lunes, 30 de enero de 2023

Gorras en el armario 006

 

 

    Ernesto llegó a la puerta de salida donde lo esperaban Laura y Jaime.

Laura.- ¿qué quería la enfermera?

Ernesto.- nos habíamos dejado sobre la mesa los papeles para los análisis

Laura.- mucho has tardado

Ernesto.- pues dándole las gracias al doctor por hablarle tan bien a Jaime

Laura.- da gusto con estos médicos tan jóvenes y tan agradables

Jaime.- mamá y podíamos hoy ir a comer al burguer

Laura.- eso, a comer marranadas

Ernesto.- venga por un día no va a pasar nada

Laura.- vale, pero luego, los dos a correr dando vueltas al parque

Ernesto.- ¿y tú?

Laura.- yo miro, bastante ejercicio hago con vosotros.

 

    Después de comer, mejor ir a casa a dormir un rato de siesta y luego ya irían a correr un poco.       Ellos estaban agotados del trajín de la noche anterior y la que venía no tenía pinta de sur muy distinta.

 

Ernesto.-  voy a llamar a la tienda para decirle al jefe que esta tarde y mañana por la mañana no cuente conmigo y tú deberías llamar también

Laura.- si después de colgar tú, llamo yo

Jaime.- me voy a mi habitación a jugar

Laura.- más vale que le des una vuelta a las lecciones que te tocaban hoy y mañana

Ernesto.- déjalo. Que hoy haga lo que quiera.

Laura.- ¿Qué pasa Ernesto?

Ernesto.- nada, ¿te apetece un café tranquilo?

Laura.- estoy cansada, casi que me voy a echar un rato

Ernesto.- siéntate, mejor nos tomamos ese café

Laura.- pero que pasa

 

Ernesto.- siéntate.  Me ha dicho el doctor que hay posibilidades de que sea leucemia

Laura.- ¿leucemia?

Ernesto.- sí, no has visto a los niños que esperaban en aquella sala

Laura.- pero ahora, que vamos hacer

Ernesto.- nada, esperar a que le hagan todas las pruebas, tienen que ver de qué tipo es y después pues a seguir el tratamiento adecuado;    juntos, como siempre lo hemos estado

Laura.- pero no puede ser, Jaime no puede ser que esté tan enfermo, si se encuentra bien

Ernesto.- claro que no, no tiene porqué ser grave, pero las batallas grandes o pequeñas están para lucharlas y ganarlas.

Laura.- pues yo dejo la oficina, porque alguien se tendrá que encargar de él

Ernesto.- se hará lo que se tenga que hacer, pero aún no sabemos nada, solamente  ha dicho que hay que hacerle varias pruebas para determinar todo y coger el camino correcto.

       Vamos a tumbarnos un rato a la cama, al menos que descanse el cuerpo

Laura.- ¿descansar? Y como voy a descansar

Ernesto.- vamos y nos echamos un rato

 

 Los dos tumbados boca arriba cierran los ojos y la propia desolación les hace quedarse dormidos.

           Su mente en sueños busca posibles responsables y  porqués, sin encontrar soluciones.

        - Laura se despierta sobresaltada-

Laura.- Ernesto despierta

Ernesto.- que pasa

Laura.- y si la culpa es nuestra

Ernesto.- nuestra por qué

Laura.- sí, si es genético y en nuestros cuerpos hay algo que no sabemos

Ernesto.- ¿tú sabes de algún familiar mío o tuyo?

Laura.- no sé, pero por algo tiene que ser

Ernesto.- mejor nos levantamos, cogemos a Jaime y nos vamos a correr un rato, así cuando volvamos, esta noche que el cuerpo esté tan cansado que no tenga fuerzas ni para pensar.

