Rubén esperaba paciente la salida del
hospital de la Doctora Méndez.
Cuantos recuerdos, esos años no habían pasado en balde, donde quedó aquella joven estudiante, ahora convertida en una gran mujer. Pero
sus ojos eran los mismos, seguían iluminando todo como el primer día que la
vio.
Ya
casi estaba oscureciendo y la doctora no había salido. Tan ensimismado en los recuerdos que ni había
comido. Entro
dentro a preguntar. Ya hacía que se había ido, claro, lo mismo por
otra de las puertas.
Entonces pensó en subir a
planta a ver a la pequeña.
Entró a la planta de
psiquiatría en un despiste.
El pasillo estaba desierto, la
chiquilla en una habitación atada a la cama de pies y manos.
Rubén.- calla por favor, yo no
puedo estar aquí
Niña.- Gracias por venir
Rubén.- y tú ¿cómo te llamas?
Niña.- María y tú
Rubén.- yo me llamo Rubén
Niña.- ¿y por qué has venido?
Rubén.- te tengo que pedir un
favor ¿Qué tal crees que es la doctora
Méndez?
Niña.- como todos, bueno ella
parece más simpática, pero tiene un genio, mira como se puso con mis padres
Rubén.- te dejo este número de
teléfono, dáselo cuando venga y dile que tengo que hablar con ella, que es algo
muy importante. Que tiene que ver con aquel forastero de ojos verdes que
conoció hace años, ella lo entenderá
Niña.- ¿no me meteré en ningún
follón?
Rubén.- no tranquila y si
necesitases tú algo, di que me llamen, estoy a tu disposición.
Mañana intentaré colarme otra vez y hablamos
¿vale?
Niña.- vale, pero… ¿te
importaría cogerme la mano un poco antes de irte?
Rubén.- en absoluto, cógela con
fuerza
--se quedó dormida cogida de su mano, él la
soltó despacito y salió de allí sin que nadie lo viese--
Esperaría su llamada, tampoco quería se
sintiese acosada por un extraño.
Fíjate, doctora en
psiquiatría ni más, ni menos.
Se sentía orgulloso y quería saber de su
vida, tanto que preguntarle, pero bueno, ya lo único importante era que de
nuevo la había encontrado. Que regalos
más bonitos da la vida y cuanta gente la malgasta o se la destroza a los demás.
¿Cómo Perdonar sus actos, aunque él solo sea
un habitante extraño en ese cuerpo?
Pasaban los días y nada
sucedía, antes de las nueve él estaba en la puerta del hospital esperando a
verla pasar y que ella le regalase aunque solo fuera una fugaz mirada.
Luego subía a ver como seguía Roberto, al cual
parecía molestarle su presencia, por lo que tampoco se quedaba demasiado tiempo
a su lado. Su misión era reconvertirlo, pero ahora tenía
muchas cosas que hacer como para perder allí el tiempo. Seguro que al final llegaría a entender
que su camino no era el correcto.
Marchaba
y recorría una por una las naves para ver que las condiciones sanitarias por lo
menos eran las correctas, luego pasaba por todos los locales y miraba que
ninguna de ellas tuviese ni un simple moratón.
Más no podía hacer de momento.
Por
fin, tras la larga espera llegaba a sus manos la documentación esperada.
Rubén.- hola, cómo lo llevas
Alex.- pues mal, cómo lo voy a
llevar, esto es eterno
Rubén.- mira lo que traigo,
documentación nueva para los tres
Alex.- por fin ¿y ahora?
Rubén.- toma, estos son los documentos.
Yo me voy a por tu mujer y tu hija, tú no te
muevas de aquí; estate pendiente y cuando oigas que pito tres
veces sales por la puerta de atrás, la que da al callejón
Alex.- ¿cómo no voy a estar
pendiente?
Rubén.- ni te asomes por la ventana,
ya sabes, hoy más que nunca hay que ser prevenidos. Yo creo que tardaré bastante, tengo que estar seguro que nadie me vigila para recogerlas sin
peligro.
Rubén se dio vueltas por las calles y pasó
varias veces por la puerta de la casa de
Alex sin parar.
Todo estaba demasiado tranquilo y no le gustaba nada.
Pasado un rato vio como un coche con dos
hombres dentro que había estado allí toda la mañana, se movía de sitio. De él bajaban sus ocupantes y se metían
en un restaurante, por lo que pasó andando delante para cerciorarse que no
estaban apostados en la cristalera que daba a la calle.
Tardó un momento en subir, bajar con ellas y
acomodarlas en el asiento trasero, donde
les mandó tumbarse. Otro par de vueltas callejeando hasta llegar
al callejón, los tres pitidos de rigor y Alex bajo al instante. Directo al maletero, no había tiempo de
abrazos, lo principal era ponerlos a salvo.
Salieron de la ciudad, cogieron una carretera
por donde no había transito, nadie los seguía.
En un pueblo cercano, a las afueras el coche paró y los tres por fin
pudieron abrazarse.
Rubén.- ese coche está a tu
nombre, en el maletero hay dos maletas con ropa, (ya sé que has venido un poco
justo), un sobre con dinero suficiente para los primeros meses y en este, está la dirección de un piso
alquilado.
