miércoles, 20 de julio de 2022

El Regreso Cap. 04

 


 

         Rubén esperaba paciente la salida del hospital de la Doctora Méndez.

     Cuantos recuerdos,  esos años no habían pasado en balde,  donde quedó aquella joven estudiante,  ahora convertida en una gran mujer.    Pero sus ojos eran los mismos, seguían iluminando todo como el primer día que la vio.

         Ya casi estaba oscureciendo y la doctora no había salido.  Tan ensimismado en los recuerdos que ni había comido.      Entro dentro a preguntar.     Ya hacía que se había ido, claro, lo mismo por otra de las puertas.

  Entonces pensó en subir a planta a ver a la pequeña.

    Entró a la planta de psiquiatría en un despiste.

 El pasillo estaba desierto, la chiquilla en una habitación atada a la cama de pies y manos.

Rubén.- calla por favor, yo no puedo estar aquí

Niña.- Gracias por venir

Rubén.- y tú  ¿cómo te llamas?

Niña.- María y tú

Rubén.- yo me llamo Rubén

Niña.- ¿y por qué has venido?

Rubén.- te tengo que pedir un favor   ¿Qué tal crees que es la doctora Méndez?

Niña.- como todos, bueno ella parece más simpática, pero tiene un genio, mira como se puso con mis padres

Rubén.- te dejo este número de teléfono, dáselo cuando venga y dile que tengo que hablar con ella, que es algo muy importante. Que tiene que ver con aquel forastero de ojos verdes que conoció hace años, ella lo entenderá

Niña.- ¿no me meteré en ningún follón?

Rubén.- no tranquila y si necesitases tú algo, di que me llamen, estoy a tu disposición.     

   Mañana intentaré colarme otra vez y hablamos ¿vale?

Niña.- vale, pero…    ¿te importaría cogerme la mano un poco antes de irte?

Rubén.- en absoluto, cógela con fuerza

           --se quedó dormida cogida de su mano, él la soltó despacito y salió de allí sin que nadie lo viese--

         

             Esperaría su llamada, tampoco quería se sintiese acosada por un extraño.

          Fíjate, doctora en psiquiatría ni más, ni menos.

       Se sentía orgulloso y quería saber de su vida, tanto que preguntarle, pero bueno, ya lo único importante era que de nuevo la había encontrado.    Que regalos más bonitos da la vida y cuanta gente la malgasta o se la destroza a los demás.

        ¿Cómo Perdonar sus actos, aunque él solo sea un habitante extraño en ese cuerpo?

 

 

     Pasaban los días y nada sucedía, antes de las nueve él estaba en la puerta del hospital esperando a verla pasar y que ella le regalase aunque solo fuera una fugaz mirada.

               Luego subía a ver como seguía Roberto, al cual parecía molestarle su presencia, por lo que tampoco se quedaba demasiado tiempo a su lado.      Su misión era reconvertirlo, pero ahora tenía muchas cosas que hacer como para perder allí el tiempo.       Seguro que al final llegaría a entender que su camino no era el correcto.

 

            Marchaba y recorría una por una las naves para ver que las condiciones sanitarias por lo menos eran las correctas, luego pasaba por todos los locales y miraba que ninguna de ellas tuviese ni un simple moratón.

      Más no podía hacer de momento.

 

          Por fin, tras la larga espera llegaba a sus manos la documentación  esperada.

Rubén.- hola, cómo lo llevas

Alex.- pues mal, cómo lo voy a llevar, esto es eterno

Rubén.- mira lo que traigo, documentación nueva para los tres

Alex.- por fin ¿y ahora?

Rubén.- toma, estos son los documentos.   Yo me voy a por tu mujer y tu hija, tú no te muevas de aquí;    estate pendiente y cuando oigas que pito tres veces sales por la puerta de atrás, la que da al callejón

Alex.- ¿cómo no voy a estar pendiente?

Rubén.- ni te asomes por la ventana, ya sabes, hoy más que nunca hay que ser prevenidos.  Yo creo que tardaré bastante,   tengo que estar  seguro que nadie me vigila para recogerlas sin peligro.

 

               Rubén se dio vueltas por las calles y pasó varias  veces por la puerta de la casa de Alex sin parar. 

Todo estaba demasiado tranquilo y no le gustaba nada.

      Pasado un rato vio como un coche con dos hombres dentro que había estado allí toda la mañana, se movía de sitio.       De él bajaban sus ocupantes y se metían en un restaurante, por lo que pasó andando delante para cerciorarse que no estaban apostados en la cristalera que daba a la calle.

                 Tardó un momento en subir, bajar con ellas y acomodarlas en el asiento trasero,  donde les mandó tumbarse.            Otro par de vueltas callejeando hasta llegar al callejón, los tres pitidos de rigor y Alex bajo al instante.         Directo al maletero, no había tiempo de abrazos, lo principal era ponerlos a salvo.

             Salieron de la ciudad, cogieron una carretera por donde no había transito, nadie los seguía.  En un pueblo cercano, a las afueras el coche paró y los tres por fin pudieron abrazarse.

