La tarde caía, ese día el Bahamas
parecía un barco fantasma, ni un ruido, ni partida de cartas, ni siquiera la
comida o la cena habían sido servidas. Todos
acostados, ocultos en sus camarotes recordando cosas que ninguno quería
recordar, imágenes turbias de un tiempo pasado que había dejado de
atormentarlos y ahora regresaban a sus mentes.
Samuel esperaba paciente junto a la
barandilla a que la noche cerrada le marcase el camino de su penitencia. Las
hamacas ya estaban atadas. Tayyeb y Abbud de pie junto a ellas, cuchicheaban mirando
hacia el sitio donde estaba Samuel.
.- musaso, tú ya bajar a camarote
.- no tengo sueño
.- yo decir que bajar y tú hacer caso
.- estoy mirando al mar,
luego bajo
.- el mar no solución, la noche mala
consejera
.- la noche al menos me
escucha, vosotros no
.- calla y baja a dormir, mañana yo oír lo
que tu querer decir
Samuel se bajo a los camarotes.
Recorrió todo el pasillo hasta llegar al de Weza, estaba vacío ¿Dónde estaría
escondido? ¿Habría abandonado el barco sin decir nada? No, él no era así.
Se echó en su camastro y al rato quedo
dormido, derrotado por la impotencia y de nuevo fue atacado por las
gaviotas. Intentó quitárselas de encima
una y otra vez, se despertaba
aterrorizado y al volver a cerrar los ojos, los pájaros volvían a atormentar
sus sueños ¿Qué querrían decirle? Un
enigma imposible de descifrar.
Unos pasos recorrían el pasillo hasta llegar
a la puerta de su camarote. Sus gritos de sobresalto habían roto el sueño de Guzmán, que con cuidado se asomó a ver qué
pasaba.
.-
¿Qué te pasa? ¡Eh resucitao! ¿Te
pasa algo?
.- no, solo es un sueño
.- venga duérmete que mañana va a ser un
día largo
.- oye Guzmán, hoy has
cometido una injusticia
.- ya te dije esta mañana que no quiero
hablar de ese tema. Olvídalo.
.- al menos dime donde puede estar Weza
.- tú siempre dices que es como un
genio, pues busca la lámpara y frótala.
Ahora a dormir.
O todos eran muy listos o él era muy
tonto ¿porqué no podían hablar claro? ¿A qué escondrijo del barco le llamarían la
lámpara? Sería una frase tonta de Guzmán.
Subió de nuevo las escaleras sin hacer
ruido. Entreabrió la puerta que daba a
la cubierta y salió con sigilo para no despertar a los árabes.
Allí, apoyado en la barandilla sabía que
con solo tocar un bote, estos se despertarían. Tan solo un chaleco, le daría la
oportunidad de no fenecer en el intento.
La
playa del pequeño islote no estaba
demasiado lejos y en tierra firme ya se las ingeniaría para sobrevivir.
En la red había los suficientes corchos
para fabricarse uno. Decidido; Bajaría
a la bodega y en silencio haría una larga
cadena flotante con la que envolver su pecho y antes del amanecer ataría
un cabo a la barandilla por donde descender sin ser visto y así no hacer ruido
al caer al agua. Cuando despertasen, él ya estaría oculto entre la vegetación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario