Alhaba situado detrás de Milagros, con las
manos rodeó su cintura, los dos miraban hacia el ascensor.
Milagros.- Tú crees qué…
Rubén.- no te muevas
Todo el portal se convirtió en una gran
pantalla de cine. En ella se mostró lo ocurrido en aquella noche
de la primera luna de primavera; de cómo él le devolvió las alas a su
bisabuelo, la luz que resplandeció y cómo Kawamo decidió pasar la puerta del
reino de la luz.
Miagros.- ¿no te traerá problemas
el mostrarme esto?
Rubén.- este era mi regalo para
ti y bueno, puede ser que alguna reprimenda me caiga, pero me da igual.
Se
sentían tan a gusto allí abrazados que dejaron pasar el tiempo sin mover los
pies del sitio.
Rubén.- bueno hasta mañana, que
tienes que madrugar
Milagros.- sí, ya va siendo tarde
Rubén le dio un beso en la frente y salió
del portal. Ella subió las escaleras a
oscuras pensando: .- me quedé con ganas de más, tenía que haberlo invitado a
subir a tomar un café. Pero no, mejor
no.
Rubén camino de su casa
pensaba: .- le tenía que haber dicho
que si podía subir a tomar un café, estaba tan a gusto a su lado. Pero
no, mejor no.
El alta hospitalaria de Roberto estaba
cercana, don Alejandro había decidido ponerlo un tiempo como encargado sustituyendo
a Alex, hasta que encontrase el sustituto idóneo. Rubén llegó a su despacho, la cara era
distinta, su mirada llena de tristeza hacía meses, se veía de nuevo iluminada,
la sonrisa ocupaba su rostro y en su andar ya no arrastraba la suela de los
zapatos, sus pies parecían flotar.
Los días pasaban con sus
luces y sus sombras; por un lado cada mañana sentía la conspiración que conjunta_
mente Roberto y Walter estaban urdiendo en su contra.
Por las tardes todo se volvía color de rosa en
las visitas a María, que iba ganando peso, ya empezaba a parecer una mujercita.
Rubén.- María, cada vez estás más
guapa, si sigues así, me voy a sentir celoso de tu novio
María.- eres más tonto, por
cierto: ¿Qué tal con la doctora Méndez?
Rubén.- bien, nos seguimos viendo
de vez en cuando
María.- mentiroso, os veis todas
las noches
Rubén.- y tú que sabes
María.- llega por la mañana muy
sonriente, pero con cara de no haber dormido mucho
Rubén se puso de rodillas
frente a ella y le cogió los muslos con ambas manos; ella de pie quedó pasmada,
Rubén se los apretó con sus dedos, se puso de nuevo de pie y le dijo:
Rubén.- esos muslos son de
jilguero, vamos hay que comer más que así no te me vas a echar novio nunca
María.- jó, que susto me has dado
-- Rubén ni se había percatado de la situación—
Rubén.- perdona, te juro que no
era esa mi intención
María.- lo sé, pero…
Rubén.- lo siento, no sé en que
estaba pensando
María.- que no pasa nada, pero
avisa. Haces cosas muy raras Rubén
Rubén.- bueno, que tienes que
comer más
María.- porfi, me coges las manos
Rubén.- no, que si nos ve alguien
va a pensar mal
María.- solo un poquito
Rubén.- ¿estás segura? ¿Y si no te gusta lo que ves?
María.- me arriesgaré
Ella se sentó en el sillón y
se puso cómoda, Rubén en cuclillas se puso frente a ella y le cogió las
manos
Rubén.- ya puedes cerrar los ojos
Por su mente empezaron a pasar imágenes que
no quería recordar: los vómitos después de cada comida escondida
en el servicio, la cuchilla de afeitar cogida en su mano y la sangre brotando
de sus delgadas muñecas, las miradas de desprecio por parte de todos incluso de
su familia, las sirenas de la ambulancia retumbaban en su cabeza, los gritos en
urgencias queriendo salvarla, cuando ella lo que quería era que la dejasen ir y
Alhaba entrando junto a ella y cogiéndole la mano; lo
mejor que le había pasado en años.
–Entonces volvió a abrir los ojos—
Rubén.- ¿Qué te ha parecido?
María.- que jamás volveré a pasar
por eso
Rubén.- ¿te das cuenta?
María.- pero sabes… pasaría otra vez por todo, por volver a
sentir tus manos cogiendo las mías
Rubén.- a que cobras, eso no lo
digas ni en bromas
Se acercaba la hora
de la cena, tenía que irse de la habitación no sin antes darle el beso en la
frente de buenas noches y felices sueños.
Sabía que como cada anochecer se
vería con Milagros en el banco a la puerta del parque, irían a ese bar
tranquilo y charlarían de sus cosas con las melodías suaves de piano como
colchón de sus palabras y luego un paseo hasta el portal de su casa y la despedida
forzada hasta el día siguiente.