 

Rubén.- ese coche está a tu nombre, en el maletero hay dos maletas con ropa, (ya sé que has venido un poco justo), un sobre con dinero suficiente para los primeros meses  y en este, está la dirección de un piso alquilado.

              Cuando lleguéis intentar pasar inadvertidos, no te metas en negocios sucios o nos complicaras la vida a todos, a ellas también.

Alex.- no te preocupes, ya aprendí la lección

Esposa.- ¿Cómo podremos pagarle esto?

Rubén.- ayuden siempre que puedan a los más débiles y olvídense del dinero fácil, hagan que esta niña se sienta orgullosa de sus padres.

Alex.- Tú, me tienes localizado, si algún día me necesitas llámame

Rubén.- vamos, montar en el coche y desaparecer de mi vista.

 

         -sabía que tarde o temprano echarían de menos a la madre y la niña, por lo que él tenía que irse rápido al despacho como siempre después de la ronda de rigor—

 

         Las quejas que don Alejandro esperaba dieran sus encargados, no llegaban.      Todos pensaban que eran órdenes directas de él y que con ello pretendía evitar conflictos y que así las chicas fueran más dóciles no intentando ninguna artimaña, como tantas veces había sucedido.

 

          De nuevo la señora de la moto –Rubén pudo verla entrar en el garaje a través de los cristales, mientras en su mente solo estaba la espera a que sonase el Móvil y oír la voz de Milagros—

 

        No tardarían en llamarlo al despacho del ático.

 Seguro que la noticia de la desaparición de la esposa y la hija de Alex ya había llegado a sus oídos. –Ya tenía él ganas de tenerla frente a frente, donde poder hablar y si era delante de don Alejandro, mejor –

     Efectivamente, llamaron a la puerta:

            .- Señor Rubén

Rubén.- no hace falta que digas más.   Quieren que suba al despacho de don Alejandro

          .- eso mismo

-- Allí estaba la señora, con su casco y sus guantes—

Rubén.- ¿se puede don Alejandro?

Alejandro.- pase.  Me acaban de decir que la mujer de Alex ha desaparecido

Rubén.- ¿perdón? Yo no era el encargado de vigilarlas, por cierto ¿no nos presenta?

Alejandro.- Rubén calla

Rubén.- yo creo que ya que al fin y al cabo trabajamos juntos, deberíamos conocernos

           --La señora no decía ni palabra allí de pie junto a la puerta del ascensor, pero en su pecho se notaba una respiración agitada—

Rubén.- como ya sabrá, ella fue quién tiroteó a Roberto y se cargó a los dos policías.         La misma que tras ese casco le hizo confesar a Alex algo que no había hecho.

Alejandro.- ¿quieres saber quién es? Si te cuento toda la verdad estás firmando tu sentencia de muerte

 

--ella hizo el gesto de quitarse el casco—

Alejandro.- ¡NO! Rubén vale mucho, como para perderlo

 

                      Rubén se dio la vuelta y salió del despacho, nunca se había imaginado que don Alejandro le tuviese en tanta estima.   En esos momentos solo pensaba en el bienestar de aquellas chicas, tenía que seguir adelante y no podía detenerse en ajustar cuentas.

 

 Pasaron quince minutos y volvieron a llamar a la puerta del despacho de Rubén:

                   .- señor Rubén. Que suba de nuevo

         Por la puerta del garaje salía la señora derrapando su rueda trasera, parecía enfadada o con mucha prisa.

 

Rubén.- don Alejandro ¿se puede?

Alejandro.- sí, pasa    

--Qué raro, estaba sentado en su sillón en vez de estar al lado de los ventanales—

Alejandro.- hay cosas que solo tú y yo sabemos y que nunca nadie debe de saber

Rubén.- es solo una policía corrupta, como tantos otros

Alejandro.- ¿recuerdas cuando eras pequeño?   Siempre cuide de ti y de tu madre para que nada os faltase, erais como de mi familia.  Tú nunca quisiste este puesto, ni estar aquí, pero le prometí a tu madre que te cuidaría siempre.   Por favor no me lo pongas difícil.   Te he dado carta blanca para llevar los locales como quieras, más no puedo hacer

Rubén.- lo sé, pero no entiendo porqué…

Alejandro.- ¡calla! Algún día lo entenderás, pero ahora no puedo decirte más

Rubén.- ¿no está cansado de todo esto?   Tiene otras empresas que son legales y que le reportan grandes beneficios, no le hace falta esta forma de explotación y trata de mujeres para vivir.    Roberto quiere ser como usted y perdone, pero usted, no sea como Roberto.

Alejandro.- no lo entiendes, alguien tiene que hacer las cosas, si no las hago yo, las hará otro y ahora contigo al mando al menos estarán mejor en nuestros locales que en otros sitios.

Rubén.- eso lo entiendo, pero no quiero entenderlo

Alejandro.- nunca a nadie le he dicho esto: haz lo que tengas que hacer, pero ten mucho cuidado

        Rubén salió de allí aún más desorientado que hacía un rato. Don Alejandro nunca había dado confianzas a nadie, ni siquiera aceptaba consejos, era él y solo él el que ordenaba y el resto a obedecer.

 

      


 

2 comentarios: