martes, 28 de febrero de 2023

Gorras en el armario 018


 

               El final de aquella tarde se encapsulaba entre silencios y miradas;     Laura ayudaba a Patri a rebozar clamares entreteniendo el tiempo al calor de los fogones enharinándose las manos.    Ernesto sentado a en la barra dormitaba sus pupilas embelesadas en el televisor.    Raúl en el fregadero enjabonaba y aclaraba las tazas una y otra vez sin sentido, mientras Jaime por aburrimiento sacaba un cuaderno y se ponía a hacer deberes en una mesa.

      Esa tarde, ningún cliente más en la barra.

-         Llegó Claudio y su voz asustó a todos-

Claudio.- ¡que pasa! ¿Hay alguien en esta casa?

Raúl.- joder Claudio, que susto me has dado, casi se me cae la taza al suelo

Claudio.- si es que parece que estáis muertos.

          Esto qué es, un bar o una iglesia   ¿dónde están las señoras?

Ernesto.- en la cocina

Claudio.- ¡a ver esas cocineras! Que saquen una tapa rica

Patricia.- ¡cómo me hagas salir!

Claudio.- vamos, un par de cañas que están tardando

Laura.- buenas tardes, muy guerrero vienes hoy

Claudio.- con esas manos no se te ocurra tocarme

Laura.- muy bien dos cañas ¿Y mi vino?

Claudio.- usted perdone, vamos Raúl date brío que te duermes.    Patri, estoy esperando la tapa

Patricia.- ya estoy aquí, a ver, qué quieres de tapa

Claudio.- lo que tú quieras mi reina

Patricia.- es que si me lo pides así…

Raúl.- este ha pasado hoy por un par de bares antes de venir

Claudio.- bien sabes tú que no

Jaime.- acabé

Claudio.- ya era hora de que saludases tú también

Jaime.- si ya te he visto

Claudio.- pues aún no lo parece

Jaime.- vale, buenas tardes

Patricia.- mira cascarrabias, acabo de hacer un tomate aliñado y empanado que te vas a chupar los dedos.

Claudio.-  te das cuenta Raúl, esto sí es tratar bien a los clientes

Raúl.- no, si tiene guasa hoy la cosa

Claudio.- pero esto es mucho

Laura.-oye majo, que es para nosotros también

Claudio.- que decepción, yo que me creía que lo había hecho solo por mí

Patricia.- anda, calla y mira a ver si te gusta

Claudio.- y a ti que te pasa

Ernesto.- quién ¿a mí?

Claudio.- no, a mi tía la del pueblo.    Tu sí que estás hoy empanao, vamos coño, que yo no te lo voy a masticar

Ernesto.- ya voy pesado

 

-         Por fin, comenzó a volver la cosa a la normalidad; hoy todos en la barra, dos por dentro y cuatro por fuera degustando aquella delicia y hablando de todo y de nada al mismo tiempo.

Claudio.- no os lo había dicho, a partir del jueves me cojo una semana de vacaciones, no voy nunca a ningún sitio, pero bueno, no las voy a perder

Raúl.- pues aprovecha y haz algún viaje

Claudio.- no me gusta, prefiero estar en casa

Patricia.- pues ya yo tengo unas ganas de que a este de por cerrar el bar una semana, llevamos un montón de años día tras día a pie del cañón sin saber lo que es salir de aquí

Claudio.- además aquí no hay días de descanso

Patricia.- habrá que esperar a que se jubile, si no nos hemos muerto antes

Raúl.- te prometo que este verano cerramos una semana

Patricia.- ¡eh! apuntarlo, estáis de testigos, que luego a la hora de la verdad dice que lo he soñado

Laura.- muy bien y hacemos que coincida con nuestras vacaciones y nos vamos todos juntos al fin del mundo

Ernesto.- algo lejos me parece a mí eso

Laura.- tú cállate ¿Cuánto hace que no vamos a ningún sitio?

Jaime.- yo quiero que vayamos a la playa

Ernesto.- te das cuenta como es mejor estar callado

Claudio.- mira tú, así tal vez sí que me animaba yo a ir con vosotros

Ernesto.- por cierto, para que no te aburras ¿podrías hacer una cosa?

