La tarde anterior sin
saberlo, habían sembrado la semilla de la que recogerían buenos frutos en el
futuro.
Después de comer, volvieron a la
piscina –esta vez intentando controlar
la hora- allí estaba la pandilla del día
anterior dando guerra.
Nada más sentarse, apareció un
camarero con dos granizados de limón con un toque de menta y vainilla
espolvoreada.
.- A esta consumición están
ustedes invitados de parte de la juventud
.- si no le molesta… ¿podríamos poner varias mesas juntas?
.- en absoluto, yo mismo las coloco en
un momento
.- entre los tres no
tardamos nada
.- preferiría hacerlo yo. Se lo agradezco pero el jefe siempre está al
acecho
.- ¿que toman normalmente?
.- les encanta la sandía con ron,
pero solo cuando andan bien de dinero
.- pues trae sandia para todos
.- son doce ¿les parece bien que
traiga tres?
.- tendrás que traer
doce
.- no con una para cuatro es
bastante
Las sandías fueron llegando de una en
una. Efectiva_ mente eran sandias grandes. Las habían vaciado y vuelto a
rellenar con su pulpa bien batida con ron. De ellas, en su parte superior salían unas
largas pajas adornadas con coloridas sombrillas de papel.
-un silbido, les hizo
volver la cabeza-
.- chavales. Vamos venir
a refrescaros
-vinieron a la carrera, pero antes
de sentarse-
.- no hacía falta,
ayer ustedes fueron muy comprensivos con nosotros
.- jolín, otros habrían puesto
el grito en el cielo
.- pero no nos llaméis de usted que tampoco
somos tan mayores
-se fueron sentando a la mesa, diciendo
sus nombres-
.- bueno nos vamos, que tenemos una cita
importante
.- mañana nos vemos
.- pero y vuestros nombres
.-Weza
.- Samuel
.- hasta mañana y
gracias –todos a coro-
Esa tarde D. Fernando llegó con Ricardo.
Se sentaron los cuatro y se empezaron a poner papeles sobre la mesa.
.- empezaremos por ti Wenceslao.
.- ¿Wenceslao? Yo soy Weza
.- tú en la documentación eres
Wenceslao y punto, luego que te llamen como quieran.
.- toma el bolígrafo y empieza a
firmar donde estén marcadas las cruces con lápiz
.- ¿yo también tengo que
firmar todo eso?
.- no tu vas a ser
especial
-mientras Ricardo iba pasando papeles a
Weza, para su firma, Samuel se acordó de
algo
.- una pregunta D.
Fernando ¿usted
ha dicho que me falta a mí un hervor?
-Ricardo y Weza, empezaron a reírse por
lo bajo-
.- pues si lo he dicho no me acuerdo,
pero pensarlo si que lo he pensado
-Samuel se quedó
sorprendido-
.- ¿y por qué?
.-no te digo. No te preocupes que es
una broma, tal vez quise decir que eras aún muy joven
.- vamos que te toca firmar
a ti
-Samuel se fijo en el nombre y
apellidos del carnet y comenzó a firmar.
-De ponto paró-
.- Weza, ahora resulta
que soy colombiano
.- que más das de donde seas, en
un par de meses tendrás la nacionalidad Española
.- pero me dijeron que
me habían recogido cerca de las costas españolas y es el único idioma que se
hablar.
Yo ya soy español
.- no seas pesado y firma, que esta
gente tendrá más cosas que hacer.
Una vez los documentos firmados, D. Fernando se levantó y llamó al servicio de
habitaciones.
.- por favor una botella de champange
bien frío y cuatro copas
.- ir haciendo las maletas que
después de brindar nos vamos
.- ¿ya? ¿Pero dónde?
.- haz lo que te dicen y calla de una
vez. Me tienes negro
-Hasta D. Fernando con lo serio que
era, tuvo que saltar de carcajada-
“32” Nueva vida
Los cuatro brindaron por una fructífera
relación.
Recogieron sus pertenencias y
salieron del hotel dirección a una calle cercana al puerto.
Un pequeño local con el escaparate tapiado,
la fachada llena de grafitis hechos con spray, una puerta de madera que se hubo
de forzar para conseguir abrirla.
