domingo, 31 de julio de 2016

Alza tu pluma


sábado, 30 de julio de 2016

Paulina y Fidel .- 6



        Paulina, se puso a canturrear junto al fogón
Fidel.- ¿Qué estás friendo?
Paulina.- mi jaca, galopa y corta…  (Seguía con sus canturreos)
Fidel.- pues, que tengo que hablar contigo
Paulina.- la quiero, lo mismito… (A lo suyo)
Fidel.- ¿me has oído?
Paulina.- ¿decías algo? Estaba yo pensando que el próximo día que compre tocino, le voy a decir que tenga menos beta, para fritido queda muy seco
Fidel.- mira resulta
Paulina.- aunque tampoco queda tan mal
Fidel.- ¿pero me estás oyendo?
Paulina.- oye, oye, tranquilito, que nada más llegar, ya venías resoplando. Si no quieres cenar, pues no cenes
Fidel.- me estás poniendo…
Paulina.- perodo, ¿que yo te estoy poniendo? Eso tú, que andas con el baile san vito desde que has llegado.    A mí no me artes ¡eh!
    (Ya había sacado el genio, a ver como hablaba ahora con ella).
   El se levantó y empezó a poner la mesa.
Fidel.- mira paulina, ¿te acuerdas de estos muñecajos en forma de oso?
Paulina.- sí, mú bonicos
Fidel.- pero si ni los has mirado
Paulina.- hago la cena o miro los muñecos
Fidel.- bueno, ya está bien, que mañana por la noche voy a un sitio con don Fernando
Paulina.- vale
Fidel.- te explico
      (Ella sacó los torreznos de la sartén y los tiró a la basura)
Paulina.- me voy a dar una vuelta con el crio por el barrio, aquí hace mucho calor
Fidel.- ya colgó el morro, ¿me dejas que te explique?
Paulina.- esta todo explicado, claro don Fernando es lo primero ¿Cuándo me lo pensabas decir?- ¿el domingo por la mañana?
Fidel.- pero si me he enterado esta tarde
Paulina.- mira, que sí, que me voy a dar una vuelta
Fidel.- a tomar por saco, mira que no se puede hablar con ella, es modorra, modorra, modorra
      …  Don Fernando, había preparado una partida en su casa con unos amigos, él se sacaría unas pesetillas que no le vendrían mal, a cambio, tan solo de vez en cuando, debía de hacerle una seña para indicarle si llevaba jugada para ganar o no.   De las partidas jugadas, había aprendido que cuando una mano es floja, aunque se lleven cartas es mejor perder para dar cuartelillo.
    Cuando paulina volvió, él ya estaba acostado.  Había limpiado los torreznos  y puestos en un plato, pero el estomago lo tenía cerrado, por la mala leche.
Paulina.- a ver si dejamos de roncar, que voy a acostar al niño.
Fidel.- no estoy dormido y sí, pienso ir a la partida, unos duros no vendrán mal
Paulina.- ¿te ha dicho alguien que no vayas? Pero mira lo que pasó de la otra vez a consecuencia de las cartas
Fidel.- estos son amigos de don Fernando
Paulina.- señor, señor;  líbrame de las buenas compañías, que de las malas ya me libro yo solito.     Tú lo has dicho, amigos de don Fernando
Fidel.- bueno vamos a dejarlo
Paulina.- poseso
           Con la luz apagada en la cocina, se sentó en la silla y allí se quedó hasta que vio que estaba bien dormido.
              Por supuesto. De almuerzo al trabajo, aire en la hortera y como es normal,  toda la tarde del sábado, la pasaron sin mediar palabra.
        Ya de noche, se puso la chaqueta nueva y cruzó la puerta. No había llegado al puente, cuando se dio la vuelta y volvió a subir.
Fidel.- mira paulina, si vamos a estar así, no voy
Paulina.- vete, vete, si ya has dicho que sí
Fidel.- pero que da igual
Paulina.- no, no da igual, pero vamos, que podías por lo menos haber preguntado, digo yo
Fidel.- pero si te lo dije ayer, que es cuando me lo dijo
Paulina.- que te vayas, eso haremos los demás
Fidel.- mecagüen… ya no voy
Paulina.- claro, quedas en que sí, y luego no apareces, desde luego
Fidel.-   fuuuuuuu, me voy, dame un beso
Paulina.- deja, deja, que lo mismo te mancho, vete y pásalo bien
Fidel.- eres imposible, tienes la facultad de sacarme de quicio, modorra, modorra, modorra,
      Cinco horas más tarde, volvía a subir aquella cuesta, sin hacer ruido entraba en casa, a oscuras, extendía sobre la mesa los siete billetes marrones, se quitaba los zapatos, colgaba en el respaldo de la silla la chaqueta y entraba en la alcoba.
       De repente, una voz lo sobresaltaba.
Paulina.- qué, ¿ya estás aquí?
Fidel.- joder que susto
Paulina.- ¿ya es hora?- vamos que si llega a pasar algo.
Fidel.- ¿Qué va a pasar?
Paulina.- nada, nada, para ti nunca pasa nada. Hasta mañana
Fidel.- he dejado en la mesa setecientas pesetas, para que el lunes le compres ropa al crío y algo para ti
Paulina.- si, si, ahora nos acordamos del crío
Fidel.- anda, no me vas a dar un beso
Paulina.- eres más pesado, venga dame un beso y a dormir
       Los billetes, habían calmado un poco el enfado.
           Ni sería la última partida, ni el último morro, bien sabía ella que los favores se pagan.  Estos al menos servían para algo.

      La vida trascurría con normalidad, el pequeño Elías, cumplía dos años, por fin podían permitirse el lujo de poner un pequeño banquete para los vecinos y amigos, como agradecimiento por toda la ayuda prestada.     En la calle,   unos tableros como mesa larga.      Sobre ellos jarras de limonada, unos platos de patatas fritas,  cacahueses y garbanzos torraos,  y luego unos buñuelos de viento como final.
    Allí se presentaron los amigos del mercado y los compañeros de la fábrica.    Junto al vecindario, estuvieron hasta altas horas cantando y bailando.   Que felicidad.

            Una nueva barriada de casas se estaba construyendo para gente humilde a las afueras de la ciudad, se apuntaron a la lista, por fin tendrían su casa, el sueño de muchos trabajadores.
       La mañana del día quince de Junio, mientras se dirigía a coger el autobús, iba echando cuentas de los pagos que debía realizar.
 Ese día, al salir del trabajo, cobraría la paga quincenal y entre eso y los pocos ahorrillos, podría dar la dichosa fianza, para entrar en el sorteo.
      Al llegar a la iglesia, había mucho alboroto en el ambiente, al puente se aproximaba una gran muchedumbre, encabezada por sus compañeros de trabajo, todos gritaban, ASESINO, ASESINO.
     Un coche de la policía paró junto a él, lo esposaron y metieron de un empujón dentro. Esa mañana los policías le habían salvado de un linchamiento seguro.






viernes, 29 de julio de 2016

Se acerca el día



    Mujer, de alas moradas
como lirio en la pradera,
perfume que limpia el viento
anunciando primaveras.

    Ni una más, a voz alzada
unidas en la batalla,
reclaman se haga justicia
por quien ya no puede hablar,
por esa boca que calla.

     Suenan clarines al viento
anunciando el nuevo día,
el sol sobre el horizonte
esparciendo su alegría,
se aproxima la jornada
en que sus alas sean rosas,
y ya no haya que gritar
ni una más en la batalla,
por quien ya no puede hablar
por esa boca que calla.

Para...  Nery guerra
en el día de su cumpleaños.
29/07/2016..



