A
la mañana siguiente Jesús salió directo de casa a la faena.
Una
vez desayuno el chiquillo y marchó a la escuela, Carmen se subió a casa del
forastero a seguir gastando lejía, que falta le hacía a aquella casa.
Forastero.-
no ha venido a buscarme Jesús hoy
Carmen.-
mejor déjalo a él solo que seguro que termina antes
Forastero.-
bueno mujer
Carmen.-
hala, ya puedes ir a ver qué está haciendo, ya que no haces aquí nada, no
estorbes y si no, ya puedes coger un
estropajo
Forastero.-
lo que mandes
Carmen.-
no, no, tú a dar un paseo, que no me quiero tirar aquí dos años
Forastero.-
claro, si no llueve –cogiendo una bayeta en la mano-
Carmen.-
perdone que se lo diga con todo el respeto; ¡que se vaya!
Forastero.-
bueno pues me voy; ah, no se preocupe
que para usted también habrá un jornal
Carmen.-
¡que se vaya! -Pues no dice que si no
llueve, a este le falta una primavera-
---Cuando llegó Juan a la llorona, junto a Jesús había otros cuatro
hombres quitando piedras---
Jesús.-
hombre ya estás aquí ¿y la ropa de trabajo?
Forastero.-
calla, que me ha echado tu mujer de casa
Jesús.-
no me extraña
Forastero.-
¿y estos? ¿Los has mandado llamar tú?
Jesús.-
han llegado, se han puesto a quitar piedras y ni me han saludado, por mí como
si quitan todas, pensé que los habías puesto también a jornal
Forastero.-
yo no
Jesús.-
pues deja, si tienen ganas de quitar piedras, que las quiten
-- Según quitaban piedras hablaban
entre ellos por lo bajo—
Pedro.-
tenían razón nuestras mujeres, aquí hay gato encerrado
Ramón.-
os dais cuenta, se hablan como si se conociesen de toda la vida
Pedro.-
pues se les va a fastidiar el negocio, lo que salga de aquí se va a repartir,
vamos, como que me llamo Pedro
Andrés.-
eso, si no, lo mismo se quedan a verlas venir
Por la calle adelante subían con paso animado el alcalde y el secretario
Jesús.-
mira Juan, parece que tenemos visita
Forastero.-
pues con ese de la derecha no me llevo nada bien
Jesús.-
yo me llevo peor con el otro ¿que
querrán estos dos buitres?
--Llegaron y saludaron muy
correctamente—
Braulio.-
buenos días señor Juan, ¿paga usted a estos hombres?
Forastero.-
no, yo no; todavía no me explico que hacen aquí
Matías.-
pero al zocato sí que le paga – contesto con aire—
Forastero.-
al señor Jesús y dejo claro, ¡al señor
Jesús! Le pago porque me da la gana y
como nos aburrimos y no hay nada mejor que hacer, pues hemos pensado en mover
este montón de piedras de un sitio a otro.
¿Algún problema?
--- el alcalde dio un paso al frente—
Braulio.-
este terreno pertenece al pueblo y todo lo que haya escondido en la cueva
pertenece al ayuntamiento
.- lo que se
encuentre pertenece a los que trabajen para sacarlo, quien quiera parte que
doble el lomo quitando piedras.
– Contestó
casi entre dientes, uno de los que allí echaban la gota gorda moviendo
escombros--
Matías.-
bueno eso habrá que discutirlo el ayuntamiento tiene su parte por la propiedad
del terreno --- con aires de grandeza—
-Juan que vio fácil la jugada se subió
al montón de piedras-
Forastero.-
como bien ha dicho este señor, lo que se encuentre en la cueva será de aquellos
que trabajen para encontrarlo.
--Y tras señalar con el dedo al
alcalde---
Forastero.-
El ayuntamiento tendrá que demostrar que este terreno es suyo, porque yo, si
puedo demostrar que esta cueva, pertenece a los herederos de la familia de los
Marrajos; al igual por cierto, que el terreno donde el secretario
se hizo la casa nueva. Que puede ser
que tengamos que ver como se hicieron esos papeles.
