lunes, 16 de enero de 2023

Gorras en el armario 001

 


 

   Raúl (el señor del bar) calle adelante se ve sorprendido por las luces de una ambulancia que se aproxima a toda velocidad.   Cerca de él, en un portal espera tembloroso Ernesto  (un cliente de todos los días)  en pijama con un cigarro sin encender entre sus labios del que aspira nervioso mientras muerde su boquilla con los dientes.

 

Raúl.- ¿Qué pasa?

Ernesto.-  Jaime, que de repente le ha subido mucho la fiebre y dice que le duele mucho la tripa pero en la parte alta.

Raúl.- tranquilo ya están aquí

Ernesto.- diles que estamos en el tercero, que está arriba Laura sola con el niño.

Raúl.- sube, sube, que yo me encargo.


      La ambulancia llega y para sobre la acera, de ella baja un enfermero.    Raúl se le abalanza para indicarle que es en el tercero y que saquen rápidamente la camilla, que lo del niño no tiene muy buena pinta. 

Las puertas quedan abiertas, el enfermero y el conductor se dirigen con la camilla escaleras arriba, mientras Raúl corre a su garaje que se encuentra cerca para sacar el coche y llevar hasta el hospital al padre y la madre.

        Cuando llega; la ambulancia se dispone a partir;

 Ernesto en la puerta sigue en pijama y Laura en camisón se pone de rodillas dentro de la ambulancia,  junto a su niño;   nada ni nadie podrá apartarla de su lado.

 

Raúl.- tranquilo Ernesto, que ya tengo yo aquí el coche

Ernesto.- vamos, vamos detrás de la ambulancia.

Raúl.- espera, subimos, te vistes y cogemos ropa para Laura y que no se nos olviden unas zapatillas

Ernesto.- ¿unas zapatillas? ¿Para qué?

Raúl.- ¿no te has dado ni cuenta?  Tu mujer va descalza.

 

      Cuando llegan al hospital, Laura está sentada en una silla junto a un celador que le coge la mano intentando hacerle más corta la espera.

        –Le han puesto unos patucos verdes de papel, para que no se le queden los pies muy fríos-

 

Ernesto.-  ¿Dónde está Jaime?

Celador.- no se preocupe usted, han subido hacer unas pruebas y en cuanto lo bajen ya pasan ustedes para estar con él.

Raúl.- perdone que le moleste    ¿algún sitio donde esta señora se pueda vestir y calzar?

Laura.- no, no, yo de aquí no me muevo

Celador.- es ahí en la puerta de enfrente;  junto al lavabo tiene un taburete donde puede sentarse y en la puerta una percha para colgar su ropa.

Laura.- a bueno, voy, no tardo nada

Ernesto.- ¿cree que tardaran mucho?

Celador.- va para rato, hay que hacer analítica para ver si tiene alguna infección y placas por si acaso.

Ernesto.- tú marcha a dormir que ya es tarde

Raúl.- yo espero, no sea que haya que ir a por algo a casa

Celador.- el que se tiene que ir soy yo por si me avisan para algo; si necesitan algo, estoy a mitad de este pasillo en un pequeño mostrador.

     

 -Sale del servicio Laura con la bolsa de papel de la mano-

Laura.- tú desde luego, me podías haber traído un cepillo para el pelo.

Raúl.- a ver si ahora vamos a discutir por un peine

Ernesto.- y gracias a este, que si no sigues descalza

Laura.- sí y gracias a que duermo con camisón, que si no salgo desnuda;  en esos momentos todo da igual

Raúl.- pues normal, lo importante es que el crio esté bien y todo quede solo en el susto

 

    Que silencio, que soledad; la incertidumbre se acuna entre sus brazos cruzados.

   ¿De qué hablar en esos momentos, en que cualquier palabra de ánimo puede ser incluso inadecuada?

     El reloj de la pared parece haberse parado y en la mente de cada uno de los tres: a veces recuerdos, a veces el miedo y a ratos nada.     La nada de la mirada perdida que sujeta la impotencia.

