sábado, 30 de julio de 2022

El Regreso Cap. 08

 

 

 

          Alhaba situado detrás de Milagros, con las manos rodeó su cintura, los dos miraban hacia el ascensor.

Milagros.- Tú crees qué…

Rubén.- no te muevas

              Todo el portal se convirtió en una gran pantalla de cine.   En ella se mostró lo ocurrido en aquella noche de la primera luna de primavera; de cómo él le devolvió las alas a su bisabuelo, la luz que resplandeció y cómo Kawamo decidió pasar la puerta del reino de la luz.

Miagros.- ¿no te traerá problemas el mostrarme esto?

Rubén.- este era mi regalo para ti y bueno, puede ser que alguna reprimenda me caiga, pero me da igual.

        Se sentían tan a gusto allí abrazados que dejaron pasar el tiempo sin mover los pies del sitio.

Rubén.- bueno hasta mañana, que tienes que madrugar

Milagros.- sí, ya va siendo tarde

        Rubén le dio un beso en la frente y salió del portal.  Ella subió las escaleras a oscuras pensando: .- me quedé con ganas de más, tenía que haberlo invitado a subir a tomar un café.    Pero no, mejor no.

      Rubén camino de su casa pensaba:     .- le tenía que haber dicho que si podía subir a tomar un café, estaba tan a gusto a su lado.     Pero no, mejor no.

 

               El alta hospitalaria de Roberto estaba cercana, don Alejandro había decidido ponerlo un tiempo como encargado sustituyendo a Alex, hasta que encontrase el sustituto idóneo.        Rubén llegó a su despacho, la cara era distinta, su mirada llena de tristeza hacía meses, se veía de nuevo iluminada, la sonrisa ocupaba su rostro y en su andar ya no arrastraba la suela de los zapatos, sus pies parecían flotar.

      Los días pasaban con sus luces y sus sombras; por un lado cada mañana sentía la conspiración que conjunta_ mente Roberto y Walter estaban urdiendo en su contra.

  Por las tardes todo se volvía color de rosa en las visitas a María, que iba ganando peso, ya empezaba a parecer una mujercita.

 

Rubén.- María, cada vez estás más guapa, si sigues así, me voy a sentir celoso de tu novio

María.- eres más tonto, por cierto:     ¿Qué tal con la doctora Méndez?

Rubén.- bien, nos seguimos viendo de vez en cuando

María.- mentiroso, os veis todas las noches

Rubén.- y tú que sabes

María.- llega por la mañana muy sonriente, pero con cara de no haber dormido mucho

 

   Rubén se puso de rodillas frente a ella y le cogió los muslos con ambas manos; ella de pie quedó pasmada, Rubén se los apretó con sus dedos, se puso de nuevo de pie y le dijo:

Rubén.- esos muslos son de jilguero, vamos hay que comer más que así no te me vas a echar novio nunca

María.- jó, que susto me has dado

-- Rubén ni se había percatado de la situación—

Rubén.- perdona, te juro que no era esa mi intención

María.- lo sé, pero…

Rubén.- lo siento, no sé en que estaba pensando

María.- que no pasa nada, pero avisa.   Haces cosas muy raras Rubén

Rubén.- bueno, que tienes que comer más

María.- porfi, me coges las manos

Rubén.- no, que si nos ve alguien va a pensar mal

María.- solo un poquito

Rubén.-  ¿estás segura? ¿Y si no te gusta lo que ves?

María.- me arriesgaré

     Ella se sentó en el sillón y se puso cómoda, Rubén en cuclillas se puso frente a ella y le cogió las manos 

Rubén.- ya puedes cerrar los ojos

         Por su mente empezaron a pasar imágenes que no quería recordar:    los vómitos después de cada comida escondida en el servicio, la cuchilla de afeitar cogida en su mano y la sangre brotando de sus delgadas muñecas, las miradas de desprecio por parte de todos incluso de su familia, las sirenas de la ambulancia retumbaban en su cabeza, los gritos en urgencias queriendo salvarla, cuando ella lo que quería era que la dejasen ir y Alhaba entrando junto a ella y cogiéndole la mano;    lo mejor que le había pasado en años.

–Entonces volvió a abrir los ojos—

Rubén.- ¿Qué te ha parecido?

María.- que jamás volveré a pasar por eso

Rubén.- ¿te das cuenta?

María.- pero sabes…    pasaría otra vez por todo, por volver a sentir tus manos cogiendo las mías

Rubén.- a que cobras, eso no lo digas ni en bromas

 

             Se acercaba la hora de la cena, tenía que irse de la habitación no sin antes darle el beso en la frente de buenas noches y felices sueños.    Sabía que como cada anochecer se vería con Milagros en el banco a la puerta del parque, irían a ese bar tranquilo y charlarían de sus cosas con las melodías suaves de piano como colchón de sus palabras y luego un paseo hasta el portal de su casa y la despedida forzada hasta el día siguiente.

    Es lo que tiene de malo ser un ángel.

 

--a la mañana  siguiente don Alejandro lo mandó subir a su despacho—

Alejandro.- entra Rubén

Rubén.- que se le ofrece ¿algún problema?

Alejandro.- no, pero ha llegado la hora de hablar contigo

Rubén.- pero… no pasará nada grave

Alejandro.- ¿Qué tal? Ya tenía yo ganas de verte así de bien

Rubén.- así como

Alejandro.- no te hagas el tonto, esa mujer ha cambiado todo y me alegro, porque ya era hora de que te pasase algo bueno en la vida

Rubén.- Qué mujer

Alejandro.- no pongas cara de sorprendido.      El sábado por la noche quiero que vayáis los dos a cenar a mi casa

Rubén.-  pero si a su casa nunca entra nadie

Alejandro.- ¡coño! Que la lleves a cenar a mi casa, que le tengo un regalo

Rubén.- bueno se lo diré

Alejandro.- a las nueve allí, dile que se ponga ese vestido de flores que la hace tan hermosa

Rubén.- no sé si querrá

Alejandro.- querrá

 

                             Don Alejandro parecía otro, desde que ocurrió lo de Roberto, todo estaba cambiando, parecía como si el destino de todo lo que le rodeaba estuviese impregnado por un velo negro que poco a poco se iba diluyendo.

     Le comentó a Milagros lo que le había pedido don Alejandro, que era una persona muy solitaria y que jamás desde hace años, nadie había entrado a su casa, pero que confiaba en él.

   Seguro que era por algo importante y que parecía más humano en los últimos tiempos.

       Milagros accedió gustosa, lo que más le extraño fue el empeño en que se pusiese el vestido de flores ¿Cómo sabía él que temía un vestido de flores?

Rubén.- esta gente tiene ojos en todos sitios, yo ya me he acostumbrado.    Bueno, no del todo

     Entraron al bar, la mesa de al lado de la pared estaba libre y en cuanto se sentaron, se presentó el camarero con un café solo y otro con coñac;   ya era algo habitual.

Milagros.- ¿te puedo pedir un favor?

Rubén.- sí claro

Milagros.- esta canción me trae recuerdos de cuando llegué a España y de un baile en el barrio donde la bailé con mi tío ¿bailarías conmigo?

Rubén.- pero yo no sé bailar

Milagros.- no hace falta, solo déjate llevar

 Bailaron y cuando terminó la música seguían bailando.   

              Entonces el resto de clientes empezó a aplaudir, sorprendidos, dejaron de estar ensimismados, abrieron sus ojos y fue cuando dejaron de bailar.

Pianista.- ¿les apetece alguna canción es especial?

Rubén.- no se preocupe, ya nos sentamos

          --de camino a la mesa---

Milagros.- ¿te has dado cuenta?

Rubén.- de qué

Milagros.- te estás volviendo humano, solo un poquito

Rubén.- y eso por qué

Milagros.- porque te has puesto colorado de vergüenza

Rubén.- pero eso no es bueno verdad

Milagros.- digo yo que tampoco tiene porqué ser malo

Rubén.- estoy hecho un lío de sensaciones, por un lado quiero ser un buen ángel, pero por otro me gustaría ser mortal y poderte abrazar sin miedo

Milagros.- a mi me pasa lo mismo, pero hay que hacer lo correcto

Rubén.- tienes razón. Tú mejor no sientas nada por mí, llegará el momento en que me tenga que ausentar y si tu sufrieses por mi partida, arrojaría las alas al mar, por quedarme contigo

Milagros.- no hagas eso, piensa que esas alas serán algún día para mí. Tú me lo dijiste

Rubén.- ¿Cuándo te he dicho yo eso?