Laura.- voy a hacer unos bocadillos y nos vamos a ir al campo, donde nada nos moleste

Ernesto.- pero está empezando a llover

Laura.- pues si llueve nos mojamos

Ernesto.-  Jaime, vamos ponte las botas de goma y con calcetines gordos que te van hacer falta

Jaime.- ¿Qué vamos a hacer?

Ernesto.- que dice mamá que nos vamos esta tarde al campo

Jaime.- pero está loca, si está el cielo negro

Laura.- ¡calla! que negra me tienes tú a mí

 

    Andando poco a poco salieron de la ciudad, junto a un riachuelo cercano los bancos de madera estaban vacios y las hojas caídas de los chopos alfombraban todo el suelo pintándolo de amarillos y ocres.

     Se sentaron en uno de los bancos y Laura les propuso cerrar los ojos por un momento y escuchar el ruido del agua deslizándose entre las piedras, como ella hacía de pequeña en el pueblo.

       Jaime, pudo apreciar unos sonidos mezclados entre el agua y la brisa susurrando entre las ramas.

    Laura se volvió a sentir niña, a disfrutar por un instante de la falta de preocupaciones y los sueños teñidos de los colores del arco iris.

       Ernesto se había levantado sin hacer ningún ruido y cuando ellos volvieron de ese lindo éxtasis, había hecho no lejos de allí un montón de hojas.

 

Jaime.- ¿para qué es eso?

Ernesto.- ven, ya verás

Laura.- que las hojas están mojadas

 

        Según se acercó Jaime, Ernesto lo cogió en volandas y lo dejó caer sobre el montón, luego se tiró él y Laura no pudo por menos que rebozarse también junto a ellos en una pelea de cosquillas.    Ya no había remedio, sus ropas estaban empapadas.

            Comenzó a llover, no demasiado fuerte, miraron al cielo, encogieron los hombros y luego pensaron:  

                          “Y ya, qué más da”

   Cuando se cansaron de jugar, agotados y calados hasta los huesos, se fueron andando a paso rápido y tiritando de frío de regreso a casa.   Allí sobre un banco quedaron los bocadillos a merced de algún animal.

     Los truenos eran cada vez más frecuentes y cercanos, la lluvia se hacía más intensa y sus pasos cogían rapidez.

    Un estruendo pareció romper el cielo y un chaparrón empezó a caer cubriendo toda la calzada y aceras de agua.

 

           Ellos junto a la pared, bajo los balcones intentaban protegerse de aquél diluvio.

Ernesto.- entrad, que este portal está abierto

Laura.- vaya manera de jarrear agua

Ernesto.-  estas son las ideas de tu madre,  -pues venga vámonos al campo-

Jaime.- pero nos lo hemos pasado muy bien

Ernesto.- en cuanto que lleguemos a casa lo primero es quitarse toda la ropa y secarnos bien, no vayamos a pillar un catarro

Laura.- y esto no para, se ha puesto con ganas

Ernesto.- ya  parará

Jaime.- y si no, pues vamos corriendo, de todas formas ya estamos mojados

Laura.- ¡a que no te atreves!

Ernesto.- deja de decir bobadas

Jaime.- ¡a que sí!

 

         Jaime abrió la puerta y salió corriendo por la acera encharcada, ellos por un momento quedaron parados y mirándose asombrados corrieron tras él.

        Las únicas personas que había en la calle; corriendo como bobos bajo el aguacero y soltando carcajadas que parecían armonizar con el sonido de la lluvia.

    Por fin en su portal, rápidamente subiendo a su rellano el escándalo retumbaba por todo el hueco de la escalera.

    Entraron en casa y ni cortos ni perezosos se pusieron a desnudarse en el pasillo en lo que Laura iba al cuarto de baño a por todas las toallas que tenía a su alcance menos una, que se reservo para ella junto a la ducha.

     Bien secos y puestos los pijamas, aún era muy pronto para cenar e ir a la cama.

Laura.- ¿sabéis lo que estoy pensando?