Aquellas
palabras dieron un soplo de aire fresco a los que allí estaban trabajando.
Tomás.-
Qué manera de hablarle al secretario y al alcalde, con qué autoridad y seguro
de lo que está diciendo.
Juan ya se podía quedar tranquilo, la gente que valía para trabajar allí
estaba; tenían razón, mejor marchar a
dar un paseo, en ciertos sitios por mucho que te esfuerces lo único que puedes
hacer es estorbar. Poderoso
don dinero que cae del cielo.
A la mañana siguiente, todos aquellos a los que no les daba miedo el
trabajo duro, estaban retirando piedras de la entrada.
En cada gota de sudor la esperanza de un
pellizco que arreglase un poco sus vidas. Unos hombres con la piel curtida por el frío y
el calor, acostumbrados a vivir de jornadas destripando terrones en tierras
ajenas, los que no tenían nada que
perder por creer en un sueño.
Día tras día de sol a sol, codo con codo sus manos iban quitando una a
una aquellas piedras que parecían no pesar, pues bastante más pesaba el hambre y cada
tarde, al terminar la jornada se despedían con un abrazo hasta el día
siguiente.
El secretario y el alcalde observaban desde
la esquina de la última casa los acontecimientos.
El forastero a ratos, cada día más
prolongados, se ponía la ropa de trabajo y ayudaba en lo que podía (se había
convertido en el peón, el aguador, el encargado de obedecer a los que sabían
acercando hasta sus manos la herramienta que necesitaban en el momento)
Una larga fila hacía cadena pasando los riscos de mano en mano hasta el
nuevo montón. Parecía mentira que allí
hubiera amontonado tanto pedrusco y arena.
Esa
mañana “no eran todavía las diez”. El más cercano a la boca, por fin gritó:
Pedro.-
¡Hemos llegado! ¡Ya se ve hueco!
Tomás.-
vamos chicos, nos queda todo el día por delante
Aquellos brazos cansados de tantos días, parecían doblarse en número y
la emoción del momento daba alas al aliento de las bocas secas. Juan dejó de pasar el botijo a los que
querían beber y se puso entre ellos siendo uno más de la cadena.
–En esos momentos, nadie tenía sed, ni
se acordaba del agua---
Hicieron un hueco suficiente como para entrar una persona
holgadamente. Con cuidado aseguraron la
parte superior y los laterales apuntalándolos con unas maderas, para que no
hubiese peligro de quedar enterrados.
Enseguida se acercaron los dos mirones; el
secretario se quitó la chaqueta y del bolsillo sacó una linterna.
Matías.-
yo tengo que bajar a dar fe del hallazgo
Jesús dijo en voz alta: .- pero no toque nada,
ya quedó claro que esto corresponde a los que han trabajado.
Todos asintieron con la cabeza, no iban a
permitir que nadie les robase.
Hicieron un corro los torsos desnudos. Estuvieron de acuerdo en que bajase Juan el
primero, el secretario para dar fe y Jesús que les contaría todo lo que vieran
allí dentro y guardaría que nada se tocase.
Descendieron por las escaleras talladas en la roca. Al llegar abajo, nada había, tan solo una
tinaja de barro sin ningún valor. El
secretario le dio la linterna a Juan y quitó de las manos de Jesús el marro que
llevaba. De varios golpes dejó la
tinaja hecha añicos; dentro, tampoco había nada.
El zocato
salió con rostro desolado y a continuación el secretario que parecía alegrarse.
Matías.-
imbéciles, que os creíais que os ibais a hacer ricos de la noche a la mañana.
Todos se fueron a sus casas; abajo, solo, entre tinieblas, quedó Juan
sentado en el suelo.
Por
un momento sintió como le faltaba el oxigeno, sabía que había encontrado lo que
había venido a buscar. Estaba allí,
podía sentir ese escalofrió que indicaba que todo llegaba a buen fin en el
momento oportuno.
Cuànta intriga !!! Me dejas pensando .. que sería lo que había venido a buscar ?? Mmm
ResponderEliminarA saber..
EliminarEsto es un sinvivir, que nervios, me has dejado con la miel en los labios 😂😂
ResponderEliminarEsa es la intención.
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