En
ese mundillo en que se movía, no había nadie al que estrechar la mano o dar un
abrazo sin el peligro de ser apuñalado por la espalda. Se fue a caminar, esta humanidad está
loca, no hay quién la comprenda, cada persona tiene varias caras y casi nunca
muestra la verdadera. Pero claro cómo
adivinar cuál es la ficticia.
Se sentó un momento en un
banco. Al alzar la cabeza frente a él estaba el hospital
y allí, en la quinta planta, tras una ventana con rejas aquella pequeña mirando
al cielo.
Ya se sabía el camino, subió y esperó a que
los de control dejasen su puesto un momento.
Entró rápidamente y se metió en
un armario estrecho que estaba en la pared.
Ella se empezó a reír.
María.- ¿Qué haces ahí?
Rubén.- ponte donde puedas ver y
si viene alguien cierro la puerta para que no me vean
María.- le di el teléfono a la
doctora, ella se cree que nos conocemos, porque ha preguntado varias veces por
ti
Rubén.- y tú ¿Qué le has dicho?
María.- que por favor te llame
que es algo que le tienes que contar
Rubén.- pues aún nada
María.- está muy confundida el
otro día se le escapó que le dijiste algo de un señor que no entiende
Rubén.- pues mañana le dices que
quiero hablar con ella de Juan y que por favor llame y le dices que si recuerda
a la abuela Vicenta. Ya verás que cara pone, te vas a reír
María.- espera que lo anote
detrás de la tarjeta. Ya me dejan tener
lapiceros y no me tienen atada, pero me ha hecho prometerle que no lo voy a
volver a intentar
Rubén.- y que tal estás, ya comes
o aún no
María.- poco, pero más que antes,
si es que no me entra
Rubén.- seguro que eres una niña
preciosa, pero así tan escuálida, es que das asco
--ella se empezó a reír—
María.- entonces, ¿no me ves
gorda?
Rubén.- ¿y tú? ¿Te ves gorda?
María.- cierra, cierra,
.-
Vamos, apaga la luz y a dormir ¿Qué haces ahí de pie como un pasmarote?
María.- nada, nada, ya me acuesto
-- El celador
fue hasta el fondo del pasillo haciendo la ronda como cada noche y volvió al
control—
María.- ya puedes abrir, sal si
quieres de ahí, ya si no se oyen ruidos apenas se mueve del mostrador en toda
la noche
Rubén.- entonces ¿cómo salgo de
esta planta?
María.- tranquilo, dentro de un
rato baja a la máquina de café que hay en la cuarta planta y tarda un rato en
subir, yo apenas duermo y tengo todo controlado
--Rubén salió del armario y se
puso al lado de la cama--
Rubén.- bien, ahora me vas a coger la mano y vas a cerrar
los ojos
--María se acostó, cogió la mano de Alhaba y cerró los ojos—
Rubén.- ¿que ves?
María.- pues veo a una pareja de
novios paseando cerca del río
Rubén.- ¿y qué hacen?
María.- nada van caminando de la
mano sin más
Rubén.- ¿y el chico es guapo?
María.- no sé, están de espaldas
Rubén.- bueno pues ahora el chico
va a volver la cara para mirar
María.- me ha visto, sí, sí que
es guapo
Rubén.- ¿y ella como esta? ¿Gorda,
delgada?
María.- no está muy bien
Rubén.- oye abre los ojos. Tú, cuanto pesas
María.- yo ahora treinta y ocho
kilos
Rubén.- pues esa chica pesa cincuenta
y cinco. Vamos vuelve a cerrar los ojos
--- volvió a cogerle la
mano-- al momento ella se la soltó sobresaltada.
Rubén.- ¿Qué te ha pasado?
