---- Confusión ----
“” SEÑOR,
SEÑOR.
TÚ QUE SOLO
ERES BONDAD,
Y QUE
JODIDOS NOS TIENES.
SERÁ POR
QUE ASÍ LO QUIERES,
HÁGASE TU
VOLUNTAD.””
Pues bien.
Aquí me tienes.
Confundido.
Con la cabeza llena de
pensamientos encontrados.
Sin querer creer en lo que creo y queriendo creer en todo aquello que es
absurdo por la falta de convicciones que necesito para su razonamiento.
Tal vez todos los porqués,
tengan encerradas sus respuestas en aquella lejana noche. En el primer momento
de rebeldía contra las alas, que luego siempre me han acompañado.
Me
enseñaste a volar, para escapar de una red la que tal vez, nunca debía haber abandonado. ¿Quién me leyó aquel contrato, antes de
darlo a firmar?
Aquello que parecía un premio,
no era más que un engaño, o yo así al menos lo he sentido. Me cobraste con un
billete demasiado grande y jamás me diste la vuelta. – tienes razón, tampoco
nunca te la pedí, por miedo a la usura --.
Me acostumbré a no valorar ni la
vida ni la muerte, ninguna de las dos busqué y a ninguna puse trabas a que me
encontrase, ¿para qué? Me hice a
cruzarme con ellas, sin que me prestasen atención.
No quiero acrecentar mi
sentimiento de culpa, postrándome a tus pies, para solicitar ni tan siquiera tu
benevolencia. Lo siento no confío en ti. Me gustaría hacer como que te ofrezco
o solicito algo “rezo”. Sabiendo que yo
únicamente sería tu deudor y que ya has renegado de tu potestad en poner como
mi aval, aquello que más te plazca. Pero
no, eso no ocurrirá nunca y yo seguiré renegando de ti.
No, esto no es un discurso de
odio, aunque así lo parezca. No. Es un sentimiento de miedo, ese que nadie
deberías permitir se sintiese. Es un
deseo de que tengamos entre sí, eso a lo que yo llamo respeto mutuo. Lo que sin
estar reñido con un trato afable, pone a cada uno en su lugar, pero dejando
claro cuál es el sitio de cada uno, para así cada cual, pueda tomar sus propias
decisiones, sabiendo sus consecuencias.
Y tras tantos años de escudarme en mi orgullo. De soñar despierto en
aquello en vez de vivir. De dormir mis
frustraciones, complejos y fracasos, sin dejarlos despertar a un nuevo día lleno de color, me doy cuenta
que siempre aborrecí el blanco y negro.
Que mí alrededor lo he tenido con una gama de grises y que los pocos
azules, amarillos y rojos, que he sido capaz de tener en mis manos, los he
regalado a cualquier desconocido. A todos menos a aquellos que en mis manos los
pusieron.
Por eso… ya está bien.
Ni tú ni yo tenemos ninguna
culpa de que mi mente hiciese caso y sacase conclusiones de la palabrería de un farsante. Aunque hay que reconocer que los dos somos
un podo obstinados a la hora de dar nuestro brazo a torcer. En fin somos así.
Me gustaría perdonases mi osadía tantas veces mostrada y yo a cambio,
olvidaré todo eso que tanto rencor ha ido cargado a mis espaldas y del que ya
estoy harto de llevar arrastras.
Volvamos a ser amigos y
caminemos sin pensar hacia donde, sin importarnos el cuándo ni el porqué. Solo
caminemos. Si y cuando nuestros caminos se crucen, entre nosotros solo existan
los bellos recuerdos vividos, antes de emprender el camino hacia esa luz sin
nombre, porque… ¿para qué ponerle nombre a la luz?
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