Se fue la complicidad
que albergaban
nuestros gestos.
Se alojó la indiferencia
en aquella
habitación.
Se perdieron los deseos
susurrados al oído,
evaporando los
sueños
convertidos en
argón.
Perdimos la confianza
haciendo de la
mentira
nuestra frase cotidiana.
Se marcharon las lecturas
de las cómplices
miradas.
Los “te quiero” se olvidaron.
Los horarios distanciados.
El no juntar nuestros cuerpos
durmiendo en
distinta cama.
Se perdió la sensatez
empujando hacia
otros brazos
la lujuria en
desenfreno.
Perdimos la dignidad
faltándonos al
respeto
comiendo el
fruto prohibido.
Dormimos en lecho ajeno
buscando lo
que faltaba,
hurgando en la
novedad
y nunca
encontramos nada.
Qué más podemos perder.
Retomemos los paseos
de la mano
junto al río.
Hablemos bajo la luna
reconstruyendo
los días
de aquello que
pudo ser.
Amanezcamos dormidos
en la hierba
de ese parque
con la botella
vacía,
el alcohol en
nuestras venas
y la juventud
perdida.
Recuperemos colchón
donde coger
nuestras manos
en noches de
lluvia y truenos.
El beso de buenas noches,
aunque sea en la mejilla.
El compartir ese almohada
donde los
sueños afloran.
El despertar a la luz,
tras esa noche
que llora.
Intentémoslo
de nuevo.
Que a la última morada
nos llevemos el
recuerdo
de los
momentos felices.
Intentémoslo de nuevo.
La vida
nos ha enfrentado
para poder
renacer.
La excentricidad espera.
Qué más podemos perder.
Ojos de GATA
@2023