Milagros.- lo recuerdo y lo recordaré siempre:

 (Entra pero no las podrás ver, solo los destinados a ser ángeles pueden ver su brillo).     Así que no se te ocurra perderlas.

---ya habían llegado con la conversación a la puerta de la casa de Milagros--

Rubén.- ya estamos aquí, mañana entonces te espero en el despacho sobre las ocho

Milagros.- podrías entrar un poco al portal y abrazarme de nuevo.    Quiero volver a ver lo del primer día

Rubén.- claro que sí, pero si algún día mis labios intentan acercarse  a los tuyos, aunque sea un sacrifico, apártate

Milagros.- vale, te lo prometo, pero entra y abrázame.

 

  Todo ocurría en unos segundos, las imágenes llenaban todo el portal y la calma que se sentía era inexplicable.

  Kawamo poniendo las alas sobre la espalda de Alhaba y entrando por aquella puerta circular llena de luz.

        Era una imagen que nunca podría olvidar, pero aún así, no le importaría estar viéndola mil veces repetidas cada noche para alargar ese abrazo.

 

 


miércoles, 27 de julio de 2022

El Regreso Cap. 07

 

 

 

      Rubén bajó las escaleras a toda prisa, no fuera que esperando el ascensor llegase el celador y lo pillase en la planta.     Al salir a la calle miraba a los lados, derecha o izquierda, hacía donde ir que le pillase de camino.  

       De repente se estuvo un rato parado.

   Rubén.- si es que pareces bobo  --Se dijo a sí mismo—

      Llamó por teléfono.   No es que tardase mucho en cogerlo, pero se le hizo eterno.

Rubén.- ¿Milagros?

Milagros.- sí, ¿dónde le parece que quedemos?

Rubén.- donde te quede cerca

Milagros.- conoce el parque de la alameda

Rubén.- sí claro

Milagros.- pues en un ratito estoy en los bancos de la puerta que da a la avenida de Cardenal Cisneros

Rubén.- muy bien, allí estaré

      Por fin. Podría mirar esos ojos con detenimiento y llenarse de su luz.   Tenía tantas cosas que preguntarle, ¿Cómo contarle el emocionante momento en que su bisabuelo cruzo aquella puerta?     Y la duda de que si después de tanto tiempo le interesaría lo que le tenía que contar.

         Andaba deprisa, no quería hacerla esperar.

           Sintió una sensación extraña, por primera vez las palmas de las manos le sudaban, casi estuvo a punto de soltar una lágrima de de la emoción.             Qué raro él pensaba que se lloraba de tristeza y él estaba exultante de alegría.

         Llegó y se sentó en uno de los bancos.    No habían pasado ni dos minutos;   acera adelante se aproximaba andando con garbo,   en el silencio se dejaban oír sus pasos firmes.     De a lo lejos, ya se podía distinguir el color y brillo de sus ojos. 

     Rubén se puso de pie para recibirla como se merecía, las piernas le empezaron a temblar, aquella muchacha se había convertido en una gran señora.

   Por un momento pensó:         .- por ella, solo por ella, sería capaz de perder mis alas.

 

 Milagros.- perdón ¿lleva mucho esperando?

Rubén.- buenas noches, no,  acabo de llegar

Milagros.- pues no sé qué decir

Rubén.- no sé si lo consideraras un atrevimiento, pero podrías sentarte y dejar que admirase tus verdes ojos un momento

Milagros.- no sé, no veo porqué no

 

--Se sentaron y Rubén disfrutó unos minutos de aquella luz—

    Milagros, sería, mostraba en su rostro la decepción;   

             Aunque él. estuviese tan ensimismado que ni se diera cuenta

Milagros.- perdone si no me ve contenta, pero…

Rubén.- te contaré cosas que te alegrarán

Milagros.- pero… yo esperaba que aquí estuviese Juan de nuevo  

Rubén.- claro, pero Juan ya no existe, aunque fui a buscar aquel cuerpo y los ojos de Casilda, ni lo logré, ya ni el cementerio ya existía

Milagros.- no se preocupe

Rubén.- partiremos de cero,  a mí también me gustaría encontrarme de nuevo con esa estudiante inocente y dicharachera

 Milagros.- conozco un café-bar que es tranquilo y está muy bien

Rubén.- iremos dando un paseo y así poco a poco nos vamos haciendo a la idea

Milagros.- oiga, perdone,

Rubén.- mejor  tutéame, que me siento incomodo

Milagros.- bueno es ya la costumbre, pero te digo,  ¿me estás llamado vieja?

