Tras la tormenta por suerte la radio seguía
funcionando.
Parecía mentira, aquel oleaje había
desplazado al gran Bahamas a un día de trayecto del punto previsto para la
recogida del nuevo cargamento.
No era ningún problema, era la única
tripulación que siempre llegaba con antelación a los sitios, no como otras que
entre fiestas en los puertos, peleas y borracheras, luego tenían que forzar los
motores día y noche, para al final llegar tarde.
Efectuada la recogida, el barco partió
de madrugada.
Su bandera ficticia esta
vez correspondería a la nación de origen del malogrado Gary y ondearía a media
asta todo el viaje.
Por la tarde de nuevo se jugaría la partida, pero las botellas no se
abrieron y los naipes no tenían prisa por repartirse.
Samuel estaba acostado en su camarote. Mirando
al techo pensaba en lo ocurrido, el poco valor que supone la vida y la muerte,
cuando carece de importancia tu existencia. Ahora lo comprendía, aquel cascaron de hierro
era lo único que les quedaba a quienes ya habían perdido su familia, su patria
y su religión. Personas desmemoriadas
como él, que al anochecer se iban a dormir sabiendo que el mañana no sería
distinto. Ya se habían olvidado hasta de
soñar.
- En el pasillo resonó una voz-.
.- zagal levanta, que te están esperando en
la bodega
Allí estaban todos,
estirando las redes y colocando todo, como al resucitado le gustaba tenerlo,
bien ordenado.
.- venga Samuel que te quedas dormido y
para esta ocasión he preparado una salsa de cebolla que os vais a chupar los
dedos
.- ¿Cómo es que has
salido de la cocina?
.- me han dicho que esto estaba hecho un
desastre y ya que tú parecías no tener ganas, alguien tendría que
adecentarlo. Antes siempre estaba todo
amontonado, pero ahora desde que tú lo ordenante por primera vez, como que ya
no nos gusta verlo así
.- nada, esto se hace en
un momento
.- zagal tú prepara tus aparejos de
pesca, de esto nos encargamos nosotros.
El pensar donde colocar cada cosa, era
un bálsamo genial para entretener su mente antes de irse a dormir.
Trabajaban con rapidez con el único fin de
llegar al camastro reventados y así caer en él como una masa sin sentido.
Una vez la red en el agua, Weza y Samuel
estiraban sus colchones junto a la barandilla.
Cerca, tumbados en sus hamacas Tayyeb y Abbud esperarían a oír el ruido
de la trócola para levantarse a echar una mano. No es que hiciera falta, pero
les encantaba ver las caras de Weza escogiendo su pieza favorita.
En silencio contaban estrellas para
ver si así les entraba el sueño.
.- que poca cosa somos
.- ¿por qué dices eso?
.- mira Gary, un zarpazo
de mar y se acabó
.- pero tú eres distinto. Algún día recordarás quien eres y volverás a
tu casa, con tu familia. Esto solo será
una anécdota en ti vida
.- no, de aquí no sale
nadie, a no ser que sea al fondo del mar
.- no puedes pensar eso, tú no eres como
nosotros, tú eres buena gente y eso se ve a la legua
.- déjalo, vamos a
dormir, será lo mejor
.- tranquilo, te prometo que todo llegará
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