Ernesto.- tú, mejor no pienses más por hoy

Jaime.- cuenta, cuenta

Laura.- que hace mucho que no jugamos un parchís

Ernesto.- buena idea

Laura.- pero sin trampas, contando bien

Jaime.- eso es papá, que siempre cuenta alguna de más

Ernesto.- pues estate atento y así no cuento de más

 

            Jugaron un par de partidas, cenaron y se fueron a la cama a descansar.

    A media noche, la oscuridad solitaria pudo escuchar la voz de Laura diciendo: 

      .-  Maldita leucemia, te odio, pero gracias.

                  Gracias por esta tarde tan estupenda.

 

 


viernes, 27 de enero de 2023

Gorras en el armario 005

 

        Martes por la noche, noche de acostarse, levantarse y volverse a acostar.   Las capsulas de diazepán que le ha dado una compañera a Laura, no hacen ningún efecto. 

       Momentos de llantos sordos, silencios renegando de la vida y lo divino, instantes breves de ilusiones fingidas, soledad en la garganta reseca que grita que no amanezca y el deseo de que llegue la hora donde la verdad solo haya sido un mal sueño.

      

           El despertador suena, “para qué, si no hace falta”.

     Hay que vestirse sacando del armario toda la fuerza, para ponerla en esos brazos con los que abrazar el destino por duro que sea.

    Ese destino que se llama Jaime; ese, su pequeño al que abrazar para vencer al destino.

 

           En la sala de espera, todo un mundo de escenarios distintos, demasiados niños con visibles diferencias pero vínculos comunes.       La mayoría, expertos en la materia juegan entre los bancos animando a los demás a unirse a su juego.   Los padres intentan sin conseguirlo que paren un poco quietos y no den guerra. Qué cosa más hermosa verles jugar.

             Cada poco la puerta se abre y una familia sale con gesto de esperanza;        la enfermera se asoma y dice un nombre.

  Ya queda menos, mirando a esos niños Ernesto empieza a concienciarse de la lucha que posiblemente les queda por delante esperando que sean pocas las batallas que han de librar.

       Laura mira fijamente a Jaime que extrañamente está corriendo tras  unas niñas intentándolas pillar.     Quiere retener en su mirada esos cabellos rubios y ondulados, por si llega la hora, no olvidarlos nunca.

            Todos van entrando, todos van saliendo, a ellos parece no tocarles nunca, solos se han quedado en la sala y ya sin nadie con quien jugar es cuando Jaime se sienta entre a ellos.

 

Jaime.-  todos estos niños están enfermos ¿verdad?

Ernesto.-  sí, están malitos

Jaime.- y porqué algunos están calvos

Ernesto.- porque con el tratamiento a algunos se les cae el pelo

Jaime.- ¿y a mí también se me va a caer?

Laura.- primero hay que saber si tú estás también malito cómo ellos o no

Ernesto.- ¿pero te has dado cuenta?

Jaime.- de qué

Ernesto.- con pelo, sin pelo, todos son iguales, juegan, se ríen,  corren.      Hay cosas que no influyen, para poderse divertir

Laura.- ahora cuando entremos pórtate bien.   No digan que eres un niño mal educado

 

       Ya hace tiempo que salió la última familia y a ellos no los llaman, Tal vez será que están mirando las pruebas y los resultados antes de llamarlos.  Si tardan tanto es que no están seguros.     Quizás todo fue una falsa alarma, en esta semana no ha tenido fiebre y solo se mareó un poco la primera tarde, seguro que al final no es nada.

 

Enfermera.-  ¿Jaime? Por favor pasen.

         El doctor esperaba de pie para estrecharles la mano dándoles la bienvenida a su primera consulta.

     Luego los mandó sentar y él se acomodó en su sillón.

Doctor.- entonces tú eres Jaime; ya me dijo el médico de urgencias que te portaste muy bien, pero aquí me parece que has dado mucha guerra.