Rubén.- no, no, solo que ya no eres una niña

Milagros.- ¡ah bueno!      

          --eso rompió un poco el hielo y callados siguieron andando hasta llegar al café-bar--

Milagros.- mira, este es;  ponen un café buenísimo y la gente habla bajito para dejar oír la música del pianista que siempre interpreta canciones de siempre, incluso hay una pequeña pista a su lado donde a veces alguna pareja se anima a bailar.

     Cerca de la pared, había una mesa libre.     Casi todo eran parejas de mediana edad, así como ellos (bueno ellos no eran pareja)   se sentaron y pidieron dos cafés.

     -- Al momento ella volvió a llamar al camarero—

Milagros.- perdone me pone un chorrito de coñac. ¿Tú quieres?

Rubén.- no, no, no creo que sea necesario

Milagros.- ¿cómo?

Rubén.- que me atrevo a hablar contigo sin beber

Milagros.- ahora si estoy hablando con mi Juan

Rubén.- y cuéntame ¿te casaste?

Milagros.- no, lo mío fue otra de sus tonterías, pero mira mejor, gracias a aquello supe apreciar mucho más las cosas pequeñas.   ¿Te acuerdas de aquellos paseos con los abuelos? Eso es algo que no habría vivido si no llega a ser porque fui allí a estudiar, mientras él andaba aquí de fiesta.     Mira te voy a contar, te perdiste lo mejor.

   Al día siguiente de que marchaste, Jesús reunió a todos los hombres en el bar y les dio tu encargo, nadie se lo esperaba.   A la mañana siguiente todos los que abrieron la cueva volvieron allí y limpiaron toda aquella zona de hierbas.  Con las mismas piedras levantaron la entrada y unos pocos días, fuimos hasta allí los cuatro: Cosme, Vicenta, Paco y yo.       

   Los hombres junto a sus mujeres y sus hijos se sentían orgullosos.    Carmen y Luisito esperaban en la esquina para mostrarnos la entrada terminada, incluso mira, le pusieron una puerta que pago Paco;   luego allí mismo se sirvió un refresco por cuenta de Jesús.  Fue una tarde preciosa.   Un gran día de fiesta y hermandad.

   Por supuesto faltaba la representación municipal que se quedó en casa.     Una pena que te lo perdieras.

Rubén.- me gustaría haber estado, pero lo importante es que estabais vosotros

Milagros.- a los pocos días, ya me vine a los exámenes y nunca volví.   Muchas veces pienso que tenía que haber vuelto, pero eran otros tiempos.

Rubén.- ¿y a tus padres? ¿Volviste a verlos?

Milagros.- sí, voy cada dos años y paso allí una semana, tiempo suficiente para abrazarlos y traerme suficiente calor que me dure otros dos años

Rubén.- que hermoso eso que haces ¿y cómo te dio por la psiquiatría?

Milagros.- pues ya ves, cuando terminé tuve suerte y entré enseguida a trabajar, pero  quería estudiar más.

      Pensé en estudiar cirugía, pero en el primer año que estuve aquí me tocó recorrer todas las plantas y cuando estuve en la quinta planta decidí que aquello era lo que quería, así que me doctoré en esa especialidad y mira, por suerte me pude quedar en este hospital, ahí, en mi planta preferida, con mis jóvenes y mayores llenos de problemas que no saben cómo solucionar.    Por cierto no te he dado las gracias

Rubén.- gracias por qué

Milagros.- por ayudar a María, mira, en tres días ya ha engordado cuatrocientos gramos.  A parte de eso, daré ordenes de que te dejen visitarla (pero solo a la hora de visitas) que no se te vuelva a ocurrir colarte en la planta a escondidas

Rubén.- no tenía otro remedio, pero bueno la que has estudiado eres tú;  te dije un día que serías una buena doctora

Milagros.- y tú qué haces por aquí en este cuerpo

Rubén.- en el que me tocó, tengo que reconducir a un descarriado pero lo tengo difícil y bueno ya te contaré, estoy viviendo en una situación muy desagradable con negocios sucios que no me gustan y que me sobrepasan

Milagros.- tendrás que adaptarte a este mundo de locos, sé que suena mal esa palabra dicha por una psiquiatra, pero es la verdad

Rubén.- ya, ya, este cuerpo, Rubén, también se suicidó y allí estaba yo esperando para ocupar su lugar.