María.- que se han dado la vuelta
para mirarme
Rubén.- y qué más da
María.- esa chica era yo
Rubén.- y qué tal te has visto
María.- muy guapa
Rubén.- pues esos seréis tu novio
y tú dentro de dos años, pero para
llegar ahí tienen que pasar muchas cosas y lo primero es empezar a dejarse de
bobadas, hacer caso a la doctora y comer todo lo que te diga aunque te cueste
María.- se lo puedo contar lo que
ha pasado a la doctora Méndez
Rubén.- pero solo a ella, ni
siquiera a tus padres y que nunca ella cuente nada.
María.- trato hecho
Rubén.- y ahora a dormir
--se asomó a la puerta,
el control estaba vacío, dio un beso en la frente de María y se marchó
rápidamente antes de que volviese el celador—
Mano de santo a las diez
de la mañana sonaba su teléfono:
Rubén.- diga, quién es
La comunicación se
cortó, solo había sido un intento, pero
el primer paso ya lo había dado y ahora tenía su número ya guardado en su
memoria.
Tras darle vueltas al asunto, creyó que era
hora de ponerse al frente de la situación de control antes de que Roberto
saliese del hospital. Propuso a
don Alejandro el visitar esa tarde juntos todos los locales, para que él con
sus propios ojos viese los avances que se estaban gestando. Don
Alejandro llevaba años sin apariciones públicas conocidas. Su
vida desde que falleció su esposa, se limitaba a estar todos los días encerrado
en el ático y la noche su casa (una mansión blindada al exterior donde solo
tenía acceso el servicio y donde
convivía con sus dos perros)
Don Alejandro ante la
sorpresa de Rubén, no puso ninguna objeción, pero sí algunas condiciones,
quería una discreción extrema, todo sería una sorpresa.
A las seis de la
tarde lo mandó llamar.
En su despacho estaba la señora y por primera
vez bajó hasta el sótano en aquel ascensor que solo ellos dos conocían.
Bajaban los tres en silencio. El
chofer con una limusina esperaba. Los tres montaron en la parte de atrás y se
dirigieron hasta un taller. De él
salieron con un coche muy discreto;
Rubén conducía, Don Alejandro sentado en el asiento del copiloto y ella atrás
sin desprenderse del casco en ningún
instante.
Alejandro.- bueno, tú marcas el
recorrido
Rubén.- si le parece vamos
primero a los locales ahora que no hay clientes y después pasamos por las naves
Alejandro.- a mí no me preguntes
Rubén.- perdone la indiscreción,
¿y ella porqué viene?
Alejandro.- sigues siendo igual que cuando eras un
pequeño mocoso, ¡no te he dicho que no preguntes!
--Ella no habló, pero debajo del casco se pudo oír una risa
sarcástica--
Fueron visitando los locales
uno por uno.
Los encargados quedaban sorprendidos con su
presencia, los trabajadores y las chicas parecían tener una relación cordial
entre ellos (dentro de ser víctimas y verdugos) pero Rubén sabía que todo tenía
que ir paso a paso y en su mano estaba el hacerlo bien.
Después pasaron por las naves y
se sintió reconfortado al ver la cara de don Alejandro. Este que jamás había pisado en ellas, no
dudaba en recorrer las habitaciones y asomarse a los servicios para ver que
estaban limpios y que en sus armarios con espejo no faltaban algunos productos
para su higiene.
Al terminar Rubén le
mostró unas fotografías del estado anterior para que comparase.
Ahora de vuelta al garaje.
Don Alejandro a su ático, la señora a
coger la moto y él a llevar el coche de nuevo al taller donde lo habían cogido.
Rubén conducía con tranquilidad, con una
sensación agradable, en aquel coche aún se podía percibir el olor a perfume de
la señora. No
sabía por qué, pero ya no le caía tan mal. Esta
tarde ante todos había quedado claro quiénes eran la mano derecha y la
ejecutora de las órdenes de don Alejandro.
Superrr . Sigo la lectura 🦋♥️
ResponderEliminarPoco a poco todo irá saliendo
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