viernes, 22 de julio de 2022

El Regreso Cap. 05


 

          En ese mundillo en que se movía, no había nadie al que estrechar la mano o dar un abrazo sin el peligro de ser apuñalado por la espalda.         Se fue a caminar, esta humanidad está loca, no hay quién la comprenda, cada persona tiene varias caras y casi nunca muestra la verdadera.  Pero claro cómo adivinar cuál es la ficticia.

   Se sentó un momento en un banco.   Al alzar la cabeza frente a él estaba el hospital y allí, en la quinta planta, tras una ventana con rejas aquella pequeña mirando al cielo.

           Ya se sabía el camino, subió y esperó a que los de control dejasen su puesto un momento.

  Entró rápidamente y se metió en un armario estrecho que estaba en la pared.  Ella se empezó a reír.

María.- ¿Qué haces ahí?

Rubén.- ponte donde puedas ver y si viene alguien cierro la puerta para que no me vean

María.- le di el teléfono a la doctora, ella se cree que nos conocemos, porque ha preguntado varias veces por ti

Rubén.- y tú ¿Qué le has dicho?

María.- que por favor te llame que es algo que le tienes que contar

Rubén.- pues aún nada

María.- está muy confundida el otro día se le escapó que le dijiste algo de un señor que no entiende

Rubén.- pues mañana le dices que quiero hablar con ella de Juan y que por favor llame y le dices que si recuerda a la abuela Vicenta. Ya verás que cara pone, te vas a reír

María.- espera que lo anote detrás de la tarjeta.   Ya me dejan tener lapiceros y no me tienen atada, pero me ha hecho prometerle que no lo voy a volver a intentar

Rubén.- y que tal estás, ya comes o aún no

María.- poco, pero más que antes, si es que no me entra

Rubén.- seguro que eres una niña preciosa, pero así tan escuálida, es que das asco

--ella se empezó a reír—

María.- entonces, ¿no me ves gorda?

Rubén.- ¿y tú? ¿Te ves gorda?

María.- cierra, cierra,

             .- Vamos, apaga la luz y a dormir ¿Qué haces ahí de pie como un pasmarote?

María.- nada, nada, ya me acuesto

        --  El celador fue hasta el fondo del pasillo haciendo la ronda como cada noche y volvió al control—

María.- ya puedes abrir, sal si quieres de ahí, ya si no se oyen ruidos apenas se mueve del mostrador en toda la noche

Rubén.- entonces ¿cómo salgo de esta planta?

María.- tranquilo, dentro de un rato baja a la máquina de café que hay en la cuarta planta y tarda un rato en subir, yo apenas duermo y tengo todo controlado

 --Rubén salió del armario y se puso al lado de la cama--

 Rubén.- bien,  ahora me vas a coger la mano y vas a cerrar los ojos

--María se acostó, cogió la mano de Alhaba y cerró los ojos—

Rubén.-  ¿que ves?

María.- pues veo a una pareja de novios paseando cerca del río

Rubén.- ¿y qué hacen?

María.- nada van caminando de la mano sin más

Rubén.- ¿y el chico es guapo?

María.- no sé, están de espaldas

Rubén.- bueno pues ahora el chico va a volver la cara para mirar

María.- me ha visto, sí, sí que es guapo

Rubén.- ¿y ella como esta? ¿Gorda, delgada?

María.- no está muy bien

Rubén.-  oye abre los ojos.  Tú, cuanto pesas

María.- yo ahora treinta y ocho kilos

Rubén.- pues esa chica pesa cincuenta y cinco. Vamos vuelve a cerrar los ojos

      --- volvió a cogerle la mano--  al momento ella se la soltó sobresaltada.

Rubén.- ¿Qué te ha pasado?

María.- que se han dado la vuelta para mirarme

Rubén.- y qué más da

María.- esa chica era yo

Rubén.- y qué tal te has visto

María.- muy guapa

Rubén.- pues esos seréis tu novio y tú  dentro de dos años, pero para llegar ahí tienen que pasar muchas cosas y lo primero es empezar a dejarse de bobadas, hacer caso a la doctora y comer todo lo que te diga aunque te cueste

María.- se lo puedo contar lo que ha pasado a la doctora Méndez

Rubén.- pero solo a ella, ni siquiera a tus padres y que nunca ella cuente nada.

María.- trato hecho

Rubén.- y ahora a dormir

        --se asomó a la puerta, el control estaba vacío, dio un beso en la frente de María y se marchó rápidamente antes de que volviese el celador—

 

        Mano de santo a las diez de la mañana sonaba su teléfono:

Rubén.- diga, quién es

        La comunicación se cortó,  solo había sido un intento, pero el primer paso ya lo había dado y ahora tenía su número ya guardado en su memoria.

 

      Tras darle vueltas al asunto, creyó que era hora de ponerse al frente de la situación de control antes de que Roberto saliese del hospital.         Propuso a don Alejandro el visitar esa tarde juntos todos los locales, para que él con sus propios ojos viese los avances que se estaban gestando.    Don Alejandro llevaba años sin apariciones públicas conocidas.       Su vida desde que falleció su esposa, se limitaba a estar todos los días encerrado en el ático y la noche su casa (una mansión blindada al exterior donde solo tenía acceso el servicio  y donde convivía con sus dos perros)

     Don Alejandro ante la sorpresa de Rubén, no puso ninguna objeción, pero sí algunas condiciones, quería una discreción extrema, todo sería una sorpresa.

              A las seis de la tarde lo mandó llamar.

    En su despacho estaba la señora y por primera vez bajó hasta el sótano en aquel ascensor que solo ellos dos conocían.

Bajaban los tres en silencio.  El chofer con una limusina esperaba.    Los tres montaron en la parte de atrás y se dirigieron hasta un taller.     De él salieron con un coche muy discreto;    Rubén conducía, Don Alejandro sentado en el asiento del copiloto y ella atrás  sin desprenderse del casco en ningún instante.

Alejandro.- bueno, tú marcas el recorrido

Rubén.- si le parece vamos primero a los locales ahora que no hay clientes y después pasamos por las naves

Alejandro.- a mí no me preguntes

Rubén.- perdone la indiscreción, ¿y ella porqué viene?

Alejandro.-  sigues siendo igual que cuando eras un pequeño mocoso, ¡no te he dicho que no preguntes!

--Ella no habló, pero debajo del casco se pudo oír una risa sarcástica--

   

   Fueron visitando los locales uno por uno.

            Los encargados quedaban sorprendidos con su presencia, los trabajadores y las chicas parecían tener una relación cordial entre ellos (dentro de ser víctimas y verdugos) pero Rubén sabía que todo tenía que ir paso a paso y en su mano estaba el hacerlo bien.

  Después pasaron por las naves y se sintió reconfortado al ver la cara de don Alejandro.       Este que jamás había pisado en ellas, no dudaba en recorrer las habitaciones y asomarse a los servicios para ver que estaban limpios y que en sus armarios con espejo no faltaban algunos productos para su higiene.

             Al terminar Rubén le mostró unas fotografías del estado anterior para que comparase.

       Ahora de vuelta al garaje.  Don Alejandro a su ático, la señora a coger la moto y él a llevar el coche de nuevo al taller donde lo habían cogido.

 

                            Rubén conducía con tranquilidad, con una sensación agradable, en aquel coche aún se podía percibir el olor a perfume de la señora.     No sabía por qué, pero ya no le caía tan mal.    Esta tarde ante todos había quedado claro quiénes eran la mano derecha y la ejecutora de las órdenes de don Alejandro.

 


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