miércoles, 27 de julio de 2016

Paulina y Fidel .- 5




            Cuando el sol caía de plano, tres de la tarde y en las calles, ni un perro andaba.     Su mano, llamó a la puerta.
Paulina.- ¿Quién es?
Anónimo.- ¿puede abrir un momento?
Paulina.- voy
Anónimo.- ¿está su marido?
Paulina.- no, ¿qué quería?
Anónimo.- dígale que he venido a verlo y espero que me devuelva las cinco mil pesetas que me debe
Paulina.- ¿le debe?- ¿de qué?
Anónimo.- dígaselo o nos volveremos a ver
Paulina.- ¿pero quién es usted?
Anónimo.- un compañero de cartas
        Se dio la vuelta y se marchó. Paulina quedó encendida, daba vueltas por la cocina, se sentaba, se volvía a levantar, otra vuelta, lloraba de impotencia, de rabia dejaba de llorar.      Cuando llegó Fidel, tenía la mano en carne viva de tanto morderse para aplacar los nervios.
Paulina.- ¿has vuelto a jugar?
Fidel.- ¿qué dices?
Paulina.- ¿quien en ese señor?
Fidel.- ¿Qué señor?
Paulina.- al que debes cinco mil pesetas
Fidel.- tú estás loca, yo no le debo dinero a nadie
      (Enfurecida le explico lo que había pasado)
Fidel.- por lo que dices, solo puede ser el señor de aquella última partida
Paulina.- ves, te lo dije, ¿pero para que te metes? Es que lo sabía
Fidel.- tranquila que no va a pasar nada
Paulina.- claro, para ti nunca pasa nada
Fidel.- tranquila,  aún no sabemos si es él
Paulina.- o sea, que hay más gente a la que le debes dinero
Fidel.- que yo no debo dinero a nadie
Paulina.- me tienes harta, ya no me creo nada
Fidel.- bueno, ya pensaré algo
Paulina.- ya, ¿y si vuelve?
Fidel.- si me está buscando, me va a encontrar
Paulina.- ¿Dónde vas?
Fidel.- a dejarme ver por ciertos sitios
Paulina.- ven aquí, vuelve, que vengas
       Paulina no pudo retenerlo con sus voces, puso un cazo de agua en el fuego y la dejó hervir.  Si aparecía por allí esa noche, saldría escaldado.
   Fidel, después de dar muchas vueltas por los antros del vicio del juego, se fue hasta el único sitio donde podría estar si lo estaba buscando.
           Se apoyo en la esquina de aquel callejón y espero a que la sombra anónima apareciese.     Al momento llegó don Fernando y no tuvo más remedio que contarle lo sucedido.
D. Fernando.- no te preocupes, si llega, no digas nada, que entre y que arregle cuentas conmigo
Fidel.- pero don Fernando
D. Fernando.- yo confío en ti y tú confía en mí
     Pasada media hora…
Fidel.- por fin llegas, que valiente, ir  amenazar a una mujer
Anónimo.- vengo a reclamar mi deuda
Fidel.- entra, que te está esperando un señor para darte el dinero
Anónimo.- espero que esto no sea una encerrona
Fidel.- aquí no somos tan cobardes
Anónimo.- más te vale
Fidel.- una advertencia antes de entrar, si vuelves a pisar por el barrio de San Antón, te mato
        Con la mano derecha, en la que lucía un gran sello dorado, sacó una navaja del bolsillo y se la puso en el cuello.
Anónimo.- ¿eso es una amenaza? Qué risa
Fidel.- yo que tú no malgastaría esta oportunidad, piénsalo bien, porque eso es una promesa
Anónimo.- entremos y saldemos la deuda
     Según entraron, todos se pusieron en pie y se retiraron de la mesa, poniéndose con la espalda pegada a la pared.
D. Fernando.- buenas noches, ¿Qué quieres?
Anónimo.- el dinero que les gané en la partida
D. Fernando.- ¿y cuanto crees que es?
Anónimo.- cinco mil pesetas
D. Fernando.- mucho me parece
          Entonces, sacó de su cartera diez billetes azules y los puso sobre la mesa.    Según iba a cogerlos.
D. Fernando.- alto ahí. El dinero pertenece a la mesa, aún no tiene dueño, siéntense los dos, tomen la mitad cada uno y empiecen a jugar.  En media hora de reloj al que más pueda.      ¿Estamos de acuerdo?
Fidel.- pero don Fernando
Anónimo.- ¿se hizo caca el criado del señor?
D. Fernando.- aquí no se hizo caca nadie, ¿estamos de acuerdo?
Anónimo.- por mi encantado, será un placer
           Los dos se sentaron frente a frente, un tercero repartía los naipes de los descartes y ellos sin levantarlas apostaban.  Al final de cada mano solo una carta levantaban para mostrar quien había ganado.
             Trascurridos veinte minutos, en una mano larga y extraña, donde uno a otro se iba pisando la apuesta, todo estaba apilado en el centro de la mesa.    Fidel, consiguió dejarlo sin nada.
Anónimo.- una mano más, me juego el reloj, todo o nada
D. Fernando.- eso no era lo convenido y aquí,  somos caballeros de palabra
Anónimo.- llevo dinero, echemos una partida normal para pasar el rato
D. Fernando.- lo siento, pero usted no es bienvenido en este sitio. Si vuelve a pasar por aquí, no cuente con salir por su pie
Anónimo.- es la segunda vez que se me amenaza esta noche
D. Fernando.- eso quiere decir que hablamos en serio
           Según salía por aquella puerta estiró su mano hacia Fidel.
Anónimo.- ¿cuenta saldada?
    Fidel no fue capaz de negarle la mano.
Fidel.- cuenta saldada
       La puerta se cerró con un portazo de rabia.
D. Fernando.- una ronda para todos, a esta invito yo
Fidel.- ¿y si llego a perder?
D. Fernando.- mi dinero en el juego, está más seguro en tus manos que en las mías, hoy he ganado, mañana…
Fidel.- pero no ha ganado nada
D. Fernando.- pues sí, ya ves, me que quedado más satisfecho que un cerdo recién comido
Fidel.- bueno señores, me voy que mañana tengo que trabajar y mi mujer estará intranquila.
     Don Fernando lo acompañó hasta el callejón, al despedirse de él, metió la mano en el bolsillo de su chaqueta.
D. Fernando.- toma, está cargado, si te sale al paso, no lo dudes.
    Mañana sin que nadie se dé cuenta subes a mi oficina y me lo devuelves, yo iré acompañado a casa,  a mí o me hará falta.
     Fidel a toda prisa, corrió a su casa.  Por el camino no hacía otra cosa que pensar en Paulina y en su hijo.     En su mano, agarrado con fuerza, aquel cachorrillo de dos postas dispuesto a ser usado.
Fidel.- Paulina, hijo,
Paulina.- ya es hora, ¿qué ha pasado?
Fidel.- nada ya está solucionado, vamos a la cama
      Allí, le contó con pelos y señales todo lo sucedido, no podían dormir de los nervios.     Era una situación incómoda, pero bueno ya estaba todo arreglado.         Sin saber cómo, al día siguiente en el barrio se sabía lo sucedido, todos estaban pendientes de quien merodease por los alrededores.  A cabo de de una semana según vino, debió marchar de la ciudad, pues no se le volvió a ver por ninguna mesa de juego.

