lunes, 28 de mayo de 2012

desamores ¿de adolescencia?


Me encontré junto a tu lado,
Miré tus pupilas y no me entendieron,
Acerqué mis labios a los tuyos_
Sin ni si quiera sentir tu aliento,
Susurré un te amo al oído_
Recibiendo la indiferencia como contestación.


Tanto tiempo diciendo te quiero,
Tantas horas robadas de mi adolescencia,
Tantas ilusiones de futuro frustradas.


Me incorporo,
Aguanto la respiración,
Retengo las lágrimas.
Cierro tus parpados,
Cruzo tus manos sobre el pecho,
Cubro todo tu cuerpo_
Con un lienzo blanco,
Me resigno y pienso:
                         Amor mío, has muerto.

martes, 15 de mayo de 2012

Varón....pá quererte mucho.......


            Debido a lo acontecido hace unos días, me siento frustrado y necesito reflexionar sobre lo ocurrido.            Claro, no comprendo el por qué, una persona reacciona de manera inesperada para la gran mayoría, incluso para sus más cercanos hay algo que no cuadra en el relato de los hechos.
     Por desgracia los hechos, solo se relatan desde un punto de vista, el otro parece no importar a nadie, ya no puede expresar nada.  
       La investigación se limita a los antecedentes “supuestamente probados”, cuando alguien nombra: violencia de género, se considera caso resuelto.
     Las declaraciones de los testigos son contradictorias, las llamadas de teléfono no coinciden, las versiones de los diarios no se parecen en nada, excepto en que cayó por el patio de luces, la pregunta es: ¿para tirarse o para escapar?
      El testigo fiable, sin ningún tipo de condicionante, es el perro, pero nadie le va a preguntar;   Su mayor pecado la impotencia;  su consecuencia la muerte; el único consuelo, ahora es libre y puede volver a cantar.
     Yo me quedo con sus recuerdos, con la imagen de aquel chaval, currante, alegre, artista sobre el escenario.
        Hicimos juntos muchos kilómetros, por esas carreteras de dios, pasando buenos y malos momentos, pero este ultimo lo debes de hacer tu solo, así que amigo solo puedo decir: 
                       Feliz viaje.

viernes, 4 de mayo de 2012

Jonás el grande


          Hace mucho, mucho tiempo, un enorme personaje, atravesaba el umbral de la puerta del local de ensayo del grupo Skarcha.
       Allí, se colocó delante de su amplificador algo parecido a un armario de cuatro puertas;   su pelo largo tapaba parcialmente su rostro, dejando ver el brillo de sus gafas una cuarta por encima del micrófono, mientras el bajo que colgaba de sus hombros a la altura de su cinturón parecía una guitarrita de juguete debido a su corpulencia.  Dijo que se llamaba Onís, aunque yo siempre lo solía llamar Jonás, (tal vez porque este fué, el que se tragó la ballena que se tragó a Jonás). 
         Ana, Oscar, Onís y yo, junto con distinta gente cada año, a la que tampoco se le va a quitar su importancia, logramos hacer una formación en la que siempre primó el ensayo diario, para poder ofrecer la mayor calidad musical y personal, para compensar la falta de infraestructura económica, así estuvimos varios años, hasta que por circunstancias que no merece la pena ni recordar, todo se fue al traste.
          No pasa nada, cada uno siguió su camino, pero la gran amistad que nos unía, nos empujaba a estar juntos.
        Hacían falta dos personas que trabajasen codo con codo, para una empresa de espectáculos, y allí estábamos los dos dispuestos sobre todo a trabajar, eso sí con una condición, juntos y a nuestro aire, nosotros organizaríamos nuestro trabajo.
       Otros años, en los que discutimos muchas veces, pero en privado, sabiendo pedirnos perdón, tantas veces como hizo falta; juntos, preparamos todo el material, viajamos, montamos e hicimos la parte técnica a diario, pasamos calor y frio, cansancio y sueño, por esas carreteras de dios, como ya lo habíamos hecho antes, y en todo ese tiempo siempre estuvo pendiente de mi.
   
       En Skarcha eran Ana y él, ahora Ana cuidaba de mi en casa, pero él seguía haciendo lo mismo: sudando la gota gorda bajo el sol, para que yo no cogiese los trastos que más pesaban, intentando hablar y pellizcándose en las piernas por las noches para no dormirse y hacerme compañía mientras conducía, enfrentándose a cualquier cosa o persona, que pudiese alterar mi tranquilidad, y muchas más cosas que parecen no tener importancia, pero que la tienen y mucho.

          Ahora después de tanto tiempo, estamos cada uno a lo suyo, como es natural, yo tan flacucho, y él con sus pelos, sus gafas, tan grandote como siempre, igual que aquel día que entró por primera vez en aquel local de ensayo.    Sigo recordando aquel día, y me gusta decirme en voz baja:           Carlos eres un tío con suerte.