   El celador se aproxima y ellos se levantan rápidamente de sus asientos con el pecho hacia delante esperando noticias.

 

Celador.- que ya lo bajan

Laura.- ¿Qué tal las pruebas?

Celador.- no sé señora, eso es cosa de los médicos

Ernesto.- Y  ¿ya nos lo llevamos?

Celador.- lo van a meter un una habitación para que puedan estar los dos hasta que baje el médico con los resultados

Raúl.- ¿me deja un papel y un bolígrafo? Es para apuntar mi número de teléfono

Celador.- tenga, aquí mismo en esta libreta

    -Raúl apunta el teléfono, arranca la hoja y se la da a Ernesto-

Raúl.- para lo que os haga falta ya lo sabes, a cualquier hora me llamas.   El de arriba es el de casa y el de abajo el del bar, que seguro no te los sabes de memoria

       -al coger la hoja de papel Ernesto se derrumba en la emoción, se echa la mano a la frente para tapar sus ojos y no es capaz de pronunciar ni un gracias-

Laura.- que bueno es tener amigos

Raúl.- dame un abrazo tontorrón que en cuanto que bajen a Jaime me voy a dormir.

Celador.- pasen conmigo los llevo a la habitación.

Raúl.- pues venga, si le dan el alta no se os ocurra pedir un taxi, que quiero llevarlo yo a casa.

Laura.- hasta mañana y gracias

Ernesto.- tranquilo que prometo llamarte.

       Raúl sale y arranca el coche, mientras ellos recorren ese pasillo que parece interminable.

            Un cuadriculo sin ventanas donde seguir la espera sentados uno junto a otro sobre la cama con sus manos cogidas.

Laura.- ya te decía yo que últimamente comía peor

Ernesto.-  nunca ha sido muy comedor

Laura.- como siempre ha sido tan debilucho, no le hemos dado importancia

Ernesto.- él es más de cosas tranquilas y menos de correr

Laura.- mira en eso ha salido a ti, siempre sentadazos

Ernesto.- calla, ya se oye la camilla venir rodando

-Salieron rápido a la puerta—

Celador.- ya lo tenéis aquí;    lo íbamos a vender, pero no hemos encontrado comprador

Laura.- ¿qué tal estás cariño?

Jaime.- tengo sueño

Ernesto.- ¿tienes escalofríos?

Jaime.- no, ya no

Celador.- eso es que le ha bajado la fiebre

Enfermera.- bueno ahora a esperar un ratito a que baje el médico para darles el informe

Laura.- entonces está bien

Enfermera.- bueno, si estuviese bien no estaba aquí, pero hoy duerme en casa

Ernesto.- gracias, muchas gracias

Enfermera.- yo no les he dicho nada, a ver si me voy a llevar la bronca yo

Laura.- no se preocupe

Enfermera.- venga Jaime a dormir un poquito y mañana a correr

Celador.- déjenlo que duerma un poco mientras baja el médico.    Hasta luego.

Laura.- ¿te encuentras bien?

Jaime.- jó, déjame dormir un poco

Ernesto.- no seas pesada

Laura.- no, voy a ser como tú, ahí sentado

Ernesto.- qué quieres ¿me pongo a correr por el pasillo? Entiende que tenemos que esperar al médico y punto.

-Los dos sentados esperan mirando a su angelito que se ha quedado dormido enseguida-

Ernesto.- ¿está guapo, verdad?

Laura.- este rubiales… Que susto nos ha dado

Ernesto.- ten hijos pà esto

Laura.- que tonto eres

Ernesto.- anda, dame un beso, que dentro de un rato estamos en casa.

 

    Ernesto sentado en el sillón y Laura sobre sus piernas, abrazados, como dos adolescentes enamorados, quedan dormidos en la larga espera.

 



 

2 comentarios:

  1. Muy interesante y atractivo comienzo .. Felicidades

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  2. En marcha otra vez, siempre encontraremos gente buena a nuestro paso, no hay que perder la esperanza.

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