Claudio.- tú dirás

Ernesto.- En esta semana te vas a ver tiendas de coches de segunda mano a ver cómo están de precio y en qué estado.     A ver si me encuentras algo bueno, bonito y barato.

Raúl.- pero… en serio vas a comprar un coche, esto es lo último que me esperaba de ti

Claudio.- bueno, no te preocupes que yo te lo miro

Ernesto.- no me voy a comprar un coche, pero se lo va a comprar mi señora

Patricia.- ¡ole! Así se habla;    vete aprendiendo

Raúl.- pero si nuestro coche está a tu nombre

Patricia.- ya, pero a mí no me gusta conducir

Ernesto.- bueno pues quedamos en que miras algo que merezca la pena y luego ya lo pensamos con lo que encuentres

Claudio.- déjalo de mi mano, que busco debajo de las piedras;    ya sé lo que hacer todas las tardes antes de pasar por aquí a rematar la jornada

Laura.- vamos para casa, que mañana hay que estar allí a primera hora y sin desayunar

Patricia.- que se dé bien la cosa

Raúl.- venga valiente y no des mucha guerra

Ernesto.- si se porta muy bien

Claudio.- cuando salga paso por cafetería y os espero a desayunar mientras suben los análisis que tardan un rato largo

Laura.- pues nada, hasta mañana.

-         Claudio se quedó un poco más hablando con ellos en el bar.

-         Los tres se fueron paseando a casa sin darse cuenta que habían quedado la compra en la cocina de Patri olvidada.

Laura.- ¿y cómo te da ahora por decirle a Claudio que te mire un coche?

Jaime.- pero un coche chulo

Laura.- ¿no lo puedes mirar tú?      Que ganas de buscarle complicaciones al hombre

Ernesto.- déjame que se lo que hago, que es para que no se aburra

Laura.- yo no sé en qué estás pensando;   últimamente te dan unas tonterías

Ernesto.- que te digo yo que es lo mejor

Jaime.- pero al final compramos el coche o no

Laura.- y yo que sé, no ves que no hay quien entienda a tu padre

-         Nada más entrar en el portal, se da cuenta el niño.

Jaime.- mamá y la bolsa

Laura.- qué bolsa

Jaime.- la de la carne picada

Laura.- anda coño, Ernesto tira corriendo al bar que me la he dejado en la cocina;  está allí en el suelo al lado del congelador

Ernesto.- luego soy yo el que está en las nubes

Laura.- vamos corre

-         A medio camino se cruza con Claudio que va para el hospital

Claudio.- ¿pero dónde vas? ¿Pasa algo?

Ernesto.- no nada, que se ha dejado en el bar Laura la compra
Claudio.- pues date, que estaban recogiendo

-         Patri ya está fuera y Raúl está empezando a apagar las luces

Ernesto.- ¡Patri! Dile que espere, que se ha dejado Laura la compra en la cocina

Patricia.- espera Raúl, que viene corriendo Ernesto a no sé qué de la cocina

Ernesto.- bufff…    Creía que no llegaba, mira a ver en la cocina cerca del congelador que se ha dejado Laura una bolsa

Patricia.- madre mía, cómo están las cabezas, anda, qué voy a ver

Raúl.- ¿y eso de decirle a Claudio que te mire un coche?

Ernesto.- es algo difícil de explicar, pero todo tiene su explicación
Raúl.- ¿pero tú quieres un coche que yo se que está de maravilla?

Ernesto.- que no, que no quiero ningún coche

Raúl.-  pues sí, ya veo que tiene explicación

Patricia.- Toma la bolsa y marcha para casa

Ernesto.- hasta mañana

Patricia.- y a ver si hacemos más ejercicio;   que no me aguantas una carrera

Raúl.- últimamente piensa unas tonterías;  le pregunto ahora que si quiere un coche, porque el de la relojería lo vende de segunda y está nuevo.      Va y me dice que no, que él no quiere ningún coche, pero que todo tiene una explicación

Patricia.- pues la tendrá, que te voy a decir yo

Raúl.- vámonos a dormir, que a estas horas es lo mejor que podemos hacer.

