Nueva vida "27"

         Tras unas horas de risas a cuenta de los muñecajos de la tele, quedaron como ceporros hasta media mañana cuando alguien golpeo la puerta.

.- ¿quién es?

         .- abrir la puerta

                  -eran D. Fernando y su chófer-    

         Este llevaba unas perchas tapadas con unas fundas de plástico opaco.

          .- creo haber acertado, siempre tuve buen ojo para las tallas

                -el chófer dio una percha a cada uno-

          .- vamos rapidito, que se va la mañana

            Sin reparos, ante el asombro de los que cruzados de brazos esperaban, se quitaron allí delante el albornoz y empezaron a vestirse sentados en la cama.

.- me puedo ir a mirar al espejo del baño

          .- haz lo que quieras, yo ya prefiero no decir nada

    .- si señor, ha acertado con mi talla. Bueno los zapatos me aprietan un poco, pero se aguanta

               .- tal vez tienes los pies muy grandes  –replicó el chófer-

            .- por favor   –corrigió D. Fernando con gesto de desagrado ante el comentario-

.- pues yo me veo bien

              .- ahora sí, ya podéis salir de la habitación, ser discretos y lo que comáis o compréis que lo anoten a la cuenta de la habitación.  Esta tarde, allá a las seis vendré a hablar con vosotros y a ti, te traeré un número más de zapatos.    Entre tanto encoje un poco los dedos.

      .- perdone, espere un momento

              -weza, entró en el baño y salió al momento-

      .- ¿le importaría traernos este mamotreto cambiado en algo más pequeño?

              .- ya veo, por supuesto que es un buen detalle dar propinas a los empleados   –echó mano a la cartera- no, demasiado grandes.   Ya os traigo yo billetes algo más manejables

    Dio media vuelta y salió por la puerta dejando a Weza con su mano extendida sujetando el de quinientos.

    Salieron de la habitación, resbalaron sus suelas nuevas por la alfombra  y bajaron hasta la planta baja  en  lujoso ascensor, acompañados de un señor vestido de almirante por o menos.       El hotel era inmenso, no hacía falta salir de él para nada, había de todo.    Con una simple  mirada coincidieron en cruzar aquella puerta de cristal.

       Al rato salían sonrientes.  Samuel con el pelo cortado y bien peinado.      Weza con su cabeza brillante y suave, como hacía años no lo conseguía.  Ahora sí parecían dos personas de postín.

           Después de recorrer la zona comercial viendo los escaparates, pararon en recepción, -no podían esperar a que regresase D. Fernando-.

  Allí amablemente les cambiaron el billete y sin dudarlo volvieron a la peluquería para dar al señor que los había atendido tan amablemente, una suculenta propina.

        Entraron en la cafetería, tras aquellos ventanales un jardín que daba envidia, lleno de flores y jovenzuelos en bañador que corrían descalzos para lanzarse entre risas a la piscina.

  .- esto sí que es vida, míralos, parece no importarles el resto del mundo

     .- son jóvenes, están en edad de divertirse

              -Sentados junto a la barra, pasaron un buen rato observando el entorno-

 .- vamos al comedor, a ver si hoy acertamos con el plato abundante

       .- tranquilo que no hay nada que una buena propina no pueda hacer

  -Se sentaron a la mesa y enseguida llegó el camarero-

                  .- ¿Qué desean los señores?         De primero les puedo aconsejar el Fondeu de queso

  -Weza echó mano al bolsillo y sacó un billete de diez-

      .- toma y ahora déjate de fondeu, trae algo con lo que el segundo sobre

          .-entendido –con una gran sonrisa en sus labios-

.- poderoso es don dinero, yo creo que hoy si comemos

       Pasado un rato, frente a ellos, en el centro de la mesa una gran paella de marisco que gritaba ¡cómeme!   

      Efectivamente, no hacía falta pedir un segundo plato.

   Ya satisfechos, un café, una copa y luego de nuevo a la habitación a descansar.  Que mejor que una buena siesta mientras esperaban la visita de D. Fernando.