sábado, 18 de febrero de 2023

Gorras en el armario 013


 

   Los días seguían pasando; el colegio, el trabajo, el pasar cada tarde por el bar antes de ir para casa;    la rutina de siempre a la que ahora se había acoplado Claudio todas las tardes y desde allí ya se iba al hospital.

 

-Ese día Ernesto parecía intranquilo-

Laura.- puedes parar ya de mover el pie, que parece que tienes el baile de San Vito

Claudio.- está nervioso hoy, ¿No os han dado aún cita?

Ernesto.- no, no es nada

Claudio.- mañana hablo yo con Ester a ver cómo van las cosas

Ernesto.- que no, que no es eso

Laura.- pues que te pasa

Ernesto.- nada, que estoy nervioso, pero no tengo un porqué

Claudio.- a veces el cuerpo es como una olla exprés, por tanta presión, cuando menos te lo esperas se pone la válvula a dar vueltas

Laura.- claro y si no da vueltas estalla, no te digo

Claudio.- pues mejor que de vueltas de vez en cuando

Jaime.- mamá, puedo pedirle a Raúl un algo, que ya he terminado la coca

Laura.- vale, pero para después de cenar

Claudio.- ¿os apetece otra ronda? Que hoy es pronto
Laura.- bueno, pero no pidas nada de tapa para mí

Ernesto.- ni para mí, que luego no ceno

Claudio.- pues si que estáis hoy raros

Laura.- y tú, que ya vendrás cenado

Claudio.- yo luego a media noche me como un bocadillo de algo

Laura.- ¿Pero a esas horas hay bocadillos?

Claudio.- no, que va;    cuando llego paso por la cafetería y me lo hacen, llevo muchos años haciendo lo mismo

 

      Ya es hora de irse a casa, cenar y acostar al pequeño.

        Esa noche Ernesto tiene una conversación pendiente con Laura, que hace tiempo le araña en las tripas.

 

Laura.- vamos a la cama que mañana hay que madrugar

Ernesto.- ven, siéntate un momento que quiero hablar contigo

Laura.- ¿pasa algo? Si ya te veía yo raro

Ernesto.- no pasa nada, pero siéntate

Laura.- no me asustes

Ernesto.- que no es nada grave

Laura.- y no lo podemos hablar en la cama

Ernesto.- ¡coño que te sientes! Que tengo que hablar contigo

Laura.- pues me siento

Ernesto.- ¿Cuándo has pensado que vallamos al pueblo a decírselo a tus padres?

Laura.- no sé, ya sabes que no nos llevamos bien, cuando les dije que dejaba de estudiar y que nos casábamos ya dejaron muy claro que yo pasaba solo a ser un cero a la izquierda

Ernesto.- de eso hace ya mucho tiempo y una vez al año vamos a verlos y no pasa nada

Laura.- pero si están deseando de que desaparezcamos, para una puta noche que dormimos allí al año y se pasan el día hablando de su hijo el que está en Alemania y lo que lo echan de menos, pues que se lo metan por donde les coja  y a nuestro hijo ni lo miran, ni un puñetero detalle. A ver ¿le han hecho alguna vez un regalo para reyes o para su cumpleaños? ¡Nunca!

Ernesto.- pero son sus abuelos y lo deberían saber

Laura.- ¿para qué? Tú no tienes padres ni hermanos, pero yo es como si no los tuviera

Ernesto.- podemos hacer un poco la vista gorda e ir un día, vamos en el autobús de la mañana y después de comer nos cogemos el de la tarde otra vez

Laura.- si es que sé que se va a liar.     Cómo le dé a mi madre por decir pobrecito o le dé por soltar una lágrima de cocodrilo, la monto, ya te aviso

Ernesto.- muy bien y si no  es así ¿entonces?

Laura.- entonces no vuelvo a mirarlos a la cara ni en su lecho de muerte

Ernesto.- ves como no puede ser contigo

Laura.- pues por eso, lo mejor no ir

Ernesto.- vamos a dormir y piénsalo

Laura.- claro, ahora vamos a dormir, ahora con el jaleo en el cuerpo.        Si sabes que hablar de ellos me pone enferma   ¿para qué dices nada?