Jaime.- no, yo no era el que gritaba

Doctor.- ¿estás seguro? A mí no se me miente

Jaime.- bueno un poco sí que he gritado, pero poquito

Doctor.- a mi todos me llaman doctor Hernández, pero tú me puedes llamar Jesús ¿te parece bien?

Jaime.- sí doctor Jesús

Doctor.- he estado mirando los resultados y pruebas. Claro ahora me encuentro con que te tengo que dar dos noticias, una buena y otra mala ¿Cuál te doy primero?

Jaime.- la buena

Doctor.- pues la buena es que mañana te vas a librar de madrugar para ir al cole

Jaime.- ¡bien!

Doctor.- pero claro, ahora viene la mala.        Tienes que venir aquí sobre las doce, porque quiero que hagan otras pruebas y te van a volver a pinchar.  Te tienes que portar bien y no llorar

Jaime.- si la otra noche no lloré

Doctor.- pues así, como un hombretón.

Jaime.- entonces ¿estoy enfermo como esos niños?

Doctor.- pues no lo sé, para eso te tengo que hacer más pruebas

Jaime.- ¿y se me va a caer el pelo?

Doctor.- vaya tontería, ¿tú me ves joven o viejo?

Jaime.- no sé, yo lo veo joven

Doctor.- ves y estoy calvo, mi mujer dice que me compre una peluca que me patinan las moscas en la cabeza, pero a mí, me da igual

Jaime.- ya pero es que….

Doctor.- es que, qué;  eso le puede pasar a algunos pero no le pasa  a todos   ¿o todos los niños y niñas que había fuera están sin pelo?

Jaime.- no

   -Jesús se puso a revisar la lista de pacientes de ese día-

Doctor.- resulta que hoy en la sala había doce pequeños con sus padres y solo dos no tenían pelo, bueno y algún padre que le pasa lo que a mí.   Me parece a mí que no es tanto porcentaje como para asustarse

Jaime.- claro, no

Doctor.- me ha dicho un pajarito que el hacer gimnasia y deporte te gusta muy poco

Jaime.- poco, más bien nada

Doctor.- pues tienes que hacer mucho ejercicio, porque si los músculos están fuertes, tú vas a estar fuerte.

 Así juntos y con la ayuda de tus padres vamos a superar cualquier enfermedad que se nos ponga por delante. ¿Estamos de acuerdo?

Jaime.- ¡sí!

Doctor.- así me gusta, desde hoy, todos los días ejercicio

Jaime.- ¿y si me canso?

Doctor.- poco a poco, no vayas ahora a irte corriendo a Francia

Jaime.- ¡hala! Que eso está muy lejos

Doctor.- choca esas cinco –extendiendo su mano-

-Jaime estiró su brazo-

Doctor.- esto es un trato entre caballeros, no me puedes fallar ¿me lo prometes?

Jaime.- prometido

Doctor.- pues ya está, mañana a las doce en la primera planta, preguntáis por análisis clínicos

Laura.- ¿y eso es todo?

Ernesto.- pues hasta mañana

Doctor.- señora, yo si quiere hablamos un rato más, pero es que tengo pacientes a los que visitar en planta.

Jaime.- hasta mañana doctor Jesús

Doctor.- vamos Jaime. Y a portarse bien.

 

           -Ya estaban casi llegando a la puerta de salida-

 

Enfermera.-  señor, señor, que se le olvida aquí una cosa

                      -Ernesto volvió a la consulta-

Doctor.- pase un momento;   Ester, cierre la puerta

Ernesto.- pasa algo verdad

Doctor.- su hijo tiene probablemente leucemia, todo depende del tipo y subtipo que sea, para empezar a tratarla.

       No quiero ni desanimarlo ni darle falsas esperanzas, pero hay tratamiento y la calidad de vida puede ser muy buena aunque ciertas rutinas se vean alteradas en los casos más graves, que no tiene porqué ser el de Jaime.

