto.
El silencio como admiración y
los ojos como platos, se tornaron en carcajadas, cuando primavera, abriéndose paso llagó al lado de su hermano para
ver a su sobrinita de cerca. .- vaya
bicho, como un ternero de grande.
Bernardo.- toma Primavera, cógela entre
tus brazos y llévasela a Zoila
Primavera.- y si la caigo
Bernardo.- bien se yo que no la vas
a caer
Las mujeres preparaban
en la cocina un chocolate calientito para obsequiar a los agregados, que
parecían no tener prisa por marchar.
Liberto y Gorgonio, en un asiento improvisado con una tabla y unos
adobes, miran inmóviles a Zoila derrotada por el esfuerzo y a la criatura que
ha dejado de berrear junto al pecho de su madre.
El tiempo pasa que vuela. Cada
día amanece antes y tarda más en llegar la noche. Las bandadas de pájaros vuelven a surcar los
cielos y con el lento pero incesante deshielo de las cumbres, el agua que nutre
al arroyuelo, ruje con fuerza en su caida libre desde las rocas, dando forma a una cascada inmensa, donde el arco iris parece perpetuo.
Aproniana y Genaro van dando un paseo.
Hablan sobre los niños y sus habilidades manuales. Genaro
cree que Hipólito sería un buen pescador, es muy rápido, seguro en sus
movimientos y no le tiembla el pulso.
Aproniana, asiente con la cabeza a las explicaciones del que mejor los
conoce.
Al acercarse a la casa de
Andrea, ven que la puerta del cobertizo de madera, está abierta.
Aproniana.- ¿hay alguien aquí?
Primavera.- ¡ay! Que pasa
Genaro.- nada, nada, que pasábamos
por aquí y hemos pasado a ver que tienes entre manos
Primavera.- pues… sí, precisamente
estoy terminando un dibujo muy especial.
Aproniana.- ¿nos lo enseñas?
Primavera.- a usted sí, bueno y a él
también
Sus
pupilas dilatadas, intentaban vislumbrar aquel jeroglífico. Como flotando, se encontraba un cuadrado, en
su interior, dos grandes ojos, uno se encontraba en el ángulo superior
izquierdo y el otro, al opuesto,(inferior derecho) separados por una hermosa
sonrisa, en diagonal y casi centrada.
En el centro del dibujo, un
par de robustos muslos de ave, sin plumas y unidos por su parte más estrecha.
Debajo, una gran trenza
rematada en su parte inferior por un gran lazo, tenía la forma de la aleta
caudal de un pez y bajo ella, aquello que debían ser los pies, habían sido
sustituidos por unas preciosas alas extendidas.
Primavera.- se han quedado pasmados,
¿pero no lo ven?
Aproniana.- yo, así, a primera vista, veo un
bebé. Pero muy raro
Genaro.- sí, bueno, podría ser un
bebé
Primavera.- pues claro, es mi sobrina
Flora
Aproniana.- ¿esto es Flora?
Primavera.- claro.
Genaro.- tranquila, no se preocupe
que enseguida nos lo aclara
Primavera.- la explicación es sencilla.
Su inteligencia es especial, no comprensible
por cualquiera, cuadrada como estas tablillas y mis dibujos.
Su mirada expectante y en
contraposición, refleja en sus ojos el odio y el amor, el agua y el fuego, la mentira y la verdad, la
noche y el día.
Los labios son el centro
de la naturaleza, su sonrisa un universo donde se expresa la gratitud de su
alegría a aquellos que le muestran su comprensión ilimitada.
Sus brazos
son fuertes como las patas de un águila, pero están desnudas, sin protección,
sin garras con que defenderse.
Sus
largas piernas trenzadas, representan eso, su dificultad de movimiento, como un
árbol con las raíces hundidas en la tierra, la dependencia de sus cuidadores. Y…. la
aleta, junto con las alas, inventan la referencia a su libertad. En sus fantasías,
flotará en los cielos azules como un pájaro y remontará las corrientes más
bravas como un pez.
Genaro y Aproniana, quedaron mudos, nunca podrían haber imaginado
aquella definición tan perfecta. Una nube ocultó la luz del sol para apagar el
brillo de sus ojos y la pequeña Primavera, pensó que mejor debía haberse quedado callada.
Aproniana.- ¿te importaría
regalármelo?
Primavera.- no sé, es que era para mi
hermano
Aproniana.- esta tabla, será nuestro
secreto. La pondré junto a mi cama para
cada mañana al levantarme poder recordar tus palabras y así ofrecer lo mejor de
mí vida a cada persona, animal o planta de este valle
Genaro.- ¿tú quieres mucho a tu familia?
Primavera.- ¡claro!
Genaro.- entonces… haz caso a
nuestra anciana, que esto sea un secreto por siempre, si viesen esta tablilla,
si se la explicases, no la querrían entender e invadirías de tristeza sus días.
Cuando los años pasen y ella lo crea conveniente, en persona, en tu nombre, se
la dará a tu hermano Bernardo y a Zoila para que la tengan.
Entre tanto creo que es mejor así
Primavera, accedió siguiendo el sabio
consejo de los mayores… .- que así sea.
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