 

 

 


 

 

 

domingo, 26 de febrero de 2023

Gorras en el armario 017

 

 

  El lunes por la tarde junto con sus amigas, les contaba que al día siguiente otra vez faltaría a clase porque ya empezaba el tratamiento.  Solo ellas en todo el colegio sabían lo que tenia y lo tenían bien callado para evitar burlas de los demás; que no empezasen a decir que por eso nunca jugaba con los demás a juegos de chicos.

 Inma.- pero ya verás como todo va a salir bien

Jaime.- no, si no tengo miedo

Adry.- ¿ni un poquito?

Jaime.- bueno, la verdad es que bastante

Inma.- pues ahora en vez de dos vueltas corriendo, vamos a tener que empezar a dar tres

Jaime.- calla, que me dijo el doctor Jesús, que voy a tener que ir al gimnasio

Inma.- hala que guay, yo quería ir a uno que han puesto cerca de mi casa pero mi madre y mi abuela dicen que eso es de chicos

Adry.- pues vaya tontería

Jaime.- tu abuela, de todas formas, es más rara

Adry.- ¿y tu abuela como es de rara?

Jaime.- no sé yo, puede ser que más

Adry.- mi abuela era muy buena, siempre estaba sentada en una butaca con ruedas leyendo libros y me gustaba sentarme en el suelo a oírla leer en voz alta

Inma.- ¿hace mucho?

Adry.- sí, yo era pequeña, pero cuando cierro los ojos por la noche en la cama, aún puedo oír su voz

Jaime.- mirar, esto es un secreto entre mi abuelo Pedro y yo, pero vosotras lo podéis saber.     Es una piedra que él cogió de pequeño en el río y la ha llevado en el bolsillo hasta anteayer que me la dio para que me de suerte

Adry.- ¿pero eso puede ser?

Inma.- claro, es un amuleto; guárdala bien y te traerá mucha suerte, seguro

Adry.- a mí también me gustará tener algo de mi abuela

Inma.- bueno tienes a tu abuelo y es muy majo

Jaime.- ¿sabéis de lo que más tengo miedo?

Inma.- ¿de qué?

Jaime.- de qué cuando se enteren de mi enfermedad, no os dejen jugar conmigo

Adry.- tú eres tonto, eso no va a pasar, es más hoy se lo voy a decir a mi abuelo para que veas que no pasa nada

Jaime.- no, no le digas nada aún

Inma.- mi abuela, no sé yo, pero mira, se ponga como se ponga no nos va a separar a los tres, seguiremos las dos a tú lado siempre

Jaime.- y… si se me cae el pelo, no os va a dar vergüenza estar conmigo

Inma.- tú eres tonto ¿por qué se te va a caer?

Jaime.- porque puede pasar y lo más seguro…

Adry.- pues vaya tontería ¿y si mañana me rompo yo una pierna?

Inma.- pues nos toca llevarte en brazos, ja, ja, ja,

Jaime.- jolín, no es para reírse, no es lo mismo

Inma.- pues yo creo que eso tampoco no es tan grave, lo más importante es que te cures y el pelo ya crecerá

Adry.- también te podemos regalar una gorra

Inma.- le decimos a tu abuelo que nos deje la boina

Adry.- pues también  ¿se la pido a ver cómo te queda?

Jaime.- mira que te deje a ti la cachaba cuando te partas la pierna

Inma.- mira ya estáis arreglados los dos

 

-Laura los mira desde el árbol pendiente de su conversación y se ríe de la inocencia que los invade-

Laura.- vamos que ya es hora de empezar a dar vueltas corriendo

Adry.-  hoy vamos a dar tres

Inma.- o cuatro

Laura.- ¿no van a ser muchas?

Jaime.- bueno tres

Laura.- vamos, pero como las liebres, que hay tardes qué vais a paso de tortuga

Inma.- pues corremos mucho

Laura.- a que me pongo yo y os gano

Adry.- a ver valiente

Laura.- os vais a enterar

Jaime.- que no mamá, tú sigue leyendo

 

-Tras tres vueltas ya están cansados-

Inma.- no puedo más

Jaime.- yo creo que nos teníamos que sentar ya

Adry.- yo creía que no llegaba

Laura.- qué ¿y la cuarta?  La dejamos para mañana

Inma.- es que el parque es muy grande

Adry.- me pesa todo el cuerpo, tengo que sentarme ¡ya!