Ernesto.- porque sí, porque hay que hacerlo;      que te crees, que a mí me apetece verles la cara, pero las cosas están como están y punto

Laura.- pues tú, organízalo como quieras, pero si hay que pasar allí más de tres horas yo no voy, te coges tú solo a Jaime y arreando

Ernesto.- mira que te llegas a poner modorra

Laura.- piensa lo que quieras, vete a dormir que yo me voy a tomar un colacao con galletas a ver si me pongo como una foca y así que digan que estoy gorda con razón

Ernesto.- pero desde cuando estás tú gorda, quien te ha dicho eso

Laura.- ella, cada vez que hemos ido.    .- “hija estás muy gorda” “mira la mujer de tu hermano que delgadita está”

Estoy de mis padres, mi hermano y su mujer hasta el…..

Ernesto.- que tienes razón, pero son así.

 

          Al día siguiente a la hora de comer de vuelta a casa Ernesto para a tomarse un vino por el bar.

      Cosa poco habitual, pero bueno un vino no viene mal por si al llegar sigue la fiera de uñas.

 

Raúl.- Qué ¿se te paso ya el telele?

Ernesto.- si es que le he dicho a Laura que vallamos al pueblo a decirles a sus padres lo de la enfermedad de Jaime y casi me come

Raúl.- en parte es normal, yo no me quiero meter en nada, pero yo, ya te digo que no iba

Ernesto.- y que crees, que me apetece a mí, pero son sus abuelos

Raúl.- vamos hacer una cosa, a ver qué te parece:

   Tú déjame que yo hable con Patri una cosa (que no va a decir que no) y esta tarde te digo

Ernesto.- no me prepares ninguna

Raúl.- pareces tonto ¿no te fías de mí?

Ernesto.- tú sabrás, me voy a comer a ver cuando llegue que me encuentro en casa

Raúl.- pues a Laura y a Jaime, como todos los días

Ernesto.- como todos los días…  o no

Raúl.- anda tira que se te va a enfriar la comida

 

            Cuando llega por la tarde al bar Ernesto, allí están esperando Laura y Jaime sentados en la mesa de siempre

   Al momento sale Patri de la cocina y se sienta con ellos y en un segundo allí está Raúl con dos cañas, dos verdejo y una cola.    Deja las consumiciones sobre la mesa y se sienta también a la mesa.

Laura.- ¿pasa algo?

Ernesto.- no, pero va a pasar

Patricia.- que exagerado eres

Raúl.- hemos estado hablando Parti y yo.

    Hemos pensado que como Ernesto tiene carnet y para que no se le olvide conducir, el sábado o el domingo por la mañana os cogéis nuestro coche y os vais al pueblo

Laura.- pero mira que eres parlanchín

Ernesto.- que yo no sabía nada

Patricia.- es lo mejor, ir tenéis que ir tarde o temprano, pues cuanto antes mejor

Raúl.- así os volvéis cuando queráis sin tener que esperar a ver si hay autobús o aguantar hasta el día siguiente

Laura.- no está mal la idea, pero coger vuestro coche

Patricia.- ¿cómo nuestro coche? Es vuestro, a nadie le interesa a nombre de quién está

Raúl.- perdonar, pero me gustaría ver la cara que ponen

Patricia.- cuando lleguéis paráis en la puerta.  “ZAS” en todo el hocico, que los conozco de hace mucho tiempo

Laura.- recuerdas cuando de pequeñas corríamos calle arriba desde la plaza porque llegábamos tarde

Patricia.- que padres más soberbios nos tocaron, pero mira

Raúl.- eran otros tiempos

Patricia.- qué coño otros tiempos, que vivían amargados y solo estaban bien si amargaban a los demás;    mira los míos que Dios los tenga en la gloria, pero vamos, que no sé yo si les habrán abierto la puerta.

Raúl.- que burra eres

Patricia.- la verdad, el día que dije que me iba lo único que echaron de menos fueron mis manos a la hora de fregar, lavar y echarle al ganao. Anda y que les den.

  Coño que vinieron a nuestra boda y nos regalaron un gato de porcelana, no me jodas

Raúl.- es verdad y cada vez que lo veías en el pasillo le dabas con el pie hasta que se por fin cayó de lado y se le partió la cabeza

-Jaime que estaba tan callado escuchando esas historias-

Jaime.- ¿y rompiste el gato?

Patricia.- y mucho que tardé;    qué la culpa no la tenía el pobre gato

      

                 Entre historias de aquellos años en el pueblo y carcajadas pasaron la tarde.

       Con buen humor se pasan mejor los malos tragos.

 

 


2 comentarios:

  1. Sigo leyendo esta historia .. tan sensible que me conmueve mucho por su temàtica y porque creo que es importante visibilizar esta enfermedad en los niños/as de gran incidencia en el mundo y fundamentalmente en Amèrica Latina .. Gracias

    ResponderEliminar