lunes, 11 de julio de 2022

El Regreso (intro)

 

Introducción

 

       Sin traje ni cuerpo, sin rostro ni ojos,  tan solo la brisa llegaba portando las alas entre sus dedos, justo cuando la puerta comenzaba a abrirse.

   Los maestros esperaban junto a Kawamo para verlo entrar en su eternidad.

     Alhaba se aproximó a ellos, estaba ansioso por saber si era merecedor de portar en su espalda aquel regalo.

   Demasiado pronto para saber el veredicto.

                Aún sabiendo que no era lo correcto tenía un deseo que solicitar a sus maestros antes de acompañar a Kawamo hasta la puerta.      Quería que se volviese a poner aquellas alas, para ver aquella luz de la que tanto había oído hablar durante años, esa luz que era especial, incluso más bella que la que tras la puerta esperaba.

        Los maestros le advirtieron que si eso ocurría, solo Kawamo, tendría la potestad sobre ellas y sería suya la decisión de quedárselas e irse con ellas.      Las alas son limitadas y el cortejo celestial quedaría definitivamente con un ángel menos, igual que habían permanecido todo este tiempo y muchas misiones quedarían sin cumplir.

  Kawamo se puso de rodillas; Alhaba alzó las alas y dijo:

    .- en nombre de tu bisnieta, destinada a portarlas un día, dejo en ti la decisión que creas más oportuna.

         

     Al acercarlas a su espalda estas fueron atraídas como el imán atrae al hierro.

            De repente todo su alrededor se iluminó de color verde;     la fila que se encaminaba a la puerta paró ante tal belleza.

       Los maestros bajaron la cabeza reverenciando al ser cuyo destino era el ser maestro de maestros y que un día abandonó su camino para convertirse en mortal.

         Las puertas estaban a punto de cerrarse.

 Los maestros rogaban no se quitase de encima su gran tesoro, que renunciase a la luz y que su brillo volviese a iluminar de nuevo el claustro celestial.

    Kawamo cruzó sus brazos por encima de los hombros y se las arrancó de cuajo, devolviéndoselas a Alhaba.     

           Todo quedó de nuevo en tinieblas y en el último instante cruzó la puerta hacia el reino de la luz.

 

   Los maestros tras deliberar decidieron que su puesto lo ocupase Alhaba, con la ingenua esperanza de que el brillo verdoso renaciera al colocarlas en su espalda.

            La luminosidad no volvió, pero por fin el cortejo estaba de nuevo al completo.

 

                 Una nueva misión, la primera ya con sus alas, lo conduciría a la gran ciudad; descendió de las alturas, pero antes pisar de nuevo el suelo se desplazó hasta aquel pueblecito.     Las lápidas habían desaparecido, ni resto del cuerpo  que poseía aquellos lindos ojos.

   En su lugar, unas nuevas edificaciones altas y de color pardo.  Su antiguo hogar que quedó tan limpio, un solar despojado de paredes.  La Casa de Nazario estaba vacía.

    En la puerta y trasera, se acumulaban hojas, hierbajos secos de tanto hacía que permanecían cerradas.

    El bar sin cartel,  un anciano sentado a la puerta con la mirada triste y las manos temblorosas bajó la cabeza,  tal vez notó su presencia, los años le habían quitado ya hasta las ganas de saludar.

       Miró hacia arriba, a ese firmamento azul, buscando a Cosme y Vicenta, pero no los encontró.

 

--Antes de partir hacia la capital murmuró--

               .- adiós mis amigos; gracias por todo lo que me enseñasteis.

 

     Todo le era demasiado extraño, las personas vestían de diferente manera, en su andar parecían tener prisa, vehículos llenaban las calles negruzcas recorriéndolas a toda velocidad y el ruido era ensordecedor.

    Nadie podía verlo. De todas formas nadie se fijaría en él, entre tanta multitud.        Esperaría un nuevo cuerpo que necesitase un inquilino donde habitar y entre tanto buscaría a la persona a la que le habían encomendado  para rectificar su proceder.

 

 


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