 

-         Los abuelos y abuelas ya empezaban a reclamar la presencia de todos para marchar a casa-

Laura.- levantar del suelo que ya os tenéis que ir

Adry.- ¿me dejas que te de un beso para darte suerte?
Inma.- y yo también

Jaime.- bueno

-         Las dos se abrazaron a él, besando cada una en una mejilla.  Jaime quieto, todo colorado-

Jaime.- muchas gracias amigas

Inma.- hasta mañana

Adry.- por la tarde al salir nos vemos aquí ¿vale?

Laura.- tranquilas, que aquí estará, adiós pequeñas

Jaime.- hasta mañana

 

-         Laura tenía que ir a hacer unas compras antes de que cerrasen. Quería hacer para comer unos filetes rusos;  así los pondría con ajo y perejil por la noche, para al día siguiente a la hora de comer solo tener que pasarlos por la sartén. No sabía cuánto iban a tardar en el hospital.

-         Hoy los deberes puede que quedasen sin hacer, no tenía ninguna gana de sacar los cuadernos y los libros, estaba agotada y no había hecho nada.

Jaime.- mamá ¿y si vamos hasta la tienda a ver a papá?

Laura.- pues mira sí y lo esperamos a que salga y así ya venimos juntos

-         Se escondieron a un lado de la puerta y tiraron una moneda al suelo dentro de la tienda. Cuando salió Ernesto para ver que había sido ese ruido:

Jaime.- ¡sorpresa!

Ernesto.- ¿pero qué hacéis aquí?

Laura.- a esperarte

Ramón.- pero que sorpresa ver a esta gente por aquí

Laura.- ya ve, hoy hemos venido a buscarlo

Ramón.- recoge lo que veas por ahí e iros de paseo los tres esta tarde

Ernesto.- me queda el colocar cuatro cosas que llegaron esta mañana y cómo ha habido gente, pues quedó para más tarde

Ramón.- pequeño, vete a ayudar a tu padre y tú Laura entra a sentarte a mi despacho

Laura.- si da igual, espero aquí en la puerta

Ramón.- que te he dicho que entres

-         Entraron al despacho y el jefe cerró la puerta-

Ramón.- ¿Te apetece un café? Tengo aquí esta cafetera siempre caliente, yo es el único vicio que tengo

Laura.- no gracias, que luego no duermo

Ramón.- ¿cómo va lo del chaval? Ya me ha dicho que mañana no viene que empieza con la quimio

Laura.- pues va, que quiere que le diga, es un trago que uno no sabe como digerirlo

Ramón.- mi hermano también pasó por ella y se pasa mal, para que te voy a engañar, pero mira por suerte lo cogieron a tiempo y lo sigue contando

Laura.- sí, lo importante es contarlo, hay algunos que no lo cuentan

Ramón.- pero bueno, esto se ha descubierto muy pronto y en un tiempo pues a seguir con todo como si casi no hubiese pasado

Laura.- intentaremos que falte al trabajo los menos días posibles, por lo menos lo van a tratar aquí y evitaremos ir de viaje cada cuatro días

Ramón.- que falte los días que tenga que faltar, que son muchos años lo que lleva con nosotros.

      Todavía me acuerdo el día que entró a pedir trabajo, aún no erais ni novios. Le dije que doblase una camisa y se me quedó mirando sin mover ni una mano,  luego se dio la vuelta y antes de llegar a la puerta, no sé, me hizo tanta gracia que le dije que volviese y estuve con él dos horas hasta que fue capaz de doblarla malamente.