Milagros.- uff, eso es cargar con mucho peso sobre tus espaldas

Rubén.- bueno, eso es lo que menos pesa

Milagros.- se nos ha pasado el tiempo volando y mañana hay que trabajar, si te parece nos vamos ya

Rubén.- sí, ahora ya podremos quedar otro día y charlar con más tranquilidad

         Salieron del bar y caminado fueron andando hasta la casa de Milagros (él como buen caballero no quería dejarla ir sola a esas horas) llegaron a la puerta y allí se pararon.     Entonces Alhaba le cogió las manos y juntos pasaron al portal.

      La puerta se cerró tras ellos quedando sumidos en la oscuridad.

 

 


lunes, 25 de julio de 2022

El Regreso Cap. 06

 


 

      Esa noche fría Rubén en su casa se miraba las manos para intentar encontrar algo escondido en los pliegues de sus palmas;      hoy no le apetecía deambular bajo la lluvia, desde su ventana se deleitaba viendo como las gotas de agua se dejaban ver al pasar por la luz de una farola.

 Esa noche la única vida en su calle eran los semáforos cambiando de color,  que daban  paso a los peatones inexistentes.

       Ya era muy tarde, otra noche como tantas en vela recordando aquella noche de aguacero en que velaron al hermano de Paco, las tardes soleadas de paseo junto a Cosme y Vicenta, las conversaciones intensas en los paseos por el cementerio.  Los goterones de sudor, esos hombres retirando piedras y el momento en el que vio el brillo en el fondo de la tinaja.       Eran sus recuerdos, su única vida, los momentos de luz en este mundo tan opaco y miserable donde hay tanto por hacer y muy pocos dispuestos a poner su granito de arena.

                 Miraba el teléfono con tristeza esperando ese momento que no llegaba. Por un momento deseó saber llorar y sentir sus lágrimas discurriendo por su rostro.

  Ser humano plenamente por un instante, pero eso era un privilegio que no tenía, para conseguirlo tendría que perder sus alas como en su día hizo Kawamo.

    NO, el tenía una misión que cumplir y si no lo lograba era igual, para él eran más importantes aquellas chicas que el encaminar a Roberto por la senda correcta.

 

       La claridad despuntaba tras los edificios, el bullicio volvía a las calles y él volvía al trabajo.  Como cada día vueltas y vueltas haciendo tiempo para no llegar de los primeros.   Siempre, si no llovía demasiado, andando.

  Él nunca quiso ni chofer ni gorilas a su lado, mejor solo que mal acompañado.        En la esquina unas monedas para ese mendigo que le regalaba un gracias, en el bar cutre donde trabajadores con mono paraban a tomar algo, un café caliente rodeado de personas de verdad, gente con un trabajo honroso, familia, preocupaciones y ganas de vivir día a día luchando por los suyos.

 Después pasaba por la puerta de una iglesia, le gustaba oír esas campanas, observar como las  señoras mayores  entraban con su andar pausado.

 

   Pasó por el despacho y dijo a la señorita de recepción que avisase a don Alejandro, no iba a estar esa mañana, que si quería algo antes de que se fuese.

    Al momento llamaron a la puerta:

            .- Señor Rubén, que dice don Alejandro que se puede ir tranquilo, esta mañana no lo necesitará.

Rubén.- está bien, muchas gracias

 

  Se iría a ver a Roberto y tal vez pasaría a ver a María como escusa intentando cruzarse con Milagros.

--- En la habitación de Roberto una mirada desafiante lo recibió---

Rubén.- ¿Cómo estás hoy?

Roberto.- ya te saliste con la tuya

Rubén.- ¿de qué hablas?

Roberto.- bien callado lo tenías, ahora ya está claro

Rubén.- tú lo que tienes que hacer es recuperarte y volver

Roberto.- yo ya estoy recuperado, pero os interesa tenerme aquí encerrado

Rubén.- no seas tonto y no te dejes influir por esa gente que solo te llena la cabeza de pájaros

Roberto.- ¿pájaros? Los tres juntos de local en local, algo que don Alejandro nunca  hubiese permitido el hacerlo conmigo.

Rubén.- ¿a estas alturas vas a sentir celos de mí?     