Cuando lleguéis intentar pasar inadvertidos,
no te metas en negocios sucios o nos complicaras la vida a todos, a ellas
también.
Alex.- no te preocupes, ya
aprendí la lección
Esposa.- ¿Cómo podremos pagarle
esto?
Rubén.- ayuden siempre que puedan
a los más débiles y olvídense del dinero fácil, hagan que esta niña se sienta
orgullosa de sus padres.
Alex.- Tú, me tienes localizado,
si algún día me necesitas llámame
Rubén.- vamos, montar en el coche
y desaparecer de mi vista.
-sabía que tarde o
temprano echarían de menos a la madre y la niña, por lo que él tenía que irse
rápido al despacho como siempre después de la ronda de rigor—
Las quejas que don
Alejandro esperaba dieran sus encargados, no llegaban. Todos pensaban que eran órdenes directas
de él y que con ello pretendía evitar conflictos y que así las chicas fueran
más dóciles no intentando ninguna artimaña, como tantas veces había sucedido.
De nuevo la señora de
la moto –Rubén pudo verla entrar en el garaje a través de los cristales,
mientras en su mente solo estaba la espera a que sonase el Móvil y oír la voz
de Milagros—
No tardarían en llamarlo
al despacho del ático.
Seguro que la noticia de la
desaparición de la esposa y la hija de Alex ya había llegado a sus oídos. –Ya
tenía él ganas de tenerla frente a frente, donde poder hablar y si era delante
de don Alejandro, mejor –
Efectivamente, llamaron a la
puerta:
.- Señor Rubén
Rubén.- no hace falta que digas
más. Quieren que suba al despacho de
don Alejandro
.- eso mismo
-- Allí estaba la señora, con su casco y sus guantes—
Rubén.- ¿se puede don Alejandro?
Alejandro.- pase. Me acaban de decir que la mujer de Alex ha
desaparecido
Rubén.- ¿perdón? Yo no era el
encargado de vigilarlas, por cierto ¿no nos presenta?
Alejandro.- Rubén calla
Rubén.- yo creo que ya que al fin
y al cabo trabajamos juntos, deberíamos conocernos
--La señora no decía
ni palabra allí de pie junto a la puerta del ascensor, pero en su pecho se
notaba una respiración agitada—
Rubén.- como ya sabrá, ella fue
quién tiroteó a Roberto y se cargó a los dos policías. La misma que tras ese casco le hizo
confesar a Alex algo que no había hecho.
Alejandro.- ¿quieres saber quién es?
Si te cuento toda la verdad estás firmando tu sentencia de muerte
--ella hizo el gesto de quitarse el casco—
Alejandro.- ¡NO! Rubén vale mucho,
como para perderlo
Rubén se dio la vuelta y salió del despacho,
nunca se había imaginado que don Alejandro le tuviese en tanta estima. En esos momentos solo pensaba en el
bienestar de aquellas chicas, tenía que seguir adelante y no podía detenerse en
ajustar cuentas.
Pasaron quince minutos y
volvieron a llamar a la puerta del despacho de Rubén:
.- señor Rubén. Que suba de nuevo
Por la puerta del garaje
salía la señora derrapando su rueda trasera, parecía enfadada o con mucha
prisa.
Rubén.- don Alejandro ¿se puede?
Alejandro.- sí, pasa
--Qué raro, estaba sentado en su sillón en vez de estar al lado de los
ventanales—
Alejandro.- hay cosas que solo tú y
yo sabemos y que nunca nadie debe de saber
Rubén.- es solo una policía
corrupta, como tantos otros
Alejandro.- ¿recuerdas cuando eras
pequeño? Siempre cuide de ti y de tu
madre para que nada os faltase, erais como de mi familia. Tú nunca quisiste este puesto, ni estar aquí,
pero le prometí a tu madre que te cuidaría siempre. Por
favor no me lo pongas difícil. Te he
dado carta blanca para llevar los locales como quieras, más no puedo hacer
Rubén.- lo sé, pero no entiendo
porqué…
Alejandro.- ¡calla! Algún día lo
entenderás, pero ahora no puedo decirte más
Rubén.- ¿no está cansado de todo
esto? Tiene otras empresas que son
legales y que le reportan grandes beneficios, no le hace falta esta forma de
explotación y trata de mujeres para vivir.
Roberto quiere ser como usted y
perdone, pero usted, no sea como Roberto.
Alejandro.- no lo entiendes, alguien
tiene que hacer las cosas, si no las hago yo, las hará otro y ahora contigo al
mando al menos estarán mejor en nuestros locales que en otros sitios.
Rubén.- eso lo entiendo, pero no
quiero entenderlo
Alejandro.- nunca a nadie le he dicho
esto: haz lo que tengas que hacer, pero ten mucho cuidado
Rubén salió de allí aún
más desorientado que hacía un rato. Don Alejandro nunca había dado confianzas a
nadie, ni siquiera aceptaba consejos, era él y solo él el que ordenaba y el
resto a obedecer.
Superinteresante... 👍🧐
ResponderEliminarGraciñas
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