      Por ahora todo son indicios posibles y aventurarse a decir cualquier cosa es algo que yo no me voy a permitir.

Ernesto.- muchas gracias, iremos poco a poco y gracias por como se lo ha explicado al niño

Doctor.- a partir de ahora, también es mi niño, uno más de esta familia

Enfermera.- estos son los papeles de los análisis para mañana

 


 

martes, 24 de enero de 2023

Gorras en el armario 004


 

   Suena el despertador, Laura despierta, pero Ernesto no está en la cama;  - qué raro; Le da un manotazo para que deje de sonar y vuelve a cerrar los ojos.

  De repente los vuelve a abrir. .- pero…. Y Ernesto dónde está.   Aun habiendo claridad se ve que la luz de la cocina está encendida.          Allí está sentado a la mesa, con los brazos cruzados y la mirada puesta es ese papel.

Laura.- ¿qué haces aquí?

Ernesto.- nada

Laura.- pero algo harás

Ernesto.- no, toda la noche aquí, sin hacer nada

            Ella se pone por su espalda para abrazarlo, está helado y ni con las caricias de Laura levanta la vista del papel.     Pone su dedo índice sobre la línea donde está escrito:    puerta 3, consulta de oncología.

                Sin palabras, solo lagrimas que se funden en un abrazo de impotencia, pecho contra pecho en una lucha interna donde se golpean entre sí los corazones mientras sus respiraciones agitadas sucumben a la cruel realidad.

Laura.-  pero el médico  dijo que por ahora  todo estaba bien

Ernesto.- sí, por ahora.      Qué razón tenías, ese médico callaba demasiado

Laura.-  habrá que esperar a que le hagan más pruebas, puede ser cualquier otra cosa;   además Jaime está bien

Ernesto.- bien sabes tú que lleva un tiempo que no está bien

Laura.- ¡ESTÁ Y VA A ESTAR BIEN! Vamos a lavarnos la cara, a despertarlo como todos los días y a llevarlo al colegio que es lo que tenemos que hacer

 

    Después de asearse, mientras se visten, ella le pellizca a él, él le empuja a ella haciéndola caer sobre la cama.

         Juguetean como hacía tiempo no lo hacían.

   Lo necesitan para ver esa cara sonriente en su pareja, que tanta falta les hace.

   Preparan el desayuno juntos y juntos van a despertar a Jaime.     Cada uno desde un lado de la cama acarician su cara y al abrir los ojos se lanzan sobre él como dos lobos hambrientos, mordisqueándolo en todo su cuerpo.

 

Jaime.- jolín, dejarme en paz

Ernesto.- ja, ja, ya eres nuestro

Jaime.- mamá, ayúdame

Laura.- vamos a por él, ahora papá se va a enterar

         En la cama, Laura y Jaime se ponen sobre el cuerpo de Ernesto haciéndole cosquillas.        Entonces Jaime se siente fuerte, superior, junto a su mamá van ganando en la pelea.  El padre tuerce la cabeza apretando con fuerza sus parpados para que no lo vea  llorar.

 

Ernesto.- bueno ya está bien, que hay que desayunar y llegas tarde al cole

Jaime.- ¿y si hoy no voy?

Laura.- porque tu lo digas

Ernesto.- vamos arriba, además, nosotros tenemos que ir a trabajar

Jaime.- yo me podía quedar con Patri hasta la hora de comer

Laura.- ¡que no! Que hay que ir al cole.

Jaime.- ¡jo!

 

     La rutina vuelve a su día, como siempre lo dejan en la puerta del colegio y cada uno de ellos se encamina a sus respectivos trabajos.  Jaime cuando salga irá a ver a Raúl y esperar allí a su madre para ir a casa a hacer la comida.

