sábado, 25 de septiembre de 2010

El cuarto oscuro

      En un momento de soledad viajé hasta aquel lugar escondido tras los muros recubiertos de yedra por el paso de los años.
    Busqué la pequeña puerta y la empujé con fuerza hasta que sus oxidadas bisagras chirriaron lamentándose del olvido.
    Allí, en la oscuridad, al fondo, en un rincón llena de polvo y telarañas encontré una canica de cristal dormida en un guá;  me agaché, la cogí entre mis manos e intente encontrar al niño introvertido, delgaducho y con gafas de culo de vaso, pero no estaba, su brillo se había empañado con el paso del tiempo.
    A unos pasos, sobre una silla de anea hallé unas cuerdas rotas de guitarra y un papel hecho trocitos, lo intenté recomponer para recordar al adolescente rebelde que había escrito aquella poesía a modo de canción, pero solo pude reconstruir el titulo “adiós” también se había marchado.
    Seguí buscando, cerca en una pequeña caja de cartón, un corazoncito roto en mil pedazos, los uní uno a uno para recuperar a ese chaval enamoradizo que cantaba cada noche al amor más limpio que pudiera existir; primero los más grandes, luego los pequeños, hasta que solo quedaban partículas, las pertenecientes a su forma e identidad, por lo que solo me digné a acercarlas al resto.
   Volví la vista, en el suelo, un crucifijo; me arrodillé frente a él con intención de rezar. ¿Para qué voy a suplicarte lo que no me puedes conceder?
    Me levanté, seguí hasta un banco de piedra buscando a esa persona amable y solidaria con los que la necesitaban, su sitio estaba vacío, el banco solitario y frio no le servía como razón para existir.
   Al fin algo alegre, allí, sobre una mantita de cuadros, amontonados unos juguetes de colorines, me apresuré, todo fue en vano, la persona juguetona y cariñosa con los pequeños, los dejo abandonados encerrándose en sí mismo.
   Desolado crucé de nuevo la pequeña puerta y sin mirar atrás, seguí con mis que haceres.

                  Ya estaba todo apagado, me iba para casa. Una mujer entró con su niña, quería conectarse a internet para que la niña pudiera hablar con su padre.
       Sin pensarlo dos veces encendí un ordenador, la senté en la silla, le conecté la cámara y le coloqué los cascos y el micrófono. Al momento, ella, se puso de pie sobre la silla, mientras en la pantalla veía a su padre que estaba a miles de kilómetros; Según ella sola se reía, gritaba y hacía bobadas, por la pequeña puerta fueron saliendo una a una las personas que había estado buscando y me volvieron a saludar, a decirme, hola, estamos aquí.

         No sé cuanto hará falta para engrasar esas bisagras, limpiar la yedra e incluso derribar el muro, para que de nuevo entre la luz en ese espacio, no sé si merecerá la pena, ni tan siquiera si mañana me acordaré, pero hoy es hoy y estoy feliz, mañana "dios" dirá.




miércoles, 22 de septiembre de 2010

Mujeres virtuales

      Describo una situación, esperando que nunca lo lean los familiares de las mujeres a las que dibujo con esta opinión.

               Ellas, entran cuando hay poca gente, miran a ver si se encuentra alguien habitual, y cuando no es así, se sientan frente al ordenador.    Siempre van dos. Una se encarga de escribir (la más joven), mientras que la mayor, en voz baja, va dictándole lo que quiere que ponga.
       Hay varias de ellas, pero intentan no coincidir nunca, aún sin conocerse, ni siquiera ser de la misma nacionalidad.
     Se han creado perfiles virtuales, en los que nada coincide con su identidad, país de origen, color de pelo, religión, nada es nada.   Lo primero es dar la vuelta a la cámara, y ya con su anonimato asegurado entran en un foro, donde comparten inquietudes con gentes creo que de su misma condición.
     Al rededor unos cuantos niños, sucios y guerreros, sobornados por unas gominolas para que nadie sepa donde están cada tarde, no se dan cuenta de que sus mayores, en ese momento están empezando a cambiar el mundo, reibindicando unión, para conseguir  derechos que hasta hoy le han sido negados, tan solo por ser mujeres, pero que todavía no se atreven a pedir públicamente.
     Alguna vez, se han quitado el pañuelo que cubre su cabeza, demostrando su libertad, esa que cada día les dura 26 minutos, el equivalente a 0,60€.
     Cuando ven que les queda poco tiempo para marchar, lo aprovechan en algún chat. dicen que son jovencitas e intentan quedar en cualquier lugar, para no ir, con algún adolescente, que incluso no le importa que lo vean por pantalla mientras escribe.     En ese momento se ríen, la picardía les llena los ojos y se convierten en alguien que no existe, pero que debería haber existido y tal vez, esas niñas que ahora cierran la boca por una bolsa de gusanitos, mañana, la puedan abrir, para contar lo que recuerden de estos momentos, orgullosas de lo que hicieron su madre o su abuela desde la sombra para que ellas puedan ver la luz.
                      Borrador publicado sin elavorar ni corregir.
cuando tenga tiempo ampliaré muchos detalles imprescindibles.