Roberto.- ¿de ti? Tú nunca llegaras a nada

Rubén.- ya sabes que no lo quiero, piensa lo que quieras y ese que te viene con historias que yo sé bien quien es, de ese, es de que deberías desconfiar.

--buena gana de aguantar malas caras--

    Rubén salió de la habitación sin despedirse y cuando se dirigía al ascensor, de pronto tuvo miedo.

             Miedo a subir a la quinta planta, encontrarse de frente con Milagros y  que ella le negase su mirada, que no se parase a hablar con él o que se sintiese acosada. 

    La decisión de verlo, tenía que quedar en sus manos, ella sola debería escoger el momento.

       

--Ya a media tarde lo volvió a requerir don Alejandro en su despacho—

Alejandro.- he estado pensando en lo que vi ayer

Rubén.- ¿y qué tal le pareció?

Alejandro.- vas demasiado deprisa, te estás creando muchos enemigos

Rubén.- no me importa, alguno habrá que quiera ser mi amigo

Alejandro.- Alex, por ejemplo

               ---Rubén se quedó pálido--

Alejandro.- eres demasiado inocente, recuerdo que en tu infancia tu madre te preguntaba que habías hecho y antes de contestar,  ella ya sabía donde habías estado

Rubén.- entonces…

Alejandro.- yo tengo ojos y oídos en todos sitios  

Rubén.- lo siento pero…

Alejandro.- mejor no digas nada.     Pero intenta encubrir mejor las cosas, hay mucha gente que quiere el poder y están dispuestos a todo por alcanzarlo

Rubén.- la señora ya me tiene hasta el gorro, hay que renovar todo esto o  desisto y me voy

Alejandro.- estás demasiado ciego, ella es la que más te protege

Rubén.- y si algún día necesitase su ayuda, cómo puedo localizarla

Alejandro.- si la necesitas, no te preocupes, ella estará en el sitio y momento oportuno

Rubén.- me deja usted más tranquilo

Alejandro.- ahora vete y anda con cuidado en cada paso que des

 

         --ya era tarde y hacía bueno, daría una vuelta y esperaría a ver que las luces de las habitaciones del hospital comenzaban a apagarse para subir a ver de nuevo a María—

Rubén.- hola María ¿ya cenaste?

María.- sí, métete al armario que está a punto de pasar

Rubén.- a eso iba

          --María apagó la luz y se acostó, para que al pasar pareciese que ya estaba dormida-

María.- sal, ya no hay moros en la costa

Rubén.- ¿hiciste caso? ¿Has comido todo?

María.- sí todo

Rubén.- ¿has hablado con la doctora Méndez?

María.- le conté lo que me dijiste y lo que me pasó con los ojos cerrados y se puso muy contenta, pero cuando nombre a Vicenta se puso triste, me soltó la mano y se fue

Rubén.- es normal, no te preocupes.       A mí me llamó, pero colgó nada más oír mi voz

María.- que mal ¿no?  Bueno aún no estará preparada. Es que eres un ser muy extraño

Rubén.- pues eso mismo pienso yo

María.- oye Rubén, te importaría sentarte aquí a mi lado y cogerme las manos

Rubén.- para qué

María.- para ver mi futuro

Rubén.- no María es algo que tienes que ir descubriendo poco a poco

María.- anda, solo un poquito

--En eso momento vibro el teléfono, menos mal que no lo tenía en sonido—

Rubén.- calla, que es ella

María.- pero cógelo, venga.

Rubén.- hola, quien es

Milagros.- soy yo, no sé si molesto a esta hora

Rubén.- no, no, no molestas, pero tengo que hablar bajito

Milagros.- perdone si eso lo llamo en otro momento

Rubén.- es que… Verá, estoy en la habitación de María escondido

Milagros.- como en la habitación de María, salga de ahí, eso está prohibido

             -- María se acercó al teléfono—

María.- no te preocupes, que no lo ha visto nadie

Milagros.- contigo ya hablaré yo mañana

Rubén.- ¿le apetece que nos veamos y nos tomemos un café dentro de media hora?

Milagros.- me parece bien, salga de ahí inmediatamente

Rubén.- en diez minutos la llamo y ya acordamos un sitio que le quede cerca

María.- que bien, ha llamado

Rubén.- la bronca que nos vamos a llevar

María.- da igual. Vamos date prisa que no hay nadie en el control

Rubén.- sí, ya me voy

María.- mucha suerte y que pasen buena noche