 Su padre llegará un poco más tarde (su trabajo está más lejos)

    Tras comer su padre de nuevo al trabajo y el de nuevo al cole. Su madre queda en casa, en la oficina solo está a media jornada, pero mejor, así siempre va a recogerlo al salir y tras un rato jugando en el parque, van a hacer los deberes y  se dan un paseo  a esperar que salga papá y ya vuelven juntos.    No puede faltar la visita al bar para terminar la jornada antes de cenar e irse a la cama.

 

         En el trabajo todos han  preguntado por como esta Jaime.   “bien, está bien, todo ha sido un susto”

  Escondiendo tras una careta sonriente su preocupación.

                Cada día se arman de valor;  tanto él como ella, tienen que atender a los clientes con toda amabilidad mostrando su mejor cara, de ello depende el negocio y sus ingresos.

 

        El parque como siempre, con los abuelos y abuelas esperando a los nietos, pájaros que revolotean y esperan la hora de salida.

       La algarabía, anuncia que llegan los bocadillos.

                     Hay que empezar a quitarle el envoltorio tras los abrazos de rigor.

            Como siempre terminado el bocadillo, las carreras tras la pelota y el girar de la cuerda jugando a la comba, la fila de niñas que saltan y saltan al compás de una vieja canción.

       Jaime sentado en la hierba junto a unas niñas con las que les gusta comentar sobre un libro de aventuras que están leyendo en clase, imaginándose ser los intrépidos protagonistas cruzando mares y conquistando tesoros.

   Cerca de ellos Laura que apoyada en un árbol ojea los deberes que le han puesto y recuerda sus días de cole.

   Entonces las cosas se explicaban de manera diferente.

 

           - Jaime se empieza a poner pálido y con ganas de vomitar-

 

Niña.- señora que Jaime se está poniendo malo

     Enseguida se acerca Laura preocupada para ver qué le pasa.   Cuando llega en un instante ya se le está pasando, un simple mareo, nada de importancia.

 

Abuela.- ven que nos vamos para casa

Niña.- pero si es pronto

Abuela.- ¡que vengas!

Niña.- pero si aún no es hora

Laura.- si dice tu abuela que vayas, vas

Niña.- hasta mañana

   -La abuela coge a la niña de la mano y se aleja con ella-

Niña.- pero porqué nos vamos tan pronto

Abuela.- no te das cuenta, ese niño está enfermo;     ayer ya no vino a clase, así que no juegues ni te juntes con él, a ver si te va a pegar algo.

Niña.- pero abuela si Jaime es muy bueno

Abuela.- ni bueno ni malo, no tiene buen color de cara ese niño.

Jaime.-  ¿por qué se ha enfadado la abuela de Inma?

Adry.- no hagas caso, es más rara

Laura.- vamos a casa, te hago una manzanilla para que te asiente el estómago y hacemos los deberes

Jaime.- hasta mañana Adry

Adry.- hasta mañana y que se te pase

 

 Ya estaba bien, harían los deberes y antes de salir, Laura le volvería a tomar la temperatura, para cerciorarse de que no tenía fiebre.             

      En la habitación, sentada en la cama, volvería a mirar aquel papel antes de guardarlo en el armario.    Metido entre unas sábanas, no tenía ganas de encontrárselo a diario, no quería verlo ni pensar en ello, lo olvidaría durante toda la semana e intentaría disfrutar de la vida y de los momentos simples que hasta ahora habían pasado inadvertidos, tal vez por costumbre.

Ahora sería distinto, quizás porque empezaba a entender el significado del hoy y el mañana.

        Salió de la habitación, en medio del pasillo, abrazó a Jaime con todas sus fuerzas.

Jaime.- mamá que no seas pesada

Laura.- nunca más digas que soy pesada, cuando quieras que te deje en paz mejor dime:      ya se, que me quieres mucho

Jaime.- pero es que eres muy pe…. Yo también te quiero mucho

        Laura estaba hablando con él en cuclillas;    Jaime se abalanzó sobre ella y al abrazarla los dos cayeron al suelo entre risas.