Laura.- quién le iba a decir a él que este sería su trabajo tantos años

Ramón.- yo también pensaba que al poco tiempo se iría, antes era así, la gente no quería estar detrás de un mostrador aguantando a los clientes. Y hay que aguantar mucho algunas veces

Laura.- ya ve como son las cosas, el mundo da tantas vueltas, que nunca se sabe

Ramón.- hay jefes que no saben valorar a la gente que siempre está al pie del cañón, pero te aseguro que ese no es mi caso, no digo que sea como un hijo, te mentiría, pero sí que le tengo mucho aprecio

Laura.- no se preocupe que faltará lo menos posible

Ramón.- eso no hace falta que me lo jures, ya lo sé yo.

 

Jaime.-  ¡mamá! Que ya

Laura.- ya voy

   - salieron del despacho  para encontrarse con Ernesto-

Ramón.- feliz paseo pareja y media

Ernesto.- hasta mañana

Ramón.- mañana no te quiero ver en todo el día

Laura.- muchas gracias

Jaime.- adiós D. Ramón

 

 


viernes, 24 de febrero de 2023

Gorras en el armario 016

 

 

   El sábado por la mañana tempranito, despertaban para ir a desayunar al bar de Raúl.   Nada más entrar sonó un golpe seco, era Raúl poniendo las llaves del coche sobre la barra.

Raúl.- ¿qué os apetece a estas horas?

Laura.- a mí, volverme a casa

Jaime.- pues yo ya no tengo sueño

Ernesto.- ni ella tampoco, ponme un café con leche

Jaime.- yo un colacao y unos churros

Laura.- pues no sé, a ver si me voy a marear y voy a echar hasta los hígados.     Mejor no tomo nada

Jaime.- entonces yo, no sé qué hacer

Raúl.- tú desayuna

    -Jaime pasó detrás de la barra y Raúl se agachó para ver que le quería decir-

Jaime.- no te das cuenta

Raúl.- de qué

Jaime.- que se te ha olvidado que practicase

      -Raúl saltó de carcajadas y se fue hasta la cafetera-

Raúl.- oye Ernesto ¿tú te acuerdas como se conduce?

Ernesto.- a mí me dijeron que todo pà lante

Raúl.- si no estás seguro os llevo yo

Ernesto.- lo único que puede pasar es que te quedes sin coche

-Jaime asombrado los miraba a los dos-

Raúl.- pues vete preparando los cuartos para uno nuevo Ernesto.- y si no que conduzca Laura

Laura.- pues mira sí y así no me mareo;  ponme una taza de chocolate

Jaime.- ¿pero va a conducir mamá?

Laura.- oye mocoso, que yo también tengo carnet

Raúl.- y es la que mejor conduce de los cuatro

     ¿Os acordáis aquel verano que fuimos de vacaciones?

Jaime.- ¿os fuisteis de vacaciones?

Ernesto.- todavía no habías nacido tú

Raúl.- te lo cuento;  tu padre tenía un “Seat ochocientos cincuenta”  que consumía más aceite que gasolina

Ernesto.- que exagerado

Laura.- di que sí hijo que es verdad

Raúl.- pues ese verano decidimos ir hasta el estrecho de Gibraltar.  El asiento del conductor estaba tan usado que los muelles se clavaban en el culo.   Cada poco hacíamos una parada para turnarnos conduciendo y así repartir el sufrimiento.

Jaime.- y mamá ¿era la que mejor conducía?

Laura.-  porque tu padre es muy brusco y a Raúl le gusta pisarle mucho, así que las mejores, las conductoras

Raúl.- pero que pisarle mucho,  pero si por mucho que acelerases aquello era una tortuga

Laura.- di que cuando lo cogía él, salía una tufarrasca por el tubo de escape de andar quemando aceite.

Raúl.- pero eso no era culpa mía, era del coche que ya  estaba mal el pobre

Ernesto.- tan mal no estaba

Laura.- Calla, que llegamos aquí de nuevo de milagro y a los dos días ya lo dejaste en el desguace

Ernesto.- por culpa de tanto cambiar de manos

Laura.- pues haber conducido tú solo.    Señor, que viaje más largo

Raúl.- venga que se os hace tarde

Laura.- habrá que ir, que remedio

Jaime.- ¿yo me puedo sentar adelante con mamá?