Dentro, cuatro paredes de ladrillo
visto y un suelo lleno de cascotes. El
techo adornado con telarañas, que colgaban de las vigas de hormigón junto a un
casquillo sin bombilla, suspendido de un cable y su otro extremo reposando en el suelo con los hilos pelados. Hasta el enchufe faltaba.
No les asustaba tener que acondicionar
aquello para hacerlo su vivienda, pero había algo raro teniendo en cuenta que
pretendía el día anterior llevarlos a vivir a su propia casa.
.- aquí montaremos un negocio de
asesoramiento en importaciones, solo será una tapadera de momento, mañana mismo
estarán aquí los albañiles para ponerlo decente.
-Salieron y cruzaron la calle-
.- vamos aquí en el primer piso es donde
vais a vivir, para que veáis que yo escucho las sugerencias que se me
hacen. Poco
a poco ya iréis poniendo el mobiliario a vuestro gusto
.- aquí a la vuelta hay un
supermercado, luego os digo donde
-En un momento Samuel había recorrido
todas las habitaciones- Era un
piso chulísimo y con mucha luz, además justo enfrente del trabajo, lo que no
terminaba de entender era que iban a importar y exportar ellos.
.- y digo yo ¿Qué vamos
a exportar nosotros?
.- vosotros nada. Yo contrataré los
servicios de esa empresa para que me asesore en las importaciones más rentables
del mercado en cada momento.
.- pues como se fíe de
nosotros va a la ruina
.- es que no puede estar callado
.-pues si no entiendo
algo, lo pregunto
.- déjalo, tendremos que
acostumbrarnos
.-Mañana cuando venga, vendrán
con migo dos señores para que firméis el resto de papeleo. Delante de ellos, ni una palabra. Buenos días, adiós y el resto está de más
.- de acuerdo, no se preocupe
.-También en la esquina
hay un bar donde se come muy bien y barato, es para gente trabajadora y el
dueño es un gran cocinero.
Cada uno escogió un dormitorio de los
tres con los que contaba el piso. En
dos de ellos, una gran cama de matrimonio.
Tanto elegir para al final, a media noche terminar durmiendo en una
habitación en la que había dos camas con una mesita en medio. Weza echaba de menos el hablar en sueños
de Samuel y a este le fablaba la música de fondo de los resoplidos de su genio.
Trascurridas dos semanas desde su
desembarco en tierras españolas, sus vidas habían cambiado, eran unas personas
nuevas, ahora sí que ya su pasado no
existía.
Solo un
futuro al que no tenían miedo, todos los papeles estaban arreglados y las
clases de conducir con Ricardo iban por buen camino.
La obra del local parecía no tener prisa,
los encargados de la misma llegaban, medían y se volvían a ir. Estaban organizando todo para que en el
momento en que la luz estuviese enganchada, ponerse manos a la obra.
Cada mañana a primera
hora, Samuel y Weza salían a comprar y a conocer la zona. De su
hombro, siempre un bolsito colgado en el que tan solo llevaban las llaves, la cartera con su
identificación extranjera y un dinerillo junto a un móvil que solo contenía dos
contactos.
Poco a poco iban haciéndose al
entorno portuario, gentes y costumbres.
En el salón, un ordenador nuevo,
a la espera de que viviesen a darle acceso a internet, allí frente él, pasaban horas investigando
cómo funcionaban los programas que venían preinstalados de fábrica.
Muchas veces se acordaban de sus
compañeros del Bahamas, pensando en cómo se podrían comunicar con ellos, aunque
solo fuera hablar por radio con Guzmán.
Sí, pero para eso habría que esperar a que D.
Fernando lo creyese conveniente. Este era reticente a la sugerencia, les había
dicho que ese contacto podía hacer más daño que ilusión a los que estaban a
bordo. Se habían tocado muchos palillos,
llamado a muchas puertas y también pedido muchos favores, para legalizarlos a
ellos dos y en aquel barco había mucha gente que querría los mismos privilegios
y no sin razón, algunos de ellos, fueron de los primeros que se unieron a
Guzmán.
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