Es lo que tiene de malo ser un
ángel.
--a la mañana siguiente don
Alejandro lo mandó subir a su despacho—
Alejandro.- entra Rubén
Rubén.- que se le ofrece ¿algún
problema?
Alejandro.- no, pero ha llegado la
hora de hablar contigo
Rubén.- pero… no pasará nada
grave
Alejandro.- ¿Qué tal? Ya tenía yo
ganas de verte así de bien
Rubén.- así como
Alejandro.- no te hagas el tonto, esa
mujer ha cambiado todo y me alegro, porque ya era hora de que te pasase algo
bueno en la vida
Rubén.- Qué mujer
Alejandro.- no pongas cara de
sorprendido. El
sábado por la noche quiero que vayáis los dos a cenar a mi casa
Rubén.- pero si a su casa nunca entra nadie
Alejandro.- ¡coño! Que la lleves a
cenar a mi casa, que le tengo un regalo
Rubén.- bueno se lo diré
Alejandro.- a las nueve allí, dile
que se ponga ese vestido de flores que la hace tan hermosa
Rubén.- no sé si querrá
Alejandro.- querrá
Don
Alejandro parecía otro, desde que ocurrió lo de Roberto, todo estaba cambiando,
parecía como si el destino de todo lo que le rodeaba estuviese impregnado por
un velo negro que poco a poco se iba diluyendo.
Le comentó a Milagros lo que le había pedido
don Alejandro, que era una persona muy solitaria y que jamás desde hace años,
nadie había entrado a su casa, pero que confiaba en él.
Seguro que era por algo
importante y que parecía más humano en los últimos tiempos.
Milagros accedió gustosa, lo que más le
extraño fue el empeño en que se pusiese el vestido de flores ¿Cómo sabía él que
temía un vestido de flores?
Rubén.- esta gente tiene ojos en
todos sitios, yo ya me he acostumbrado. Bueno, no del todo
Entraron al bar, la mesa de
al lado de la pared estaba libre y en cuanto se sentaron, se presentó el
camarero con un café solo y otro con coñac;
ya era algo habitual.
Milagros.- ¿te puedo pedir un favor?
Rubén.- sí claro
Milagros.- esta canción me trae
recuerdos de cuando llegué a España y de un baile en el barrio donde la bailé
con mi tío ¿bailarías conmigo?
Rubén.- pero yo no sé bailar
Milagros.- no hace falta, solo déjate
llevar
Bailaron y cuando terminó la música
seguían bailando.
Entonces
el resto de clientes empezó a aplaudir, sorprendidos, dejaron de estar
ensimismados, abrieron sus ojos y fue cuando dejaron de bailar.
Pianista.- ¿les apetece alguna
canción es especial?
Rubén.- no se preocupe, ya nos
sentamos
--de camino a la
mesa---
Milagros.- ¿te has dado cuenta?
Rubén.- de qué
Milagros.- te estás volviendo
humano, solo un poquito
Rubén.- y eso por qué
Milagros.- porque te has puesto
colorado de vergüenza
Rubén.- pero eso no es bueno
verdad
Milagros.- digo yo que tampoco tiene
porqué ser malo
Rubén.- estoy hecho un lío de
sensaciones, por un lado quiero ser un buen ángel, pero por otro me gustaría
ser mortal y poderte abrazar sin miedo
Milagros.- a mi me pasa lo mismo,
pero hay que hacer lo correcto
Rubén.- tienes razón. Tú mejor no
sientas nada por mí, llegará el momento en que me tenga que ausentar y si tu
sufrieses por mi partida, arrojaría las alas al mar, por quedarme contigo
Milagros.- no hagas eso, piensa que
esas alas serán algún día para mí. Tú me lo dijiste
Rubén.- ¿Cuándo te he dicho yo
eso?
Milagros.- lo recuerdo y lo
recordaré siempre:
(Entra pero no las podrás ver,
solo los destinados a ser ángeles pueden ver su brillo). Así que no se te ocurra perderlas.
---ya habían llegado con la conversación a la puerta de la casa de
Milagros--
Rubén.- ya estamos aquí, mañana
entonces te espero en el despacho sobre las ocho
Milagros.- podrías entrar un poco al
portal y abrazarme de nuevo. Quiero volver a ver lo del primer día
Rubén.- claro que sí, pero si
algún día mis labios intentan acercarse a los tuyos, aunque sea un sacrifico, apártate
Milagros.- vale, te lo prometo, pero
entra y abrázame.
Todo ocurría en unos segundos, las imágenes
llenaban todo el portal y la calma que se sentía era inexplicable.
Kawamo poniendo las alas sobre
la espalda de Alhaba y entrando por aquella puerta circular llena de luz.
Era una imagen que nunca
podría olvidar, pero aún así, no le importaría estar viéndola mil veces
repetidas cada noche para alargar ese abrazo.