Raúl.- no, los peques tienen que ir atrás

  Jaime durante el viaje miraba a los lados de la carretera, le habían dicho que por aquella zona había ciervos y que muchas veces se veían.  A veces detenía la mirada en los ojos de su madre reflejados en el espejo retrovisor y sentía un gran orgullo de lo bien que conducía.

    Llegaron al pueblo, al pasar por la plaza había varias señoras saliendo de la tienda.

Jaime.- pita mamá, pita.    Que vean que conduces

      Laura pitó un par de veces, paró junto a ellas y bajó la ventanilla

Señora.- pero si es Laurita

Laura.- no estará comprando mi madre

Señora.- no hija, estará en casa

Laura.- pues vamos a casa a ver si la vemos

Señora.-  ¿os vais a quedar el fin de semana?

Laura.- no creo, mañana tenemos una comida muy importante en la ciudad

Señora.- que pena, mañana viene mi Pili y seguro le gustaría verte

Laura.- dele recuerdos

       -Subió la ventanilla y se puso de nuevo en marcha-

Laura.- su Pili, cojones, que para los dos días que quise quedar con ella siempre tenía alguna escusa 

Jaime.- ¿dónde vamos a comer mañana?

Laura.- a casa del tío Roque

Jaime.- ¿dónde?

Ernesto.- a ningún sitio, son cosas de tu madre

 

          Paran en la puerta de casa, enseguida al oír el ruido de un coche, sale Carmen.    Se queda parada al ver que dentro de él están ellos y que viene conduciendo su hija.

- El primero que se baja es Jaime-

 

Jaime.- hola abuela

Carmen.- ¿cómo por aquí?

Laura.- qué ¿no le vas a dar un beso a tu nieto?

Carmen.- Estaba esperando a que bajaseis

Ernesto.- dale un beso a tu abuela

          -La abuela entra directa a la cocina-

Carmen.- pasar que llamo al abuelo  ¡Pedro, que está aquí la Laurita!

Laura.- ¿cómo está padre?

Carmen.- todo el día quejándose de las piernas, a mí también me duelen cosas y no me quejo tanto

Jaime.- hola abuelo

Pedro.- ven a darme un abrazo pequeño; jolín cómo has crecido, ya eres un hombrecito

Carmen.- cómo no sabía nada, no sé qué hacer ahora de comida

Ernesto.- con unos huevos fritos estamos arreglados

Carmen.- habrá que preparar la habitación de arriba

Laura.- no andes preparando que nos vamos después de comer

Pedro.- ¿y cómo tan pronto?

Jaime.- mañana tienen una comida importante

Carmen.- y tú ¿sigues en esa tiendezucha vendiendo camisas?

Ernesto.- pues sí muy a gusto con el jefe y el compañero, que son muy buena gente

Laura.-  imaginamos que tú hijo sigue en la fábrica más importante de Alemania y gana mucho, por eso lleva a su niña a colegio de pago, o al menos eso dice

Carmen.- pues si le va bien, para algo le dimos estudios

Pedro.- Jaime, vamos al corral a ver si hay huevos en el gallinero, que aquí estamos de más

Jaime.- ¿y podemos ver los conejos?

Pedro.- pues claro;  y la burra, que aunque está vieja aún vive

 En la cocina-comedor, quedan Laura y Carmen tirándose dardos, mientras Ernesto sale a la calle a tomar el aire.

Pedro.- mira cuantos huevos, hemos tenido suerte

Jaime.- abuelo, ¿Puedo montar luego en la burra?

Pedro.- claro, pero solo por el corral.  Oye ¿y qué comida es esa tan importante?

Jaime.- con un señor, es cosa de mi madre, será alguien que tenga que ver con la oficina.      Ella allí lleva muchos años y es la que más sabe

Pedro.- pues claro que sí,  siempre fue la más lista de la familia

Jaime.- y la que mejor conduce

Pedro.- yo nunca la he visto conducir

Jaime.- ven, vamos a hacer una cosa

Pedro.- ¿y montar en la burra?

Jaime.- eso da igual

    -entraron los dos en la casa de la mano; el abuelo dejó el cestillo con los huevos encima de la mesa; allí seguían las dos cara a cara soltando culebras por la boca.