           Pasado el tiempo, un anochecer de viernes, Fidel andaba ronroneando calle arriba y calle abajo.       Tenía que hablar con paulina pero no sabía cómo.    Ella lo veía, sentada en la puerta al fresco se reía con disimulo, lo conocía demasiado bien, estaba esperando a que le preguntase, pero ella se hacía la tonta y no pensaba abrir el pico.
Paulina.- bueno, entro hacer la cena
      (Él entró y se sentó junto a la mesa)
Fidel.- cagüen…
….- puf, esto es la leche
…- el caso es que…



martes, 26 de julio de 2016

Labios cosidos


----- A palabras necias… 

.      Demasiado mayor soy
para picaflor imberbe,
y lo  suficiente joven
para no ser viejo verde.

.   Demasiado modernista
dentro del romanticismo,
clásico en formas correctas
brindo mi galantería,
señor ante las señoras
regalándole alegrías.

.   Adulador de quimeras
que se explayan en derroche,
zalamero con la luna
cuando acaricia mi noche,
sello en el sobre lacrado
poniendo a la carta broche.

.   Virtud, el llegar a ser,
 amigo de mis estrellas,
defecto, expresar cariño
 a cada una de ellas.

.   La luz que alumbra tus ojos
al romper el nuevo día,
amanecer en el mar,
de los dioses, el ocaso,
la losa fría de mármol
que sepulta tu fracaso.
.   El convidado de piedra
y el mango de la sartén,
el respeto y devoción
a la palabra mujer.

.    Quien no entienda de poetas
que no lea mi poesía,
poéticos los abrazos,
mera ilusión mis escritos,
ironía en comentarios,
alma que no corazón,
los besos que dan mis labios.



domingo, 24 de julio de 2016

Paulina y Fidel .- 4


    En el viaje de vuelta, aquel asiento de madera, parecía el más mullido de los colchones.
Claudio.- bueno, hasta mañana
Paco.- no te duermas, que este no espera
Fidel.- aquí estaré, hasta mañana y gracias
      En el camino de Cánovas a casa, andaba erguido, orgulloso, ahora sí, podía decir que tenía un trabajo.
Fidel.- hola, ya estoy aquí
Paulina.- ya es hora
Fidel.- ¿Qué tal el pequeño? Siéntate que te cuento
Paulina.- eso, mejor me siento, explícate
Fidel.- ¿y ese morro?
Paulina.- ¿y ese dinero?-¿en que habíamos quedado?
Fidel.- ¡ya estamos!
Paulina.- no, si quieres…
Fidel.- no es lo que imaginas, ni siquiera me senté a jugar
Paulina.- pues tú dirás, espero que no sea fruto del arte del birlí-birloque
Fidel.- ¿me dejas que te explique?
Paulina.- y ahora me dirás que te lo encontraste
Fidel.- ¿me vas a dejar hablar?
Paulina.- vamos, si estoy esperando
Fidel.- me lo dio don Fernando
Paulina.- a otro perro con ese hueso
Fidel.- me pones del hígado
Paulina.- no te voy a decir yo, hasta donde estoy,  anda sigue
Fidel.- pues sí,  para que no volviese al mercado y así tener para comer hasta que cobre
Paulina.- perdona, pero a mí me parece (torció el morro) que aquí hay gato encerrado
Fidel.- que es verdad
Paulina.- pero en realidad, ¿Qué quiere ese tal don Fernando?
Fidel.- que desconfiada que eres
Paulina.- bueno, bueno, lo que sea sonará
Fidel.- me voy a lavar, arréglate y viste al niño, que tenemos que ir a un sitio antes de que cierren
Paulina.- ¿dónde?
Fidel.- a un sitio
           Hacía tiempo que no salían a dar un paseo.
     Cruzaron el puente para dirigirse al centro. Él le iba contando lo sucedido en la mañana.   Cuando llegaban a la plazoleta…
Fidel.- mira aquí, tengo que coger el autobús todas las mañanas a las siete y cuarto
Paulina.- entonces ¿os llevan en autobús? o sea, que con que te levantes a las seis y media, te da tiempo de sobra
Fidel.- corre que están cerrando
Paulina.- ¿qué dices?
Fidel.- perdone señor, un momento
Farmacéutico.- llegas por los pelos
Fidel.- hágame el favor
Farmacéutico.- que quería
Fidel.- no lo sé.
Farmacéutico.- bien empezamos
Fidel.- Algo para la anemia de mi mujer y algo que sea muy bueno para darle al niño. ¡Lo mejor!
Farmacéutico.- eso que me pides…  es muy caro
Fidel.- da igual
        El farmacéutico entró a la rebotica y salió al momento con un frasco de cristal.
Farmacéutico.- para su mujer, una cucharada de este jarabe cada mañana.    Si acaso nota que las deposiciones son muy oscuras, que no se preocupe, es normal al tomar hierro
Fidel.- ¿oyes lo que te dice?, que es normal
Farmacéutico.- y para el niño, lo más caro
Fidel.- usted dirá, lo que sea
Farmacéutico.- puré de verduras y legumbres con bien de carne roja al medio día y pescado por la noche
Fidel.- ¿y medicinas?
Farmacéutico.- hágame caso, es la mejor medicina, ¡ah!, y leche, mucha leche
Fidel.- cóbrese
Farmacéutico.- y ahora sigan dando el paseo, que el salir y tomar el aire, también es muy bueno
Paulina.- gracias, muchas gracias.


              Siguieron un poco más adelante dando el paseo antes de darse la vuelta e iniciar el regreso de nuevo hacia su casa.
Sabiendo que el dinero procedía de la legalidad, Paulina comenzó hacer la lista de aquello que necesitaban con más urgencia para darle algo de sabor a las comidas,  y compraría verduras, y carne para hacer un buen guiso contundente al que por fin, por una vez  se permitiría el añadirle un chorrito de aceite de orujo.   Ummm.  Esa vasija de cuarto que adornaba siempre en aquel escaparate, mañana estaría en su casa y la guardaría como una joya,  alguna tarde, enriquecería con unas gotas de aquella maravilla,  blancos puches para el chiquillo.
     Antes de irse a dormir, prepararon la hortera. Poca cosa había. Unos garbanzos que habían sobrado al medio día ya que no había ido a comer y unos cachos de tocino frito para después.      Esto tendría que ser suficiente.     Esa noche al menos dormiría siete horas de un tirón.
        Paulina se levantó a la misma hora que él, en esa nueva vida, tenía que cambiar muchas cosas.        Como hacía tiempo, los dos juntos, con el tazón de achicoria humeante entre sus manos.
    Después de que él se fuera, se lavó bien el cabello, lo peino con ondas como cuando aún estaba soltera. Ya estaba bien de moños y recogidos que la hacían más vieja.  Cogió una  saca de tela y en sus brazos al pequeño.   En la cocina, cuando iba a salir se quedó mirando con una leve sonrisa a una balda junto al fogón.   Luego, Suavemente, tocó con la yema de su dedo el pimentón dulce y se masajeó las mejillas.    Tras eso, ya parecía otra.
   Miraba y remiraba, todo le perecía tan caro.  Después de media careta, algo de hígado, patatas  y acelgas en el mercado, pasó por la tienda de ultramarinos que había en el barrio.        Arañando céntimo a céntimo, fue llenando la cesta.     Ya se disponía a salir cuando se acordó.   Se dio la vuelta y cogió una botella pequeña de gaseosa vacía y otra llena.
Paulina.-  perdona Maruja,    ¿te importaría llenarme esta botella con vino tinto?
Maruja.- pero te tengo que cobrar el casco
Paulina.- bueno
Maruja.- no sabes lo que me ha alegrado verte de nuevo por aquí
Paulina.- cuando se puede Maruja, cuando se puede
Maruja.- vaya lo que ha crecido, está ya hecho un mozo
Paulina.- el tiempo pasa volando
Maruja.- y tú estás muy guapa
Paulina.- poco a poco
Maruja.- ya sabéis dónde estamos, para lo que queráis
Paulina.- lo sé, lo sé
Maruja.- venga que os vaya bien, que ya lo tenéis bien ganado
     Paulina, subió la cuesta con tal brío, que el vuelo de su enagua y el tupe de su niño, parecían ir bailando con los escalones.
   Llegó a casa puso al niño en una trona hecha con cajas de fruta,  abrió todo de par en par.   Preparó un cubo con agua y legía, para hacer un zafarrancho, al tiempo que por primera vez,  en voz alta, sin vergüenza, canturreaba canciones de Estrellita Castro, que le recordaban a su madre con el pañuelico en la cabeza y el mandil de lunares grises, limpiando los cristales de las ventanas abiertas y admirando con su delicada voz a todas las vecinas.  
(Ella no tenía tan buena voz, pero arte y hechuras no le faltaban).
    Pasado el medio día, cuando se disponía hacer la comida, hasta allí se acercaron Narciso (el carnicero) y Luis.
Luis.- paulina, ¿está Fidel?
Paulina.- ¿no sabéis que está trabajando? 
Narciso.- sí, ya lo sabemos
Luis.- si en realidad veníamos a verte a ti y al chiquillo
Paulina.- ahí está, sin dar guerra ninguna, es más bueno
Narciso.- mira que es guapo el jodio
Paulina.- ha salido a su padre
Luis.- ja, ja, más quisiera él, es clavadito a ti
Paulina.- ¡perodo!,  vas a decir tú, que mi Fidel es feo??
Luis.- que no, que no, Paulina, pero tú eres más guapa
Paulina.- gracias por el cumplido
Narciso.-   toma,   hemos estado haciendo una colecta entre todos, esto es para que os lo gastéis en lo que queráis, por tantos años de madrugar y nunca poner una mala cara, aún sabiendo que no le podíamos pagar como se merecía.
        Luis desenvolvió un papel de estraza y puso el dinero sobre la mesa.
Narciso.- esto es de todos, voluntariamente hemos puesto lo que podemos, unos más y otros menos, pero todos de buena fe.   No lo hemos ni contado y si en algo os podemos echar una mano, no dudéis en pedirlo
Luis.- ya sabes, dinero no pidas.   Pero si necesitáis mi furgoneta para algo, sin problema.
Narciso.- ojala, pronto os pudierais cambiar de casa y haya que colaborar en la mudanza
Paulina.- lo que aquí tenemos, bien cabe en un carretillo
Luis.- bueno guapa, no olvidéis donde estamos
Narciso.- dame un abrazo, sabes que os deseo lo mejor
Paulina.- venga iros de una vez, que me vais hacer llorar
         Se sentó en la mesa y empezó a separar las monedas.   Qué alegría más grande se iba a llevar Fidel cuando llegase. Daba igual lo que hubiese, para él, ese gesto no tenía precio.  
            Los días parecían, bueno, eran distintos a todos los vividos anteriormente, el sol daba más luz, durante la noche, las estrellas en el cielo de verano,  brillaban como nunca lo habían hecho.
     Los domingos, eran domingos, días de fiesta, mañanas de misa en la virgen de la luz y un vermut antes de comer.  Esas tardes de paseo por carretería cogidos del brazo, con el niño subido sobre los hombros y aquel chato de vino blanco acompañado por unos cacahueses salados de vuelta a casa, en esa taberna al lado del puente de la Trinidad.  

     Hasta que una mañana, un señor bien vestido, de tez morena, bigote fino y bastón con empuñadura de cuero, merodeaba por el barrio de San Antón haciendo preguntas que parecían no tener sentido, pero que tenían como objetivo, el averiguar cuál era la casa de aquella humilde familia.