Junto a la casa, con unas tablas, Gorgonio
había hecho, una pequeña estancia. En su
interior, una mesa y sobre ella varios pequeños estantes, donde primavera tenía
colocados esos utensilios con los que daba rienda suelta a su imaginación.
Matías y Juanillo, se
habían encargado de llevarle todo tipo de flores y frutos de diferentes
colores. Una
vez triturados y aderezados con el poco orujo que había solicitado a Diógenes, daban
como resultado los fluíos donde impregnar esos pincelitos, que cuidadosamente,
le había fabricado Genaro.
Una tablilla especial, de
tamaño considerable, llevaba escondida largo tiempo. Cada mañana con los primeros rayos de luz, una
vez levantada, aún medio adormilada, ponía en ella unos pocos trazos muy
meditados durante la noche y la guardaba de nuevo, dejando la modificada nueva
imagen retenida en su mente. Así un
día y tras otro.
Por fin el trabajo
estaba terminado, algo extraño salido de sus manos. Su
padre junto a su madre, tan reales y con tal perfeccionismo plasmados, que
parecía estuvieran allí en carne y hueso, como asomados a una ventana.
Primavera, recordaba haber
oído a Tarsicio hablar de un líquido aceitoso, con el que untaba sus
herramientas de madera para su mejor limpieza y que no les entrase el corojo.
Primavera.- perdone señor Tarsicio, quería hablar con
usted
Tarsicio.- a ver que se le ofrece a esta mozuela
Primavera.- yo creo haberle oído que
usted posee algo mágico que protege la madera y que sería lo apropiado para la
culminación de un regalo que voy a realizar a mis padres.
Tarsicio.- vale, pero no me he
enterado de nada
Primavera.- es que estaba pensando en otra cosa, me
refiero a un aceite que da brillo
Tarsicio.- ¡ah!, el unte de
amortajar
Primavera.- ¡que escalofrío! Vaya
nombre
Tarsicio.- sí, se utiliza para eso,
pero bueno, ¿para qué lo quieres?
Primavera.- no se lo puedo enseñar,
pero va a ser bien empleado
Tarsicio.- voy a por él y te explico
cómo usarlo
Primavera se esperaba algo
especial. Tarsicio salió al momento con
tarro cochambroso de barro (la verdad, no demasiado limpio por fuera) y en su interior una masa densa
y pringosa.
Primavera.- ¿esto? Buah, que asco
Tarsicio.- ¿lo quieres o no?
Primavera.- sí, pero yo me lo había
imaginado distinto
Tarsicio.- no te dejes influenciar
por su apariencia.
Primavera.- ¿y qué hago con esto?
Tarsicio.- debes templar un poco el
tarro y con un palo, remover lentamente el ungüento, hasta que este quede
totalmente disuelto, transparente como la luz y sedoso como la piel de un niño.
Luego has de aplicar sobre la madera una capa
muy fina y extenderla mucho, mucho para que quede uniforme en todos los sitios
por igual, sin que quede un ápice por pequeño que sea sin cubrir. Luego lo dejaras secar dos días en lugar seco y donde no entre la luz del sol.
Entonces, volverás a repetir de nuevo la misma
operación y una vez seco, quedará brillante como el cauce del arrollo y duro
como el pedernal.
Primavera.- gracias, así lo haré
Tarsicio.- ¡ah! Y lo quiero de
vuelta para antesdeayer.
Cuatro días y cuatro noches más de
espera, en las que las mariposas del
estomago, no le dejarían comer ni dormir.
El momento había llegado. Como si de un bebé se tratase, lo envolvió en
paño de gasa y lo deposito sobre la cama
de matrimonio.
Primavera asomó la cabecita a la cocina, donde
sus hermanos mataban el frio junto a las ascuas y sus padres, iban poniendo en
los tazones el desayuno.
Primavera.- hay un regalo, quien
quiera verlo que me siga
Regalo, palabra a la que nadie
podía resistirse. Todos la siguieron de inmediato.
Entraron en la alcoba,
Octavio, Leopoldo y Andrés, se apresuraron a descubrirlo y al ver el cuadro, quedaron atónitos. Gorgonio, abrazó a su hija, engullendo saliva
apresuradamente y con los ojos tan brillantes como dos luceros. Andrea,
echada sobre la colcha, admiraba con visión turbia e ilusionada aquella
reproducción de sus facciones, al tiempo que con la manga secaba las dulces
lágrimas que resbalaban por aquella vidriosa superficie.
Andrea.- (haciéndose la fuerte) ya era hora que hicieras
algo que supiésemos lo que es
Gorgonio.- no hagas ningún caso, es
que esta mujer no entiende
Andrés.- pos yo creo que mamá
tiene razón
Andrea.- esto hay que colgarlo
cerca de la puerta, para que toda la gente que pase por la calle pueda verlo.
Hija es el mejor regalo que me han hecho nunca
Primavera.- entonces ¿os ha gustado?
Gorgonio.- pues claro pequeñaja
Octavio.- ¿y cuando me harás uno a
mi?
Primavera.- bueno, bueno, con
tranquilidad
Leopoldo.- yo también quiero otro
Andrés.- y yo
Primavera.- olvidarme majos
Se volvió de nuevo a su
chabola de madera y allí se sintió orgullosa de la felicidad de sus padres.
Precioso relato, C.A.R.L. Me ha retrotraido a mi niñez. Hubo un día, ya muy lejano en el que yo también fuí Primavera, e hice un cuadro a mis padres. Fresquisíma la narrativa, amigo.
ResponderEliminarel sentir de un@ niñ@, jamás caduca, solo hay gente que se empeña en tenerlo encerrado...
ResponderEliminar¿sabes qué?..... pero para ell@s