Jaime.- mamá ¿harías una cosa por mí?

Laura.- lo que tú quieras cariño, ya lo sabes

Carmen.- así lo tienes de mal criado

Jaime.- ¡calla abuela!    Mamá, es que quiero que montes a abuelo en el coche y que demos una vuelta al pueblo, yo voy detrás

Laura.- ¿pero quiere el abuelo?

Pedro.- pues claro que quiero

      Carmen se quedó en casa rezongando, a ella nadie la había invitado   (aunque no pensara ir)    mientas Ernesto quedaba muy tranquilo sentado en la puerta.

Jaime.- ¿a qué conduce bien?

Pedro.- pero que muy bien

Laura.- gracias padre, ya era hora que hiciese una cosa bien para vosotros

Pedro.- ¿pero eres tonta? Que ciega estás;   siempre has sido mi niña, pero te escapaste enseguida

Laura.- no me hagas hablar

Pedro.- te importa que vayamos por el camino hasta el huerto

Jaime.- vamos mamá

Laura.- bueno vamos

Pedro.-  ¡para aquí!     Vamos a bajar un momento

        -Los tres se bajaron del coche y se sentaron en una piedra-

Pedro.- ¿te acuerdas de este sitio?

Laura.- sí

        -Jaime callado los miraba a los dos –

Pedro.- aquí fue nuestra despedida, me dijiste que no me querías ver más en la vida porque te dije que antes de casarte tenías que acabar la carrera y sigo pensando lo mismo

Laura.- lo siento padre, pero no me ha ido mal

Pedro.- y yo que me alegro de que estés con Ernesto y tengáis a este hijo tan bueno

Jaime.- ¿y por qué no os perdonáis ya después de tanto tiempo?

-los tres se fundieron en un abrazo sincero-

Jaime.- ahora es el momento de contarle porqué hemos venido

Laura.- padre; Jaime tiene un tipo de cáncer que se llama leucemia lo tiene en la sangre. El martes empezamos con el tratamiento y Ernesto insistió en que debíamos venir a decíroslo.     Si hubiera sido por mí,    no sé,     yo soy más cabezona.       Pues ya lo sabes

-el abuelo se abrazó llorando a Jaime-

Jaime.- pero no llores, si no pasa nada.     El doctor Jesús es muy bueno y dice que poco a poco vamos a ganar

Pedro.- pues claro que vamos a ganar  ¿y tu madre sabe algo?

Laura.-  No.   Se lo iba a decir pero no me merece la pena

Pedro.- parece mentira que hayas salido a ella;    lleváis llenas de rencor toda la vida y los de al lado padeciendo vuestras disputas.

Laura.- ¿me vas a comparar con ella?

Pedro.- ¡SÍ!     Soy el que más os conozco a las dos y si no estuviese Jaime delante te iba a decir cuatro cosas

Jaime.- a ver si ahora que lo habíais arreglado os vais a volver a enfadar

Pedro.- no mi niño, como me voy a enfadar con ella si es mi niña.   Y déjalo cabezona, que ya se lo diré yo

Laura.- vamos para casa que estarán pensando que nos ha pasado algo

Pedro.- ven siéntate aquí sobre mis piernas Jaime

Jaime.- no sé

Pedro.- ¡que vengas!      Que estamos a cinco minutos de casa, no va a pasar nada

Laura.- monta en las piernas del abuelo

      Cuando llegaron la mesa estaba puesta con los platos sobre ella.  De comida: huevos fritos, morro de abuela y aburrimiento de marido.

 

       Comieron y de regreso a casa, pero antes de montar en el coche Jaime y el abuelo fueron de nuevo al corral.

Pedro.- lo que menos vale, puede ser lo de mayor valor

-         sacó una piedrecita de su bolsillo, redondeada y suave, de tanto sobarla con sus ásperos dedos-

Pedro.- esta piedra la cogí en el río cuando era pequeño, ahora es tuya y cuando te sientas desfallecer apriétala fuerte en tu mano y acuérdate de tu abuelo.

  Recuerda que estoy aquí y sigo esperando a que vuelvas a visitarme.     Este, será nuestro secreto.