jueves, 9 de septiembre de 2010

El tren de la enseñanza

           Hoy el director del CRA, al que pertenece la localidad donde resido, se ha mostrado interesado en que yo colabore desinteresadamente, en las actividades extraescolares de este curso, dando clases de apoyo de música.
      Lo primero es ver el tiempo que tengo disponible, no quiero comprometerme y luego tener que dejarlo a medias, pero lo que más me preocupa es hacer un proyecto que no afecte a la profesora que imparte esa materia, yo soy muy autodidacta y si mandamos conceptos distintos sobre el mismo tema a los alumnos, podemos confundirlos, entorpeciendo su aprendizaje.
     Me gustaría saber vuestra opinión sobre lo que pienso puede basarse el primer trimestre:
1.- composición de letras:
    Cada uno de ellos hará unas frases, sobre lo que piensan de la navidad, después entre todos, las coordinaremos para que rimen, y se adapten a la música escogida para todas las estrofas, de las cuales cada uno cantará la suya en la fiesta que se celebra antes de vacaciones, acompañadas por un estribillo que haremos todos conjuntamente.
2.- percepción de matices sonoros.
    Ayudados de animales como si se tratase de una fábula, se asignará un instrumento a cada animal, dependiendo de su sonido y tamaño, para distinguir la diferencia entre: (graves, medios y agudos), (metal, madera y percusión), además de aprovechar para repasar las tonalidades de las voces humanas, y asimilar mejor esos nombres que a algunos se les atraviesan.

     Todo esto con tranquilidad y siempre con espíritu de juego, se trata de niñ@s de primaria y lo más importante es que ellos vean sus progresos divirtiéndose.
    En este tren, hay un sitio para lo que siempre me ha gustado, la música y los pequeñajos, si puedo me subiré, y espero no tenerme que tirar en marcha.
              Ahora lo meditaré unos días y luego os cuento.

viernes, 3 de septiembre de 2010

¿ Angel de la Guarda?

       Empezaré diciendo, que todo son creencias, pensamientos y sensaciones que no tienen por qué ser demostradas, pues no se podría. Yo hasta ahora las he asumido como ciertas, y si alguien pudiera demostrarme que son falsas, le agradecería que no lo hiciese, con ellas, sé que me siento feliz, sin ellas, no lo sé, ni tengo ganas de averiguarlo.   
     En mi infancia, conocí a una persona, según llegó a mis oídos, debía de ser la joven tras la que andaba un hermano mío. Al poco tiempo coincidió, que me apunte a catequesis, no sé muy bien con que motivo, el caso es que ella era mi catequista, siempre muy amable y atenta con todos, la verdad es que se hacía querer.
    Después de un tiempo, no sé en que época del año, tan solo tengo como referencia que mi hermano, creo que estaba en la “mili”, esta persona, se quitó la vida.
    Por la ciudad se pudieron escuchar todo tipo de rumores sobre el porqué del suceso, pero la verdad solo la sabia ella, el resto eran solo eso, rumores, a los que yo, y más a esa edad, no le iba a dar ninguna importancia.
    Un día salió la conversación con mi hermano, me molestó verlo triste, me dolió el alma al ver su mirada perdida mientras me repetía: no lo entiendo.
    Esa noche, solo en mi habitación, arremetí contra ella, culpándola de toda la tristeza y desconsuelo que por la tarde había sentido, hasta que la rabia me hizo quedar dormido.
    A partir de ese momento empezaron a suceder cosas que puede que sean de lo más normal, pero a mí, cuando me ocurre alguna que otra vez, y muy de tarde en tarde últimamente, me siguen dando algo de “yuyu”. De hecho cada vez que pienso en ello, me sigue recorriendo la espalda esa culebrilla en forma de escalofrío que me hace encoger los hombros.
    Las primeras veces, solo eran cuestiones auditivas, me despertaba a media noche, y oía como si alguien estuviese rascando en mi almohada con uñas afiladas, hasta que descubrí que eran mis pestañas rozando contra el almohadón cada vez que abría o cerraba los ojos, por lo que decidí intentar dormir boca arriba; Me acostumbré a ese ruido (en cuanto me dormía, me daba la vuelta).
    Al poco tiempo el ruido cambió, esta vez, estaba boca arriba y eran golpes, arrastrados, graves, profundos y acompasados. Pase un rato pensando en que podía ser, nada, simplemente era la circulación de mi sangre al pasar por los oídos.
       No recuerdo cuanto pasó, mi hermano, el mayor, (este es otro) dibujó a plumilla una cartulina. En ella había unos círculos, en cuyo interior se encontraba una mujer desnuda, como flotando. Creo recordar que estaba en colores negro y rojo sobre fondo blanco; Nada más verla por primera vez, allí la vi a ella, cayendo en el vacío.
    A raíz de ese día, comencé a despertarme con más frecuencia, notaba que podía abrir y cerrar los ojos, pero no mover ningún otro músculo, intentaba levantar el brazo para dar la luz, notaba como el brazo salía, oía el interruptor, pero nada se encendía, mi única solución era pedir salir de ese estado (rezar), hacer fuerza con el estomago y despertar sobresaltado, como un resorte.
     Me “fui acostumbrando a ello” y a reconocer mi entorno, si, podía oír el ruido del frigorífico que estaba junto a la puerta, los días de luna llena, se podía vislumbrar un ligero resplandor entrando por el ventanuco de aquella habitación interior junto a la cocina, sentía el cambio de temperatura al sacar el brazo de debajo de la ropa, pero mi miedo no me dejaba intentar hacer nada más.
    En fin después de muchos años, supe, que ella lo sabía, y me tenía que preparar para la ocasión. Así que cuando me ocurrió un grave accidente y el más allá me reclamó, me limité a hacer, lo que tantas veces había hecho, sabiendo (no sé porqué) que mi recuperación iba a estar asegurada por completo, con las mínimas secuelas.
    Después de esto, he sentido su compañía, (sobre todo conduciendo) en muchas ocasiones, pero no es cuestión de contaros mi vida.
    En mis creencias, hay cabida para la casualidad, que el miedo me hiciera relacionarla, en un primer momento, pensando que eso era un castigo por mi soberbia y no un premio.  Serán experiencias reales, o solo sueños, de todas formas, seas o no quien yo creo:
 GRACIAS por ser mi Ángel de la Guarda.